/ miércoles 22 de febrero de 2023

Abuelitos, entre el abandono y la necesidad de seguir trabajando

Algunos consideran a la tercera edad como la etapa de descanso, pero no todos tienen la misma suerte, algunos son abandonados o deben seguir trabajando

La edad de oro, o la tercera edad, es una época que llega después de los 60 años, cuando una persona entra en la etapa de vejez. Este periodo de la vida es considerado por algunos como descanso, pero no todos tienen la misma suerte y deben de seguir trabajando para mantenerse. Hay casos en donde sus familiares los cuidan personalmente o los envían a residencias especializadas en su atención, pero lamentablemente muchos otros son olvidados, viven en situación de calle o apenas cuentan con el apoyo de fundaciones.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para el segundo trimestre de 2022 se estimó que en México residían 17 millones 958 mil 707 personas de 60 años y más, lo anterior representó el 14 por ciento de la población total del país. Puntualmente en Puebla, el INEGI reveló que el 2020 (el último reporte) cerró con 745 mil 419 adultos mayores, principalmente en el rango de 60 a 70 años de edad.

Ante este panorama, El Sol de Puebla hizo una radiografía de las diferentes opciones que tienen los adultos mayores para este periodo, desde descansar en su casa, trabajar o ser auxiliados por fundaciones como Cáritas. Presentaremos los programas que tiene el gobierno municipal de Puebla para apoyarlos, y también lo que deben de gastar las familias en caso de querer enviarlos a los asilos, pues los más completos rondan entre los 14 mil y 16 mil pesos mensuales.

“La vejez debe ser como las vacaciones, una época de la vida en que uno se siente con derecho a ser lo que se pega la gana”: Ángeles Mastretta

Albina Julieta Palma tiene 73 años y Elías Romero tiene 75. Son dos integrantes de una pareja de adultos mayores que no trabajan desde hace varios años. De jóvenes tuvieron varios empleos, él fue militar y luego se dedicó a cuidar fincas; ella trabajó en restaurantes como cocinera y después fue ama de casa. Al cumplir 60 años sus hijos decidieron que ya no trabajarían más, a pesar de que “seguían fuertes”, y se limitaron a cuidar a sus nietos y hacer favores que requerían en la familia, como ir a juntas de escuelas, hacer pagos o realizar las compras.

En la actualidad viven solos, en su casa, pero con la ayuda económica de sus cinco hijos como sostén.

“Últimamente me enfermo mucho, me da mucha gripa o tos, además tengo un dolor muy feo en una de mi pierna y mis manos tienen artrosis porque cuando trabajaba en un restaurante de joven tuve muchos cambios de temperatura con el agua y ahora estoy sufriendo los estragos de esa actividad. Mi esposo toma mucho refresco y tengo miedo que se enferme de diabetes, pero afortunadamente eso no ha pasado y ahora sólo le cuesta oír y la comida ya no le sabe”, compartió Albina.

Su vejez es tranquila, cuando enferman sus hijos cooperan para sus medicinas. Aún pueden manejar, entonces salen a visitar a sus familiares los fines de semana, reciben cada dos meses su pensión de adultos mayores que ofrece el gobierno federal y si necesitan dinero extra, los lunes, así como los jueves, van a vender ropa usada que les regalan sus familiares en el mercado de San Isidro, al sur de la ciudad.

Para ellos, la vejez está siendo una etapa de paz, aunque toda paz siempre viene acompañada de pequeñas tormentas y en su caso ya se están enfermando cada vez más. Ella sufre de dolores crónicos en las piernas, así como en las manos, y él ya no escucha bien y ha perdido el sentido del gusto.

No toman cursos con personas de su edad, pues consideran que ya “tienen mucho trabajo” en su casa, como cuidar a sus nietos, cuidar a sus dos perros, hacer la comida y hacer diariamente el quehacer (aunque nadie les exige hacerlo).

Cuando llegó la pandemia por Covid-19, los dos se contagiaron y desgraciadamente perdieron a uno de sus cuñados más queridos. Cuando recién se infectaron no había vacunas y por un momento creyeron que morirían, pero salieron adelante.

Fuera de ello, su vida es feliz, sólo les preocupa el bienestar de sus hijos y que no llegue una nueva enfermedad a su vida. Sin embargo, no todas las historias son color de rosa y en Puebla hay muchos casos en donde los adultos mayores fueron olvidados por sus seres queridos.

No muchos de los adultos mayores tienen la oportunidad de vivir de manera independiente o con el apoyo de sus hijos. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

En Cáritas albergan a 41 adultos mayores, la mayoría fueron abandonados por sus familiares

“Dicen que los viejos siempre recuerdan mejor el pasado remoto. Hasta que la vida se les va haciendo pequeña y llegan a olvidar su nombre, antes de que la nada los nombre a ellos”: El viento de las horas, de Ángeles Mastretta.

