/ domingo 26 de abril de 2020

Por Covid-19, poblanos en NY viven en la calle: migrante de Puebla

Debido a la emergencia sanitaria algunos se quedaron sin vivienda porque no tienen ingresos para pagar la renta de su departamento

Un par de cobijas son lo único que acompañan a los migrantes poblanos de Nueva York que perdieron su empleo por la contingencia sanitaria de Covid-19 y se quedaron sin vivienda porque no tienen ingresos para pagar la renta de su departamento, que va de mil 600 a 2 mil dólares (39 mil 984 a 54 mil 978 pesos).

Karla Vázquez García, de 27 años de edad, originaria de Puebla tiene contacto con al menos tres connacionales que están en esta condición y que están buscando refugio con familiares o amigos.

“He visto a personas en situación de calle (…) conozco de una persona que está cerca de una iglesia solo tiene un par de cobijas para quedarse en la calle y que le han llevado gente comida recién hecha o enlatada. Es demasiado triste, porque no son personas malas o que hicieron algo para merecer la calle, simplemente la situación los orilló”.

Lamentablemente el gobierno no está dando apoyo a indocumentadas y su situación se complica porque los ahorros se están agotando.

Un amigo de su hermano analiza mandar de manera ilegal a su familia de regreso a nuestro país: “Si ve que la situación se complica, enviará a su esposa e hijos a México. Yo pienso que es una situación de muchos, es preocupante, triste, estresante”.

La joven que trabaja para la empresa Bogopa Service Corp refiere que esta situación está en los noticieros informativos y que son familias completas que son desalojadas por falta de pago de la renta, la mayoría de Puebla además de Guerrero.

Karla logró un apoyo de parte de su casero para que pueda pagar en futuros meses su estancia en su departamento: “lo que más mata aquí en Nueva York es la renta y el hecho que una semana no tengas trabajo si afecta en el pago de los servicios”.

En Estados Unidos los únicos apoyos que hay a la gente son únicamente para quienes desde 2017 pagan impuestos. Los recursos llegan, aunque tardíos. También existe atención especial del 911 para crisis nerviosas y de ansiedad.

VER MORIR A PAISANOS

Karla Vázquez, egresada de la carrera de Ingeniería industrial, también ha de visto de cerca la muerte de uno de sus paisanos del municipio de Atzala.

Un hombre de 40 años y cuyos hijos huérfanos estarían al cuidado de algún pariente porque contagio a su esposa de coronavirus; ella se encuentra hospitalizada.

“Era una persona que llevaba una vida normal y dejó una viuda, a sus hijos, en mi comunidad lo empiezan a creer porque llegará un difunto. Ahora los cuerpos no los entregan, los tienen que incinerar. Las personas (en México) deben esperar a ver algo así para creerlo”.

Otras personas cercanas a ella también perdieron la vida: “Me tocó ver como se llevaron a un señor en la ambulancia. Mi vecina que era su esposa me avisó que iba al hospital porque su marido había partido. Fue impactante, un día los ves y al otros no”

Lo mismo pasó ayer, (viernes 24 de abril) con el señor que atiende una pastelería, que es de Puebla: “una amiga me avisó que el señor falleció de Covid-19 y que su hija está grave en el hospital”.

Las primeras semanas, Karla se la pasaba llorando con miedo a salir. Estaba muy triste y con incertidumbre. Marcó a su madre en Puebla para pedirle que tomara las precauciones.

Asimismo, hizo un llamado a la sociedad en general para tomarse enserio la enfermedad que no tiene cura, porque está matando a miles de personas en el mundo.

HOSPITAL: UN ESCENARIO ATERRADOR

Por su enfermedad de Lupus, Karla tuvo que visitar el hospital Wyckoff en la tercera semana de confinamiento y el escenario, describe, era aterrador.

“Así te estuvieras prácticamente muriendo solo podías pasar tú, solo tenías que pasar tu solo. Detrás de mí, un señor afroamericano con un semblante malo, lo vi y pensé: ¡este señor se está muriendo!, porqué está muy muy mal. No respiraba bien, él estaba vomitando, no se podía mantener en pie y la doctora le dijo (a su esposa) que no podía estar ahí y que lo sentía mucho. Nos pasaron a otra sala provisional, ahí ellos pusieron sillas para atender a la gente que estaba conectada y pudieran respirar”.

A gente con dolor de cabeza, fiebre, vómito, diarrea u otros síntomas no graves de coronavirus se tenían que quedar en casa, porque los hospitales no tenían más capacidad de atención, incluso, lanzaron convocatorias para reforzar el número de especialistas: “En el país de primer mundo estaba colapsado el sistema de salud y la gente está falleciendo”.

El calvario que le tocó vivir a Karla fue conseguir el medicamento de Lupus, debido a que en el dispensario de su hospital, los medicamentos estaban agotados: “Entré en pánico porque era lo que necesitaba, no puedo estar sin medicamento. Fui a tres farmacias sin encontrar nada”.

Fue hasta el cuarto hospital en el que encontró medicina, pero no se la dieron fácilmente porque tenía que seguir un protocolo complicado. Después de muchas horas, lo obtuvo exitosamente.

SE TERMINÓ LA CIUDAD QUE NUNCA DUERME…

Para la segunda semana de marzo, Nueva York, la ciudad que nunca duerme, ya estaba congelada. El golpe más duro fue el cierre de bares, antros, restaurantes y luego, la suspensión de clases.

Los únicos lugares abiertos son los supermercados, las farmacias, entre otras tiendas de primera necesidad, pero mucha gente no tiene dinero ni para subsistir.

Karla dice que la gente tiene esperanza de que para el verano se reactive la economía y que la población está más animada para esta semana de abril porque los casos van en descenso. Por ahora, como marca la ley, todos salen con cubre bocas y guantes, la mayoría ya más tranquilos.

