/ domingo 4 de septiembre de 2022

Yo’on Ixim: siete años dedicados al fomento de la educación de migrantes en Puebla

La asociación Yo’on Ixim se ha dedicado a la alfabetización, desarrollo cultural y acompañamiento emocional para las familias migrantes de Chiapas

Desde hace siete años, la asociación Yo’on Ixim (corazón de maíz en lengua tsotsil) se ha dedicado a la alfabetización, desarrollo cultural y acompañamiento emocional para las familias migrantes de Chiapas, las cuales llegan a la capital poblana en busca de mejores oportunidades.

Dicha fundación brinda clases de comprensión lectora, arte, ortografía entre otras más a niños desde los tres años de edad. Asimismo, imparte talleres de confección, bordado y cocina a madres de familia, con la finalidad de que puedan comercializar los productos que realicen y puedan dejar a un lado sus actividades en las calles.

Debido a que, estos grupos migrantes, incluidos los menores de edad que los conforman, se han visto forzados en obtener recursos económicos de actividades informales, como la venta de dulces, malabares y de limosnas, las cuales han sido mal vistas por la sociedad, al considerar que son trabajos para flojos y que ejercen explotación laboral contra los niños.

A la par, esta fundación se ha dedicado a la elaboración de diferentes materiales didácticos y está comprometida en ser para estas personas, un espacio de esparcimiento y distracción, motivando especialmente a los niños, a interesarse por los aprendizajes e integrarse en un futuro, a un sistema educativo formal.

Esta fundación se ha dedicado a la elaboración de diferentes materiales didácticos. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla


A decir de Marisol Jiménez Melo, represente legal de esta asociación, los beneficiarios provienen de regiones indígenas rurales del estado chiapaneco, entre las que se encuentran Los Altos y Mitontic. Estos migrantes se ven obligados a dejar atrás su lugar de origen ante los problemas de desigualdad, pobreza y conflictos sociales que presentan.

No obstante, las condiciones precarias que estas familias atraviesan les impide que puedan encontrar mejores oportunidades en sus nuevos lugares de residencia, pues en su mayoría son conformadas por personas de escasos recursos, sin estudios y que, en algunos casos, no hablan el idioma español.

La historia de la fundación

En 2015, Samantha Greiff Jiménez, fundadora de Yo’on Ixim, mientras recorría las calles de Puebla, observó a unos niños que estaban trabajando en los cruceros y decidió acercarse a ellos para leerles unos cuentos, desde ese entonces encontró su vocación en fomentar la lectura y alfabetización de estos menores.

Inicio con estas actividades una vez por semana, y poco a poco conoció a más familias y para acercarse más a ellos, decidió impartir las clases en un lugar cercano a sus hogares, fue ahí cuando se dio cuenta que la mayor parte de estos grupos residían en pequeñas vecindades ubicadas en la colonia La Loma, al norte de la capital poblana.

Las madres de los menores también se interesaron por estas actividades y recibían a Samantha en uno de los cuartos de estas vecindades, sin embargo, el lugar era muy reducido, ya que dentro del mismo habitaban los integrantes de una familia completa, los cuales, al no tener acceso a más espacio, tenían que cocinar ahí mismo en un pequeño anafre y dormir en el suelo.

Es por ello que decidió rentar uno de los cuartos de la misma vecindad, el cual de acuerdo con la descripción de Marisol Jiménez, era pequeño, sin amueblar y tenía con una pared cubierta de pintura de pizarrón, para que Samantha, Marisol y su hermana pudieran impartir las clases.

Con el tiempo llegaron más personas y el espacio se volvió insuficiente, entonces con apoyo de donadores recibió el préstamo de un inmueble en la misma colonia. Pese a que por motivos laborales Samantha ya no se encuentra presente con la misma frecuencia en la asociación, delegó las responsabilidades de la fundación a Marisol Jiménez, quien junto con dos profesores más, imparte clases, talleres y capacitaciones a estas familias.

La necesidad de obtener recursos obliga el abandono de este espacio

Marisol Jiménez Melo compartió que pese a que este recinto ofrece la impartición de talleres de arte, educación y cultura para que tanto los niños como sus madres puedan encontrar una zona de tranquilidad y recreación, no ha sido posible la perpetuidad de ellos, pues la necesidad de obtener recursos los obliga a dejar de asistir, o incluso a trasladarse a otros estados del país.

Ante ello, las asociadas de este centro decidieron capacitar a las mujeres en costura y cocina, para que pudieran comercializar sus elaboraciones y con ello pudieran abandonar el trabajo en las calles.

