/ lunes 3 de septiembre de 2018

Las mismas acciones generan los mismos resultados | CONSTRUYENDO MI FELICIDAD

Depresiones, ansiedades, fobias, miedos, resentimientos y toda clase de problemas psicológicos

Siempre me sorprende el hecho de que tantas personas vayan por la vida acarreando durante años sus depresiones, ansiedades, fobias, miedos, resentimientos y toda clase de problemas psicológicos.

Con mucha frecuencia escucho comentarios como: “tengo cinco años en profunda depresión”, “padezco crisis de angustia desde que era adolescente”, “tengo insomnio desde años atrás”, “lo odio desde hace muchos años”, “no he podido olvidar lo que me hizo”, “no he podido perdonar a mi expareja”, etcétera. Y mi respuesta / pregunta ante estos comentarios es: ¡¿y por qué no te curas?!

Todos los asuntos psicológicos son curables, todo es susceptible de mejorar si es atendido. ¿Por qué entonces no ponemos manos a la obra y dejamos de sufrir?

Hay una variedad de razones por las cuales nos es difícil cambiar.

Las primeras son la flojera y comodidad, traducidas en esa aletargada inercia que nos lleva a mantenernos en la misma situación, aunque no seamos felices en ella y aunque nuestra vida no funcione por causa de ella. Muchas veces preferimos quedarnos en nuestra zona de confort, nomás porque ya es conocida, porque cambiar implica empezar de cero y, por tanto, incomodarnos.

Las personas que se resisten al cambio podrían obtener grandes beneficios, pero están convencidas de que “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. ¡Qué gran tontería! Entonces, ¿es mejor vivir en lo que no nos gusta ni nos hace felices, que abrirle los brazos a lo nuevo? Detrás de esta actitud no hay sino flojera, conformismo y cobardía.

Negarse a cambiar lo que causa problemas e infelicidad es asunto de cada quien, pero no tenemos derecho a hacerles la vida miserable a nuestros seres queridos, que deben soportar nuestras depresiones, ansiedades, explosiones y patologías cotidianas, sólo por nuestra flojera, desidia y cobardía para enfrentar esos monstruos y hacer algo al respecto.

Conozco a una familia conformada por los padres y dos hijos de cuarenta y tantos años. El padre y los dos hijos padecen un trastorno neurológico que los lleva a perder el control cuando se enojan y a presentar tremendas explosiones durante las cuales gritan ofensivos insultos a sus parejas, destrozan objetos y hacen cosas que hasta pueden llegar a ser peligrosas.

Esta situación puede ser curable con una atención profesional adecuada. Sin embargo, nadie hace nada por curarse, sin importarles lo traumático y doloroso que puede ser para sus hijos y parejas lidiar con esto toda la vida, porque su cobardía, pereza y falta de agallas para tomar las medidas necesarias son enormes.

¡Existe tanta gente que al parecer le gusta vivir sufriendo! Teniendo a su disposición las medidas necesarias para mejorar su situación de cualquier tipo, eligen seguir transitando el disfuncional camino que ya conocen, solo por eso, porque lo conocen y se vuelve su zona de confort, aunque no estén felices en esa situación, y a veces es porque no nos damos cuenta de que podemos vivir de manera diferente.

Detrás de esta resistencia a mejorar nuestra vida, además de flojera, cobardía y la comodidad que hemos mencionado, o simplemente porque no nos hemos dado cuenta o pensamos que cargamos una cruz y así nos tocó vivir, puede haber una enorme creencia de que no merecemos ser felices, o de que para ser buenas personas o muy espirituales hay que sufrir. Cuando en realidad Dios nos creó para aprender a través de las experiencias y para ser felices. Jamás para ser infelices o víctimas de la situación.

