Toda su vida, desde que nacieron, han visto correr el agua negra del río Atoyac y en las temporadas más calurosas del año soportar el olor que desprende uno de los afluentes más contaminados del país. Algunos podrían estar molestos por la pestilencia, pero muchos, desafortunadamente, ya están acostumbrados.
Brenda N., tiene 25 años habitando en la colonia Concepción Guadalupe, su casa la divide la ciclovía del Parque EcoMetropolitano y unas escaleras que permiten alejarse un poco del aroma desagradable del Atoyac.
“Afecta más a los pequeños por los olores que están. En mi caso, vivo un poco más arriba, no me está afectando tanto. Aquí tengo 25 años viviendo, aquí nací, y siempre ha estado así de sucio. Dicen que hace mucho, mucho tiempo fue un río limpio, que hasta con peces”, dice.
Hace más de 40 años, la colonia Concepción Guadalupe estaba conformada más por montes y grandes tierras de siembra. En las orillas del Atoyac había cosechas de maíz y calabazas, narra Juan Martín Ramos.
“Ahora, es un río sucio y contaminado. En tiempo de calorcito sube el vapor y el olor. Bendito Dios no me genera ninguna enfermedad. Antes, dicen que en el río había peces, yo nunca los llegué a ver. Uno de los primeros vecinos, que vive aquí arriba me dice que había peces, pero que se murieron por el cloro y todo lo que echaban al agua”, refiere.
Investigadores y ambientalistas han detectado contaminantes como grasas, aceites, nitrógeno, fósforo, sustancias activas al azul de metileno, arsénico, cobre, mercurio, níquel, plomo, zinc, fenoles, fierro, sulfuros, aluminio, cloruro de vinilo, cloroformo y manganeso, los cuales proviene en un 70 por ciento de los hogares que a diario arrojan desechos urbanos.
A propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, decretado por la ONU el 5 de junio, El Sol de Puebla hizo un recorrido en los linderos de este cauce para conocer sus condiciones físicas y la opinión de todos los que viven en cercanía al río.
Mariano Javier Perón, quien tiene 30 años viviendo en la colonia Ampliación Antorchista recorrió unos metros el cauce para mostrarnos las botellas de plástico el unicel, bolsas hasta laminas y llantas que fueron arrojadas al cauce.
“El fuego, nosotros como vecinos lo podemos apagar”, dijo y agregó que el cuidado del medio ambiente es responsabilidad de las autoridades, pero también de los habitantes que la rodean.
Su vecino, Pascual Martínez dijo que las viviendas cercanas o hasta de otros sitios vienen a dejar sus escombros y basura.
“Vienen y la echan aquí, hasta se enojan, cómo no viven cerca. Yo creo que hay que cuidarnos todos”.
En su calle, prácticamente el drenaje está desembocando y se observa, como está saliendo el agua de los residuos sanitarios.
En diversos puntos del río además se puede observar desechos como llantas, ropa, desperdicios de construcción, bolsas, plásticos, sillas, latas de cualquier bebida, papel, por mencionar algunos.
“En el día, cuando está seco no se puede con el mal olor. En enero, febrero, marzo, abril, que son los meses de mucho calor, hasta la cuadra llega ese olor. Sólo una vez limpian el río Atoyac, este año no han pasado. Antes, era más limpio que ahora, pero se fue contaminando porque echan la basura, animales muertos, todo eso”, dice Pascual.
María Candelaria Reyes dice que, por los malos olores, trata que los niños no salgan de sus casas a jugar fuera y que ha sido un problema ahora con el confinamiento por Covid-19. Los pequeños están muy estresados.
LA CONTAMINACIÓN
En su momento, la secretaria de Medio Ambiente, Beatriz Manrique Guevara informó que 8 mil 109 empresas contaminan el Atoyac, en tanto, 13 de 25 plantas de tratamiento de aguas residuales no operan. Asimismo, expuso que el afluente es el segundo más contaminado del país, después del río Lerma.
En 2017, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió diversas recomendaciones por la violación a los derechos humanos a un medio ambiente sano y saneamiento del agua, que involucraba la contaminación de los ríos Atoyac, Xochiac y sus afluentes, en agravio de quienes habitan y transitan en los municipios de San Martín Texmelucan y Huejotzingo, en Puebla; asimismo, en Tepetitla de Lardizábal, Nativitas e Ixtacuixtla de Mariano Matamoros, en Tlaxcala.