/ miércoles 9 de agosto de 2023

Recién egresados se enfrentan al desempleo, salarios bajos y poca oferta laboral en sus áreas

La necesidad económica y la presión por no caer en el desempleo obliga a los jóvenes a aceptar el primer trabajo en que son admitidos

Conseguir un empleo que alcance las expectativas salariales y que coincida con cierta profesión se convirtió en un reto casi imposible para los recién egresados una vez que concluyen sus estudios de nivel superior. En Puebla, la necesidad económica y la presión por no caer en el desempleo obliga a los jóvenes a aceptar el primer trabajo en que son admitidos, aun cuando este no cumpla con sus aspiraciones profesionales.

De acuerdo con la Encuesta Nacional a Egresados (ENE) 2022, que recopiló la opinión de 11 mil 173 graduados en el país, el 48.9 por ciento de profesionistas reportó que su primer empleo no tuvo relación con lo estudiado, y el 39.8 por ciento conservó un trabajo que no tenía vínculo con su carrera universitaria.

“Es un talento desperdiciado”, opina Mar Estrada Jiménez, coordinadora de la Licenciatura en Economía y Finanzas de la Universidad Iberoamericana Puebla. A su decir esto refleja que, aunque los jóvenes egresen entusiasmados por poner en práctica lo aprendido, la condición precaria del mercado laboral los obliga a conformarse con un empleo que les otorgue lo mínimo en términos económicos, provocando una ‘depresión social’ que se manifiesta en los espacios laborales con baja productividad, sentimientos de frustración, fracaso o desilusión.

Incluso, para algunos conseguir un empleo, se relacione o no con su carrera, es aún más difícil. De acuerdo con la misma encuesta, cuatro de cada 10 personas que concluyeron sus estudios entre 2020 y 2022 reportaron no tener trabajo hasta ese entonces. Esto fue provocado principalmente por la falta de experiencia laboral, la falta de vacantes, los bajos salarios (que ellos rechazan) o las nulas prestaciones.

“El problema del estudiante es ingresar al mercado laboral y hacerlo en menos de un año, no enfrentarse a la falta de calidad en el pago del mismo y generar experiencias significativas de aprendizaje desde su actividad profesional”, agrega Anselmo Chávez Capó, académico de la Licenciatura en Administración Financiera y Bursátil de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).

Rose Chávez no pudo concluir la carrera en Diseño Gráfico por la falta de apoyo de su madre. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Bajos salarios, alta informalidad

De acuerdo con la ENE 2022, siete de cada 10 egresados recibían salarios menores a los ocho mil pesos mensuales. Esta situación se replica en Puebla, asegura Chávez Capó, donde los jóvenes cobran en promedio seis mil pesos al mes por jornadas de ocho horas o más de trabajo al día. “Generalmente los primeros empleos están relacionados con la desventaja de un bajo salario”, señala.

Ante el panorama pesimista que presentan los empleos formales en la entidad, el lado contrario (la informalidad) se posicionó como el principal empleador de egresados. Otra razón más por la cual no trabajan en su campo de estudio, coinciden los especialistas.

Aunque la informalidad no promete prestaciones, crecimiento profesional o aprendizaje de su área de estudio, es más accesible en el proceso de contratación, otorga sueldos ‘similares’ al campo formal y genera experiencia laboral, aunque su tendencia no es del todo positiva, advierte Estrada Jiménez.

“La informalidad representa un exceso de horas de trabajo, de malos tratos, no hay algo que pueda respaldar la seguridad tanto física como psicológica de los trabajadores y tienen mucho menos aspiraciones a tener prestaciones o un mejor salario, aunque esto también se puede encontrar en el sector formal, en general el mercado laboral realmente es precario”, remata.

Relacionado con lo anterior se encuentra la historia de Lisbeth Clemente García, quien egresó de la Licenciatura en Educación Preescolar y, pese al anhelo que tiene de ejercer su profesión, es empleada en una tienda de ropa, la razón: los sueldos que ofrecen las escuelas particulares a maestros de este nivel es bajo y conseguir una plaza de docente en la Secretaría de Educación Pública (SEP), que ofrece un mejor salario, es complejo.

“Si queremos ser maestros tenemos solo dos opciones: el sector público y privado, pero he preguntado en escuelas particulares y me han querido pagar hasta mil 800 pesos quincenales y si hacemos la cuenta de los pasajes y la comida no alcanza, es imposible sobrevivir con eso”, detalla.

