/ viernes 12 de octubre de 2018

Para gobernar hay que educar

Del once al trece de septiembre pasado se llevó a cabo en la ciudad de Puebla el Congreso de Ciudades Inteligentes, conocido con el nombre de “Smart City Expo Latam Congress”, en donde las autoridades locales y congresistas ponderaron “una conciencia distinta para pensar globalmente, pero con la capacidad de actuar localmente con eficacia”.

El presidente municipal, Luis Bank, consideró en dicha reunión que “las autoridades deben atender con una perspectiva metropolitana los asuntos que más importan a los ciudadanos: la seguridad, la movilidad, el cuidado del medio ambiente y el combate a la pobreza, pues estos son fenómenos metropolitanos. De esta manera se llegará a tener ciudades inteligentes donde cohabiten ciudadanos y gobierno que construyan una prosperidad incluyente y sostenible con ríos por los que corra agua y no basura y donde las oportunidades de desarrollo no sean un privilegio sino un desarrollo social, caminos cortos que motiven a las personas a caminar más y hacer uso de bicicletas con comunidades colaborativas donde ningún ciudadano pase hambre y frío...”.

Entiendo por “ciudad inteligente” aquella que tiene al ciudadano por centro de todas las medidas, siendo amigable fundamentalmente con las personas y con el medio ambiente, poniendo la tecnología a su servicio a fin de lograr su movilidad racional y su bien común; ciudades en donde el ciudadano progrese en armonía y en paz y en donde encuentre motivos no tan solo para progresar sino también para ser feliz.

Desgraciadamente esto resulta una verdadera ironía contigo, querida Puebla. Y hoy más que nunca debemos señalarlo dado el estado lamentable en que nos encontramos. Advierto una ciudad bastante peligrosa e inhóspita, en donde cohabitan la basura, el hacinamiento, el ambulantaje, la delincuencia, la inseguridad, los incontables “taponamientos viales”, obras en eterno proceso, así como policías y tecnología solo para asediar al ciudadano y “robarle” su seguridad y patrimonio.

No existe un programa de capacitación y educación vial en Puebla. La policía de Tránsito Municipal no instruye, no educa, no previene… solo están para multar y extorsionar. Acaba de implementarse la fotomulta en 8 intersecciones y el Reglamento de Tránsito, que no es facilitado a los automovilistas, establece una serie de multas verdaderamente desproporcionadas e injustas y con una mentalidad aviesa y sádica. Si manejas con una mano la multa es de 3,276 pesos; si invades el paso peatonal la multa es de 2,097 pesos; si abusas del claxon (¿con qué parámetro?) la multa es de $699 pesos; si las motos no utilizan un carril completo o no rebasan por la izquierda la multa es de $1,398 pesos.

Por otra parte, veamos la anarquía del transporte urbano, fuera del oficial. Camiones circulando en los tres carriles; combis jugando carreras; camiones urbanos echando alegremente humo por todas partes, mientras a los automovilistas se nos inspeccionan hasta las llantas en las nuevas verificaciones; camiones tocando impunemente el claxon con bocinazos insultantes sin que ninguna autoridad lo evite.

Hoy Puebla ya no huele a azufre: huele a miedo y a petróleo. A las once de la noche es una ciudad muerta y su Centro Histórico, un nido de delincuencia y prostitución. La ciudad ya no es amable, ya no es cálida como otrora lo era: se ve en las caras hoscas, hostiles, miedosas… Los “ángeles” ya se fueron, ahora están nuestros “demonios” con el huachicol por todos lados, cambiando nuestras rutinas y nuestro modo de ser.

Por eso lo digo enfáticamente: ¡fue una ironía el Congreso Smart City en Puebla! Ojalá la nueva administración municipal entienda que para gobernar hay que educar y poner el ejemplo.

Gracias, Puebla. Te recuerdo que “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.

Del once al trece de septiembre pasado se llevó a cabo en la ciudad de Puebla el Congreso de Ciudades Inteligentes, conocido con el nombre de “Smart City Expo Latam Congress”, en donde las autoridades locales y congresistas ponderaron “una conciencia distinta para pensar globalmente, pero con la capacidad de actuar localmente con eficacia”.

El presidente municipal, Luis Bank, consideró en dicha reunión que “las autoridades deben atender con una perspectiva metropolitana los asuntos que más importan a los ciudadanos: la seguridad, la movilidad, el cuidado del medio ambiente y el combate a la pobreza, pues estos son fenómenos metropolitanos. De esta manera se llegará a tener ciudades inteligentes donde cohabiten ciudadanos y gobierno que construyan una prosperidad incluyente y sostenible con ríos por los que corra agua y no basura y donde las oportunidades de desarrollo no sean un privilegio sino un desarrollo social, caminos cortos que motiven a las personas a caminar más y hacer uso de bicicletas con comunidades colaborativas donde ningún ciudadano pase hambre y frío...”.

Entiendo por “ciudad inteligente” aquella que tiene al ciudadano por centro de todas las medidas, siendo amigable fundamentalmente con las personas y con el medio ambiente, poniendo la tecnología a su servicio a fin de lograr su movilidad racional y su bien común; ciudades en donde el ciudadano progrese en armonía y en paz y en donde encuentre motivos no tan solo para progresar sino también para ser feliz.

Desgraciadamente esto resulta una verdadera ironía contigo, querida Puebla. Y hoy más que nunca debemos señalarlo dado el estado lamentable en que nos encontramos. Advierto una ciudad bastante peligrosa e inhóspita, en donde cohabitan la basura, el hacinamiento, el ambulantaje, la delincuencia, la inseguridad, los incontables “taponamientos viales”, obras en eterno proceso, así como policías y tecnología solo para asediar al ciudadano y “robarle” su seguridad y patrimonio.

No existe un programa de capacitación y educación vial en Puebla. La policía de Tránsito Municipal no instruye, no educa, no previene… solo están para multar y extorsionar. Acaba de implementarse la fotomulta en 8 intersecciones y el Reglamento de Tránsito, que no es facilitado a los automovilistas, establece una serie de multas verdaderamente desproporcionadas e injustas y con una mentalidad aviesa y sádica. Si manejas con una mano la multa es de 3,276 pesos; si invades el paso peatonal la multa es de 2,097 pesos; si abusas del claxon (¿con qué parámetro?) la multa es de $699 pesos; si las motos no utilizan un carril completo o no rebasan por la izquierda la multa es de $1,398 pesos.

Por otra parte, veamos la anarquía del transporte urbano, fuera del oficial. Camiones circulando en los tres carriles; combis jugando carreras; camiones urbanos echando alegremente humo por todas partes, mientras a los automovilistas se nos inspeccionan hasta las llantas en las nuevas verificaciones; camiones tocando impunemente el claxon con bocinazos insultantes sin que ninguna autoridad lo evite.

Hoy Puebla ya no huele a azufre: huele a miedo y a petróleo. A las once de la noche es una ciudad muerta y su Centro Histórico, un nido de delincuencia y prostitución. La ciudad ya no es amable, ya no es cálida como otrora lo era: se ve en las caras hoscas, hostiles, miedosas… Los “ángeles” ya se fueron, ahora están nuestros “demonios” con el huachicol por todos lados, cambiando nuestras rutinas y nuestro modo de ser.

Por eso lo digo enfáticamente: ¡fue una ironía el Congreso Smart City en Puebla! Ojalá la nueva administración municipal entienda que para gobernar hay que educar y poner el ejemplo.

Gracias, Puebla. Te recuerdo que “LO QUE CUESTA DINERO VALE POCO”.