/ viernes 31 de mayo de 2019

La ecología emocional

Si usted está educado en la ecología probablemente seleccionará y pondrá su basura orgánica e inorgánica en recipientes separados, usará lo menos posible el plástico, evitará derrochar el agua, cuidará de las plantas y de los animales, y en general, protegerá a la naturaleza, evitando contaminarla y destruirla. Dada la magnitud del cambio climático y sus consecuencias, ya no es solo un deber, sino una imperiosa obligación que todos los seres humanos tenemos para evitar en un futuro casi inmediato la destrucción de nuestra única casa, la tierra.

Pero… ¿se ha puesto a pensar en la otra contaminación que tenemos, que es la emocional? ¿Qué es lo que piensa?; ¿qué es lo que habla?; ¿qué es lo que escucha?; ¿qué es lo que come?; ¿qué es lo que toca o palpa? Nuestro cuerpo extendido a través de nuestras emociones resulta ser el ambiente en el que nosotros nos movemos y nos desarrollamos.

Aquello que miramos, aquello que escuchamos, aquello que comemos, aquello que tocamos y aquello que hablamos constituye no tan solo el funcionamiento fisiológico de nuestro organismo, sino que también tiene una repercusión de carácter emocional y va conformando nuestra conciencia.

Un principio hermético revela que “Lo que es arriba es abajo, lo que es adentro es afuera”. Si nuestro entorno, nuestra casa, nuestra habitación está en desorden, esto revela que vivimos en lo mismo. ¿Cómo tienes tu guardarropa?, ¿cómo organizas tu vida y tus cosas? En la forma en que lo hagas, la manera en que las tengas reflejará indudablemente tu grado de conciencia. Hay un libro escrito por William H. McRaven, que se titula “Tiende tu cama” y que nos habla de esto, que es importantísimo para nuestra vida.

El Doctor Chopra dijo alguna vez que “lo primero que vemos de una persona es su rostro y su cuerpo y luego atendemos a la manera en como habla para darnos cuenta de su personalidad… pero si queremos conocerlo, debemos entrar a su casa y ver cómo vive, ya que es en la intimidad como en verdad se conoce a alguien.”

Somos responsables de nosotros y corresponsables del mundo que nos rodea. Apostar por la sostenibilidad emocional no tan solo es un acto de inteligencia sino un deber espiritual. Tanto lo tóxico que aceptamos a través de nuestros sentidos, como lo que nosotros expelemos a nuestro entorno, alivia o enferma no solo a nosotros, sino a nuestro medio ambiente. Y dadas las circunstancias tan negativas que estamos viviendo habría que reparar en qué tanto somos nosotros también corresponsables de ello por nuestros comportamientos o inacciones.

Para tener una vida emocionalmente sostenible se necesita trabajar lo que se conoce como “las tres R´s”: 1) Reducir los contaminantes emocionales: violencia, pornografía, ruido, alimentación chatarra, noticias alarmantes o amarillistas, publicidad sexista, deterioro urbano, grafitis, abandono de áreas verdes, etc.; 2) Reciclar recursos y emociones, para permitirnos una vida más saludable, y 3) Recuperar la armonía tanto personal como social para vivir en paz.

No tan solo somos lo que pensamos, sino también lo que comemos, lo que vemos, lo que tocamos y lo que escuchamos. Y aún más, ello también repercute emocionalmente y en conciencia con nuestra realidad y entorno, y definitivamente armoniza o enferma nuestra vida y la vida de los demás seres vivos que coexisten con nosotros, afectando el medio ambiente.

Gracias Puebla. Escúchame mañana sábado a las 9 horas en ABC Radio, 12.80 de AM, en mi programa “CONVERSACIONES”; y te recuerdo: “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.

Si usted está educado en la ecología probablemente seleccionará y pondrá su basura orgánica e inorgánica en recipientes separados, usará lo menos posible el plástico, evitará derrochar el agua, cuidará de las plantas y de los animales, y en general, protegerá a la naturaleza, evitando contaminarla y destruirla. Dada la magnitud del cambio climático y sus consecuencias, ya no es solo un deber, sino una imperiosa obligación que todos los seres humanos tenemos para evitar en un futuro casi inmediato la destrucción de nuestra única casa, la tierra.

Pero… ¿se ha puesto a pensar en la otra contaminación que tenemos, que es la emocional? ¿Qué es lo que piensa?; ¿qué es lo que habla?; ¿qué es lo que escucha?; ¿qué es lo que come?; ¿qué es lo que toca o palpa? Nuestro cuerpo extendido a través de nuestras emociones resulta ser el ambiente en el que nosotros nos movemos y nos desarrollamos.

Aquello que miramos, aquello que escuchamos, aquello que comemos, aquello que tocamos y aquello que hablamos constituye no tan solo el funcionamiento fisiológico de nuestro organismo, sino que también tiene una repercusión de carácter emocional y va conformando nuestra conciencia.

Un principio hermético revela que “Lo que es arriba es abajo, lo que es adentro es afuera”. Si nuestro entorno, nuestra casa, nuestra habitación está en desorden, esto revela que vivimos en lo mismo. ¿Cómo tienes tu guardarropa?, ¿cómo organizas tu vida y tus cosas? En la forma en que lo hagas, la manera en que las tengas reflejará indudablemente tu grado de conciencia. Hay un libro escrito por William H. McRaven, que se titula “Tiende tu cama” y que nos habla de esto, que es importantísimo para nuestra vida.

El Doctor Chopra dijo alguna vez que “lo primero que vemos de una persona es su rostro y su cuerpo y luego atendemos a la manera en como habla para darnos cuenta de su personalidad… pero si queremos conocerlo, debemos entrar a su casa y ver cómo vive, ya que es en la intimidad como en verdad se conoce a alguien.”

Somos responsables de nosotros y corresponsables del mundo que nos rodea. Apostar por la sostenibilidad emocional no tan solo es un acto de inteligencia sino un deber espiritual. Tanto lo tóxico que aceptamos a través de nuestros sentidos, como lo que nosotros expelemos a nuestro entorno, alivia o enferma no solo a nosotros, sino a nuestro medio ambiente. Y dadas las circunstancias tan negativas que estamos viviendo habría que reparar en qué tanto somos nosotros también corresponsables de ello por nuestros comportamientos o inacciones.

Para tener una vida emocionalmente sostenible se necesita trabajar lo que se conoce como “las tres R´s”: 1) Reducir los contaminantes emocionales: violencia, pornografía, ruido, alimentación chatarra, noticias alarmantes o amarillistas, publicidad sexista, deterioro urbano, grafitis, abandono de áreas verdes, etc.; 2) Reciclar recursos y emociones, para permitirnos una vida más saludable, y 3) Recuperar la armonía tanto personal como social para vivir en paz.

No tan solo somos lo que pensamos, sino también lo que comemos, lo que vemos, lo que tocamos y lo que escuchamos. Y aún más, ello también repercute emocionalmente y en conciencia con nuestra realidad y entorno, y definitivamente armoniza o enferma nuestra vida y la vida de los demás seres vivos que coexisten con nosotros, afectando el medio ambiente.

Gracias Puebla. Escúchame mañana sábado a las 9 horas en ABC Radio, 12.80 de AM, en mi programa “CONVERSACIONES”; y te recuerdo: “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.