Aunque hay instituciones privadas que ofrecen salarios un poco más altos, de tres mil a tres mil 500 pesos por quincena, la jornada laboral es más larga y piden mínimo dos años de experiencia como educador, algo que difícilmente puede cumplir un egresado, afirma. En tanto, en el sector público el sueldo es redituable al trabajo realizado, pero ingresar es casi imposible, y aún más en el lugar de residencia, lo que termina por desanimar a los profesionistas.

“Tengo conocidas que también son educadoras y prefirieron trabajar en empresas como Suburbia o Liverpool, porque hicieron una comparación y lamentablemente se dieron cuenta que pagan lo mismo que en una escuela particular, pero tienen menos carga laboral, no se llevan trabajo a casa y el horario es igual”, lamenta.

Pese a ello, desde el 2020 que salió de la universidad, Lisbeth no ha dejado de presentar su examen para ganar una plaza de docente. “Si no es en Puebla será en Tlaxcala”, insiste. Por mientras, asegura, continuará con su empleo en la tienda de ropa que, aunque no se relaciona con su carrera, le da la oportunidad de sostener sus gastos personales.

Ante el panorama pesimista la informalidad se posicionó como el principal empleador de egresados. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Cultura de precariedad

David Castillo estudió Contaduría en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Asegura que esta institución sí le brindó las herramientas necesarias para ejercer su profesión, no obstante, para encontrar un empleo que se adaptara a sus intereses tuvo que ganar experiencia laboral desde la universidad.

No existe un manual escrito para tener un empleo seguro, pero sí hay una presión social que exige a los jóvenes hacer dos cosas a la vez en su periodo universitario: estudiar y trabajar, de lo contrario, su futuro será complejo, afirma.

“Muchos empiezan a dedicarse a lo que sea porque los empleos, sean formales o no, están precarizados y son muy exigentes, porque quienes contratan piensan que vales menos si no tienes experiencia, aunque estés titulado”, opina.

A decir de Estrada Jiménez, esto responde a una cultura de precariedad laboral que han replicado varios empleadores. La especialista explica que hay una estructura en cada empresa que descarta a los egresados de sus vacantes para ‘ahorrarse los costos de aprendizaje’, es decir, evitan reclutar a jóvenes a los que deben capacitar por la inversión de recursos y tiempo que esto conlleva.

“Por eso no contratan a personas que no tienen experiencia y los egresados terminan trabajando en algo que no es de su campo profesional (…) esto también nos habla de la fuerte necesidad económica, porque ellos requieren un trabajo para mantener a su familia, ayudar a sus padres, entre muchas otras cosas”, abunda.

Si bien el problema de que los jóvenes no ejerzan su profesión se centra en las desigualdades del campo laboral, también es una consecuencia del acceso a la educación que tuvo cada alumno, pues algunos estudiantes, de forma personal o por la influencia de su familia, eligen erróneamente su carrera o carecen de apoyo para continuar con la misma, expone.

“Si pudiera regresar al pasado me impondría, seguiría con mi carrera, aunque tuviera que trabajar y estudiar a la vez para sacar dinero”, defiende Rose Chávez, quien trabaja desde hace varios años en una tienda de abarrotes y no pudo concluir la carrera en Diseño Gráfico por la falta de apoyo de su madre. Aunque todavía le entusiasma la idea de convertirse en diseñadora, ve complejo retomar su carrera en donde la dejó. “Ya me quedé aquí”, sostiene.

Para Viridiana Luna trabajar de forma independiente le otorga mejores ingresos económicos que hacerlo para una empresa. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Larga búsqueda

El propósito de encontrar un empleo al salir de la universidad es hacerlo en el menor tiempo posible, empero, es una ardua tarea que no siempre depende del egresado. De acuerdo con Anselmo Chávez (y sin contar si el trabajo está relacionado o no con su carrera), aproximadamente el 20 por ciento de los graduados poblanos tarda más de un año en encontrar su primer empleo.

Eso se debe a diversos factores: puede ser porque fueron rechazados, porque la oferta de empleo fue poco atractiva, porque el mercado laboral de su área profesional está saturado o existe una fuerte competencia dentro del mismo, porque el salario está por debajo de sus expectativas o porque están en proceso de titulación, apunta.

Un ejemplo de ello es Iván Sánchez, quien egresó de la Licenciatura en Rehabilitación Física de la Universidad Politécnica de Amozoc y tardó dos años en encontrar un empleo formal y relacionado con su carrera.