Un par de cobijas son lo único que acompañan a los migrantes poblanos de Nueva York que perdieron su empleo por la contingencia sanitaria de Covid-19 y se quedaron sin vivienda porque no tienen ingresos para pagar la renta de su departamento, que va de mil 600 a 2 mil dólares (39 mil 984 a 54 mil 978 pesos).

Karla Vázquez García, de 27 años de edad, originaria de Puebla tiene contacto con al menos tres connacionales que están en esta condición y que están buscando refugio con familiares o amigos.

“He visto a personas en situación de calle (…) conozco de una persona que está cerca de una iglesia solo tiene un par de cobijas para quedarse en la calle y que le han llevado gente comida recién hecha o enlatada. Es demasiado triste, porque no son personas malas o que hicieron algo para merecer la calle, simplemente la situación los orilló”.

Lamentablemente el gobierno no está dando apoyo a indocumentadas y su situación se complica porque los ahorros se están agotando.

Un amigo de su hermano analiza mandar de manera ilegal a su familia de regreso a nuestro país: “Si ve que la situación se complica, enviará a su esposa e hijos a México. Yo pienso que es una situación de muchos, es preocupante, triste, estresante”.

La joven que trabaja para la empresa Bogopa Service Corp refiere que esta situación está en los noticieros informativos y que son familias completas que son desalojadas por falta de pago de la renta, la mayoría de Puebla además de Guerrero.

Karla logró un apoyo de parte de su casero para que pueda pagar en futuros meses su estancia en su departamento: “lo que más mata aquí en Nueva York es la renta y el hecho que una semana no tengas trabajo si afecta en el pago de los servicios”.

En Estados Unidos los únicos apoyos que hay a la gente son únicamente para quienes desde 2017 pagan impuestos. Los recursos llegan, aunque tardíos. También existe atención especial del 911 para crisis nerviosas y de ansiedad.

VER MORIR A PAISANOS

Karla Vázquez, egresada de la carrera de Ingeniería industrial, también ha de visto de cerca la muerte de uno de sus paisanos del municipio de Atzala.

Un hombre de 40 años y cuyos hijos huérfanos estarían al cuidado de algún pariente porque contagio a su esposa de coronavirus; ella se encuentra hospitalizada.

“Era una persona que llevaba una vida normal y dejó una viuda, a sus hijos, en mi comunidad lo empiezan a creer porque llegará un difunto. Ahora los cuerpos no los entregan, los tienen que incinerar. Las personas (en México) deben esperar a ver algo así para creerlo”.

Otras personas cercanas a ella también perdieron la vida: “Me tocó ver como se llevaron a un señor en la ambulancia. Mi vecina que era su esposa me avisó que iba al hospital porque su marido había partido. Fue impactante, un día los ves y al otros no”

Lo mismo pasó ayer, (viernes 24 de abril) con el señor que atiende una pastelería, que es de Puebla: “una amiga me avisó que el señor falleció de Covid-19 y que su hija está grave en el hospital”.

Las primeras semanas, Karla se la pasaba llorando con miedo a salir. Estaba muy triste y con incertidumbre. Marcó a su madre en Puebla para pedirle que tomara las precauciones.

Asimismo, hizo un llamado a la sociedad en general para tomarse enserio la enfermedad que no tiene cura, porque está matando a miles de personas en el mundo.

HOSPITAL: UN ESCENARIO ATERRADOR

Por su enfermedad de Lupus, Karla tuvo que visitar el hospital Wyckoff en la tercera semana de confinamiento y el escenario, describe, era aterrador.

“Así te estuvieras prácticamente muriendo solo podías pasar tú, solo tenías que pasar tu solo. Detrás de mí, un señor afroamericano con un semblante malo, lo vi y pensé: ¡este señor se está muriendo!, porqué está muy muy mal. No respiraba bien, él estaba vomitando, no se podía mantener en pie y la doctora le dijo (a su esposa) que no podía estar ahí y que lo sentía mucho. Nos pasaron a otra sala provisional, ahí ellos pusieron sillas para atender a la gente que estaba conectada y pudieran respirar”.

A gente con dolor de cabeza, fiebre, vómito, diarrea u otros síntomas no graves de coronavirus se tenían que quedar en casa, porque los hospitales no tenían más capacidad de atención, incluso, lanzaron convocatorias para reforzar el número de especialistas: “En el país de primer mundo estaba colapsado el sistema de salud y la gente está falleciendo”.

El calvario que le tocó vivir a Karla fue conseguir el medicamento de Lupus, debido a que en el dispensario de su hospital, los medicamentos estaban agotados: “Entré en pánico porque era lo que necesitaba, no puedo estar sin medicamento. Fui a tres farmacias sin encontrar nada”.

Fue hasta el cuarto hospital en el que encontró medicina, pero no se la dieron fácilmente porque tenía que seguir un protocolo complicado. Después de muchas horas, lo obtuvo exitosamente.

SE TERMINÓ LA CIUDAD QUE NUNCA DUERME…

Para la segunda semana de marzo, Nueva York, la ciudad que nunca duerme, ya estaba congelada. El golpe más duro fue el cierre de bares, antros, restaurantes y luego, la suspensión de clases.

Los únicos lugares abiertos son los supermercados, las farmacias, entre otras tiendas de primera necesidad, pero mucha gente no tiene dinero ni para subsistir.

Karla dice que la gente tiene esperanza de que para el verano se reactive la economía y que la población está más animada para esta semana de abril porque los casos van en descenso. Por ahora, como marca la ley, todos salen con cubre bocas y guantes, la mayoría ya más tranquilos.

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