/ jueves 25 de enero de 2024

Esta es la oración en la religión católica para pedirle a Dios una buena muerte

Uno de los momentos en los que los fieles católicos recurren más a la religión es cuando se encuentran cerca de la muerte

Si existe un momento en la vida que suele ser temido por la mayoría de las personas es la muerte, esto principalmente porque no hay pruebas de lo que sucede con nuestra alma después de que nuestros signos vitales se detienen, pero también por la forma en que esta podría llegar, pidiendo siempre que se dé en paz y de una manera en que no exista dolor a la hora de partir.

Es por ello que constantemente cuando se acerca este punto en la vida de una persona, sin importar el credo que profese, buscan acercarse a la religión con la intención de que se dé de la mejor manera, es por ello que el credo católico cuenta con una oración en específico que tiene la finalidad de pedirle a Dios una “buena muerte”, pero, ¿en qué consiste esta plegaria?

¿Por qué existe una oración para la buena muerte?

De acuerdo con especialistas en este dogma, quienes recurren a este rito personal lo hacen a manera de una preparación para el final de la vida terrena e incluso lo califican como un “piadoso ejercicio”, mismo que según el director de la Enciclopedia Católica, José Gálvez Krüger, consiste básicamente en ofrecer a Jesucristo los méritos de las cinco llagas para expiar nuestros pecados.

Esto se logra adorando dichas heridas que Cristo recibió en la cruz para expiarnos y reparar las malas obras, los malos pasos, y los afectos desordenados que se hayan tenido e incluso Gálvez Krüger puntualizó que "toda la Pasión de Cristo es adorable. Podemos pedir favores al Cielo, e invocar misericordia, por todas y cada una de las Santas Llagas" y es que de ella se desprende la religión.

Así mismo, esta oración representa un acto de humildad, aceptando de la mejor manera el modo la forma en el que Dios dispuso la muerte para cada persona, considerando incluso los dolores que la puedan acompañar, recordando los tormentos y la muerte del creador, por lo que incluso estos se deben ofrecer en penitencia por los pecados, pidiendo ser recibidos en la vida eterna.

¿Cuál es la oración para pedirle a Dios una buena muerte?

Dios mío: Postrado humildemente en tu presencia, te adoro y quiero hacer esta protesta, como si ya me hallase próximo a exhalar mi último suspiro.

Dios mío: Tú has decretado mi muerte desde la eternidad: yo la acepto desde ahora con todo mi corazón en el modo y forma que tu divina Majestad ha dispuesto, y acepto también todos los dolores que la han de acompañar, los uno a los tormentos y a la muerte de Jesucristo, y te los ofrezco en satisfacción y penitencia de mis pecados. Acepto igualmente la destrucción de mi cuerpo para que resplandezca más tu supremo dominio sobre mí. Y por lo tanto, acepto y me alegro de que estos ojos, que tanta libertad se han tomado contra Ti, queden con la muerte ciegos hasta el fin del mundo.

Acepto y me alegro de que esta lengua, que tantas veces he empleado en palabras vanas, murmuraciones y mentiras, quede muda con la muerte, y sea comida de gusanos en el sepulcro.

Acepto y me gozo de que estas manos y estos pies que han sido para mi corazón instrumentos de tantas acciones desordenadas y de tantos pasos torcidos, queden con la muerte sin movimiento y sin acción entre los horrores de una hedionda sepultura. Acepto y me gozo de que este mismo corazón que, siendo formado para darte todos sus afectos, los ha empleado en miserables e indignas criaturas, sea arrojado a la tierra y reducido a polvo y ceniza.

En suma, Señor, me regocijo de que se verifique en mí la total destrucción de mis miembros y huesos, convirtiéndome en humilde polvo y frías cenizas, que fueron la materia de que formaste mi cuerpo; para que la completa destrucción de mi existencia publique la grandeza de tu infinito poder y lo humilde de mi nada. Recibe, Señor, este sacrificio que te hago de mi vida, por aquel gran sacrificio que te hizo tu divino Hijo de sí mismo sobre el ara de la Cruz; y desde este momento para la hora de mi muerte, me resigno totalmente a vuestra santísima voluntad, y protesto que quiero morir diciendo: “Hágase, Señor, tu voluntad...”

Jesús mío crucificado: Tú que para alcanzarme una buena muerte haz querido sufrir muerte tan amarga, acuérdate entonces de que yo soy una de tus ovejas que has comprado con el precio de tu sangre. Cuando todos los de la tierra me hayan abandonado y nadie pueda ayudarme, Tu sólo podrás consolarme y salvarme, haciéndome digno de recibirte por Viático, y no permitiendo que te pierda para siempre. Amado Redentor mío, recíbeme entonces en tus llagas, puesto que yo desde ahora me abrazo a Ti, y protesto que quiero entregar mi alma en la llaga amorosa de tu sacratísimo costado.

Y Tú, Virgen Santísima, Abogada y Madre mía María; después de Dios, Tu eres y serás mi esperanza y mi consuelo en la hora de la muerte. Desde ahora recurro a Ti, y te ruego no me abandones en aquel último momento: ven entonces a recibir mi alma y a presentarla a tu Hijo. Te aguardo, Madre mía, y espero morir bajo tu amparo y abrazado a tus pies. Y Tú, Protector mío San José, San Miguel Arcángel, Ángel Custodio, Santos mis abogados, ayúdenme en aquel trance extremo, en aquel último combate y llévenme a la Gloria celestial. Amén.