Para evitar el desempleo decidió dedicarse al comercio de figuras coleccionables, pues desde que estudiaba vendía dulces y demás productos a sus compañeros para reunir ingresos extra. Ahora que ya cuenta con un empleo formal continúa con su negocio y asegura que, si este crece, podría renunciar a su puesto para dedicarse exclusivamente a las ventas. Aunque está satisfecho con ejercer su profesión, el salario que recibe, subraya, no es alto.

“No me sentiría mal, la gran mayoría de mis compañeros se dedica a otro giro y son pocos los que están ejerciendo (…) el problema es que las universidades ofrecen la misma carrera y egresan muchos especialistas de lo mismo, hay alta demanda de estudios, pero hay baja en el mercado laboral”, sostiene.

El mérito académico influye en la permanencia del empleo, así como las habilidades, la actitud y el desarrollo profesional. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Emprendimiento, una alternativa creciente

Viridiana Luna y Tania Díaz egresaron de las carreras de Diseño Gráfico y Arquitectura en la BUAP y comparten algo en común: abandonaron la idea de incorporarse a una empresa y decidieron ejercer como profesionistas independientes, una actividad conocida como freelance.

“Actualmente soy diseñadora de tres marcas y tengo un emprendimiento (…) cuando salí de la universidad pensé que todo el mundo querría contratarme y tardé seis meses en encontrar trabajo porque me pedían mil años de experiencia y un chorro de cosas. Encontrar un lugar que te guste es muy difícil”, comenta Tania.

En su caso, trabajar de forma independiente le otorga mejores ingresos económicos que hacerlo para una empresa. Algo similar ocurrió con Viridiana, quien gracias a las herramientas que recibió en la universidad emprendió un negocio de productos diseñados por ella.

“Aprendí serigrafía y aunque no ejerzo Arquitectura la hago de otra forma, empecé a diseñar ropa para muñecas y fue algo que me gustó mucho, me di cuenta que el mundo es más grande que solo trabajar en una empresa, tenemos varias posibilidades, todo depende de buscar”, declara.

En este sentido, la ENE 2022 resalta que el 24 por ciento de egresados decidió ejercer su profesión de forma independiente y el 10 por ciento optó por emprender su propio negocio. Aprovechar las herramientas de la universidad y aplicarlo de esta manera se convirtió en una alternativa ante la falta de empleo.

“Hay áreas profesionales en las cuales ni siquiera es conveniente trabajar en una empresa, en donde es más fácil convertirse en un emprendedor que desarrollarse en el mercado laboral”, agrega Sánchez Capó.

Redes de apoyo

Si bien el dominio de habilidades es la clave para encontrar un empleo, aprender a tejer redes de apoyo también lo es, coinciden los académicos. Esta postura está reforzada con datos de la Encuesta, que afirma que el medio habitual para encontrar un trabajo al salir de la universidad fue a través de un familiar, amigo o conocido.

De acuerdo con el especialista de la UPAEP, la universidad es el medio ideal para tejer estas redes de apoyo, las cuales también ayudan en el desarrollo de la formación personal y profesional. Por esta razón, estima que alrededor del 40 por ciento de jóvenes poblanos obtuvo su primer empleo gracias a que un amigo o pariente le otorgó una oportunidad.

“Estas redes de contacto te permiten posicionarte con diversos grupos de personas que eventualmente te ayudan a saber cuáles son los requerimientos del mercado laboral, la experiencia, el salario y todo lo que debes conocer para desempeñar un buen trabajo”, advierte.

En esto coincide Luis Morales Betancourt, quien egresó de la Licenciatura en Comunicación en el Instituto de Estudios Superiores (IES) Puebla y que, gracias a la red de apoyo que tejió, realizó sus prácticas profesionales en el ámbito que le interesa. “La red de contactos parece chiste, pero luego en la universidad aparte de hacer la carrera es muy importante hacerse de amigos y llevarse bien con ellos, porque nunca sabes quién te puede dar una mano una vez que salgas”, recomienda.

No obstante, Sánchez Capó remarca que no es viable confiar del todo en esta estrategia, pues el mérito académico influye en la permanencia del empleo, así como las habilidades, la actitud y el desarrollo profesional que se logre al interior de la empresa.