Cáritas es una fundación que nació en la capital el 7 de abril de 1981, por iniciativa de monseñor Rosendo Huesca Pacheco, arzobispo emérito de Puebla. Actualmente sigue siendo una organización enlazada con la Arquidiócesis. Como uno de sus servicios ofrece cuidados paliativos, servicios hospitalarios y casa-hogar para adultos mayores que no tienen familia. Hoy en día alberga a 41 personas de más de 60 años.

La mayoría de sus historias son desgarradoras, desde las personas que salieron de sus casas y se perdieron porque nunca pudieron regresar, hasta los adultos mayores que fueron abandonados por sus hijos cuando más necesitaban ayuda. En Cáritas, además de darles ropa, comida, así como techo para dormir, les dan clases de esparcimiento y si enferman los canalizan a hospitales para ser atendidos.

La reportera de este medio pudo platicar con José Zenón García, de 73 años de edad, un hombre que no estaba participando en las actividades de canto y pintura de este lugar, porque “eso no le gusta”, pero en su chamarra tiene una baraja por si alguien quiere retarlo, y así, puedan “echar un buen rato” entre juego y charla.

Don José se lastimó una pierna en una caída y desde ahí su vida cambió por completo. Ya no pudo trabajar, caminar fue un martirio al grado de que ya no pudo sostenerse de pie. Tiene una hija y él pensó que lo ayudaría, no a mantenerlo, pero por lo menos a buscar alternativas en lo que él aprendía a usar la silla de ruedas; esto no ocurrió.

“Mi hija fue muy malvada, cuando ya no pude trabajar me quedé en la casa en donde estaba viviendo, ella fue y me sacó de ahí, me llevó a vivir con ella y pensé que todo estaría bien, pero luego me dijo que era una carga. Estuve ahí ocho meses, ocho meses que fueron un infierno, me tuvo en una andadera y después me abandonó”, compartió.

Como ya no tenía casa ni familia que lo ayudara empezó a vivir de propinas que le daban por cuidar coches o a veces la gente le regalaba comida. Se hizo amigo de unas mujeres que hacían trabajo social en una iglesia y ellas fueron las que lo llevaron a Cáritas.

Dentro de la Fundación ha recibido terapia física ya que tiene desgaste en las rodillas y no puede caminar, también ha recibido tratamientos de odontología pues por años no se cuidó piezas dentales, todo esto es gratuito.

Al preguntarle cómo se siente en este lugar, responde que bien, hubo días que pasó sin comida y sin una cama en donde dormir, por ello, todo el apoyo que le dan en este lugar lo recibe con los brazos abiertos. Aceptó que es de temperamento fuerte y por ello se rehúsa a cantar o dibujar cuando van voluntarios, pero si alguien sabe jugar cartas, dominó o ajedrez, no dudará en pasar tiempo con ellos.

De su hija no quiere hablar mucho, sólo dice que ella habrá tenido sus razones de haberlo tratado tan mal y de haberlo abandonado. Ya la perdonó hace muchos años y aunque no lo dice, se nota que recordar lo lastima.

Otra historia es la de Porfirio Morales Hernández, quien tiene 64 años de edad. Es un hombre con diabetes que ingresó al Hospital General del Sur en junio del año 2016. Dicha institución notificó a Cáritas que había sido abandonado luego de que le amputaron una pierna y que no tenía familiares en Puebla que quisieran hacerse cargo de él.

En Cáritas lo aceptaron, pero al día siguiente de su ingreso se arrancó los puntos y tuvo que reingresar al hospital donde decidieron amputarle la otra pierna para salvarle la vida ante el riesgo de una sepsis. Porfirio aceptó que al principio fue complicado adaptarse, pero con el tiempo entendió que aquí tenía alimento, atención médica, medicamentos, terapia y rehabilitación ya que también padeció parálisis facial y es dializado.

Al entrevistarlo, aceptó que la diabetes fue acabando con su vida, pero todo comenzó por una adicción al refresco y por “ignorancia”, pues tomaba más de 4 litros al día de Coca-Cola y cuando el médico le dijo que tenía diabetes, no entendió la gravedad de la enfermedad y siguió sin cuidarse.

Un día notó que su pie tuvo una herida y al tratar de limpiarse se le cayó un dedo. Como no le dolió y aunque este hecho lo asustó siguió haciendo sus actividades diarias, por lo que llegó un momento en donde tuvieron que amputarle la pierna. “Yo me rehusé a que me quitaran mi segunda pierna, pero me dijeron que ya no había de otra y tuve que aceptarlo, aquí me han ayudado a sobrellevar eso y hoy estoy agradecido”, externó.

Tiene una hija que vive en Veracruz, pero no sabe su dirección y ella nunca ha tratado de buscarlo. Tenía más familiares en dicho estado, pero poco a poco se fueron muriendo “hasta dejarlo solo”.

En Cáritas no sólo brindan el servicio de asilo, sino que a las personas les brindan terapia ocupacional, todos conviven para ayudarlos en su estado de ánimo, hacen actividades, llegan alumnos de varias escuelas para hacer voluntariado y esto les sirve de distracción/ recreación.

