/ lunes 13 de marzo de 2023

Celebran en la Pirámide de Nopaltzin el año nuevo azteca

Autoridades civiles y tradicionales encabezaron el evento cultural, que es de los pocos que aún se conservan en la comunidad de Nopala

Huauchinango, Pue. El año nuevo azteca, Matlaktli Uan Se Akatl Xiuitl, “Año Once Carrizo", fue recibido en la comunidad de Nopala, municipio de Huauchinango, uno de los pocos lugares de la antigua Mesoamérica, donde aún se conserva la tradición ancestral.

El ambiente se tornó multicolor y para muchos asistentes lo calificaron como “lleno de energía y de paz”. El escenario fue una plaza natura que está al pie de un montículo de roca, la pirámide de Nopaltzín.



Estuvieron las danzas tradiconales, como Quetzales de la localidad de Alseseca, Los Charros de Huilacapixtla y la Contradanza del mismo Nopala, en donde participan grandes y chico, con música de flauta de carrizo, tambor y banda de viento.

Salieron en un desfile desde la comunidad de Cuauxinca, con la reina de la fiesta, Askaxochitl que, era la esposa de Nopaltzín, ahora personificada en la niña, Alicia Cruz Cabrera, quien, en medio de decenas de danzantes, autoridades auxiliares como el presidente auxiliar de Nopala, Heriberto Méndez y el municipal, Rogelio López Angulo, atravesaron dos Juntas Auxiliares caminando hasta llegar a la pirámide, misma que prevalece entre maleza, árboles y matas de nopales en lo más alto.

La fiesta la hizo la gente, un grupo de ciudadanos organizados que se niegan a perder la tradición con apoyo de la Secretaría de Cultura, sin embargo, consideraron que es una costumbre que debe ser apoyada con más por parte de las autoridades locales.

Mientras se dio la ceremonia, un grupo de mujeres prepararon la comida que más tarde compartieron con una gran parte de los invitados.

La ofrenda se hizo en lo más del montículo, al pie de un árbol de encino, donde el aire se mezcló con el olor a copal. La señora Lilia Prado fue quien en este nuevo año se encargó de ofrendar en la punta de la pirámide; primero sahumó y pidió permiso a la madre tierra para que aceptara la ofrenda.

El ofrecimiento se hizo en una pequeña hondonada formada con rocas de la misma pirámide. Se ofrendan flores, atole, pan, refino, cerveza, tamales.

Cada carrizo atado es un año y representa “la vida del hombre”, los carrizos sujetados con un listón fueron recibidos por Raymundo Cruz López, se los entregó Mario López Ponce, quien los resguardó el año pasado.

PIRÁMIDE PRIVADA

Cabe destacar que el predio donde se encuentra la pirámide, no es un área pública, se trata de un predio particular que, aunque el propietario hasta el momento no ha puesto objeción para seguir permitiendo que se realice el festejo para los lugareños no deja de ser “un tanto incómodo para realizar la actividad”, opinaron los organizadores.

Incluso cada vez que se termina el evento, se escucha un llamado de parte de quien está en el micrófono para que la gente recoja sus desechos, condicionando que, de lo contrario, para el otro año, no habría permiso para seguir con la secuencia del calendario y su celebración.

En uno de los robustos árboles pende un letrero que anuncia que el lugar es privado y que, para cualquier situación relacionada con el predio, se pide que se llame a un teléfono particular.

El ritual empezó a retomarse desde el año 1986, en la plaza de la pirámide, sin embargo, hubo intentos de hacerlo en la plaza principal de la cabecera municipal, a principios de la misma década, sólo que desde ese entonces “hubo apatía de parte de las autoridades municipales”, compartieron algunos profesores de educación indígena que participaron en la iniciativa.

La fiesta para la recepción del año nuevo azteca se destaca por ser blanco de la apatía de las autoridades, en algunos años se destina apoyo económico mínimo y en otros años se carece de la participación económica, regularmente sólo hacen acto de presencia las autoridades municipales y estatales, ese es el sentir de los organizadores.

Cada vez que se hace el ritual y la gente sube a lo alto del montículo, se hace el llamado a que la tradición tenga mayor apoyo de las políticas culturales.

Por lo pronto, son las danzas autóctonas con los músicos regionales y los lugareños, los que alimentan el colorido de la costumbre, se organiza la presidencia auxiliar con los vecinos y con los papás de algunas escuelas que con sus actividades de gestión visten la festividad.

Para algunos investigadores sólo habría dos lugares donde se celebra el año nuevo azteca, en Nopala, Huauchinango, en Chiapas y en un poblado de Centroamérica.