Las asociadas de este centro decidieron capacitar a las mujeres en costura y cocina, para que pudieran comercializar sus elaboraciones. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Con el apoyo de una donación de máquinas de coser, enseñaron a estas mujeres a confeccionar blusas típicas, las cuales hasta el día de hoy continúan comercializando al público en general. De igual forma han elaborado mermeladas, gomitas artesanales, bolsas ecológicas, jabones orgánicos, shampoos, cremas y mochilas.

No obstante, la competencia en este mercado ha provocado que estos productos no se vendan de manera frecuente entre los consumidores, pues eligen marcas comerciales que ofrecen artículos similares a un menor costo.

“Hay mujeres interesadas en aprender y elaborar sus prendas y alimentos, pero algo que nos frena a nosotros es la cuestión económica, porque si están aquí y no trabajan, no comen”, expresó Marisol.

Es por ello que, al ser grupos nómadas, solo seis han sido las mujeres que han permanecido en este inmueble, aprendiendo, confeccionando y comercializando, siempre a la par de sus actividades en el exterior, ya que los ingresos de las actividades en la fundación no logran ser suficientes para solventar sus gastos familiares.

La pandemia no detuvo sus labores

La llegada de la pandemia por coronavirus significó también una disminución en la población que atendía esta asociación, pues varios de ellos al carecer del acceso a servicios de salud, enfermaron y tuvieron que abandonar este espacio.

No obstante, los miembros de este centro decidieron no rendirse y buscaron alternativas para brindar, desde la distancia, talleres y acompañamiento para estas familias.

Francisco Armando Ponce León y Alma Lucero Sánchez Hernández, integrantes de esta asociación, diseñaron y crearon el libro “Corazón de maíz”, el cual es un cuadernillo en lengua tsolsil (hablada por la mayor parte de los beneficiados) y fungió durante la pandemia como herramienta de lectoescritura para los niños y sus padres.

Este material explica a través de sus páginas, diferentes fonemas que son utilizados en español y que no son utilizados en la lengua nativa de estas familias, lo que ayuda a que ejerciten y practiquen su proceso de lectura y escritura del idioma español.

Crearon una serie de videos animados para niños con temas relacionados al cuidado de la salud y la pandemia. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Asimismo, realizaron la elaboración de kits de higiene, que contenían un títere (diseñado por la asociación), calcomanías que ilustran el correcto lavado de manos y artículos de higiene personal, los cuales fueron distribuidos a diferentes vecindades de la capital poblana.

Finalmente, crearon una serie de videos animados para niños con temas relacionados al cuidado de la salud y la pandemia, los cuales fueron hechos en su lengua nativa y se transmitieron a través de YouTube durante la época de confinamiento.

Buscan eliminar los prejuicios hacia estos grupos vulnerables

Marisol Jiménez, aseguró que dentro de la sociedad poblana existen todavía grandes prejuicios en contra de estos grupos migrantes, pues califican a los padres de familia como irresponsables, flojos o criminales al trabajar en las calles junto con sus hijos.

“Afirman que los niños son víctimas de trata, que son explotados, criminalizan a los padres que trabajan junto con sus hijos en cruceros sin saber que tienen que migrar en la búsqueda de mejores oportunidades, pues en su lugar de origen no hay trabajo”, expresó.

Subrayó que, ante esta situación, la solución no es ignorarlos en las calles o cruceros, o juzgar equívocamente a los padres de familia, pues la mayor parte de ellos está buscando al igual que los demás, mejorar sus condiciones de vida.

Además, compartió que la mayor parte estos grupos sustenta su economía con base en la venta de dulces o golosinas, no obstante, es un negocio que no brinda grandes ganancias, lo que además se ha visto afectado ante los discursos que invitan a la sociedad a no comprar o dar limosna a los menores que trabajan en las calles, pues suponen que pertenecen a un grupo de explotación infantil.

“Están en la calle, viven de la voluntad de otras personas, no tienen acceso a servicios de salud o seguridad social, no tienen prestaciones ni familiares cercanos para acudir en alguna emergencia, tampoco tienen acceso a las viviendas dignas ni al mejoramiento de ellas”, enfatizó.

Desmintió que los migrantes estén relacionados con grupos criminales, de explotación o maltrato infantil, pues pese a que en varias familias han atravesado situaciones en las que han intentado quitarles la custodia de sus hijos, ellos han logrado que permanezcan a su lado.

“No intervienen por el bienestar de las familias, buscan alejar a los niños y encontrarles otro hogar sin darse cuenta que esa no es la solución (…) debemos tener empatía y fomentar espacios seguros con mejores oportunidades para estas personas”, expuso.

Aunado a la diferencia de la lengua, usos y costumbres de los migrantes que llegan a Puebla, Marisol invitó a la sociedad a ser más solidarios con este sector, pues lejos de fomentar algún tipo de explotación, disminuirán la discriminación, la indiferencia y el rezago de oportunidades económicas.