En este sentido, Mar Estrada resalta que generar experiencia profesional desde la universidad también es un paso fundamental, aun cuando esta práctica no sea remunerada económicamente, pues la recompensa es visible más adelante.


Conseguir un empleo que alcance las expectativas salariales y que coincida con cierta profesión se convirtió en un reto casi imposible para los recién egresados una vez que concluyen sus estudios de nivel superior. En Puebla, la necesidad económica y la presión por no caer en el desempleo obliga a los jóvenes a aceptar el primer trabajo en que son admitidos, aun cuando este no cumpla con sus aspiraciones profesionales.

De acuerdo con la Encuesta Nacional a Egresados (ENE) 2022, que recopiló la opinión de 11 mil 173 graduados en el país, el 48.9 por ciento de profesionistas reportó que su primer empleo no tuvo relación con lo estudiado, y el 39.8 por ciento conservó un trabajo que no tenía vínculo con su carrera universitaria.

“Es un talento desperdiciado”, opina Mar Estrada Jiménez, coordinadora de la Licenciatura en Economía y Finanzas de la Universidad Iberoamericana Puebla. A su decir esto refleja que, aunque los jóvenes egresen entusiasmados por poner en práctica lo aprendido, la condición precaria del mercado laboral los obliga a conformarse con un empleo que les otorgue lo mínimo en términos económicos, provocando una ‘depresión social’ que se manifiesta en los espacios laborales con baja productividad, sentimientos de frustración, fracaso o desilusión.

Incluso, para algunos conseguir un empleo, se relacione o no con su carrera, es aún más difícil. De acuerdo con la misma encuesta, cuatro de cada 10 personas que concluyeron sus estudios entre 2020 y 2022 reportaron no tener trabajo hasta ese entonces. Esto fue provocado principalmente por la falta de experiencia laboral, la falta de vacantes, los bajos salarios (que ellos rechazan) o las nulas prestaciones.

“El problema del estudiante es ingresar al mercado laboral y hacerlo en menos de un año, no enfrentarse a la falta de calidad en el pago del mismo y generar experiencias significativas de aprendizaje desde su actividad profesional”, agrega Anselmo Chávez Capó, académico de la Licenciatura en Administración Financiera y Bursátil de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).

Rose Chávez no pudo concluir la carrera en Diseño Gráfico por la falta de apoyo de su madre. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Bajos salarios, alta informalidad

De acuerdo con la ENE 2022, siete de cada 10 egresados recibían salarios menores a los ocho mil pesos mensuales. Esta situación se replica en Puebla, asegura Chávez Capó, donde los jóvenes cobran en promedio seis mil pesos al mes por jornadas de ocho horas o más de trabajo al día. “Generalmente los primeros empleos están relacionados con la desventaja de un bajo salario”, señala.

Ante el panorama pesimista que presentan los empleos formales en la entidad, el lado contrario (la informalidad) se posicionó como el principal empleador de egresados. Otra razón más por la cual no trabajan en su campo de estudio, coinciden los especialistas.

Aunque la informalidad no promete prestaciones, crecimiento profesional o aprendizaje de su área de estudio, es más accesible en el proceso de contratación, otorga sueldos ‘similares’ al campo formal y genera experiencia laboral, aunque su tendencia no es del todo positiva, advierte Estrada Jiménez.

“La informalidad representa un exceso de horas de trabajo, de malos tratos, no hay algo que pueda respaldar la seguridad tanto física como psicológica de los trabajadores y tienen mucho menos aspiraciones a tener prestaciones o un mejor salario, aunque esto también se puede encontrar en el sector formal, en general el mercado laboral realmente es precario”, remata.

Relacionado con lo anterior se encuentra la historia de Lisbeth Clemente García, quien egresó de la Licenciatura en Educación Preescolar y, pese al anhelo que tiene de ejercer su profesión, es empleada en una tienda de ropa, la razón: los sueldos que ofrecen las escuelas particulares a maestros de este nivel es bajo y conseguir una plaza de docente en la Secretaría de Educación Pública (SEP), que ofrece un mejor salario, es complejo.

“Si queremos ser maestros tenemos solo dos opciones: el sector público y privado, pero he preguntado en escuelas particulares y me han querido pagar hasta mil 800 pesos quincenales y si hacemos la cuenta de los pasajes y la comida no alcanza, es imposible sobrevivir con eso”, detalla.