De acuerdo con el personal de Cáritas, anteriormente dejaban a los adultos mayores en la entrada y ellos recibían a todos, pero desde que inició la pandemia por coronavirus todo ha cambiado, ya no pueden aceptar a todos sin antes hacerles estudios médicos, que el servicio social investigue si no tienen familiares y en caso de que el beneficiario lo necesite, lo canalizan a servicios psiquiátricos. Esto para que no se haga daño a él/ella misma o a sus compañeros.

En caso de que una persona quiera ayudar, puede hacerlo en especie, llevando ropa en buen estado, directamente a la calle 13 Sur, número 1701, en el Barrio de Santiago, o bien puede sumarse al equipo de voluntarios, cuyos requisitos son los siguientes: ser mayor de edad, donar por lo menos dos horas de su tiempo una vez a la semana y ser constante.

Incluso se puede “apadrinar a un abuelito”. Los informes pueden ser consultados en el teléfono: 01 (222) 211-73-30 y en el correo electrónico: contacto@caritaspuebla.org

Algunos centros de cuidado tienen actividades para que los adultos mayores tengan una mejor calidad de vida. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

Dos de cada 10 personas mayores de 60 años sufren de abandono o algún tipo de maltrato

De acuerdo con Sergio Juárez Rugerio, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), para el año 2025 se estima que habrá 18 millones de adultos mayores en México y para el 2050, 30 millones, por lo que se puede decir que habrá un crecimiento exponencial y, con ello, más problemáticas alrededor de este sector.

Como especialista en este ramo ha podido ver que este grupo de edad sufre en muchas ocasiones abandono, maltrato físico y económico. Inclusive refirió que, en Puebla, dos de cada 10 personas mayores a 60 años sufren abandono o algún tipo de maltrato. Por ello invitó a las personas de 40 años en adelante a realizarse chequeos médicos anuales para llegar a los 60 años con una buena salud física, así como mental; y en caso de registrar algún tipo de violencia ir a denunciar.

Hay que recordar que, en junio del año pasado, el Congreso del estado de Puebla aprobó castigar hasta con cuatro años y medio de prisión a los adultos que agredan física o psicológicamente a sus hijos o personas de la tercera edad. De manera técnica el dictamen propone reformas al artículo 355 del Código Penal del Estado con la intención de tipificar la violencia psicológica contra los sectores antes mencionados.

Algunos adultos mayores quieren seguir trabajando, SMDIF brinda capacitaciones

De acuerdo con Juárez Rugerio, muchas de las personas de 60 años y más aún gozan de plenitud y es por ello que una parte importante de los adultos mayores optan por seguir trabajando o capacitándose para tener más oportunidades en la vida. Prueba de esto son los beneficiarios de la dirección de adultos mayores del DIF municipal.

Martha Jiménez, coordinadora de adultos mayores, compartió a este medio que el ayuntamiento de Puebla cuenta con varios talleres gratuitos con el objetivo de promover su participación dinámica y mejorar su calidad de vida. Tienen taller de activación física, corte y confección, corte y peinado, activación física en silla de ruedas, yoga / meditación, baile, panadería, computación y el de empacadores voluntarios, que, como su nombre lo dice, los capacita para ser empacadores de mercancía en tiendas de autoservicio de la capital.

Los requisitos para los talleres son Identificación Oficial INE con Fotografía, acta de nacimiento, comprobante domiciliario actual, CURP, 2 fotos tamaño infantil, nombre, número telefónico de contacto y comprobante de vacunación Covid. No obstante, primero hay que acudir para ver si los talleres tienen cupo, ya que por la pandemia los espacios se redujeron.

La coordinadora considera que este tipo de talleres ayudan socialmente, ya que los adultos mayores se relacionan con otras personas de su edad y forjan amistades, pero al tiempo, los ayudan en su salud, pues mejoran su movilidad tanto en los pies o en las manos, de acuerdo al taller que elijan. Son 200 los beneficiados de los diferentes talleres y más de la mitad toman dos talleres, no se quedan con solo uno.

“Anímicamente les ayuda mucho, ya no están solos, tienen alguien con quien convivir y con quien platicar (…) aprenden a hacer de todo y es muy importante señalar la convivencia que se da, también manejamos actividades cerebrales como juegos de mesa, juegos de ajedrez y talleres de tanatología”, enlistó.

Una de las beneficiarias es Conchita Báez Ramírez, quien tiene 75 años. Para ella, el taller de panadería es su “terapia”, pues la hace “sentirse útil” y a pesar de su edad, se siente más joven que nunca, con muchos amigos y con ganas de salir adelante.

“Esto nos ayuda a levantarnos, por lo menos a mí me ayuda a no estar en depresión. Tenemos amistad todos. Hacemos diferentes figuras de pan, incluso yo ya hago conchitas y en mi casa luego me encargan, en las fiestas ya me dicen que yo haga el pastelito y aunque yo nunca fui dedicada para las ventas, ahora la gente ya sabe de mí, me piden mis pancitos”, dijo.

