Dice un dicho que las palabras se las lleva el viento, pero las palabras pueden formar patrañas y una patraña es una invención urdida con propósito de engañar.
Estas líneas las ligaré con la opinión que dejé hace dos semanas sobre la salud mental y su importancia de considerarse ya como parte de los programas básicos de servicios a los cuales cualquier ciudadano podría acceder. Y el sentido en el cual lo concateno es al pensar lo importante que es poder compartir lo bueno de una persona y hacer críticas respetuosas y constructivas, no comentarios que en la mayoría de los casos son infundados y que se generan chismes que acaban por provocar desgracias mayores. Y hablo de casos tan aparentemente sin importancia como el llamado bullying en las escuelas que en su mayoría son fundados en comentarios que no tienen origen certero y son claramente peyorativos. Pero también me refiero a los chismes que muchas veces se generan en las familias, en los trabajos o en los vecindarios. “Dicen que la vecina abajo, trabaja en un lugar de mala reputación” dicen, me dijeron, alguien dijo y resulta que la vecina por ejemplo es enfermera y le toca el turno de la noche. Así de absurdo pero así sucede, porque la gente no mide y quizá un día su pequeño hijo escucha de un vecino y lo tratan inclusive de una manera despectivo sin razón alguna.
Y el tema de los chismes, para ser más claros, no es exclusivo de niveles socioculturales o económicos determinados, es un cáncer que consume por igual a muy letrados y no tanto. Expondré un caso hipotético para dimensionar los alcances reales que puede tener un simple dicho. Imaginemos un médico que se atreva a hacer alguna aseveración fundada en algo que escucho digamos, de un camillero, de un vigilante de la clínica o de algún propio familiar del paciente. Y este médico llegue y genere un diagnóstico claramente a la ligera como por ejemplo, “su familiar presenta un cuadro delicado y tiene un trastorno a tal grado que se quiso quitarse la vida”; obviamente esto no sucede porque un médico es una figura de respeto basado en su preparación y ética. Pero hasta ese grado puede llegar el nivel de pereza mental para crear conflictos innecesarios entre humanos. Este burdo ejemplo nos muestra de verdad cuán grave puede ser generar juicios sin la información adecuada y más aún sin que corresponda hacerlo, porque en este supuesto resulta que el médico ni siquiera era el médico que atendió al paciente. Quisiera reír de este supuesto porque parece absurdo, pero por desgracia es posible generar situaciones así de complejas con dichos.
Por eso es importante darle valor a las palabras y aunque un abogado recomiende poner todo por escrito, lo cual ciertamente es verdad, no dejemos de dar importancia a nuestros dichos y comentarios por más insignificantes que nos parezcan.
Estas circunstancias determinadas de levantar falsos o digamos asegurar lo que escuchamos sin que nos conste y mucho más si se trata de comentarios que desacreditan, nos lo muestra en alguno de sus párrafos, el extraordinario Augusto Monterroso en aquel pequeño pero grandioso texto titulado “La Oveja Negra y demás fábulas”. Y no solo este autor nos muestra el valor de las palabras ni en nuestra lengua, sino que múltiples escritores y filósofos, a lo largo de la humanidad, han hecho tratados sobre el verdadero valor de hablar de alguien más.
Seamos nosotros mismos nuestro jueces más severos y comprendamos que somos humanos y la imperfección proviene del libre albedrío del cual gozamos y es parte esencial del desarrollo mismo de la especie. Si con el tiempo somos más conscientes de la potencia que tiene comunicarse y damos importancia a lo positivo o vemos las áreas de oportunidad como posibilidades, entonces seremos una sociedad más consciente y sin duda al paso de las generaciones un país que daremos más valor a nuestros acuerdos basados en el diálogo evitando mayor número de conflictos. Utilicemos la extraordinaria dicha de la palabra para construir puentes que sumen al bienestar.
@serdan.mx