/ lunes 7 de mayo de 2018

Mamás con espirítu social

Nineta Rodríguez, Mónica Álvarez y Ana Luisa Oropeza, tienen algo en común: han sumado un hijo más a sus vidas, una asociación civil

Un hijo no siempre es de carne y hueso. Mujeres como Nineta Rodríguez, Mónica Álvarez y Ana Luisa Oropeza, tienen algo más por qué velar; presiden fundaciones dedicadas al apoyo de personas con diferentes necesidades y con el tiempo se han convertido en madres espirituales de estas instituciones.

Un niño siempre es un milagro. Y así es como ellas ven a sus organizaciones las cuales, con el paso del tiempo han crecido, como sus hijos, y han requerido de atenciones y cariño como un miembro más de la familia.

Cada una de las asociaciones nació de una necesidad diferente y han tenido que aprender a compartir, su amor y tiempo tanto con sus hijos como con las fundaciones que también son demandantes.

NINETA: SIEMPRE CON ACTITUD DE SERVICIO

La vida de Nineta Rodríguez, presidente de Casa del Sol, ha involucrado en todo momento actitud de servicio y así ha educado a sus tres hijos, quienes comparten con ella la pasión por ayudar a los demás y más aun a los niños que resguardan en esta institución a quienes en algún momento han llegado a ver como sus hermanos.

Desde hace cuatro años se convirtió en madre espiritual de esta institución donde hay más de 80 niños a quienes les brinda atención y cariño por lo que siempre es correspondida con un abrazo, un beso o alguna palabra llena de amor.

Lo principal en su vida, desde hace cuatro años, ha sido la organización, pues se ha visto en la necesidad de brindar tiempo por igual a los pequeños que hay en Casa del Sol y a sus tres hijos de 21, 20 y 15 años de edad, quienes viven todavía en casa y a quienes acompaña en sus actividades cotidianas.

“Para mí la maternidad ha sido de los momentos más hermosos de mi vida, me encanta ser mamá, me parece que es apasionante, es una gran vocación y la verdad es que agradezco tener hijos y demás”, expresó.

En algún momento fue difícil para la familia integrar a Casa del Sol como un miembro más, toda vez que poco a poco comenzó a requerir de tiempo, atención y cariños que antes solo eran para sus hijos, entonces, todos aprendieron a compartir y poco a poco, por iniciativa propia, se fueron involucrando en este proyecto que a todos apasiona.

“Para mí, Casa del Sol fue un parteaguas en mi vida; yo soy una persona convencida de que todos los seres humanos somos sociables por naturaleza pero además, tenemos esta vocación de servicio y cada quien tiene que ir descubriendo esta vocación, este darse a los demás y en el momento que tú te das a los demás trasciendes”, expuso.

MÓNICA: UN NIÑO SIEMPRE ES UN MILAGRO

Una sonrisa sincera se asoma entre los labios de Mónica cada vez que menciona a sus dos hijos de 13 y 19 años de edad y los ojos se le iluminan cuando habla del tercero, que se trata de la Fundación Mater Filius, entre los tres le han enseñado a ser mejor persona y madre.

La fundación nació en Puebla hace año y medio, tiempo en el que ha ayudado a otras madres, en situaciones difíciles, a salir adelante con sus hijos y tener un mejor futuro. Pues la fundación se convierte en su casa desde que están embarazadas, pasando por el parto y, también, tiempo después.

Sus dos hijos también la apoyan al interior de la fundación, aunque al principio fue complicado para todos adaptarse al quinto miembro de la familia.

Mater Filus se convirtió en una hija adoptiva para Mónica, pues requiere de atención, cuidados y sobre todo de amor, debido a que en la sede en la que se ubica siempre hay por lo menos una madre y un bebé que requiere de cariño.

Moi es un bebé de 11 meses de edad, cuyos rizos, se aprecia, han conquistado el corazón de Mónica y éste cada vez es más grande para poder amar a quienes la necesitan por igual: sus hijos y su fundación.

