/ miércoles 6 de marzo de 2019

Justicia para Jiménez Merino en el peor momento del PRI

Si la definición del abanderado del PRI al gobierno del estado se analizara solo desde la perspectiva de los méritos y la trayectoria partidista, puede afirmarse, sin miedo al error, que la postulación de Alberto Jiménez Merino en el tricolor es un acto de congruencia y justicia política.

Jiménez Merino lleva décadas en el PRI.

Gracias a ese partido ha ocupado cargos ejecutivos en distintas administraciones, estatales y federales, principalmente vinculadas al sector agrícola.

Ha sido presidente de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la Confederación Nacional Campesina en el estado, uno de los tres sectores del priismo, y diputado federal en dos ocasiones.

En su primer periodo en la Cámara de Diputados, de 2003 a 2005, fue coordinador de la bancada del PRI del estado de Puebla.

En el segundo, de 2009 a 2011, fue también coordinador, pero de los legisladores federales de todo el país emanados de las filas de la CNC.

Jiménez Merino, que a principios de año renunció a la dirección estatal de la Comisión Nacional del Agua, había buscado la nominación en cuatro ocasiones.

Perdió tres intentos consecutivos, ante Javier López Zavala, en 2010; Blanca Alcalá Ruiz, en 2016, y Enrique Doger Guerrero, en 2018.

En ningún caso chantajeó a los dirigentes del ex partidazo ni amagó con cambiarse de camiseta.

En pocas palabras, el “ingeniero”, como le dicen, es el más priista de los cuatro aspirantes que llegaron a la recta final de una contienda interna opacada por la expectación de saber lo que ocurre, cada día y a cada hora, en Morena, y por el seguimiento a los intentos fallidos de resucitación en el PAN.

Javier Casique Zárate, todavía presidente del Comité Directivo Estatal tricolor, lo resumió bien en un tuit publicado este martes a las ocho de la noche con ocho minutos:

“Sin duda”, en alusión a la candidatura de Jiménez Merino, “un reconocimiento a su trayectoria en el partido.”

Así se interpreta la postulación.

Competir en los comicios extraordinarios como abanderado a gobernador es un reconocimiento que llega, sin embargo, en el peor de los escenarios para el PRI.

Aquí es donde se desvanece toda ilusión generada por la victoria conseguida en el partido.

Haber derrotado a Enrique Doger, Lorenzo Rivera Sosa y Ricardo Urzúa Rivera en el Comité Ejecutivo Nacional se convierte en un hecho irrelevante al momento de confrontarse con la realidad.

El grueso de las encuestas sobre preferencias electorales realizadas hasta ahora ponen al priismo en tercer lugar, la mayoría de las veces por debajo de los 10 puntos

porcentuales.

¿A qué aspira entonces Jiménez Merino, en medio de un contexto desolador?

Quizá a desplegar ese cúmulo de relaciones personales que ha tejido en los últimos 30 años para conseguir una suerte de milagro que lo conduzca al segundo lugar en las votaciones del 2 de junio.

Fuera de eso, no hay más.

El ex delegado de la Conagua no puede proponerse ganar la contienda por la gubernatura, por supuesto, como tampoco lo hará el candidato del PAN, pero sí puede tratar de impedir que el tricolor se vaya al fondo de las preferencias, con una votación catastrófica, menor a los dos dígitos.

En esa lógica, la presidenta nacional del partido, Claudia Ruiz Massieu, hizo bien en definirse por Jiménez Merino, ante la desconfianza que generaban al menos dos de los otros tres aspirantes.

“Jiménez Merino no se venderá”, expresan en su favor.

Y eso, en una lucha cuesta arriba en la que parece que ya no hay mucho más que perder, después de nueve años de burdas deslealtades y traiciones, ya es una enorme ganancia para el PRI.


@jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Si la definición del abanderado del PRI al gobierno del estado se analizara solo desde la perspectiva de los méritos y la trayectoria partidista, puede afirmarse, sin miedo al error, que la postulación de Alberto Jiménez Merino en el tricolor es un acto de congruencia y justicia política.

Jiménez Merino lleva décadas en el PRI.

Gracias a ese partido ha ocupado cargos ejecutivos en distintas administraciones, estatales y federales, principalmente vinculadas al sector agrícola.

Ha sido presidente de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la Confederación Nacional Campesina en el estado, uno de los tres sectores del priismo, y diputado federal en dos ocasiones.

En su primer periodo en la Cámara de Diputados, de 2003 a 2005, fue coordinador de la bancada del PRI del estado de Puebla.

En el segundo, de 2009 a 2011, fue también coordinador, pero de los legisladores federales de todo el país emanados de las filas de la CNC.

Jiménez Merino, que a principios de año renunció a la dirección estatal de la Comisión Nacional del Agua, había buscado la nominación en cuatro ocasiones.

Perdió tres intentos consecutivos, ante Javier López Zavala, en 2010; Blanca Alcalá Ruiz, en 2016, y Enrique Doger Guerrero, en 2018.

En ningún caso chantajeó a los dirigentes del ex partidazo ni amagó con cambiarse de camiseta.

En pocas palabras, el “ingeniero”, como le dicen, es el más priista de los cuatro aspirantes que llegaron a la recta final de una contienda interna opacada por la expectación de saber lo que ocurre, cada día y a cada hora, en Morena, y por el seguimiento a los intentos fallidos de resucitación en el PAN.

Javier Casique Zárate, todavía presidente del Comité Directivo Estatal tricolor, lo resumió bien en un tuit publicado este martes a las ocho de la noche con ocho minutos:

“Sin duda”, en alusión a la candidatura de Jiménez Merino, “un reconocimiento a su trayectoria en el partido.”

Así se interpreta la postulación.

Competir en los comicios extraordinarios como abanderado a gobernador es un reconocimiento que llega, sin embargo, en el peor de los escenarios para el PRI.

Aquí es donde se desvanece toda ilusión generada por la victoria conseguida en el partido.

Haber derrotado a Enrique Doger, Lorenzo Rivera Sosa y Ricardo Urzúa Rivera en el Comité Ejecutivo Nacional se convierte en un hecho irrelevante al momento de confrontarse con la realidad.

El grueso de las encuestas sobre preferencias electorales realizadas hasta ahora ponen al priismo en tercer lugar, la mayoría de las veces por debajo de los 10 puntos

porcentuales.

¿A qué aspira entonces Jiménez Merino, en medio de un contexto desolador?

Quizá a desplegar ese cúmulo de relaciones personales que ha tejido en los últimos 30 años para conseguir una suerte de milagro que lo conduzca al segundo lugar en las votaciones del 2 de junio.

Fuera de eso, no hay más.

El ex delegado de la Conagua no puede proponerse ganar la contienda por la gubernatura, por supuesto, como tampoco lo hará el candidato del PAN, pero sí puede tratar de impedir que el tricolor se vaya al fondo de las preferencias, con una votación catastrófica, menor a los dos dígitos.

En esa lógica, la presidenta nacional del partido, Claudia Ruiz Massieu, hizo bien en definirse por Jiménez Merino, ante la desconfianza que generaban al menos dos de los otros tres aspirantes.

“Jiménez Merino no se venderá”, expresan en su favor.

Y eso, en una lucha cuesta arriba en la que parece que ya no hay mucho más que perder, después de nueve años de burdas deslealtades y traiciones, ya es una enorme ganancia para el PRI.


@jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx