/ domingo 28 de abril de 2024

El mundo iluminado / Nos llega a hurtadillas

elmundoiluminado.com

Generalmente el nacimiento de un infante es motivo de júbilo para sus padres y familiares. Los nueve meses de gestación llegan a su fin y una nueva criatura es alumbrada al mundo. El pequeño ser es el resultado de un amor consumado en un tiempo ya pasado y sobre de éste pequeño ser humano son puestas las esperanzas de un futuro prometedor. Sin embargo, el pequeño no ha nacido sólo y trae dentro de sí a un compañero que estará con él hasta el último de sus días, este compañero es el mismo que sigue a toda persona y su nombre es “sufrimiento”.

El sufrimiento es una pena, un dolor, una carga de la que no podemos librarnos, aunque hay momentos en los que se torna más ligera. La palabra “sufrimiento” nos llega del latín, concretamente del verbo “ferre” que significa “llevar” o “cargar”, específicamente, el sufrimiento es una carga que se lleva oculta, dentro de cada uno de nosotros, y por ello es que el sufrimiento es un dolor personal e intransferible.

La naturaleza del sufrimiento es doble, por lo que es posible distinguir sufrimientos que son naturales al ser humano de otros que son adoptados. Con respecto a los del segundo tipo, a los sufrimientos adoptados, por el hecho de que éstos no nacieron con nosotros es posible dejar de cargarlos en el camino y tirarlos para reducir el dolor que el camino de la existencia produce, pero, con respecto a los sufrimientos de primera clase, aquellos que son propios de la naturaleza humana, nada hay que podamos hacer para abandonarlos, por lo que únicamente nos queda aceptarlos y fortalecernos para que sus efectos sobre nosotros sean lo menos graves posibles.

Aunque sea difícil de aceptar, el sufrimiento es parte de la experiencia de estar vivos, por lo que no habrá día en el que no se nos manifieste algún tipo de dolencia física, mental y/o espiritual. Son muchos los recursos que nuestra especie ha inventado para evadir el tema del sufrimiento, sin embargo, el hecho de que finjamos que el sufrimiento no está ahí, no significa que lo hará desaparecer verdaderamente, en lugar de ello, resultaría mejor aceptar que el sufrimiento es nuestra carga y que es obligación de cada quien entrenarse cada día para soportarlo con entereza. Sí, el sufrimiento lacera, pero es posible hacerle frente cuando se tiene la preparación adecuada, la cual no exige de nosotros nada más que voluntad para soportar.

La palabra “sufrir” (que significa “llevar debajo” o “llevar oculto”) se relaciona con otra palabra latina, la cual es “tolerar”, que nos llega del latín “tolerare” y que significa “soportar”. En este sentido, la tolerancia es la capacidad de soportar aquellos que llevamos como una carga obligatoria, entiéndase por ello: el sufrimiento. La tolerancia no tiene nada que ver con el respeto a las ideas, como generalmente se cree, sino con la capacidad para soportar los embates de la vida. La tolerancia, más que ser de orden intelectual, es moral, y es por ella que a pesar del sufrimiento que la vida misma implica uno halla los mecanismos para experimentar la felicidad, pues el hecho de que la vida sea esencialmente sufrimiento no suprime la posibilidad de deleitarnos y de alegrarnos en esta experiencia que no pedimos, sino que nos fue impuesta por nuestros padres.

Varias son las doctrinas religiosas y filosóficas que consideran que la vida es sufrimiento, podríamos citar, a manera de ejemplo: al judeocristianismo, que desde la expulsión de Adán y Eva del Paraíso y hasta la crucifixión de Cristo nos muestra un sinfín de experiencias ancladas en el sufrimiento; a propósito del Génesis, se dice incluso que los padres primigenios parirán con dolor y comerán con lo que ganen del sudor de sus frentes, reduciéndose todo lo anterior al acto de sufrir. En la filosofía occidental encontramos referencias al sufrimiento en la escuela estoica, la cual enseña a sus adeptos la mejor manera de prevenirse del dolor que nunca deja de amenazar; por lo anterior, es para los estoicos fundamental que uno posea un dominio absoluto sobre su mente y deseos. En cuanto a la filosofía oriental, es en el budismo en donde aparecen seguramente más referencias al sufrimiento, pues fue el mismo Siddartha Gautama, Buda, quien dijo a sus discípulos que la vida es sufrimiento y que éste tiene ocho rostros, los cuales se explican en la obra Pensamientos Budistas para la Vida, de los practicantes del budismo Yehan Numata y Toshihide Numata; leamos:

«Entre las ocho clases de sufrimiento del hombre, la primera que aparece es el nacimiento. Desde el momento en que nacemos, todos los seres vivientes, sin excepción, nos volvemos día a día más viejos y este es el segundo sufrimiento. Desde que nació el primer ser humano hasta el presente, una de las causas más grandes de sufrimiento ha sido, sin duda, la enfermedad, y este es el tercero. Todo mundo sabe bastante bien que algún día se enfrentará al cuarto sufrimiento: la muerte; no hay modo de evitarla, sin fallar jamás a la cita, nos llega a hurtadillas. Si alguno de ustedes preguntara qué es lo más triste para los seres humanos, encontraría que es la separación de aquellas personas a las que amamos, y este es el quinto sufrimiento. El sexto sufrimiento es el odio. En cuanto al séptimo sufrimiento, este es el deseo que siempre nos hace sentir insatisfechos. El último de los ocho sufrimientos es el que viene de la forma, la percepción, la concepción, la voluntad y la conciencia. Sufrimos porque cada uno de estos cinco elementos persigue sus objetivos. Si los humanos no tuvieran un cuerpo físico, no habría enfermedad, vejez o muerte. Además, si no existiera la función mental, desaparecería el sufrimiento causado por los distintos fenómenos de este mundo. Sin embargo, ya que ambos existen en la realidad, sufrimos.»

Sin duda, el nacimiento de un nuevo ser es un acto bello, sin embargo, todo nacimiento es una condena al sufrimiento, el cual sólo termina cuando la muerte nos llega a hurtadillas.

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Generalmente el nacimiento de un infante es motivo de júbilo para sus padres y familiares. Los nueve meses de gestación llegan a su fin y una nueva criatura es alumbrada al mundo. El pequeño ser es el resultado de un amor consumado en un tiempo ya pasado y sobre de éste pequeño ser humano son puestas las esperanzas de un futuro prometedor. Sin embargo, el pequeño no ha nacido sólo y trae dentro de sí a un compañero que estará con él hasta el último de sus días, este compañero es el mismo que sigue a toda persona y su nombre es “sufrimiento”.

El sufrimiento es una pena, un dolor, una carga de la que no podemos librarnos, aunque hay momentos en los que se torna más ligera. La palabra “sufrimiento” nos llega del latín, concretamente del verbo “ferre” que significa “llevar” o “cargar”, específicamente, el sufrimiento es una carga que se lleva oculta, dentro de cada uno de nosotros, y por ello es que el sufrimiento es un dolor personal e intransferible.

La naturaleza del sufrimiento es doble, por lo que es posible distinguir sufrimientos que son naturales al ser humano de otros que son adoptados. Con respecto a los del segundo tipo, a los sufrimientos adoptados, por el hecho de que éstos no nacieron con nosotros es posible dejar de cargarlos en el camino y tirarlos para reducir el dolor que el camino de la existencia produce, pero, con respecto a los sufrimientos de primera clase, aquellos que son propios de la naturaleza humana, nada hay que podamos hacer para abandonarlos, por lo que únicamente nos queda aceptarlos y fortalecernos para que sus efectos sobre nosotros sean lo menos graves posibles.