Claro está que a lo largo de este tiempo aprendió a compartir el tiempo entre sus dos amores ya que por las mañanas, cuando los niños están en la escuela se dedica a atender las necesidades de las mamás y pequeños que están en la casa y por la tarde se dedica por completo a su familia.

Admitió que como en cualquier familia sus hijos le llegaron a reprochar que le prestaba más atención a la fundación, aunque utilizó una herramienta muy poderosa para involucrarlos con Mater Filius, que fue la comunicación.

Ahora, después de un tiempo los adolescentes entienden que ellos son tan importantes como la labor que su madre desarrolla con las personas que la necesitan e incluso se han llegado a involucrar en sus intereses.

ANA LUISA: SU TERCER HIJO TAMBIÉN LE HA DADO UN SINFÍN DE SATISFACCIONES

Ana Luisa Oropeza aprendió, desde hace ocho años, a repartir su tiempo y amor entre sus tres hijos que son Alan, Juan Carlos y la Fundación ¿Sabías qué…?, la cual tiene como misión apoyar la educación de niños de escasos recursos.

A los tres les ha entregado todo lo que es y los resultados la han dejado satisfecha pues verlos crecer por igual y ser responsable de ellos para que tengan un desarrollo es el mejor de los resultados.

Ana Luisa se autodefine como la madre putativa de la fundación, toda vez que sabe que tiene la responsabilidad con los pequeños que están adheridos a ella de educarlos y recibir también su amor, pues, en estos casos un beso lleno de dulce por una paleta, como agradecimiento, es lo que más cuenta en su vida.

La asociación nació como una necesidad para brindar a los niños de escasos recursos oportunidades de desarrollo, pues es del dominio público, la cantidad de menores que no pueden seguir estudiando debido a que los padres no cuentan con el apoyo económico.

“Para mis hijos ha sido una experiencia maravillosa poder ir de la mano de su madre y visitar las comunidades en las que están los niños y poder dar ellos de sí, ellos pueden jugar y participar con los niños”, expresó.

Un hijo no siempre es de carne y hueso. Mujeres como Nineta Rodríguez, Mónica Álvarez y Ana Luisa Oropeza, tienen algo más por qué velar; presiden fundaciones dedicadas al apoyo de personas con diferentes necesidades y con el tiempo se han convertido en madres espirituales de estas instituciones.

Un niño siempre es un milagro. Y así es como ellas ven a sus organizaciones las cuales, con el paso del tiempo han crecido, como sus hijos, y han requerido de atenciones y cariño como un miembro más de la familia.

Cada una de las asociaciones nació de una necesidad diferente y han tenido que aprender a compartir, su amor y tiempo tanto con sus hijos como con las fundaciones que también son demandantes.

NINETA: SIEMPRE CON ACTITUD DE SERVICIO

La vida de Nineta Rodríguez, presidente de Casa del Sol, ha involucrado en todo momento actitud de servicio y así ha educado a sus tres hijos, quienes comparten con ella la pasión por ayudar a los demás y más aun a los niños que resguardan en esta institución a quienes en algún momento han llegado a ver como sus hermanos.

Desde hace cuatro años se convirtió en madre espiritual de esta institución donde hay más de 80 niños a quienes les brinda atención y cariño por lo que siempre es correspondida con un abrazo, un beso o alguna palabra llena de amor.

Lo principal en su vida, desde hace cuatro años, ha sido la organización, pues se ha visto en la necesidad de brindar tiempo por igual a los pequeños que hay en Casa del Sol y a sus tres hijos de 21, 20 y 15 años de edad, quienes viven todavía en casa y a quienes acompaña en sus actividades cotidianas.

“Para mí la maternidad ha sido de los momentos más hermosos de mi vida, me encanta ser mamá, me parece que es apasionante, es una gran vocación y la verdad es que agradezco tener hijos y demás”, expresó.

