Angelópolis, una de las plazas comerciales más grandes de Puebla, mantiene la imagen de ser un sitio en el que, si no vas bien vestido, puedes ser víctima de discriminación en sus tiendas por parte de los trabajadores.
En lo anterior coincide un grupo de empleados en entrevista con esta casa editorial, el cual señala que esta percepción se generó por tres razones, el primero de ellos es por la zona en la que está ubicada (con asentamientos de alto poder adquisitivo), la segunda es porque han sido testigos o, incluso, víctimas de estos actos en estos espacios y, la tercera, porque, de forma inconsciente, han repetido estas conductas.
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Viridiana, quien optó ocultar su verdadero nombre por privacidad y quien trabaja en la tienda de ropa C&A, asegura que esta discriminación es ejecutada mayormente por los propios empleados, la cual está enfocada en la forma de vestir de los clientes y su tono de piel, es decir, entre mayor blancura posea, mejor será el trato.
“En esta plaza es muy visto y a mí me ha pasado mucho, si te ven mal vestida o sencilla hasta los empleados te hacen feo, una vez fui a Sephora con una amiga que es muy blanca en su piel, y se notó la diferencia en el trato, a mí hasta me vieron feo porque iba a pagar con una tarjeta de crédito (…) llevo muchos años trabajando aquí, ya estuve en varias plazas de Puebla, y en esta es donde más la gente te juzga, o creen que porque trabajas en una tienda tienen derecho a tratarte mal”, comparte.
En esto coincide Ricardo, trabajador de Old Navy, (quien de igual forma omitió su nombre real por privacidad), quien apunta que este rechazo es visible en tiendas de ropa y de calzado.
“Aunque está prohibido discriminar se nota la actitud de los trabajadores de otras tiendas, te atienden de mala gana o te miran raro, influye el color de piel y la forma de vestir, los propios trabajadores tienen una forma distinta de ver a sus clientes”, añade.
Discriminación se normalizó
Esta casa editorial también conversó con los guardias de seguridad de las tiendas Mangos y Old Navy, quienes señalan que este problema es difícil de erradicar, puesto que se normalizó la discriminación.
“Es un poco difícil, uno no quisiera discriminar por cómo viene vestido porque hasta los que se ven mejor roban”, expresa la trabajadora de Old Navy.
“Pues es que luego se les ve cuando vienen a robar”, agrega el guardia de Mangos. “¿En qué se les ve?, cuestiona esta casa editorial. “Pues en que nada más están viendo”, responde.
Una trabajadora más, de la tienda de ropa Bershka, argumenta que las prácticas de seguir a alguien “que se ve sospechoso” en un establecimiento no es discriminación, sino que los trabajadores deben cumplir protocolos para evitar un robo.
Pese a que no especificó en qué lineamientos conforman dicho protocolo, sostiene que estas prácticas, que pueden ser malinterpretadas por algunos clientes, son parte de su trabajo y, por ende, se deben cumplir.
“Aquí no vemos discriminación, no han sucedido casos así, son protocolos que se siguen, no es por discriminar a alguien, si se detecta algo que está fuera de lo normal es ahí donde empieza el rastreo”, comenta.
Rechazan discriminación
“Hay que tratar como te gustaría que te traten”, sugiere Omar, trabajador de la tienda de ropa para caballeros Roberts. A su decir, al igual que dos trabajadores más, pese a que la discriminación es evidente en algunos establecimientos, son los propios trabajadores quienes tienen el poder de revertir la imagen que posee esta plaza.
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“Hay locales en los que sí se ven esos casos, en los que se juzga por la apariencia, queda una mala sensación como cliente por la inexperiencia de otros, por los falsos estereotipos, por eso es mejor no basarse en las apariencias y tratar bien a todo”, recomienda.
Cuestionar, detener y no replicar estas prácticas son el mejor camino para no fomentar este rechazo en las plazas, las cuales debe ser abiertas para el público en general sin excepción, finalizan.
