/ sábado 19 de junio de 2021

“A mí sí me pegaban”: interno de anexo relata cómo es estar en un centro de rehabilitación

Ante los constantes maltratos, un hombre decidió escapar del lugar

“A mí sí me pegaban, cuando tus familiares te llevaban la comida ni te la daban, se la comen ellos”, aseguró “Felipe”, de 31 años de edad, quien estuvo internado en un anexo de la ciudad de Puebla por alrededor de dos meses, sin embargo, ante los constantes maltratos decidió escapar del sitio.

“Felipe”, nombre ficticio por seguridad del entrevistado, narró a El Sol de Puebla que hace aproximadamente cuatro meses fue recluido por sus familiares en un centro de rehabilitación, debido a que padece adicción a la heroína; a pesar de que se oponía a ingresar al grupo, su familia intervino y lo obligó a internarse.

El hombre señaló que cuando llegaron al sitio, el personal del establecimiento no permitió la entrada de sus familiares, argumentando que se violaría la privacidad de los demás pacientes.

Sin embargo, su familia acordó que debería quedarse para solucionar su problema con las drogas.

En este sentido, indicó que la primera semana los llamados “padrinos” lo trataron con normalidad, le proporcionaron alimentos y dormía en un catre con una cobija, no obstante, unos días después empezó el martirio.

Según dijo, era obligado a levantarse todos los días a las cinco de la mañana para bañarse con agua fría y la comida pasó de ser tres veces al día, a una sola vez. “Decían que éramos muchos u que no alcanzaba para todos”.

Asimismo, refirió que además de un pago mensual de mil 300 pesos, sus familiares tenían que llevar una despensa semanal, aunque nunca se las entregaban de manera personal. “¿Y la comida que me trajo mi jefa?, cuestionaba a uno de los padrinos, -del que no quiso proporcionar su nombre-. Ante el cuestionamiento, los trabajadores lo encerraron en el baño con candado alrededor de tres horas.

“Felipe” mencionó que las agresiones ocurrían cuando alguien no quería acatar algunas de las órdenes de los “padrinos”. “Nos enredaban en las cobijas y así nos pegaban, como para que no nos doliera tanto, yo creo”.

El usuario estuvo internado cerca de dos meses, en todo ese tiempo no pudo tener contacto con ningún familiar, por lo que decidió escapar.

“Felipe” creyó que huir sería más difícil, pero no fue así. Refirió que salió por la tarde, luego de que un padrino fue a comprar unas cosas y dejara la puerta sin seguro. “Mucha gente se quería salir, pero les daba miedo; a mí me hubiera gustado terminar mi tratamiento, pero era muy gacho estar ahí, tampoco me gustaba ver como maltrataban a los demás”.

De acuerdo con “Felipe”, ser adicto es una situación terrible tanto para él como para su familia, sin embargo, el abuso que existe por parte de personal en algunos centros de rehabilitación debe detenerse, pues lo único que quieren es curarse de las adicciones definitivamente.

“A mí sí me pegaban, cuando tus familiares te llevaban la comida ni te la daban, se la comen ellos”, aseguró “Felipe”, de 31 años de edad, quien estuvo internado en un anexo de la ciudad de Puebla por alrededor de dos meses, sin embargo, ante los constantes maltratos decidió escapar del sitio.

“Felipe”, nombre ficticio por seguridad del entrevistado, narró a El Sol de Puebla que hace aproximadamente cuatro meses fue recluido por sus familiares en un centro de rehabilitación, debido a que padece adicción a la heroína; a pesar de que se oponía a ingresar al grupo, su familia intervino y lo obligó a internarse.

El hombre señaló que cuando llegaron al sitio, el personal del establecimiento no permitió la entrada de sus familiares, argumentando que se violaría la privacidad de los demás pacientes.

Sin embargo, su familia acordó que debería quedarse para solucionar su problema con las drogas.

En este sentido, indicó que la primera semana los llamados “padrinos” lo trataron con normalidad, le proporcionaron alimentos y dormía en un catre con una cobija, no obstante, unos días después empezó el martirio.

Según dijo, era obligado a levantarse todos los días a las cinco de la mañana para bañarse con agua fría y la comida pasó de ser tres veces al día, a una sola vez. “Decían que éramos muchos u que no alcanzaba para todos”.

Asimismo, refirió que además de un pago mensual de mil 300 pesos, sus familiares tenían que llevar una despensa semanal, aunque nunca se las entregaban de manera personal. “¿Y la comida que me trajo mi jefa?, cuestionaba a uno de los padrinos, -del que no quiso proporcionar su nombre-. Ante el cuestionamiento, los trabajadores lo encerraron en el baño con candado alrededor de tres horas.

“Felipe” mencionó que las agresiones ocurrían cuando alguien no quería acatar algunas de las órdenes de los “padrinos”. “Nos enredaban en las cobijas y así nos pegaban, como para que no nos doliera tanto, yo creo”.

El usuario estuvo internado cerca de dos meses, en todo ese tiempo no pudo tener contacto con ningún familiar, por lo que decidió escapar.

“Felipe” creyó que huir sería más difícil, pero no fue así. Refirió que salió por la tarde, luego de que un padrino fue a comprar unas cosas y dejara la puerta sin seguro. “Mucha gente se quería salir, pero les daba miedo; a mí me hubiera gustado terminar mi tratamiento, pero era muy gacho estar ahí, tampoco me gustaba ver como maltrataban a los demás”.

De acuerdo con “Felipe”, ser adicto es una situación terrible tanto para él como para su familia, sin embargo, el abuso que existe por parte de personal en algunos centros de rehabilitación debe detenerse, pues lo único que quieren es curarse de las adicciones definitivamente.

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