El taller de panadería también la ha ayudado a desestresarse, pues antes solo estaba en su casa encerrada y por mucho tiempo creyó que así serían sus últimos días de vida, pero gracias a este taller ahora se levanta temprano, se arregla y ya tiene un motivo para seguir en este mundo.

También se encuentra Cirilo Sánchez, de 65 años de edad. Él está dentro del taller de computación y decidió tomar este curso porque muchos de los programas sociales necesitan documentos oficiales que se tramitan a través de Internet y quería saber cómo hacerlo por su propia cuenta. Asimismo, quiere saber de ofertas laborales a través de sitios en línea.

“Vine a aprender computación. Me siento muy bien, ya conozco el teclado, sé cómo entrar a Internet, con esto siento que estoy avanzando más y estoy aprendiendo como nunca antes en la vida lo hice. Me ayuda venir aquí, hacer bien las cosas y quiero superarme en la vida, aunque ya tengo mis años en la espalda”, concluyó.

Para varios, los talleres como el de panadería los ayudó a mejorar su autoestima y calidad de vida. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

Desde 500 pesos a la semana hasta 16 mil pesos mensuales cuestan los centros geriátricos

Así como hay adultos mayores que siguen trabajando, hay otros que sus familias optan porque dejen de laborar y deciden ingresarlos a residencias geriátricas, conocidos coloquialmente como asilos. Estos espacios ofrecen servicio de cuidado por horas, por semanas o permanente, servicios médicos, talleres y enfermeras especializadas para alguna enfermedad en específico.

En la mayoría de residencias particulares de Puebla, los encargados indicaron a El Sol de Puebla que no podían dar entrevistas ni de los lugares ni de los beneficiarios, debido a que los familiares tienen que firmar una carta responsiva y todos se negaron, así que se hizo un sondeo como cualquier otro ciudadano que necesita información.

Una residencia geriátrica ubicada en la zona de La Paz informó que tiene estancia completa, cuenta con enfermería las 24 horas con administración de medicamentos y la dieta está hecha de acuerdo a cada paciente, es decir, si es diabético, hipertenso, etc., para controlar su salud. Tiene actividades que lleva una geriatra y una psicóloga para que cada día tengan una tarea diferente, esto más las actividades que las enfermeras y cuidadoras les brindan para que estén activos.

Todos los cuartos tienen cámaras para que estén bajo vigilancia y que el familiar esté tranquilo del cuidado que recibe. En la noche hay un geriatra de guardia al que se le llama si es requerido y los fines de semana también hay otro geriatra de guardia.

Cuenta con un jardín en donde se hacen actividades cuando el clima lo permite y las habitaciones son compartidas, dos personas por habitación, el baño también es compartido. No obstante, si el paciente lo requiere, las enfermeras pueden bañarlos. Todos los baños tienen barras de apoyo y pisos anti derrapantes.

La mensualidad incluye todo lo antes mencionado y es de 14 mil pesos mensuales. No incluye medicamentos, esos los debe de llevar el familiar del adulto mayor. Hay una modalidad en donde sólo pueden pagar 7 mil pesos mensuales para ver si el paciente se acopla, y en caso de que no quiera quedarse ya no pagar los 7 mil restantes.

En el Barrio de Santiago Mixquitla en San Pedro Cholula hay otra residencia que ofrece el servicio de asilo. En este lugar hay habitaciones compartidas o individuales, la primera tiene baño compartido y la segunda cuenta con baño propio. Tienen atención de enfermería las 24 horas, pero los familiares deben de llevar los medicamentos que necesita su ser querido, también cuentan con servicios de alimentos, como desayuno, comida, cena y dos colaciones.

Asimismo, está el servicio de una fisioterapeuta y gerontóloga que les imparte actividades dependiendo sus condiciones, así como gustos. Todo lo anterior en habitación compartida cuesta mensualmente 14 mil 800 pesos y en habitación individual 16 mil 800 pesos.

En el centro histórico de Puebla hay otro espacio que se dedica a cuidar personas mayores, pero en este caso sólo los reciben por día de 8 de la mañana a 16:00 horas. Al pedir informes te indican que el adulto mayor aún debe valerse por sí mismo y que para ingresar debe de ir un responsable a firmar varios papeles y que solicitarán varios documentos oficiales de la persona que se quedará ahí. Le darán de desayunar, de comer y tendrá varias actividades durante su estancia en este lugar, pero son muy estrictos con la hora de entrada y salida. Por semana cobran 500 pesos.

En todos los sitios anteriores, los familiares pueden visitar a sus adultos mayores de manera ilimitada, sólo los encargados piden que avisen con un día de anticipación para que los cuidadores puedan arreglarlos. Además, recomiendan que se avise con tiempo para que, en ese día que se van del asilo, no los contemplen en las actividades recreativas o en las consultas.