En el caso de la Sierra Norte, se aprovecha para la presentación de libros sobre la tradición oral, se comparte comida y se abre un espacio para los artesanos locales.

Huauchinango, Pue. El año nuevo azteca, Matlaktli Uan Se Akatl Xiuitl, “Año Once Carrizo", fue recibido en la comunidad de Nopala, municipio de Huauchinango, uno de los pocos lugares de la antigua Mesoamérica, donde aún se conserva la tradición ancestral.

El ambiente se tornó multicolor y para muchos asistentes lo calificaron como “lleno de energía y de paz”. El escenario fue una plaza natura que está al pie de un montículo de roca, la pirámide de Nopaltzín.



Estuvieron las danzas tradiconales, como Quetzales de la localidad de Alseseca, Los Charros de Huilacapixtla y la Contradanza del mismo Nopala, en donde participan grandes y chico, con música de flauta de carrizo, tambor y banda de viento.

Salieron en un desfile desde la comunidad de Cuauxinca, con la reina de la fiesta, Askaxochitl que, era la esposa de Nopaltzín, ahora personificada en la niña, Alicia Cruz Cabrera, quien, en medio de decenas de danzantes, autoridades auxiliares como el presidente auxiliar de Nopala, Heriberto Méndez y el municipal, Rogelio López Angulo, atravesaron dos Juntas Auxiliares caminando hasta llegar a la pirámide, misma que prevalece entre maleza, árboles y matas de nopales en lo más alto.

La fiesta la hizo la gente, un grupo de ciudadanos organizados que se niegan a perder la tradición con apoyo de la Secretaría de Cultura, sin embargo, consideraron que es una costumbre que debe ser apoyada con más por parte de las autoridades locales.

Mientras se dio la ceremonia, un grupo de mujeres prepararon la comida que más tarde compartieron con una gran parte de los invitados.

La ofrenda se hizo en lo más del montículo, al pie de un árbol de encino, donde el aire se mezcló con el olor a copal. La señora Lilia Prado fue quien en este nuevo año se encargó de ofrendar en la punta de la pirámide; primero sahumó y pidió permiso a la madre tierra para que aceptara la ofrenda.

El ofrecimiento se hizo en una pequeña hondonada formada con rocas de la misma pirámide. Se ofrendan flores, atole, pan, refino, cerveza, tamales.

Cada carrizo atado es un año y representa “la vida del hombre”, los carrizos sujetados con un listón fueron recibidos por Raymundo Cruz López, se los entregó Mario López Ponce, quien los resguardó el año pasado.

PIRÁMIDE PRIVADA

Cabe destacar que el predio donde se encuentra la pirámide, no es un área pública, se trata de un predio particular que, aunque el propietario hasta el momento no ha puesto objeción para seguir permitiendo que se realice el festejo para los lugareños no deja de ser “un tanto incómodo para realizar la actividad”, opinaron los organizadores.

Incluso cada vez que se termina el evento, se escucha un llamado de parte de quien está en el micrófono para que la gente recoja sus desechos, condicionando que, de lo contrario, para el otro año, no habría permiso para seguir con la secuencia del calendario y su celebración.

En uno de los robustos árboles pende un letrero que anuncia que el lugar es privado y que, para cualquier situación relacionada con el predio, se pide que se llame a un teléfono particular.

El ritual empezó a retomarse desde el año 1986, en la plaza de la pirámide, sin embargo, hubo intentos de hacerlo en la plaza principal de la cabecera municipal, a principios de la misma década, sólo que desde ese entonces “hubo apatía de parte de las autoridades municipales”, compartieron algunos profesores de educación indígena que participaron en la iniciativa.

La fiesta para la recepción del año nuevo azteca se destaca por ser blanco de la apatía de las autoridades, en algunos años se destina apoyo económico mínimo y en otros años se carece de la participación económica, regularmente sólo hacen acto de presencia las autoridades municipales y estatales, ese es el sentir de los organizadores.

Cada vez que se hace el ritual y la gente sube a lo alto del montículo, se hace el llamado a que la tradición tenga mayor apoyo de las políticas culturales.

Por lo pronto, son las danzas autóctonas con los músicos regionales y los lugareños, los que alimentan el colorido de la costumbre, se organiza la presidencia auxiliar con los vecinos y con los papás de algunas escuelas que con sus actividades de gestión visten la festividad.

Para algunos investigadores sólo habría dos lugares donde se celebra el año nuevo azteca, en Nopala, Huauchinango, en Chiapas y en un poblado de Centroamérica.

En el caso de la Sierra Norte, se aprovecha para la presentación de libros sobre la tradición oral, se comparte comida y se abre un espacio para los artesanos locales.

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