En algún momento fue difícil para la familia integrar a Casa del Sol como un miembro más, toda vez que poco a poco comenzó a requerir de tiempo, atención y cariños que antes solo eran para sus hijos, entonces, todos aprendieron a compartir y poco a poco, por iniciativa propia, se fueron involucrando en este proyecto que a todos apasiona.

“Para mí, Casa del Sol fue un parteaguas en mi vida; yo soy una persona convencida de que todos los seres humanos somos sociables por naturaleza pero además, tenemos esta vocación de servicio y cada quien tiene que ir descubriendo esta vocación, este darse a los demás y en el momento que tú te das a los demás trasciendes”, expuso.

MÓNICA: UN NIÑO SIEMPRE ES UN MILAGRO

Una sonrisa sincera se asoma entre los labios de Mónica cada vez que menciona a sus dos hijos de 13 y 19 años de edad y los ojos se le iluminan cuando habla del tercero, que se trata de la Fundación Mater Filius, entre los tres le han enseñado a ser mejor persona y madre.

La fundación nació en Puebla hace año y medio, tiempo en el que ha ayudado a otras madres, en situaciones difíciles, a salir adelante con sus hijos y tener un mejor futuro. Pues la fundación se convierte en su casa desde que están embarazadas, pasando por el parto y, también, tiempo después.

Sus dos hijos también la apoyan al interior de la fundación, aunque al principio fue complicado para todos adaptarse al quinto miembro de la familia.

Mater Filus se convirtió en una hija adoptiva para Mónica, pues requiere de atención, cuidados y sobre todo de amor, debido a que en la sede en la que se ubica siempre hay por lo menos una madre y un bebé que requiere de cariño.

Moi es un bebé de 11 meses de edad, cuyos rizos, se aprecia, han conquistado el corazón de Mónica y éste cada vez es más grande para poder amar a quienes la necesitan por igual: sus hijos y su fundación.

Claro está que a lo largo de este tiempo aprendió a compartir el tiempo entre sus dos amores ya que por las mañanas, cuando los niños están en la escuela se dedica a atender las necesidades de las mamás y pequeños que están en la casa y por la tarde se dedica por completo a su familia.

Admitió que como en cualquier familia sus hijos le llegaron a reprochar que le prestaba más atención a la fundación, aunque utilizó una herramienta muy poderosa para involucrarlos con Mater Filius, que fue la comunicación.

Ahora, después de un tiempo los adolescentes entienden que ellos son tan importantes como la labor que su madre desarrolla con las personas que la necesitan e incluso se han llegado a involucrar en sus intereses.

ANA LUISA: SU TERCER HIJO TAMBIÉN LE HA DADO UN SINFÍN DE SATISFACCIONES

Ana Luisa Oropeza aprendió, desde hace ocho años, a repartir su tiempo y amor entre sus tres hijos que son Alan, Juan Carlos y la Fundación ¿Sabías qué…?, la cual tiene como misión apoyar la educación de niños de escasos recursos.

A los tres les ha entregado todo lo que es y los resultados la han dejado satisfecha pues verlos crecer por igual y ser responsable de ellos para que tengan un desarrollo es el mejor de los resultados.

Ana Luisa se autodefine como la madre putativa de la fundación, toda vez que sabe que tiene la responsabilidad con los pequeños que están adheridos a ella de educarlos y recibir también su amor, pues, en estos casos un beso lleno de dulce por una paleta, como agradecimiento, es lo que más cuenta en su vida.

La asociación nació como una necesidad para brindar a los niños de escasos recursos oportunidades de desarrollo, pues es del dominio público, la cantidad de menores que no pueden seguir estudiando debido a que los padres no cuentan con el apoyo económico.

“Para mis hijos ha sido una experiencia maravillosa poder ir de la mano de su madre y visitar las comunidades en las que están los niños y poder dar ellos de sí, ellos pueden jugar y participar con los niños”, expresó.

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