También está permitido llevárselos todo el fin de semana. De igual modo, se pide que avisen con tiempo y que firmen un formulario de que al adulto mayor saldrá por más de un día.


La edad de oro, o la tercera edad, es una época que llega después de los 60 años, cuando una persona entra en la etapa de vejez. Este periodo de la vida es considerado por algunos como descanso, pero no todos tienen la misma suerte y deben de seguir trabajando para mantenerse. Hay casos en donde sus familiares los cuidan personalmente o los envían a residencias especializadas en su atención, pero lamentablemente muchos otros son olvidados, viven en situación de calle o apenas cuentan con el apoyo de fundaciones.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), para el segundo trimestre de 2022 se estimó que en México residían 17 millones 958 mil 707 personas de 60 años y más, lo anterior representó el 14 por ciento de la población total del país. Puntualmente en Puebla, el INEGI reveló que el 2020 (el último reporte) cerró con 745 mil 419 adultos mayores, principalmente en el rango de 60 a 70 años de edad.

Ante este panorama, El Sol de Puebla hizo una radiografía de las diferentes opciones que tienen los adultos mayores para este periodo, desde descansar en su casa, trabajar o ser auxiliados por fundaciones como Cáritas. Presentaremos los programas que tiene el gobierno municipal de Puebla para apoyarlos, y también lo que deben de gastar las familias en caso de querer enviarlos a los asilos, pues los más completos rondan entre los 14 mil y 16 mil pesos mensuales.

“La vejez debe ser como las vacaciones, una época de la vida en que uno se siente con derecho a ser lo que se pega la gana”: Ángeles Mastretta

Albina Julieta Palma tiene 73 años y Elías Romero tiene 75. Son dos integrantes de una pareja de adultos mayores que no trabajan desde hace varios años. De jóvenes tuvieron varios empleos, él fue militar y luego se dedicó a cuidar fincas; ella trabajó en restaurantes como cocinera y después fue ama de casa. Al cumplir 60 años sus hijos decidieron que ya no trabajarían más, a pesar de que “seguían fuertes”, y se limitaron a cuidar a sus nietos y hacer favores que requerían en la familia, como ir a juntas de escuelas, hacer pagos o realizar las compras.

En la actualidad viven solos, en su casa, pero con la ayuda económica de sus cinco hijos como sostén.

“Últimamente me enfermo mucho, me da mucha gripa o tos, además tengo un dolor muy feo en una de mi pierna y mis manos tienen artrosis porque cuando trabajaba en un restaurante de joven tuve muchos cambios de temperatura con el agua y ahora estoy sufriendo los estragos de esa actividad. Mi esposo toma mucho refresco y tengo miedo que se enferme de diabetes, pero afortunadamente eso no ha pasado y ahora sólo le cuesta oír y la comida ya no le sabe”, compartió Albina.

Su vejez es tranquila, cuando enferman sus hijos cooperan para sus medicinas. Aún pueden manejar, entonces salen a visitar a sus familiares los fines de semana, reciben cada dos meses su pensión de adultos mayores que ofrece el gobierno federal y si necesitan dinero extra, los lunes, así como los jueves, van a vender ropa usada que les regalan sus familiares en el mercado de San Isidro, al sur de la ciudad.

Para ellos, la vejez está siendo una etapa de paz, aunque toda paz siempre viene acompañada de pequeñas tormentas y en su caso ya se están enfermando cada vez más. Ella sufre de dolores crónicos en las piernas, así como en las manos, y él ya no escucha bien y ha perdido el sentido del gusto.

No toman cursos con personas de su edad, pues consideran que ya “tienen mucho trabajo” en su casa, como cuidar a sus nietos, cuidar a sus dos perros, hacer la comida y hacer diariamente el quehacer (aunque nadie les exige hacerlo).

Cuando llegó la pandemia por Covid-19, los dos se contagiaron y desgraciadamente perdieron a uno de sus cuñados más queridos. Cuando recién se infectaron no había vacunas y por un momento creyeron que morirían, pero salieron adelante.

Fuera de ello, su vida es feliz, sólo les preocupa el bienestar de sus hijos y que no llegue una nueva enfermedad a su vida. Sin embargo, no todas las historias son color de rosa y en Puebla hay muchos casos en donde los adultos mayores fueron olvidados por sus seres queridos.

No muchos de los adultos mayores tienen la oportunidad de vivir de manera independiente o con el apoyo de sus hijos. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

En Cáritas albergan a 41 adultos mayores, la mayoría fueron abandonados por sus familiares

“Dicen que los viejos siempre recuerdan mejor el pasado remoto. Hasta que la vida se les va haciendo pequeña y llegan a olvidar su nombre, antes de que la nada los nombre a ellos”: El viento de las horas, de Ángeles Mastretta.

Cáritas es una fundación que nació en la capital el 7 de abril de 1981, por iniciativa de monseñor Rosendo Huesca Pacheco, arzobispo emérito de Puebla. Actualmente sigue siendo una organización enlazada con la Arquidiócesis. Como uno de sus servicios ofrece cuidados paliativos, servicios hospitalarios y casa-hogar para adultos mayores que no tienen familia. Hoy en día alberga a 41 personas de más de 60 años.

La mayoría de sus historias son desgarradoras, desde las personas que salieron de sus casas y se perdieron porque nunca pudieron regresar, hasta los adultos mayores que fueron abandonados por sus hijos cuando más necesitaban ayuda. En Cáritas, además de darles ropa, comida, así como techo para dormir, les dan clases de esparcimiento y si enferman los canalizan a hospitales para ser atendidos.

La reportera de este medio pudo platicar con José Zenón García, de 73 años de edad, un hombre que no estaba participando en las actividades de canto y pintura de este lugar, porque “eso no le gusta”, pero en su chamarra tiene una baraja por si alguien quiere retarlo, y así, puedan “echar un buen rato” entre juego y charla.

Don José se lastimó una pierna en una caída y desde ahí su vida cambió por completo. Ya no pudo trabajar, caminar fue un martirio al grado de que ya no pudo sostenerse de pie. Tiene una hija y él pensó que lo ayudaría, no a mantenerlo, pero por lo menos a buscar alternativas en lo que él aprendía a usar la silla de ruedas; esto no ocurrió.

“Mi hija fue muy malvada, cuando ya no pude trabajar me quedé en la casa en donde estaba viviendo, ella fue y me sacó de ahí, me llevó a vivir con ella y pensé que todo estaría bien, pero luego me dijo que era una carga. Estuve ahí ocho meses, ocho meses que fueron un infierno, me tuvo en una andadera y después me abandonó”, compartió.

Como ya no tenía casa ni familia que lo ayudara empezó a vivir de propinas que le daban por cuidar coches o a veces la gente le regalaba comida. Se hizo amigo de unas mujeres que hacían trabajo social en una iglesia y ellas fueron las que lo llevaron a Cáritas.

Dentro de la Fundación ha recibido terapia física ya que tiene desgaste en las rodillas y no puede caminar, también ha recibido tratamientos de odontología pues por años no se cuidó piezas dentales, todo esto es gratuito.

Al preguntarle cómo se siente en este lugar, responde que bien, hubo días que pasó sin comida y sin una cama en donde dormir, por ello, todo el apoyo que le dan en este lugar lo recibe con los brazos abiertos. Aceptó que es de temperamento fuerte y por ello se rehúsa a cantar o dibujar cuando van voluntarios, pero si alguien sabe jugar cartas, dominó o ajedrez, no dudará en pasar tiempo con ellos.

De su hija no quiere hablar mucho, sólo dice que ella habrá tenido sus razones de haberlo tratado tan mal y de haberlo abandonado. Ya la perdonó hace muchos años y aunque no lo dice, se nota que recordar lo lastima.

Otra historia es la de Porfirio Morales Hernández, quien tiene 64 años de edad. Es un hombre con diabetes que ingresó al Hospital General del Sur en junio del año 2016. Dicha institución notificó a Cáritas que había sido abandonado luego de que le amputaron una pierna y que no tenía familiares en Puebla que quisieran hacerse cargo de él.

En Cáritas lo aceptaron, pero al día siguiente de su ingreso se arrancó los puntos y tuvo que reingresar al hospital donde decidieron amputarle la otra pierna para salvarle la vida ante el riesgo de una sepsis. Porfirio aceptó que al principio fue complicado adaptarse, pero con el tiempo entendió que aquí tenía alimento, atención médica, medicamentos, terapia y rehabilitación ya que también padeció parálisis facial y es dializado.

Al entrevistarlo, aceptó que la diabetes fue acabando con su vida, pero todo comenzó por una adicción al refresco y por “ignorancia”, pues tomaba más de 4 litros al día de Coca-Cola y cuando el médico le dijo que tenía diabetes, no entendió la gravedad de la enfermedad y siguió sin cuidarse.

Un día notó que su pie tuvo una herida y al tratar de limpiarse se le cayó un dedo. Como no le dolió y aunque este hecho lo asustó siguió haciendo sus actividades diarias, por lo que llegó un momento en donde tuvieron que amputarle la pierna. “Yo me rehusé a que me quitaran mi segunda pierna, pero me dijeron que ya no había de otra y tuve que aceptarlo, aquí me han ayudado a sobrellevar eso y hoy estoy agradecido”, externó.

Tiene una hija que vive en Veracruz, pero no sabe su dirección y ella nunca ha tratado de buscarlo. Tenía más familiares en dicho estado, pero poco a poco se fueron muriendo “hasta dejarlo solo”.

En Cáritas no sólo brindan el servicio de asilo, sino que a las personas les brindan terapia ocupacional, todos conviven para ayudarlos en su estado de ánimo, hacen actividades, llegan alumnos de varias escuelas para hacer voluntariado y esto les sirve de distracción/ recreación.

De acuerdo con el personal de Cáritas, anteriormente dejaban a los adultos mayores en la entrada y ellos recibían a todos, pero desde que inició la pandemia por coronavirus todo ha cambiado, ya no pueden aceptar a todos sin antes hacerles estudios médicos, que el servicio social investigue si no tienen familiares y en caso de que el beneficiario lo necesite, lo canalizan a servicios psiquiátricos. Esto para que no se haga daño a él/ella misma o a sus compañeros.

En caso de que una persona quiera ayudar, puede hacerlo en especie, llevando ropa en buen estado, directamente a la calle 13 Sur, número 1701, en el Barrio de Santiago, o bien puede sumarse al equipo de voluntarios, cuyos requisitos son los siguientes: ser mayor de edad, donar por lo menos dos horas de su tiempo una vez a la semana y ser constante.

Incluso se puede “apadrinar a un abuelito”. Los informes pueden ser consultados en el teléfono: 01 (222) 211-73-30 y en el correo electrónico: contacto@caritaspuebla.org

Algunos centros de cuidado tienen actividades para que los adultos mayores tengan una mejor calidad de vida. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

Dos de cada 10 personas mayores de 60 años sufren de abandono o algún tipo de maltrato

De acuerdo con Sergio Juárez Rugerio, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), para el año 2025 se estima que habrá 18 millones de adultos mayores en México y para el 2050, 30 millones, por lo que se puede decir que habrá un crecimiento exponencial y, con ello, más problemáticas alrededor de este sector.

Como especialista en este ramo ha podido ver que este grupo de edad sufre en muchas ocasiones abandono, maltrato físico y económico. Inclusive refirió que, en Puebla, dos de cada 10 personas mayores a 60 años sufren abandono o algún tipo de maltrato. Por ello invitó a las personas de 40 años en adelante a realizarse chequeos médicos anuales para llegar a los 60 años con una buena salud física, así como mental; y en caso de registrar algún tipo de violencia ir a denunciar.

Hay que recordar que, en junio del año pasado, el Congreso del estado de Puebla aprobó castigar hasta con cuatro años y medio de prisión a los adultos que agredan física o psicológicamente a sus hijos o personas de la tercera edad. De manera técnica el dictamen propone reformas al artículo 355 del Código Penal del Estado con la intención de tipificar la violencia psicológica contra los sectores antes mencionados.

Algunos adultos mayores quieren seguir trabajando, SMDIF brinda capacitaciones

De acuerdo con Juárez Rugerio, muchas de las personas de 60 años y más aún gozan de plenitud y es por ello que una parte importante de los adultos mayores optan por seguir trabajando o capacitándose para tener más oportunidades en la vida. Prueba de esto son los beneficiarios de la dirección de adultos mayores del DIF municipal.

Martha Jiménez, coordinadora de adultos mayores, compartió a este medio que el ayuntamiento de Puebla cuenta con varios talleres gratuitos con el objetivo de promover su participación dinámica y mejorar su calidad de vida. Tienen taller de activación física, corte y confección, corte y peinado, activación física en silla de ruedas, yoga / meditación, baile, panadería, computación y el de empacadores voluntarios, que, como su nombre lo dice, los capacita para ser empacadores de mercancía en tiendas de autoservicio de la capital.

Los requisitos para los talleres son Identificación Oficial INE con Fotografía, acta de nacimiento, comprobante domiciliario actual, CURP, 2 fotos tamaño infantil, nombre, número telefónico de contacto y comprobante de vacunación Covid. No obstante, primero hay que acudir para ver si los talleres tienen cupo, ya que por la pandemia los espacios se redujeron.

La coordinadora considera que este tipo de talleres ayudan socialmente, ya que los adultos mayores se relacionan con otras personas de su edad y forjan amistades, pero al tiempo, los ayudan en su salud, pues mejoran su movilidad tanto en los pies o en las manos, de acuerdo al taller que elijan. Son 200 los beneficiados de los diferentes talleres y más de la mitad toman dos talleres, no se quedan con solo uno.

“Anímicamente les ayuda mucho, ya no están solos, tienen alguien con quien convivir y con quien platicar (…) aprenden a hacer de todo y es muy importante señalar la convivencia que se da, también manejamos actividades cerebrales como juegos de mesa, juegos de ajedrez y talleres de tanatología”, enlistó.

Una de las beneficiarias es Conchita Báez Ramírez, quien tiene 75 años. Para ella, el taller de panadería es su “terapia”, pues la hace “sentirse útil” y a pesar de su edad, se siente más joven que nunca, con muchos amigos y con ganas de salir adelante.

“Esto nos ayuda a levantarnos, por lo menos a mí me ayuda a no estar en depresión. Tenemos amistad todos. Hacemos diferentes figuras de pan, incluso yo ya hago conchitas y en mi casa luego me encargan, en las fiestas ya me dicen que yo haga el pastelito y aunque yo nunca fui dedicada para las ventas, ahora la gente ya sabe de mí, me piden mis pancitos”, dijo.

El taller de panadería también la ha ayudado a desestresarse, pues antes solo estaba en su casa encerrada y por mucho tiempo creyó que así serían sus últimos días de vida, pero gracias a este taller ahora se levanta temprano, se arregla y ya tiene un motivo para seguir en este mundo.

También se encuentra Cirilo Sánchez, de 65 años de edad. Él está dentro del taller de computación y decidió tomar este curso porque muchos de los programas sociales necesitan documentos oficiales que se tramitan a través de Internet y quería saber cómo hacerlo por su propia cuenta. Asimismo, quiere saber de ofertas laborales a través de sitios en línea.

“Vine a aprender computación. Me siento muy bien, ya conozco el teclado, sé cómo entrar a Internet, con esto siento que estoy avanzando más y estoy aprendiendo como nunca antes en la vida lo hice. Me ayuda venir aquí, hacer bien las cosas y quiero superarme en la vida, aunque ya tengo mis años en la espalda”, concluyó.

Para varios, los talleres como el de panadería los ayudó a mejorar su autoestima y calidad de vida. Foto: Bibiana Díaz | El Sol de Puebla

Desde 500 pesos a la semana hasta 16 mil pesos mensuales cuestan los centros geriátricos

Así como hay adultos mayores que siguen trabajando, hay otros que sus familias optan porque dejen de laborar y deciden ingresarlos a residencias geriátricas, conocidos coloquialmente como asilos. Estos espacios ofrecen servicio de cuidado por horas, por semanas o permanente, servicios médicos, talleres y enfermeras especializadas para alguna enfermedad en específico.

En la mayoría de residencias particulares de Puebla, los encargados indicaron a El Sol de Puebla que no podían dar entrevistas ni de los lugares ni de los beneficiarios, debido a que los familiares tienen que firmar una carta responsiva y todos se negaron, así que se hizo un sondeo como cualquier otro ciudadano que necesita información.

Una residencia geriátrica ubicada en la zona de La Paz informó que tiene estancia completa, cuenta con enfermería las 24 horas con administración de medicamentos y la dieta está hecha de acuerdo a cada paciente, es decir, si es diabético, hipertenso, etc., para controlar su salud. Tiene actividades que lleva una geriatra y una psicóloga para que cada día tengan una tarea diferente, esto más las actividades que las enfermeras y cuidadoras les brindan para que estén activos.

Todos los cuartos tienen cámaras para que estén bajo vigilancia y que el familiar esté tranquilo del cuidado que recibe. En la noche hay un geriatra de guardia al que se le llama si es requerido y los fines de semana también hay otro geriatra de guardia.

Cuenta con un jardín en donde se hacen actividades cuando el clima lo permite y las habitaciones son compartidas, dos personas por habitación, el baño también es compartido. No obstante, si el paciente lo requiere, las enfermeras pueden bañarlos. Todos los baños tienen barras de apoyo y pisos anti derrapantes.

La mensualidad incluye todo lo antes mencionado y es de 14 mil pesos mensuales. No incluye medicamentos, esos los debe de llevar el familiar del adulto mayor. Hay una modalidad en donde sólo pueden pagar 7 mil pesos mensuales para ver si el paciente se acopla, y en caso de que no quiera quedarse ya no pagar los 7 mil restantes.

En el Barrio de Santiago Mixquitla en San Pedro Cholula hay otra residencia que ofrece el servicio de asilo. En este lugar hay habitaciones compartidas o individuales, la primera tiene baño compartido y la segunda cuenta con baño propio. Tienen atención de enfermería las 24 horas, pero los familiares deben de llevar los medicamentos que necesita su ser querido, también cuentan con servicios de alimentos, como desayuno, comida, cena y dos colaciones.

Asimismo, está el servicio de una fisioterapeuta y gerontóloga que les imparte actividades dependiendo sus condiciones, así como gustos. Todo lo anterior en habitación compartida cuesta mensualmente 14 mil 800 pesos y en habitación individual 16 mil 800 pesos.

En el centro histórico de Puebla hay otro espacio que se dedica a cuidar personas mayores, pero en este caso sólo los reciben por día de 8 de la mañana a 16:00 horas. Al pedir informes te indican que el adulto mayor aún debe valerse por sí mismo y que para ingresar debe de ir un responsable a firmar varios papeles y que solicitarán varios documentos oficiales de la persona que se quedará ahí. Le darán de desayunar, de comer y tendrá varias actividades durante su estancia en este lugar, pero son muy estrictos con la hora de entrada y salida. Por semana cobran 500 pesos.

En todos los sitios anteriores, los familiares pueden visitar a sus adultos mayores de manera ilimitada, sólo los encargados piden que avisen con un día de anticipación para que los cuidadores puedan arreglarlos. Además, recomiendan que se avise con tiempo para que, en ese día que se van del asilo, no los contemplen en las actividades recreativas o en las consultas.

También está permitido llevárselos todo el fin de semana. De igual modo, se pide que avisen con tiempo y que firmen un formulario de que al adulto mayor saldrá por más de un día.


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