Aunque sea difícil de aceptar, el sufrimiento es parte de la experiencia de estar vivos, por lo que no habrá día en el que no se nos manifieste algún tipo de dolencia física, mental y/o espiritual. Son muchos los recursos que nuestra especie ha inventado para evadir el tema del sufrimiento, sin embargo, el hecho de que finjamos que el sufrimiento no está ahí, no significa que lo hará desaparecer verdaderamente, en lugar de ello, resultaría mejor aceptar que el sufrimiento es nuestra carga y que es obligación de cada quien entrenarse cada día para soportarlo con entereza. Sí, el sufrimiento lacera, pero es posible hacerle frente cuando se tiene la preparación adecuada, la cual no exige de nosotros nada más que voluntad para soportar.

La palabra “sufrir” (que significa “llevar debajo” o “llevar oculto”) se relaciona con otra palabra latina, la cual es “tolerar”, que nos llega del latín “tolerare” y que significa “soportar”. En este sentido, la tolerancia es la capacidad de soportar aquellos que llevamos como una carga obligatoria, entiéndase por ello: el sufrimiento. La tolerancia no tiene nada que ver con el respeto a las ideas, como generalmente se cree, sino con la capacidad para soportar los embates de la vida. La tolerancia, más que ser de orden intelectual, es moral, y es por ella que a pesar del sufrimiento que la vida misma implica uno halla los mecanismos para experimentar la felicidad, pues el hecho de que la vida sea esencialmente sufrimiento no suprime la posibilidad de deleitarnos y de alegrarnos en esta experiencia que no pedimos, sino que nos fue impuesta por nuestros padres.

Varias son las doctrinas religiosas y filosóficas que consideran que la vida es sufrimiento, podríamos citar, a manera de ejemplo: al judeocristianismo, que desde la expulsión de Adán y Eva del Paraíso y hasta la crucifixión de Cristo nos muestra un sinfín de experiencias ancladas en el sufrimiento; a propósito del Génesis, se dice incluso que los padres primigenios parirán con dolor y comerán con lo que ganen del sudor de sus frentes, reduciéndose todo lo anterior al acto de sufrir. En la filosofía occidental encontramos referencias al sufrimiento en la escuela estoica, la cual enseña a sus adeptos la mejor manera de prevenirse del dolor que nunca deja de amenazar; por lo anterior, es para los estoicos fundamental que uno posea un dominio absoluto sobre su mente y deseos. En cuanto a la filosofía oriental, es en el budismo en donde aparecen seguramente más referencias al sufrimiento, pues fue el mismo Siddartha Gautama, Buda, quien dijo a sus discípulos que la vida es sufrimiento y que éste tiene ocho rostros, los cuales se explican en la obra Pensamientos Budistas para la Vida, de los practicantes del budismo Yehan Numata y Toshihide Numata; leamos:

«Entre las ocho clases de sufrimiento del hombre, la primera que aparece es el nacimiento. Desde el momento en que nacemos, todos los seres vivientes, sin excepción, nos volvemos día a día más viejos y este es el segundo sufrimiento. Desde que nació el primer ser humano hasta el presente, una de las causas más grandes de sufrimiento ha sido, sin duda, la enfermedad, y este es el tercero. Todo mundo sabe bastante bien que algún día se enfrentará al cuarto sufrimiento: la muerte; no hay modo de evitarla, sin fallar jamás a la cita, nos llega a hurtadillas. Si alguno de ustedes preguntara qué es lo más triste para los seres humanos, encontraría que es la separación de aquellas personas a las que amamos, y este es el quinto sufrimiento. El sexto sufrimiento es el odio. En cuanto al séptimo sufrimiento, este es el deseo que siempre nos hace sentir insatisfechos. El último de los ocho sufrimientos es el que viene de la forma, la percepción, la concepción, la voluntad y la conciencia. Sufrimos porque cada uno de estos cinco elementos persigue sus objetivos. Si los humanos no tuvieran un cuerpo físico, no habría enfermedad, vejez o muerte. Además, si no existiera la función mental, desaparecería el sufrimiento causado por los distintos fenómenos de este mundo. Sin embargo, ya que ambos existen en la realidad, sufrimos.»

Sin duda, el nacimiento de un nuevo ser es un acto bello, sin embargo, todo nacimiento es una condena al sufrimiento, el cual sólo termina cuando la muerte nos llega a hurtadillas.