“Lo mejor de “Checo” Pérez está por venir”, dijo el ingeniero José Abed Rouanet en una entrevista que brindó a El Sol de Puebla y a este reportero a finales de mayo de 2021.
No estaba equivocado. Después de su análisis sobre la capacidad del piloto tapatío, agregó par de primeros lugares a su palmarés y una serie de podios en el actual campeonato que lo tienen peleando entre los tres mejores de la temporada 2022 de la Fórmula Uno.
El ingeniero andaba feliz después del triunfo de “Checo”, el domingo en Mónaco, porque el pronóstico que tenía sobre el mexicano se estaba cumpliendo.
La noticia de su muerte este jueves por la mañana, no solo convulsionó al mundo del automovilismo, si no al deporte mundial.
Don José, que se convirtió en el gran impulsor del automovilismo en el mundo; que hizo crecer el deporte motor en América Latina y quien recuperó para nuestro país el Gran Premio de México, que ya había traído en la década de los 80, deja un enorme legado y un ejemplo de que cuando todo se hace con disciplina, entrega y dedicación, se puede alcanzar el éxito.
Un empresario poblano entregado, al ciento por ciento, que heredó la pasión por el automovilismo de su padre don Miguel -corrió en la Carrera Panamericana-, y que en junio de 2021 trajo a su querido estado de Puebla, la Fórmula E, que sabía que era complicado, pero veía posible, algún día, convertir al Autódromo de Amozoc en el gigante que albergara el Gran Premio de México.
ANÉCDOTAS INOLVIDABLES
Después de aquella entrevista virtual con El Sol de Puebla en tiempos de pandemia todavía, insistió, por medio de su amigo y hermano, Oscar López, Director de La Opinión, agradecernos con un desayuno.
Fue lo mejor que nos pudo pasar.
Conocer a ese gran personaje del automovilismo, todavía vicepresidente de la FIA (Federación Internacional de Automovilismo) y descubrir como detrás de él se encontraba un ser humano sencillo, humilde, lleno de bondad y de amena charla.
Platicó de todo, desde aquella vez que en un Gran Premio de China se olvidó de un papel importante para poder ingresar al país y a pesar de que le tocaba premiar a los ganadores, no lo dejaron entrar.
“Tuve que regresarme a México, traer el documento que se necesitaba, para poder entrar. Así son esos amigos”, nos decía el ingeniero, quien al mismo preguntó “¿Y usted como se enteró?”. “Tengo mis contactos”, le respondí sonriente.
Habló de sus tiempos como dueño del Puebla a mediados de los ’90, a quienes convirtió en Ejecutivos, y con el que vivió tiempos complicados, aunque en el Invierno de 1996 se metieron a la liguilla y tuvieron a Carlos Muñoz como campeón de goleo.
Pocos lo saben, pero antes de vender al Puebla a Paco Bernat, el ingeniero estuvo como uno de los apoyos principales de la selección nacional que participó en el Mundial de Francia 98.
En la plática salió la pelea de Julio César Chávez en diciembre de 1994 contra Andy Hooligans en el estadio Cuauhtémoc, donde el ingiero también fue parte de la organización.
“Le cumplimos todo a lo que pidió Julio, hasta su centro de entrenamiento lo tenía frente al hotel”, recordó el ingeniero.
Chávez se hospedó en el hotel Aristos, propiedad de la familia Abed, y en frente en el salón Madrid se instaló un ring de boxeo, donde entrenaban Julio César Chávez y hasta el “Macho” Camacho, que fue parte de la cartelera.
“Grandes recuerdos”, decía el ingeniero, quien vio la primera luz en Líbano, pero desde muy pequeño llegó a México con su familia, para instalarse en la ciudad de Puebla.
Tres meses atrás lo habíamos saludado, por azares del destino, mientras supervisaba una obra en conocido fraccionamiento, al lado de su hermano Julián, otro gran amante del automovilismo.
Hoy, el mundo del automovilismo y el deporte en general, está de luto, porque se fue uno de sus grandes impulsores, ese que nunca escatimó esfuerzos para dar a su querido México, pero sobre todo a su Puebla querida, siempre lo mejor.
¡Descanse en paz!
