/ jueves 4 de febrero de 2021

Juegos perversos

Lo que tenga que ver con partidos políticos en México no presagia nada bueno. Ser político en nuestro país asocia calificativos denigrantes. De ladrones y falsos no los bajan en el menor de los casos.

Y de los pensamientos groseros que les avienta medio mundo mejor no hablamos.

En verdad que se lo han ganado. Los partidos igual que los políticos calculan cada paso que dan con sigilo felino; por hábito, anteponen los intereses de sus bolsillos al interés de la militancia y del pueblo.

Sus alianzas públicas y sus alianzas ocultas con el poder son crónicas repetidas campaña tras campaña. Si el mayor dividendo lo obtienen siendo oposición cooperativa y complaciente no lo dudan, toman esa ruta aunque les cueste derrotas.

El PRI de Camarillo practica la política poblana en actitud ladina, aparenta ser lo que no es. Permanece arrinconado atrás de la media cancha sin asumir una postura crítica y valiente que cuestione la administración en turno.

Su estrategia es no arriesgar, ser manso pero no menso, pues ser opositor en política no es sencillo cuando el político arrastra un pasado dudoso, sobre todo en el manejo de finanzas públicas como es su caso.

Los que competirán por un puesto de elección popular cargando las siglas del PRI y el nombre de Camarillo entienden los riesgos del entreguismo en tiempos de campaña, sin embargo, avanzan muy a su pesar hacia una elección donde tendrían que asumir que triunfar les será doblemente difícil.

En plan opuesto, el juego de Genoveva se desarrolla con rudeza extrema en cancha contraria y con el cuchillo entre los dientes; ella sabe, que con el contraste, el ataque y la crítica a la administración estatal cosechará votos el 6 de junio porque el votante suele castigar cuando las autoridades son ineficaces.

Genoveva desarrolla dos estrategias al mismo tiempo. Una con los activos de su partido y otra con los partidos “aliados”, y en ambos casos, ha demostrado carácter, mano firme y piel gruesa frente a la crítica oficialista.

Desvincular al PRI de la alianza con el PAN por la ciudad de Puebla debe leerse en positivo. Dejar fuera a Camarillo del proyecto de la capital anula cualquier posibilidad de boicot en los esfuerzos de Acción Nacional, Talón de Aquiles de ir en alianza con el adversario dentro.

El juego practicado por Garmendia apremia observancia, pues mientras por un lado encara a sus adversarios partidistas, por el otro, no deja de recibir fuertes presiones desde el ala oficial de Morena en Puebla.

El accionar del Movimiento de Regeneración Nacional no replica las conductas sumisas de las estructuras del PAN y PRI cuando fueron gobierno por estar constituido de tribus y piezas de distintos partidos, ideologías y humores.

Garmendia no atiende las “órdenes de arriba” sencillamente por no reconocer al gobernador como líder político y moral del estado. Morena sólo tiene un patriarca y ese es AMLO, ningún otro. Y nadie usurpará ese lugar por poderoso que sea.

Liderar un partido con el peor de los enemigos dentro complica las responsabilidades y los resultados del dirigente estatal morenista en los comicios venideros. Defenderse de los suyos y los contrarios garantiza que estará bastante ocupado de aquí a junio en los juegos perversos de la política, quizá más que Néstor y Genoveva.

Lo que tenga que ver con partidos políticos en México no presagia nada bueno. Ser político en nuestro país asocia calificativos denigrantes. De ladrones y falsos no los bajan en el menor de los casos.

Y de los pensamientos groseros que les avienta medio mundo mejor no hablamos.

En verdad que se lo han ganado. Los partidos igual que los políticos calculan cada paso que dan con sigilo felino; por hábito, anteponen los intereses de sus bolsillos al interés de la militancia y del pueblo.

Sus alianzas públicas y sus alianzas ocultas con el poder son crónicas repetidas campaña tras campaña. Si el mayor dividendo lo obtienen siendo oposición cooperativa y complaciente no lo dudan, toman esa ruta aunque les cueste derrotas.

El PRI de Camarillo practica la política poblana en actitud ladina, aparenta ser lo que no es. Permanece arrinconado atrás de la media cancha sin asumir una postura crítica y valiente que cuestione la administración en turno.

Su estrategia es no arriesgar, ser manso pero no menso, pues ser opositor en política no es sencillo cuando el político arrastra un pasado dudoso, sobre todo en el manejo de finanzas públicas como es su caso.

Los que competirán por un puesto de elección popular cargando las siglas del PRI y el nombre de Camarillo entienden los riesgos del entreguismo en tiempos de campaña, sin embargo, avanzan muy a su pesar hacia una elección donde tendrían que asumir que triunfar les será doblemente difícil.

En plan opuesto, el juego de Genoveva se desarrolla con rudeza extrema en cancha contraria y con el cuchillo entre los dientes; ella sabe, que con el contraste, el ataque y la crítica a la administración estatal cosechará votos el 6 de junio porque el votante suele castigar cuando las autoridades son ineficaces.

Genoveva desarrolla dos estrategias al mismo tiempo. Una con los activos de su partido y otra con los partidos “aliados”, y en ambos casos, ha demostrado carácter, mano firme y piel gruesa frente a la crítica oficialista.

Desvincular al PRI de la alianza con el PAN por la ciudad de Puebla debe leerse en positivo. Dejar fuera a Camarillo del proyecto de la capital anula cualquier posibilidad de boicot en los esfuerzos de Acción Nacional, Talón de Aquiles de ir en alianza con el adversario dentro.

El juego practicado por Garmendia apremia observancia, pues mientras por un lado encara a sus adversarios partidistas, por el otro, no deja de recibir fuertes presiones desde el ala oficial de Morena en Puebla.

El accionar del Movimiento de Regeneración Nacional no replica las conductas sumisas de las estructuras del PAN y PRI cuando fueron gobierno por estar constituido de tribus y piezas de distintos partidos, ideologías y humores.

Garmendia no atiende las “órdenes de arriba” sencillamente por no reconocer al gobernador como líder político y moral del estado. Morena sólo tiene un patriarca y ese es AMLO, ningún otro. Y nadie usurpará ese lugar por poderoso que sea.

Liderar un partido con el peor de los enemigos dentro complica las responsabilidades y los resultados del dirigente estatal morenista en los comicios venideros. Defenderse de los suyos y los contrarios garantiza que estará bastante ocupado de aquí a junio en los juegos perversos de la política, quizá más que Néstor y Genoveva.