Desde hace siete años, la asociación Yo’on Ixim (corazón de maíz en lengua tsotsil) se ha dedicado a la alfabetización, desarrollo cultural y acompañamiento emocional para las familias migrantes de Chiapas, las cuales llegan a la capital poblana en busca de mejores oportunidades.

Dicha fundación brinda clases de comprensión lectora, arte, ortografía entre otras más a niños desde los tres años de edad. Asimismo, imparte talleres de confección, bordado y cocina a madres de familia, con la finalidad de que puedan comercializar los productos que realicen y puedan dejar a un lado sus actividades en las calles.

Debido a que, estos grupos migrantes, incluidos los menores de edad que los conforman, se han visto forzados en obtener recursos económicos de actividades informales, como la venta de dulces, malabares y de limosnas, las cuales han sido mal vistas por la sociedad, al considerar que son trabajos para flojos y que ejercen explotación laboral contra los niños.

A la par, esta fundación se ha dedicado a la elaboración de diferentes materiales didácticos y está comprometida en ser para estas personas, un espacio de esparcimiento y distracción, motivando especialmente a los niños, a interesarse por los aprendizajes e integrarse en un futuro, a un sistema educativo formal.

Esta fundación se ha dedicado a la elaboración de diferentes materiales didácticos. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla


A decir de Marisol Jiménez Melo, represente legal de esta asociación, los beneficiarios provienen de regiones indígenas rurales del estado chiapaneco, entre las que se encuentran Los Altos y Mitontic. Estos migrantes se ven obligados a dejar atrás su lugar de origen ante los problemas de desigualdad, pobreza y conflictos sociales que presentan.

No obstante, las condiciones precarias que estas familias atraviesan les impide que puedan encontrar mejores oportunidades en sus nuevos lugares de residencia, pues en su mayoría son conformadas por personas de escasos recursos, sin estudios y que, en algunos casos, no hablan el idioma español.

La historia de la fundación

En 2015, Samantha Greiff Jiménez, fundadora de Yo’on Ixim, mientras recorría las calles de Puebla, observó a unos niños que estaban trabajando en los cruceros y decidió acercarse a ellos para leerles unos cuentos, desde ese entonces encontró su vocación en fomentar la lectura y alfabetización de estos menores.

Inicio con estas actividades una vez por semana, y poco a poco conoció a más familias y para acercarse más a ellos, decidió impartir las clases en un lugar cercano a sus hogares, fue ahí cuando se dio cuenta que la mayor parte de estos grupos residían en pequeñas vecindades ubicadas en la colonia La Loma, al norte de la capital poblana.

Las madres de los menores también se interesaron por estas actividades y recibían a Samantha en uno de los cuartos de estas vecindades, sin embargo, el lugar era muy reducido, ya que dentro del mismo habitaban los integrantes de una familia completa, los cuales, al no tener acceso a más espacio, tenían que cocinar ahí mismo en un pequeño anafre y dormir en el suelo.

Es por ello que decidió rentar uno de los cuartos de la misma vecindad, el cual de acuerdo con la descripción de Marisol Jiménez, era pequeño, sin amueblar y tenía con una pared cubierta de pintura de pizarrón, para que Samantha, Marisol y su hermana pudieran impartir las clases.

Con el tiempo llegaron más personas y el espacio se volvió insuficiente, entonces con apoyo de donadores recibió el préstamo de un inmueble en la misma colonia. Pese a que por motivos laborales Samantha ya no se encuentra presente con la misma frecuencia en la asociación, delegó las responsabilidades de la fundación a Marisol Jiménez, quien junto con dos profesores más, imparte clases, talleres y capacitaciones a estas familias.

La necesidad de obtener recursos obliga el abandono de este espacio

Marisol Jiménez Melo compartió que pese a que este recinto ofrece la impartición de talleres de arte, educación y cultura para que tanto los niños como sus madres puedan encontrar una zona de tranquilidad y recreación, no ha sido posible la perpetuidad de ellos, pues la necesidad de obtener recursos los obliga a dejar de asistir, o incluso a trasladarse a otros estados del país.

Ante ello, las asociadas de este centro decidieron capacitar a las mujeres en costura y cocina, para que pudieran comercializar sus elaboraciones y con ello pudieran abandonar el trabajo en las calles.

Las asociadas de este centro decidieron capacitar a las mujeres en costura y cocina, para que pudieran comercializar sus elaboraciones. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Con el apoyo de una donación de máquinas de coser, enseñaron a estas mujeres a confeccionar blusas típicas, las cuales hasta el día de hoy continúan comercializando al público en general. De igual forma han elaborado mermeladas, gomitas artesanales, bolsas ecológicas, jabones orgánicos, shampoos, cremas y mochilas.

