Ningún candidato en su sano juicio saldrá a decir que va a perder en las urnas. Debe asumirse como el puntero o como aquel que va a alcanzar y rebasar al que va en primer lugar.
Por adversas que resulten las circunstancias para el segundo lugar, debe mostrarse confiado sobre un repunte que lo hará salir del escenario de derrota.
Es el caso de Eduardo Rivera Pérez, aspirante opositor a la gubernatura de Puebla quien evidentemente nada contra corriente con la intención de mostrarse como una opción para derrotar a Alejandro Armenta Mier, abanderado del bloque morenista.
Pese a la percepción de que su segundo lugar es inamovible y la propaganda desde Morena, que habla de que la elección del 2 de junio es un mero trámite, en el equipo del candidato de Mejor Rumbo para Puebla apuestan que hacia la primera semana de mayo vendrá un cruce de las preferencias electorales que terminará por favorecer al expresidente municipal.
Tarea nada sencilla, si pensamos que del lado de Alejandro Armenta hay un ejército de colaboradores que trabajan desde la perspectiva de estar del lado de quien tienes más posibilidades de ganar.
Como en las apuestas, esta condición hace que el abanderado de Sigamos Haciendo Historia cuente con recursos humanos, materiales y económicos de sobra para esta campaña que apenas lleva tres días de gestación. Su reto será administrarlos de tal manera que no sobrepase los topes de gastos de campaña que pudieran poner en riesgo su eventual triunfo ante la fiscalización que haba el Instituto Electoral del Estado (IEE).
El candidato de la Cuarta Transformación, al reclutar perfiles emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fortalece las estructuras que le ayudarán el día de la elección a la movilización de votantes, uno de los factores que inciden a que se gane una campaña. Más allá de las buenas o malas campañas, de las propuestas que muy pocos recordarán, el acarreó durante el día de la elección es un elemento para el triunfo.
No se diga de los beneficios que la marca Morena tiene al asociar los programas sociales de los gobiernos federal y estatal- como en los buenos tiempos del PRI- con beneficios directos a los sectores de mayor vulnerabilidad.
Como una analogía del episodio bíblico de David contra Goliat, Eduardo Rivera se enfrenta a un gigante que no pinta para ser derrotado con unas cuantas piedritas y una honda. Su reto está en contrarrestar un potencial desánimo o incluso miedo entre los votantes.
A menor participación, dicen los analistas electorales, el partido que está en el poder tiene las de ganar. Si esta elección supera el 70 por ciento de participación como esperan las autoridades electorales puede cerrarse.
En el equipo de campaña de Mario Riestra, por ejemplo, creen que haya intentos por espantar a los electores de la capital con actos de violencia, algún robo de urnas o cosas por el estilo para evitar que la gente salga a votar.
Mientras tanto, vamos en el día tres de esta campaña.
Hasta la próxima.