/ viernes 23 de febrero de 2024

La historia mexicana es mencionada con muchos errores

Los términos de conservador y liberal se han vuelto a utilizar actualmente en el discurso político, sin embargo, el concepto actual es muy diferente al de la Guerra de Reforma, de igual manera, tenemos una idealización del pasado prehispánico y la exaltación de personajes de muy cuestionable reputación.

Enseñar y/o divulgar historia es una tarea sumamente compleja, hoy en día son muy pocos mexicanos los que conocen los hechos fundamentales que forjaron nuestra nación y menos aún tienen una noción que se acerque a la verdad.

Es por eso que hoy escribo acerca de los yerros al momento de enseñar o divulgar historia. Tomo algunos argumentos de Joaquín Prats Cuevas, un historiador valenciano con mucho prestigio.

El que enseña historia debe saber mucho de ella para enseñar, al menos, un poco, lo cual contrasta con los muchos docentes que imparten esta materia solamente por tener un título en ciencias sociales, recordando que es difícil enseñar lo que uno sabe, pero es imposible enseñar lo que uno desconoce.

El académico también sostiene que no sólo hace falta saber los contenidos, sino cómo se construyeron éstos, por ejemplo, algunas de las crónicas de la Conquista fueron hechas por personajes que nunca salieron de España, lo cual no es motivo de descalificación de la obra, pero sí es para tomarse en cuenta.

Es evidente que hay que tener conocimientos de pedagogía en un aula o tener una medianamente buena redacción al publicar textos, ya que la forma cómo se expresa el conocimiento es tan importante como el conocimiento mismo.

Es muy deseable saber el modo de trabajo de un historiador y no sólo repetir relatos acabados, quizá de una manera muy retórica, pero que no contribuyen a la reflexión.

Vale la pena hacer talleres de historia, contando con los elementos con los que normalmente trabaja el historiador: documentos y objetos antiguos, testimonios directos o realización de trabajo de campo, no sólo memorizar un texto de historia oficial y replicarlo como un simple altavoz.

Algo muy importante y que se ve en muchas historias oficiales es darle un tamiz ideológico a la historia, para que ésta le dé una legitimación a un régimen. El autor también dice que la historia no es tribunal moral para hacer juicios del pasado, mucho menos hay que asumir posturas maniqueas, asumiendo que hay buenos y malos, esto es muy sabido y lo vemos en muchos textos donde los ganadores fueron los que supuestamente persiguieron el bien.

Algo que hemos visto en Latinoamérica, especialmente en México, es que la historia sirve para contribuir a un identitarismo, es decir, consolidar una identidad, lo cual vemos al momento de querer idealizar a las culturas precolombinas, a los liberales y a los revolucionarios, cuando hubo diversas facciones entre ellos, lo cual desembocó en abusos y crímenes, como la dominación mexica a los tlaxcaltecas o el asesinato de Zapata por órdenes de Carranza. Curiosamente ese gran orgullo por lo mexicano, que algunos utilizan bajo el concepto del egoísmo colectivo (Erich Fromm), resulta sólo efectivo para los fines electorales o populistas, pero no aporta a reducir la enorme e irreconciliable división que hay entre los mexicanos.

Hay que intentar tener un contexto de la época y no analizar los hechos con la postura actual, ya que se caería en uno de los grandes “pecados” del historiador: el anacronismo.

Volviendo a los liberales y conservadores decimonónicos, considero que José María Luis Mora y Lucas Alamán, principales ideólogos de sendos bandos, querían un mejor país, por distintos caminos, es cierto, pero eso no les debe quitar el reconocimiento, aunque desgraciadamente estos nombres, al igual que el de muchos protagonistas de la historia y sus acciones, están fuera del conocimiento y el interés de una sociedad poco reflexiva y con una noción casi nula de la historia.

@vicente_aven

Los términos de conservador y liberal se han vuelto a utilizar actualmente en el discurso político, sin embargo, el concepto actual es muy diferente al de la Guerra de Reforma, de igual manera, tenemos una idealización del pasado prehispánico y la exaltación de personajes de muy cuestionable reputación.

Enseñar y/o divulgar historia es una tarea sumamente compleja, hoy en día son muy pocos mexicanos los que conocen los hechos fundamentales que forjaron nuestra nación y menos aún tienen una noción que se acerque a la verdad.

Es por eso que hoy escribo acerca de los yerros al momento de enseñar o divulgar historia. Tomo algunos argumentos de Joaquín Prats Cuevas, un historiador valenciano con mucho prestigio.

El que enseña historia debe saber mucho de ella para enseñar, al menos, un poco, lo cual contrasta con los muchos docentes que imparten esta materia solamente por tener un título en ciencias sociales, recordando que es difícil enseñar lo que uno sabe, pero es imposible enseñar lo que uno desconoce.

El académico también sostiene que no sólo hace falta saber los contenidos, sino cómo se construyeron éstos, por ejemplo, algunas de las crónicas de la Conquista fueron hechas por personajes que nunca salieron de España, lo cual no es motivo de descalificación de la obra, pero sí es para tomarse en cuenta.

Es evidente que hay que tener conocimientos de pedagogía en un aula o tener una medianamente buena redacción al publicar textos, ya que la forma cómo se expresa el conocimiento es tan importante como el conocimiento mismo.

Es muy deseable saber el modo de trabajo de un historiador y no sólo repetir relatos acabados, quizá de una manera muy retórica, pero que no contribuyen a la reflexión.

Vale la pena hacer talleres de historia, contando con los elementos con los que normalmente trabaja el historiador: documentos y objetos antiguos, testimonios directos o realización de trabajo de campo, no sólo memorizar un texto de historia oficial y replicarlo como un simple altavoz.

Algo muy importante y que se ve en muchas historias oficiales es darle un tamiz ideológico a la historia, para que ésta le dé una legitimación a un régimen. El autor también dice que la historia no es tribunal moral para hacer juicios del pasado, mucho menos hay que asumir posturas maniqueas, asumiendo que hay buenos y malos, esto es muy sabido y lo vemos en muchos textos donde los ganadores fueron los que supuestamente persiguieron el bien.

Algo que hemos visto en Latinoamérica, especialmente en México, es que la historia sirve para contribuir a un identitarismo, es decir, consolidar una identidad, lo cual vemos al momento de querer idealizar a las culturas precolombinas, a los liberales y a los revolucionarios, cuando hubo diversas facciones entre ellos, lo cual desembocó en abusos y crímenes, como la dominación mexica a los tlaxcaltecas o el asesinato de Zapata por órdenes de Carranza. Curiosamente ese gran orgullo por lo mexicano, que algunos utilizan bajo el concepto del egoísmo colectivo (Erich Fromm), resulta sólo efectivo para los fines electorales o populistas, pero no aporta a reducir la enorme e irreconciliable división que hay entre los mexicanos.

Hay que intentar tener un contexto de la época y no analizar los hechos con la postura actual, ya que se caería en uno de los grandes “pecados” del historiador: el anacronismo.

Volviendo a los liberales y conservadores decimonónicos, considero que José María Luis Mora y Lucas Alamán, principales ideólogos de sendos bandos, querían un mejor país, por distintos caminos, es cierto, pero eso no les debe quitar el reconocimiento, aunque desgraciadamente estos nombres, al igual que el de muchos protagonistas de la historia y sus acciones, están fuera del conocimiento y el interés de una sociedad poco reflexiva y con una noción casi nula de la historia.

@vicente_aven