No obstante, la competencia en este mercado ha provocado que estos productos no se vendan de manera frecuente entre los consumidores, pues eligen marcas comerciales que ofrecen artículos similares a un menor costo.

“Hay mujeres interesadas en aprender y elaborar sus prendas y alimentos, pero algo que nos frena a nosotros es la cuestión económica, porque si están aquí y no trabajan, no comen”, expresó Marisol.

Es por ello que, al ser grupos nómadas, solo seis han sido las mujeres que han permanecido en este inmueble, aprendiendo, confeccionando y comercializando, siempre a la par de sus actividades en el exterior, ya que los ingresos de las actividades en la fundación no logran ser suficientes para solventar sus gastos familiares.

La pandemia no detuvo sus labores

La llegada de la pandemia por coronavirus significó también una disminución en la población que atendía esta asociación, pues varios de ellos al carecer del acceso a servicios de salud, enfermaron y tuvieron que abandonar este espacio.

No obstante, los miembros de este centro decidieron no rendirse y buscaron alternativas para brindar, desde la distancia, talleres y acompañamiento para estas familias.

Francisco Armando Ponce León y Alma Lucero Sánchez Hernández, integrantes de esta asociación, diseñaron y crearon el libro “Corazón de maíz”, el cual es un cuadernillo en lengua tsolsil (hablada por la mayor parte de los beneficiados) y fungió durante la pandemia como herramienta de lectoescritura para los niños y sus padres.

Este material explica a través de sus páginas, diferentes fonemas que son utilizados en español y que no son utilizados en la lengua nativa de estas familias, lo que ayuda a que ejerciten y practiquen su proceso de lectura y escritura del idioma español.

Crearon una serie de videos animados para niños con temas relacionados al cuidado de la salud y la pandemia. Foto: Julio César Martínez | El Sol de Puebla

Asimismo, realizaron la elaboración de kits de higiene, que contenían un títere (diseñado por la asociación), calcomanías que ilustran el correcto lavado de manos y artículos de higiene personal, los cuales fueron distribuidos a diferentes vecindades de la capital poblana.

Finalmente, crearon una serie de videos animados para niños con temas relacionados al cuidado de la salud y la pandemia, los cuales fueron hechos en su lengua nativa y se transmitieron a través de YouTube durante la época de confinamiento.

Buscan eliminar los prejuicios hacia estos grupos vulnerables

Marisol Jiménez, aseguró que dentro de la sociedad poblana existen todavía grandes prejuicios en contra de estos grupos migrantes, pues califican a los padres de familia como irresponsables, flojos o criminales al trabajar en las calles junto con sus hijos.

“Afirman que los niños son víctimas de trata, que son explotados, criminalizan a los padres que trabajan junto con sus hijos en cruceros sin saber que tienen que migrar en la búsqueda de mejores oportunidades, pues en su lugar de origen no hay trabajo”, expresó.

Subrayó que, ante esta situación, la solución no es ignorarlos en las calles o cruceros, o juzgar equívocamente a los padres de familia, pues la mayor parte de ellos está buscando al igual que los demás, mejorar sus condiciones de vida.

Además, compartió que la mayor parte estos grupos sustenta su economía con base en la venta de dulces o golosinas, no obstante, es un negocio que no brinda grandes ganancias, lo que además se ha visto afectado ante los discursos que invitan a la sociedad a no comprar o dar limosna a los menores que trabajan en las calles, pues suponen que pertenecen a un grupo de explotación infantil.

“Están en la calle, viven de la voluntad de otras personas, no tienen acceso a servicios de salud o seguridad social, no tienen prestaciones ni familiares cercanos para acudir en alguna emergencia, tampoco tienen acceso a las viviendas dignas ni al mejoramiento de ellas”, enfatizó.

Desmintió que los migrantes estén relacionados con grupos criminales, de explotación o maltrato infantil, pues pese a que en varias familias han atravesado situaciones en las que han intentado quitarles la custodia de sus hijos, ellos han logrado que permanezcan a su lado.

“No intervienen por el bienestar de las familias, buscan alejar a los niños y encontrarles otro hogar sin darse cuenta que esa no es la solución (…) debemos tener empatía y fomentar espacios seguros con mejores oportunidades para estas personas”, expuso.

Aunado a la diferencia de la lengua, usos y costumbres de los migrantes que llegan a Puebla, Marisol invitó a la sociedad a ser más solidarios con este sector, pues lejos de fomentar algún tipo de explotación, disminuirán la discriminación, la indiferencia y el rezago de oportunidades económicas.

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