/ viernes 24 de abril de 2020

Ni la crisis disipa el encono en las altas esferas del poder

Esta semana que fueron noticia las imágenes de varios cientos de vendedores informales dándole vida al tianguis semanal de Bosques de San Sebastián volvió a surgir la pregunta que ronda en el imaginario colectivo desde que Luis Miguel Barbosa y Claudia Rivera arribaron al poder: ¿por qué estos dos personajes no pueden ponerse de acuerdo para sumar esfuerzos en momentos tan complejos y delicados para la ciudad?

Si el gobernador y la presidenta municipal de Puebla se despojaran un rato de sus fobias personales, quizá podrían coordinar los trabajos que se requieren para impedir focos de propagación del coronavirus como el que se instaló el pasado martes en esa unidad habitacional, que dos veces por semana acude con más o menos 500 comerciantes para ofertar sus productos a miles de personas del nororiente de la capital.

Como esos dos gobernantes no pueden hablarse ni por whatsapp, porque uno siente repulsión por el otro y viceversa, caminan solos, cada uno por su lado, tratando de convencer a los vendedores ambulantes de los riesgos sanitarios, en algunos casos mortales, que conlleva su actividad.

Así, Barbosa se ve obligado a lanzar advertencias difíciles de cumplir, como decir que les da tres días a los informales de todo el estado para obedecer sus indicaciones y quedarse en casa, y Rivera voltea al centro, donde su limitado poder de acción le permite solo cerrar calles a la circulación vehicular para anotarse un logro contra la pandemia.

Mientras, los tianguistas, los de Bosques de San Sebastián y otras zonas populares de la ciudad, como San Isidro y Loma Bella, se despliegan por la libre, como si el Covid-19 fuese solo una leyenda urbana.

***

El encono de la administración estatal con el ayuntamiento de Puebla no fue el único que quedó exhibido esta semana, en medio de la guerra contra el coronavirus.

Miguel Barbosa y el rector de la BUAP, Alfonso Esparza, volvieron al ring, ahora envueltos en una polémica desatada por el gobierno del estado, que puso en duda la capacidad de atención del Hospital Universitario para pacientes contagiados por el Covid-19.

El gobernador asestó el primer golpe.

Desde una mañanera señaló al rector por no aceptar un acuerdo con la Secretaría de Salud para compartir servicios con los derechohabientes de la administración estatal y de la máxima casa de estudios.

Esparza reviró diciéndole que no había aceptado la propuesta de convenio como él la mandaba, que no estaba de acuerdo en todos los puntos, pero que con algunas modificaciones y la aprobación de los diferentes actores de la universidad procedería a firmar sin problema.

Al final Barbosa dijo que no, que ya no había condiciones para hacerlo, y que ofrecía los servicios del sector salud del estado para los derechohabientes de la universidad que prefirieran acudir allá en lugar de ir al HU.

Así se perdió la oportunidad de que dos instituciones públicas de importante fortaleza coordinaran esfuerzos en contra de la pandemia.

¿Y por qué?

Exactamente por lo mismo que en el caso de los ambulantes y los tianguistas.

Por no querer negociar con el rival.

Por no querer persuadirlo y convencerlo de que, al menos en tiempos de crisis, lo mejor es conducirse por una sola ruta, siempre en beneficio de los poblanos.

Y eso que lo peor de la emergencia, sanitaria, económica y social, apenas viene.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx

Esta semana que fueron noticia las imágenes de varios cientos de vendedores informales dándole vida al tianguis semanal de Bosques de San Sebastián volvió a surgir la pregunta que ronda en el imaginario colectivo desde que Luis Miguel Barbosa y Claudia Rivera arribaron al poder: ¿por qué estos dos personajes no pueden ponerse de acuerdo para sumar esfuerzos en momentos tan complejos y delicados para la ciudad?

Si el gobernador y la presidenta municipal de Puebla se despojaran un rato de sus fobias personales, quizá podrían coordinar los trabajos que se requieren para impedir focos de propagación del coronavirus como el que se instaló el pasado martes en esa unidad habitacional, que dos veces por semana acude con más o menos 500 comerciantes para ofertar sus productos a miles de personas del nororiente de la capital.

Como esos dos gobernantes no pueden hablarse ni por whatsapp, porque uno siente repulsión por el otro y viceversa, caminan solos, cada uno por su lado, tratando de convencer a los vendedores ambulantes de los riesgos sanitarios, en algunos casos mortales, que conlleva su actividad.

Así, Barbosa se ve obligado a lanzar advertencias difíciles de cumplir, como decir que les da tres días a los informales de todo el estado para obedecer sus indicaciones y quedarse en casa, y Rivera voltea al centro, donde su limitado poder de acción le permite solo cerrar calles a la circulación vehicular para anotarse un logro contra la pandemia.

Mientras, los tianguistas, los de Bosques de San Sebastián y otras zonas populares de la ciudad, como San Isidro y Loma Bella, se despliegan por la libre, como si el Covid-19 fuese solo una leyenda urbana.

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El encono de la administración estatal con el ayuntamiento de Puebla no fue el único que quedó exhibido esta semana, en medio de la guerra contra el coronavirus.

Miguel Barbosa y el rector de la BUAP, Alfonso Esparza, volvieron al ring, ahora envueltos en una polémica desatada por el gobierno del estado, que puso en duda la capacidad de atención del Hospital Universitario para pacientes contagiados por el Covid-19.

El gobernador asestó el primer golpe.

Desde una mañanera señaló al rector por no aceptar un acuerdo con la Secretaría de Salud para compartir servicios con los derechohabientes de la administración estatal y de la máxima casa de estudios.

Esparza reviró diciéndole que no había aceptado la propuesta de convenio como él la mandaba, que no estaba de acuerdo en todos los puntos, pero que con algunas modificaciones y la aprobación de los diferentes actores de la universidad procedería a firmar sin problema.

Al final Barbosa dijo que no, que ya no había condiciones para hacerlo, y que ofrecía los servicios del sector salud del estado para los derechohabientes de la universidad que prefirieran acudir allá en lugar de ir al HU.

Así se perdió la oportunidad de que dos instituciones públicas de importante fortaleza coordinaran esfuerzos en contra de la pandemia.

¿Y por qué?

Exactamente por lo mismo que en el caso de los ambulantes y los tianguistas.

Por no querer negociar con el rival.

Por no querer persuadirlo y convencerlo de que, al menos en tiempos de crisis, lo mejor es conducirse por una sola ruta, siempre en beneficio de los poblanos.

Y eso que lo peor de la emergencia, sanitaria, económica y social, apenas viene.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx