/ domingo 28 de agosto de 2022

Ambulantes desalojados del CH no encuentran cómo ganarse la vida y piden regresar

Aferrarse a lo “único que pueden hacer” por falta de estudios y obtener ingresos a través de las ventas es lo que se les fue inculcado a varios

Aferrarse a lo “único que pueden hacer” por falta de estudios y obtener ingresos a través de ello es lo que se les fue inculcado a varios comerciantes informales del Centro Histórico de Puebla, quienes fueron desalojados en esta administración municipal y desean regresar a las calles del primer cuadro de la ciudad, pues no cuentan con un trabajo para solventar sus gastos.

El 28 de febrero del presente año la gestión municipal de Puebla, encabezada por Eduardo Rivera Pérez, llevó a cabo el reordenamiento de las calles del centro, con lo que se retiró a los ambulantes de la 8, 10, 12 y 14 Poniente- Oriente.

Por un tiempo los ánimos se calmaron, se dejó limpia la calle 5 de Mayo, que era una de las principales zonas de los puestos de comida, tenis, ropa, accesorios y demás artículos de temporada. Pero casi cinco meses después regresaron los informales a pedir se les dejara instalar.

Ahí comenzó de nueva cuenta la preocupación, pues por una semana se manifestaron, marcharon y pidieron que se llegara a un acuerdo, no obstante, las autoridades municipales se negaron a ello, pues dijeron no hay nada que negociar, ya que las calles son de todos y no solo de un sector. Es decir, debían seguir libres de informales.

Por tanto una sola pregunta es la que recorre la mente de los ambulantes una y otra vez, “¿cuándo y cómo los dejarán regresar al centro para poder vender?”

La incertidumbre se ha adueñado de los vendedores informales, quienes, señalan, son personas de la tercera edad, discapacitados, sin escolaridad y sin oportunidades laborales formales, pues no cuentan con experiencia más que vender en las calles.

El Sol de Puebla dialogó con aquellos comerciantes que hicieron su segunda casa las vialidades antes mencionadas, de diversas organizaciones que prefieren omitir para no padecer problemas. Relataron que han pasado más de la mitad de su vida con esta actividad comercial.

Sobrevivieron con ahorros y “chambitas”

Durante los seis meses que llevan fuera de las calles del Centro Histórico se quedaron en casa, en el mejor de los casos sobrevivieron con sus ahorros, mientras que otros buscaron realizar cualquier actividad para obtener ingresos.

Luis Castillo es un ejemplo de ello, pues al ser discapacitado prefirió esperar un tiempo para después instalarse, pensó que se les darían alternativas para vender, pero no fue así y con ello sus ahorros se esfumaron poco a poco.

Él es un ambulante que por más de 40 años se dedicó a vender artículos de temporada, pues su madre le inculcó ese oficio. En su momento trató de estudiar una licenciatura para poder ser un profesionista, sin embargo, los obstáculos de la vida, principalmente el económico, lo llevaron por otro camino, pues no pudo continuar y siguió en las calles.

“A lo mejor así como hay gente que tuvo la oportunidad de estudiar, que le dieran un doctorado o algo así, nosotros desgraciadamente lo único que podemos heredar a nuestros hijos es el comercio, porque yo lo heredé de mi mamá y así se lo pasé a mis hijos, es una tradición familiar”, apuntó.

Mencionó que ha visto pasar a varios gobiernos, el acomodo de nuevas organizaciones, su reubicación en mercados, pero nada ha funcionado para generar condiciones estables de trabajo para los ambulantes.

De igual manera, Rodrigo Sánchez aseveró que en ese tiempo buscó trabajo formal, pues sus ahorros se acabaron por las rentas y al enfermarse de Covid-19 también tuvo que pagar un tratamiento.

Con 62 años de edad precisó que nadie “se animó a darle trabajo a un viejo”, pues ya no le es fácil ser ágil, cargar cosas pesadas o ser ayudante de albañilería. Por si esto fuera poco sus hijos también se quedaron sin empleo, pues son comerciantes igual que él.

“Ya somos gente grande, no nos van a dar trabajo así fácilmente y la verdad están pagando una miseria al vernos (...) no sabemos qué va a pasar y (Jorge) Cruz Lepe (secretario de Gobernación municipal) nos quiere quitar”, argumentó.

Gerardo Moreno, de 40 años de edad, contó que en su momento tuvo un trabajo estable y formal, sin embargo, por el paso del tiempo lo despidieron y prefirieron contratar a alguien más para cuidar en un local, por ello tras tocar varias puertas aceptó un empleo de limpieza, pero esto no resultó bien.

La paga era de 450 pesos de lunes a sábado y con un horario pesado, lo cual no lo soportó y decidió aceptar “chambitas” de plomería, electricista y hasta de barrendero, pero nada de eso le dejó los ingresos que antes tenía al vender playeras en el centro.

“Sí hemos estado yendo a hacer trabajitos, porque tampoco vamos a estar esperanzados a ver qué nos cae del cielo, pero a lo mejor es de dos o tres días, pero no hay para más y desgraciadamente no hay para más. Con lo de la pandemia uno de mis hijos se puso muy mal, a mi esposa también le dio Covid, nos ha ido muy mal”, declaró.

Madres solteras vendían para tener más tiempo con sus hijos

Un factor a relucir es que dentro de los más de 2 mil 500 ambulantes que contabilizó la Secretaría de Gobernación Municipal (SEGOM), a cargo de Jorge Cruz Lepe, al menos el 80 por ciento de las mujeres que vendía eran madres solteras.

Susana Escalante y Lupita Robles son dos de ellas, pues señalaron que no provienen de familias que se dedicaban con anterioridad a la venta en la vía pública, sino que sus esposos se alejaron y dejaron olvidados a sus hijos.

Por ello y ante la angustia de cuidarlos, mantenerlos y poder suplir los gastos de la casa, se dieron a la tarea de buscar una forma de obtener ingresos.

Susana, a sus 52 años de edad, no cuenta con un trabajo, no tiene para pagar las colegiaturas de sus dos hijos y con lágrimas en los ojos refiere una desesperación e impotencia por no saber qué más hacer para poder tener ingresos.

De los más de 2 mil 500 ambulantes al menos el 80 por ciento de las mujeres. Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Como no la dejan instalarse ha tomado la alternativa de ofrecer su comida en las calles. Sin colocar un puesto, carga sus platillos y deambula hasta que alguien le compra algo. Esto solo le deja una ganancia de entre 100 y 150 pesos máximo.

Lo anterior no es suficiente, debe pagar la luz, el gas, el agua, la comida diaria y de paso las colegiaturas, útiles, uniformes y demás materiales para la escuela de sus hijos, quienes cursan la secundaria y preparatoria respectivamente.

En cuanto a Lupita, al quedarse sin pareja y no encontrar trabajo decidió vender en el primer cuadro de la ciudad, pagar una cuota de 80 pesos diarios al líder y con ello ganar de entre 450 a 650 pesos directos.

Para ella no existió un descanso, pues tiene tres hijos que mantener, por lo que al quedarse sin lugar donde vender buscó otros empleos, pero la mayoría le absorbía el tiempo y no podía cuidar de ellos.

Con anterioridad los llevaba a su puesto y desde ahí les ayudaba con su tarea y los cuidaba, pues no los puede dejar solos debido a que cree plenamente que los padres deben acompañar a sus hijos durante su crecimiento para que “no anden en malos pasos”.

No todos los ambulantes son malos

Ante una de las constantes acusaciones sobre que los comerciantes informales esconden negocios ilícitos, así como que la actividad es una cortina de humo para poder delinquir, los vendedores declararon no estar de acuerdo con ello, pues no todos son malos.

Reconocieron que hay quienes sí se dedicaban a sacar provecho de las calles, pero otros más son padres o madres de familia que solo buscan darle una vida mejor a quienes dependen de ellos.

Por tanto dijeron que no se les debe juzgar a todos por igual, puesto que se les debería permitir retomar sus espacios, bajo ciertas circunstancias, pero que se les deje volver, ya que se les ha dificultado poder sobrevivir.

“Que entiendan que no todos son malos, somos trabajadores y honrados, podemos adaptarnos si nos ponen condiciones, pero que nos dejen regresar, no ven que no tenemos manera de salir adelante, que nos apoyen o no nos matará la pandemia, sino el hambre”.

Proponen roles y horarios para instalarse en las calles

Si bien el Código Reglamentario para el Municipio de Puebla (Coremun) señala que solo los giros permitidos para los vendedores ambulantes son de globos, rehiletes y/o juguetes típicos, dulces típicos y/o golosinas en general; billetes de lotería, artesanías o flores que se lleven a la mano, ellos piden que se les permita vender productos varios y de temporada en el corazón de la ciudad.

Inclusive que se llegue a un horario, para que se reduzca el número de ambulantes por día y no se dé una mala imagen a la capital, como se ha mencionado por parte de las autoridades municipales.

También que como en una primera ocasión se les había comentado se les brinden carritos estéticos en donde puedan comercializar sus productos, y con ello tengan un área definida.

Aunado a ello que paguen al ayuntamiento por el uso de suelo y que el dinero recaudado se invierta en las mejoras del centro, pero que con esto ellos ya no teman por ser desalojados, pues ya contarán con un permiso.

En un caso más preciso destacaron que podrían devolverles el mercado La Victoria para que puedan vender ahí. Con ello la gente sabría en dónde se ubican y no como ahora que llegan a buscarlos a las calles de antes, pero no están.

Mientras eso ocurre, unos de ellos se han movido a las calles de la 18 Poniente, otros más han buscado otros empleos y para quienes han podido se han ido a algunos tianguis, en donde acusan tampoco es un ambiente sano, pues piensan que les robaran los lugares a los ambulantes de las zonas.

Aferrarse a lo “único que pueden hacer” por falta de estudios y obtener ingresos a través de ello es lo que se les fue inculcado a varios comerciantes informales del Centro Histórico de Puebla, quienes fueron desalojados en esta administración municipal y desean regresar a las calles del primer cuadro de la ciudad, pues no cuentan con un trabajo para solventar sus gastos.

El 28 de febrero del presente año la gestión municipal de Puebla, encabezada por Eduardo Rivera Pérez, llevó a cabo el reordenamiento de las calles del centro, con lo que se retiró a los ambulantes de la 8, 10, 12 y 14 Poniente- Oriente.

Por un tiempo los ánimos se calmaron, se dejó limpia la calle 5 de Mayo, que era una de las principales zonas de los puestos de comida, tenis, ropa, accesorios y demás artículos de temporada. Pero casi cinco meses después regresaron los informales a pedir se les dejara instalar.

Ahí comenzó de nueva cuenta la preocupación, pues por una semana se manifestaron, marcharon y pidieron que se llegara a un acuerdo, no obstante, las autoridades municipales se negaron a ello, pues dijeron no hay nada que negociar, ya que las calles son de todos y no solo de un sector. Es decir, debían seguir libres de informales.

Por tanto una sola pregunta es la que recorre la mente de los ambulantes una y otra vez, “¿cuándo y cómo los dejarán regresar al centro para poder vender?”

La incertidumbre se ha adueñado de los vendedores informales, quienes, señalan, son personas de la tercera edad, discapacitados, sin escolaridad y sin oportunidades laborales formales, pues no cuentan con experiencia más que vender en las calles.

El Sol de Puebla dialogó con aquellos comerciantes que hicieron su segunda casa las vialidades antes mencionadas, de diversas organizaciones que prefieren omitir para no padecer problemas. Relataron que han pasado más de la mitad de su vida con esta actividad comercial.

Sobrevivieron con ahorros y “chambitas”

Durante los seis meses que llevan fuera de las calles del Centro Histórico se quedaron en casa, en el mejor de los casos sobrevivieron con sus ahorros, mientras que otros buscaron realizar cualquier actividad para obtener ingresos.

Luis Castillo es un ejemplo de ello, pues al ser discapacitado prefirió esperar un tiempo para después instalarse, pensó que se les darían alternativas para vender, pero no fue así y con ello sus ahorros se esfumaron poco a poco.

Él es un ambulante que por más de 40 años se dedicó a vender artículos de temporada, pues su madre le inculcó ese oficio. En su momento trató de estudiar una licenciatura para poder ser un profesionista, sin embargo, los obstáculos de la vida, principalmente el económico, lo llevaron por otro camino, pues no pudo continuar y siguió en las calles.

“A lo mejor así como hay gente que tuvo la oportunidad de estudiar, que le dieran un doctorado o algo así, nosotros desgraciadamente lo único que podemos heredar a nuestros hijos es el comercio, porque yo lo heredé de mi mamá y así se lo pasé a mis hijos, es una tradición familiar”, apuntó.

Mencionó que ha visto pasar a varios gobiernos, el acomodo de nuevas organizaciones, su reubicación en mercados, pero nada ha funcionado para generar condiciones estables de trabajo para los ambulantes.

De igual manera, Rodrigo Sánchez aseveró que en ese tiempo buscó trabajo formal, pues sus ahorros se acabaron por las rentas y al enfermarse de Covid-19 también tuvo que pagar un tratamiento.

Con 62 años de edad precisó que nadie “se animó a darle trabajo a un viejo”, pues ya no le es fácil ser ágil, cargar cosas pesadas o ser ayudante de albañilería. Por si esto fuera poco sus hijos también se quedaron sin empleo, pues son comerciantes igual que él.

“Ya somos gente grande, no nos van a dar trabajo así fácilmente y la verdad están pagando una miseria al vernos (...) no sabemos qué va a pasar y (Jorge) Cruz Lepe (secretario de Gobernación municipal) nos quiere quitar”, argumentó.

Gerardo Moreno, de 40 años de edad, contó que en su momento tuvo un trabajo estable y formal, sin embargo, por el paso del tiempo lo despidieron y prefirieron contratar a alguien más para cuidar en un local, por ello tras tocar varias puertas aceptó un empleo de limpieza, pero esto no resultó bien.

La paga era de 450 pesos de lunes a sábado y con un horario pesado, lo cual no lo soportó y decidió aceptar “chambitas” de plomería, electricista y hasta de barrendero, pero nada de eso le dejó los ingresos que antes tenía al vender playeras en el centro.

“Sí hemos estado yendo a hacer trabajitos, porque tampoco vamos a estar esperanzados a ver qué nos cae del cielo, pero a lo mejor es de dos o tres días, pero no hay para más y desgraciadamente no hay para más. Con lo de la pandemia uno de mis hijos se puso muy mal, a mi esposa también le dio Covid, nos ha ido muy mal”, declaró.

Madres solteras vendían para tener más tiempo con sus hijos

Un factor a relucir es que dentro de los más de 2 mil 500 ambulantes que contabilizó la Secretaría de Gobernación Municipal (SEGOM), a cargo de Jorge Cruz Lepe, al menos el 80 por ciento de las mujeres que vendía eran madres solteras.

Susana Escalante y Lupita Robles son dos de ellas, pues señalaron que no provienen de familias que se dedicaban con anterioridad a la venta en la vía pública, sino que sus esposos se alejaron y dejaron olvidados a sus hijos.

Por ello y ante la angustia de cuidarlos, mantenerlos y poder suplir los gastos de la casa, se dieron a la tarea de buscar una forma de obtener ingresos.

Susana, a sus 52 años de edad, no cuenta con un trabajo, no tiene para pagar las colegiaturas de sus dos hijos y con lágrimas en los ojos refiere una desesperación e impotencia por no saber qué más hacer para poder tener ingresos.

De los más de 2 mil 500 ambulantes al menos el 80 por ciento de las mujeres. Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

Como no la dejan instalarse ha tomado la alternativa de ofrecer su comida en las calles. Sin colocar un puesto, carga sus platillos y deambula hasta que alguien le compra algo. Esto solo le deja una ganancia de entre 100 y 150 pesos máximo.

Lo anterior no es suficiente, debe pagar la luz, el gas, el agua, la comida diaria y de paso las colegiaturas, útiles, uniformes y demás materiales para la escuela de sus hijos, quienes cursan la secundaria y preparatoria respectivamente.

En cuanto a Lupita, al quedarse sin pareja y no encontrar trabajo decidió vender en el primer cuadro de la ciudad, pagar una cuota de 80 pesos diarios al líder y con ello ganar de entre 450 a 650 pesos directos.

Para ella no existió un descanso, pues tiene tres hijos que mantener, por lo que al quedarse sin lugar donde vender buscó otros empleos, pero la mayoría le absorbía el tiempo y no podía cuidar de ellos.

Con anterioridad los llevaba a su puesto y desde ahí les ayudaba con su tarea y los cuidaba, pues no los puede dejar solos debido a que cree plenamente que los padres deben acompañar a sus hijos durante su crecimiento para que “no anden en malos pasos”.

No todos los ambulantes son malos

Ante una de las constantes acusaciones sobre que los comerciantes informales esconden negocios ilícitos, así como que la actividad es una cortina de humo para poder delinquir, los vendedores declararon no estar de acuerdo con ello, pues no todos son malos.

Reconocieron que hay quienes sí se dedicaban a sacar provecho de las calles, pero otros más son padres o madres de familia que solo buscan darle una vida mejor a quienes dependen de ellos.

Por tanto dijeron que no se les debe juzgar a todos por igual, puesto que se les debería permitir retomar sus espacios, bajo ciertas circunstancias, pero que se les deje volver, ya que se les ha dificultado poder sobrevivir.

“Que entiendan que no todos son malos, somos trabajadores y honrados, podemos adaptarnos si nos ponen condiciones, pero que nos dejen regresar, no ven que no tenemos manera de salir adelante, que nos apoyen o no nos matará la pandemia, sino el hambre”.

Proponen roles y horarios para instalarse en las calles

Si bien el Código Reglamentario para el Municipio de Puebla (Coremun) señala que solo los giros permitidos para los vendedores ambulantes son de globos, rehiletes y/o juguetes típicos, dulces típicos y/o golosinas en general; billetes de lotería, artesanías o flores que se lleven a la mano, ellos piden que se les permita vender productos varios y de temporada en el corazón de la ciudad.

Inclusive que se llegue a un horario, para que se reduzca el número de ambulantes por día y no se dé una mala imagen a la capital, como se ha mencionado por parte de las autoridades municipales.

También que como en una primera ocasión se les había comentado se les brinden carritos estéticos en donde puedan comercializar sus productos, y con ello tengan un área definida.

Aunado a ello que paguen al ayuntamiento por el uso de suelo y que el dinero recaudado se invierta en las mejoras del centro, pero que con esto ellos ya no teman por ser desalojados, pues ya contarán con un permiso.

En un caso más preciso destacaron que podrían devolverles el mercado La Victoria para que puedan vender ahí. Con ello la gente sabría en dónde se ubican y no como ahora que llegan a buscarlos a las calles de antes, pero no están.

Mientras eso ocurre, unos de ellos se han movido a las calles de la 18 Poniente, otros más han buscado otros empleos y para quienes han podido se han ido a algunos tianguis, en donde acusan tampoco es un ambiente sano, pues piensan que les robaran los lugares a los ambulantes de las zonas.

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