No pretendo cambiar las creencias de nadie, pero si esas son las tuyas, te invito a reevaluarlas pasándolas por el filtro de tu adultez, para que si decides conservarlas sean en realidad producto de tu libre albedrío y no sólo algo a lo que te apegas porque así te dijeron que debía de ser. Tú decides qué hacer con lo que vives.

Otro de los factores que con frecuencia ocasionan nuestra resistencia al cambio es la soberbia y el orgullo, que llevan a muchos a afirmar que no necesitan ayuda y que ellos todo lo saben, todo lo pueden, y así como son y están es lo correcto.

Yo estoy convencida, de que podemos cambiar casi todo lo que deseamos, y enfatizo el casi, porque también sé que algunas cosas, aquellas en las que no tenemos control, no se pueden modificar.

También estoy convencida de que ser felices es nuestro derecho de nacimiento y nos lo merecemos, y que resolver los problemas de cualquier índole, que nos impiden ser felices, es también nuestro derecho y, probablemente, nuestra obligación, sobre todo cuando ellos afectan la vida y la paz de aquellos a quienes amamos.

También podemos mencionar que tenemos hábitos de vida que nos conducen a una vida sana, y otros no, pero como son hábitos, lo hacemos de manera automática y no nos damos cuenta. Uno de ellos es vivir con el hábito de estar triste, deprimido, haciéndome siempre la víctima, el actuar a la defensiva, el ir lastimando a los que amamos, de comer lo que me hace daño, de siempre echarle la culpa a los demás, de no hacerme responsable de mi vida, etc.

Hay que revisarlos y si es necesario transformarlos, pero primero tenemos que identificarlos y darnos cuenta de qué manera están funcionando esos hábitos, a donde nos conducen.

Hay una infinita variedad de herramientas para ayudarnos a cambiar lo que deseamos, en todos los ámbitos; si en verdad le abres los brazos al cambio, la vida te las pondrá enfrente y la realidad toda se acomodará para ayudarte. Lo único que necesitas es tener voluntad y disposición, y el resto vendrá por añadidura.

¡TÚ TE MERECES SER FELIZ!

* Contacto: Teléfono: 2221199224

Trabajos con pérdidas, duelos, angeloterapia.

Niños, adolescentes y adultos.

Siempre me sorprende el hecho de que tantas personas vayan por la vida acarreando durante años sus depresiones, ansiedades, fobias, miedos, resentimientos y toda clase de problemas psicológicos.

Con mucha frecuencia escucho comentarios como: “tengo cinco años en profunda depresión”, “padezco crisis de angustia desde que era adolescente”, “tengo insomnio desde años atrás”, “lo odio desde hace muchos años”, “no he podido olvidar lo que me hizo”, “no he podido perdonar a mi expareja”, etcétera. Y mi respuesta / pregunta ante estos comentarios es: ¡¿y por qué no te curas?!

Todos los asuntos psicológicos son curables, todo es susceptible de mejorar si es atendido. ¿Por qué entonces no ponemos manos a la obra y dejamos de sufrir?

Hay una variedad de razones por las cuales nos es difícil cambiar.

Las primeras son la flojera y comodidad, traducidas en esa aletargada inercia que nos lleva a mantenernos en la misma situación, aunque no seamos felices en ella y aunque nuestra vida no funcione por causa de ella. Muchas veces preferimos quedarnos en nuestra zona de confort, nomás porque ya es conocida, porque cambiar implica empezar de cero y, por tanto, incomodarnos.

Las personas que se resisten al cambio podrían obtener grandes beneficios, pero están convencidas de que “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. ¡Qué gran tontería! Entonces, ¿es mejor vivir en lo que no nos gusta ni nos hace felices, que abrirle los brazos a lo nuevo? Detrás de esta actitud no hay sino flojera, conformismo y cobardía.

Negarse a cambiar lo que causa problemas e infelicidad es asunto de cada quien, pero no tenemos derecho a hacerles la vida miserable a nuestros seres queridos, que deben soportar nuestras depresiones, ansiedades, explosiones y patologías cotidianas, sólo por nuestra flojera, desidia y cobardía para enfrentar esos monstruos y hacer algo al respecto.