Aunque hay instituciones privadas que ofrecen salarios un poco más altos, de tres mil a tres mil 500 pesos por quincena, la jornada laboral es más larga y piden mínimo dos años de experiencia como educador, algo que difícilmente puede cumplir un egresado, afirma. En tanto, en el sector público el sueldo es redituable al trabajo realizado, pero ingresar es casi imposible, y aún más en el lugar de residencia, lo que termina por desanimar a los profesionistas.

“Tengo conocidas que también son educadoras y prefirieron trabajar en empresas como Suburbia o Liverpool, porque hicieron una comparación y lamentablemente se dieron cuenta que pagan lo mismo que en una escuela particular, pero tienen menos carga laboral, no se llevan trabajo a casa y el horario es igual”, lamenta.

Pese a ello, desde el 2020 que salió de la universidad, Lisbeth no ha dejado de presentar su examen para ganar una plaza de docente. “Si no es en Puebla será en Tlaxcala”, insiste. Por mientras, asegura, continuará con su empleo en la tienda de ropa que, aunque no se relaciona con su carrera, le da la oportunidad de sostener sus gastos personales.

Ante el panorama pesimista la informalidad se posicionó como el principal empleador de egresados. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Cultura de precariedad

David Castillo estudió Contaduría en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Asegura que esta institución sí le brindó las herramientas necesarias para ejercer su profesión, no obstante, para encontrar un empleo que se adaptara a sus intereses tuvo que ganar experiencia laboral desde la universidad.

No existe un manual escrito para tener un empleo seguro, pero sí hay una presión social que exige a los jóvenes hacer dos cosas a la vez en su periodo universitario: estudiar y trabajar, de lo contrario, su futuro será complejo, afirma.

“Muchos empiezan a dedicarse a lo que sea porque los empleos, sean formales o no, están precarizados y son muy exigentes, porque quienes contratan piensan que vales menos si no tienes experiencia, aunque estés titulado”, opina.

A decir de Estrada Jiménez, esto responde a una cultura de precariedad laboral que han replicado varios empleadores. La especialista explica que hay una estructura en cada empresa que descarta a los egresados de sus vacantes para ‘ahorrarse los costos de aprendizaje’, es decir, evitan reclutar a jóvenes a los que deben capacitar por la inversión de recursos y tiempo que esto conlleva.

“Por eso no contratan a personas que no tienen experiencia y los egresados terminan trabajando en algo que no es de su campo profesional (…) esto también nos habla de la fuerte necesidad económica, porque ellos requieren un trabajo para mantener a su familia, ayudar a sus padres, entre muchas otras cosas”, abunda.

Si bien el problema de que los jóvenes no ejerzan su profesión se centra en las desigualdades del campo laboral, también es una consecuencia del acceso a la educación que tuvo cada alumno, pues algunos estudiantes, de forma personal o por la influencia de su familia, eligen erróneamente su carrera o carecen de apoyo para continuar con la misma, expone.

“Si pudiera regresar al pasado me impondría, seguiría con mi carrera, aunque tuviera que trabajar y estudiar a la vez para sacar dinero”, defiende Rose Chávez, quien trabaja desde hace varios años en una tienda de abarrotes y no pudo concluir la carrera en Diseño Gráfico por la falta de apoyo de su madre. Aunque todavía le entusiasma la idea de convertirse en diseñadora, ve complejo retomar su carrera en donde la dejó. “Ya me quedé aquí”, sostiene.

Para Viridiana Luna trabajar de forma independiente le otorga mejores ingresos económicos que hacerlo para una empresa. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Larga búsqueda

El propósito de encontrar un empleo al salir de la universidad es hacerlo en el menor tiempo posible, empero, es una ardua tarea que no siempre depende del egresado. De acuerdo con Anselmo Chávez (y sin contar si el trabajo está relacionado o no con su carrera), aproximadamente el 20 por ciento de los graduados poblanos tarda más de un año en encontrar su primer empleo.

Eso se debe a diversos factores: puede ser porque fueron rechazados, porque la oferta de empleo fue poco atractiva, porque el mercado laboral de su área profesional está saturado o existe una fuerte competencia dentro del mismo, porque el salario está por debajo de sus expectativas o porque están en proceso de titulación, apunta.

Un ejemplo de ello es Iván Sánchez, quien egresó de la Licenciatura en Rehabilitación Física de la Universidad Politécnica de Amozoc y tardó dos años en encontrar un empleo formal y relacionado con su carrera.