Si existe un momento en la vida que suele ser temido por la mayoría de las personas es la muerte, esto principalmente porque no hay pruebas de lo que sucede con nuestra alma después de que nuestros signos vitales se detienen, pero también por la forma en que esta podría llegar, pidiendo siempre que se dé en paz y de una manera en que no exista dolor a la hora de partir.

Es por ello que constantemente cuando se acerca este punto en la vida de una persona, sin importar el credo que profese, buscan acercarse a la religión con la intención de que se dé de la mejor manera, es por ello que el credo católico cuenta con una oración en específico que tiene la finalidad de pedirle a Dios una “buena muerte”, pero, ¿en qué consiste esta plegaria?

¿Por qué existe una oración para la buena muerte?

De acuerdo con especialistas en este dogma, quienes recurren a este rito personal lo hacen a manera de una preparación para el final de la vida terrena e incluso lo califican como un “piadoso ejercicio”, mismo que según el director de la Enciclopedia Católica, José Gálvez Krüger, consiste básicamente en ofrecer a Jesucristo los méritos de las cinco llagas para expiar nuestros pecados.

Esto se logra adorando dichas heridas que Cristo recibió en la cruz para expiarnos y reparar las malas obras, los malos pasos, y los afectos desordenados que se hayan tenido e incluso Gálvez Krüger puntualizó que "toda la Pasión de Cristo es adorable. Podemos pedir favores al Cielo, e invocar misericordia, por todas y cada una de las Santas Llagas" y es que de ella se desprende la religión.

Así mismo, esta oración representa un acto de humildad, aceptando de la mejor manera el modo la forma en el que Dios dispuso la muerte para cada persona, considerando incluso los dolores que la puedan acompañar, recordando los tormentos y la muerte del creador, por lo que incluso estos se deben ofrecer en penitencia por los pecados, pidiendo ser recibidos en la vida eterna.

¿Cuál es la oración para pedirle a Dios una buena muerte?

Dios mío: Postrado humildemente en tu presencia, te adoro y quiero hacer esta protesta, como si ya me hallase próximo a exhalar mi último suspiro.

Dios mío: Tú has decretado mi muerte desde la eternidad: yo la acepto desde ahora con todo mi corazón en el modo y forma que tu divina Majestad ha dispuesto, y acepto también todos los dolores que la han de acompañar, los uno a los tormentos y a la muerte de Jesucristo, y te los ofrezco en satisfacción y penitencia de mis pecados. Acepto igualmente la destrucción de mi cuerpo para que resplandezca más tu supremo dominio sobre mí. Y por lo tanto, acepto y me alegro de que estos ojos, que tanta libertad se han tomado contra Ti, queden con la muerte ciegos hasta el fin del mundo.

Acepto y me alegro de que esta lengua, que tantas veces he empleado en palabras vanas, murmuraciones y mentiras, quede muda con la muerte, y sea comida de gusanos en el sepulcro.

Acepto y me gozo de que estas manos y estos pies que han sido para mi corazón instrumentos de tantas acciones desordenadas y de tantos pasos torcidos, queden con la muerte sin movimiento y sin acción entre los horrores de una hedionda sepultura. Acepto y me gozo de que este mismo corazón que, siendo formado para darte todos sus afectos, los ha empleado en miserables e indignas criaturas, sea arrojado a la tierra y reducido a polvo y ceniza.

En suma, Señor, me regocijo de que se verifique en mí la total destrucción de mis miembros y huesos, convirtiéndome en humilde polvo y frías cenizas, que fueron la materia de que formaste mi cuerpo; para que la completa destrucción de mi existencia publique la grandeza de tu infinito poder y lo humilde de mi nada. Recibe, Señor, este sacrificio que te hago de mi vida, por aquel gran sacrificio que te hizo tu divino Hijo de sí mismo sobre el ara de la Cruz; y desde este momento para la hora de mi muerte, me resigno totalmente a vuestra santísima voluntad, y protesto que quiero morir diciendo: “Hágase, Señor, tu voluntad...”

Jesús mío crucificado: Tú que para alcanzarme una buena muerte haz querido sufrir muerte tan amarga, acuérdate entonces de que yo soy una de tus ovejas que has comprado con el precio de tu sangre. Cuando todos los de la tierra me hayan abandonado y nadie pueda ayudarme, Tu sólo podrás consolarme y salvarme, haciéndome digno de recibirte por Viático, y no permitiendo que te pierda para siempre. Amado Redentor mío, recíbeme entonces en tus llagas, puesto que yo desde ahora me abrazo a Ti, y protesto que quiero entregar mi alma en la llaga amorosa de tu sacratísimo costado.

Y Tú, Virgen Santísima, Abogada y Madre mía María; después de Dios, Tu eres y serás mi esperanza y mi consuelo en la hora de la muerte. Desde ahora recurro a Ti, y te ruego no me abandones en aquel último momento: ven entonces a recibir mi alma y a presentarla a tu Hijo. Te aguardo, Madre mía, y espero morir bajo tu amparo y abrazado a tus pies. Y Tú, Protector mío San José, San Miguel Arcángel, Ángel Custodio, Santos mis abogados, ayúdenme en aquel trance extremo, en aquel último combate y llévenme a la Gloria celestial. Amén.

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