Mochilas, lapiceras, loncheras y hasta maletas es lo que realiza José Enriquez Nolasco, quien desde hace 30 años decidió dedicarse a este oficio que ha transmitido a su hija y ahora a su nieta.
José es un poblano que no ha perdido la esperanza por visibilizar que los productos locales son de buena calidad, pues asegura que aquellos que predominan (exportados de China) son meramente desechables.
Desde que era joven conoció este trabajo y emprendió un negocio en el mercado José María Morelos, pero tiempo después llegó al Centro Histórico de Puebla, específicamente a la 12 Oriente 204D, en donde pensó despegar su negocio.
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Ahí fue cuando nació la marca “Kikez” la cual va plasmada en cada una de las mochilas o maletas que realiza, pues es su manera de darse a conocer.
Es así que en cada temporada de regreso a clases se maquilan alrededor de 100 y 200 mochilas, las cuales tienen un costo de 120 a 260 pesos conforme el tamaño y el material de las mismas.
También se hacen loncheras y lapiceras que valen entre 25 y 60 pesos, pues se busca dar precios económicos para el bolsillo de los poblanos.
“Son mochilas baratas, pero que tienen calidad, tratamos de dar una opción a quienes no cuentan con tantos recursos para comprar algo muy caro. Queremos que nos reconozcan por los diseños, por cómo elaboramos nuestras mochilas, por ser un taller poblano y con ganas de salir adelante”, dijo.
Con estampados, de colores, con accesorios tejidos a mano y de varios tamaños son las mochilas que comercializa la familia Enriquez, las cuales son poblanas y tienen una característica principal, son diseños propios.
Pandemia mermó sus ventas
Si bien la pandemia de coronavirus vino a cerrar muchos negocios, las mochilas Kikez se aferraron a no dejar de ser una opción económica para los ciudadanos, pues aunque los productos no se vendían, decidieron realizar cubrebocas de tela y caretas.
Así fue como se sostuvieron durante los estragos de la pandemia, pues sus máquinas no se quedaron quietas ante la falta de venta, sino todo lo contrario, ya que dichos productos fueron aceptados por la gente.
Tras varios meses vieron pocos ingresos, incluso tiempo después se dejaron de vender las caretas, por lo que comenzaron a regalarlas.
Ante este nuevo año en que las clases ya son completamente presenciales esperan una alta demanda de sus mochilas, lapiceras y loncheras, las necesarias para el regreso a las aulas.
La contingencia sanitaria sí representó un reto, pero también oportunidades para vender nuevas cosas, pues actualmente también hacen uniformes, chalecos, portafolios, bolsas del mandado, entre otros pedidos de la gente.
“Nosotros hacemos todo el proceso de la mochila, desde la compra hasta la venta, hacemos el estampado, cosemos, hacemos todo, es un negocio familiar, la idea es que aprendan y sigan con el negocio más adelante”, declaró.