Conozco a una familia conformada por los padres y dos hijos de cuarenta y tantos años. El padre y los dos hijos padecen un trastorno neurológico que los lleva a perder el control cuando se enojan y a presentar tremendas explosiones durante las cuales gritan ofensivos insultos a sus parejas, destrozan objetos y hacen cosas que hasta pueden llegar a ser peligrosas.

Esta situación puede ser curable con una atención profesional adecuada. Sin embargo, nadie hace nada por curarse, sin importarles lo traumático y doloroso que puede ser para sus hijos y parejas lidiar con esto toda la vida, porque su cobardía, pereza y falta de agallas para tomar las medidas necesarias son enormes.

¡Existe tanta gente que al parecer le gusta vivir sufriendo! Teniendo a su disposición las medidas necesarias para mejorar su situación de cualquier tipo, eligen seguir transitando el disfuncional camino que ya conocen, solo por eso, porque lo conocen y se vuelve su zona de confort, aunque no estén felices en esa situación, y a veces es porque no nos damos cuenta de que podemos vivir de manera diferente.

Detrás de esta resistencia a mejorar nuestra vida, además de flojera, cobardía y la comodidad que hemos mencionado, o simplemente porque no nos hemos dado cuenta o pensamos que cargamos una cruz y así nos tocó vivir, puede haber una enorme creencia de que no merecemos ser felices, o de que para ser buenas personas o muy espirituales hay que sufrir. Cuando en realidad Dios nos creó para aprender a través de las experiencias y para ser felices. Jamás para ser infelices o víctimas de la situación.

No pretendo cambiar las creencias de nadie, pero si esas son las tuyas, te invito a reevaluarlas pasándolas por el filtro de tu adultez, para que si decides conservarlas sean en realidad producto de tu libre albedrío y no sólo algo a lo que te apegas porque así te dijeron que debía de ser. Tú decides qué hacer con lo que vives.

Otro de los factores que con frecuencia ocasionan nuestra resistencia al cambio es la soberbia y el orgullo, que llevan a muchos a afirmar que no necesitan ayuda y que ellos todo lo saben, todo lo pueden, y así como son y están es lo correcto.

Yo estoy convencida, de que podemos cambiar casi todo lo que deseamos, y enfatizo el casi, porque también sé que algunas cosas, aquellas en las que no tenemos control, no se pueden modificar.

También estoy convencida de que ser felices es nuestro derecho de nacimiento y nos lo merecemos, y que resolver los problemas de cualquier índole, que nos impiden ser felices, es también nuestro derecho y, probablemente, nuestra obligación, sobre todo cuando ellos afectan la vida y la paz de aquellos a quienes amamos.

También podemos mencionar que tenemos hábitos de vida que nos conducen a una vida sana, y otros no, pero como son hábitos, lo hacemos de manera automática y no nos damos cuenta. Uno de ellos es vivir con el hábito de estar triste, deprimido, haciéndome siempre la víctima, el actuar a la defensiva, el ir lastimando a los que amamos, de comer lo que me hace daño, de siempre echarle la culpa a los demás, de no hacerme responsable de mi vida, etc.

Hay que revisarlos y si es necesario transformarlos, pero primero tenemos que identificarlos y darnos cuenta de qué manera están funcionando esos hábitos, a donde nos conducen.

Hay una infinita variedad de herramientas para ayudarnos a cambiar lo que deseamos, en todos los ámbitos; si en verdad le abres los brazos al cambio, la vida te las pondrá enfrente y la realidad toda se acomodará para ayudarte. Lo único que necesitas es tener voluntad y disposición, y el resto vendrá por añadidura.

¡TÚ TE MERECES SER FELIZ!

* Contacto: Teléfono: 2221199224

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