Para evitar el desempleo decidió dedicarse al comercio de figuras coleccionables, pues desde que estudiaba vendía dulces y demás productos a sus compañeros para reunir ingresos extra. Ahora que ya cuenta con un empleo formal continúa con su negocio y asegura que, si este crece, podría renunciar a su puesto para dedicarse exclusivamente a las ventas. Aunque está satisfecho con ejercer su profesión, el salario que recibe, subraya, no es alto.

“No me sentiría mal, la gran mayoría de mis compañeros se dedica a otro giro y son pocos los que están ejerciendo (…) el problema es que las universidades ofrecen la misma carrera y egresan muchos especialistas de lo mismo, hay alta demanda de estudios, pero hay baja en el mercado laboral”, sostiene.

El mérito académico influye en la permanencia del empleo, así como las habilidades, la actitud y el desarrollo profesional. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Emprendimiento, una alternativa creciente

Viridiana Luna y Tania Díaz egresaron de las carreras de Diseño Gráfico y Arquitectura en la BUAP y comparten algo en común: abandonaron la idea de incorporarse a una empresa y decidieron ejercer como profesionistas independientes, una actividad conocida como freelance.

“Actualmente soy diseñadora de tres marcas y tengo un emprendimiento (…) cuando salí de la universidad pensé que todo el mundo querría contratarme y tardé seis meses en encontrar trabajo porque me pedían mil años de experiencia y un chorro de cosas. Encontrar un lugar que te guste es muy difícil”, comenta Tania.

En su caso, trabajar de forma independiente le otorga mejores ingresos económicos que hacerlo para una empresa. Algo similar ocurrió con Viridiana, quien gracias a las herramientas que recibió en la universidad emprendió un negocio de productos diseñados por ella.

“Aprendí serigrafía y aunque no ejerzo Arquitectura la hago de otra forma, empecé a diseñar ropa para muñecas y fue algo que me gustó mucho, me di cuenta que el mundo es más grande que solo trabajar en una empresa, tenemos varias posibilidades, todo depende de buscar”, declara.

En este sentido, la ENE 2022 resalta que el 24 por ciento de egresados decidió ejercer su profesión de forma independiente y el 10 por ciento optó por emprender su propio negocio. Aprovechar las herramientas de la universidad y aplicarlo de esta manera se convirtió en una alternativa ante la falta de empleo.

“Hay áreas profesionales en las cuales ni siquiera es conveniente trabajar en una empresa, en donde es más fácil convertirse en un emprendedor que desarrollarse en el mercado laboral”, agrega Sánchez Capó.

Redes de apoyo

Si bien el dominio de habilidades es la clave para encontrar un empleo, aprender a tejer redes de apoyo también lo es, coinciden los académicos. Esta postura está reforzada con datos de la Encuesta, que afirma que el medio habitual para encontrar un trabajo al salir de la universidad fue a través de un familiar, amigo o conocido.

De acuerdo con el especialista de la UPAEP, la universidad es el medio ideal para tejer estas redes de apoyo, las cuales también ayudan en el desarrollo de la formación personal y profesional. Por esta razón, estima que alrededor del 40 por ciento de jóvenes poblanos obtuvo su primer empleo gracias a que un amigo o pariente le otorgó una oportunidad.

“Estas redes de contacto te permiten posicionarte con diversos grupos de personas que eventualmente te ayudan a saber cuáles son los requerimientos del mercado laboral, la experiencia, el salario y todo lo que debes conocer para desempeñar un buen trabajo”, advierte.

En esto coincide Luis Morales Betancourt, quien egresó de la Licenciatura en Comunicación en el Instituto de Estudios Superiores (IES) Puebla y que, gracias a la red de apoyo que tejió, realizó sus prácticas profesionales en el ámbito que le interesa. “La red de contactos parece chiste, pero luego en la universidad aparte de hacer la carrera es muy importante hacerse de amigos y llevarse bien con ellos, porque nunca sabes quién te puede dar una mano una vez que salgas”, recomienda.

No obstante, Sánchez Capó remarca que no es viable confiar del todo en esta estrategia, pues el mérito académico influye en la permanencia del empleo, así como las habilidades, la actitud y el desarrollo profesional que se logre al interior de la empresa.

En este sentido, Mar Estrada resalta que generar experiencia profesional desde la universidad también es un paso fundamental, aun cuando esta práctica no sea remunerada económicamente, pues la recompensa es visible más adelante.


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