/ sábado 1 de septiembre de 2018

Road trip por la península de Baja California (Parte 1) | DESCUBRIENDO…

De una manera inesperada es como mejor salen estas cosas

Hola, compañeros lectores, ¿cómo están? Espero que en este verano se hayan animado a salir a algún lugar y hayan descubierto algo interesante para ustedes.

Yo les quiero platicar el viaje por carretera que hicimos Carlita y yo por la península de Baja California en camioneta. Ya saben: un gran destino y en modo road trip, tan de moda hoy.

Todo salió de una manera inesperada y desde mi punto de vista es como mejor salen estas cosas. Un primo mío tenía que mandar una camioneta a su hija, que vive en Ensenada, B.C.N. y no conocía a nadie que la llevara hasta allá. En cuanto me preguntó si yo sabía quién lo podría hacer, no dudé un segundo en ofrecerme y le dije que yo la llevaba. Así nos pusimos de acuerdo en fechas, algunos gastos y demás e iniciamos el tan inesperado viaje.

Foto: Paco Noriega

Ya se me habían cancelado algunas salidas en moto con mis amigos a este lugar por diferentes factores, así que esta vez estaba muy entusiasmado porque por fin iba a conocer esa inhóspita región de nuestro país.

Hicimos nuestros preparativos, cámaras, tienda de campaña, equipo de buceo y todo lo necesario para hacer el viaje y hasta con mi perro Abancay cargamos. La aventura nos esperaba…

La primera escala fue en Guadalajara para comer unos ricos camarones y pulpos zarandeados en el restaurante “El Zarandeado”; cuando vayan a Guadalajara no dejen de visitarlo, es espectacular el sabor de los mariscos que ahí preparan, el lugar no es bonito pero la comida es deliciosa, lo recomiendo mucho.

Foto: Paco Noriega

Una vez que terminamos el festín continuamos con el viaje hasta Tepic y ya estando ahí decidimos viajar un poco más hasta llegar a Mazatlán, que es el puerto en donde nos embarcaríamos con rumbo a La Paz, B.C.S., en donde realmente iniciaríamos el viaje.

Nos dirigimos hacia el malecón para ubicarnos y buscar un hotel pet friendly por Abancay, no batallamos mucho y por fin lo encontramos. Dejamos nuestras cosas y salimos a caminar por el malecón y poder conocer un poco Mazatlán. El malecón es muy largo y muy bonito, lo que no me gustó mucho fue que toda la gente oye música a todo volumen por donde vayas; los taxis colectivos, que son similares a carritos de golf y parece que hacen competencia de quién tiene más bocinas y cuál se oye más fuerte; las tienditas o comercios igual lo hacen; los restaurancitos también hacen lo mismo; de ahí en fuera el lugar es muy bonito y la gente es sumamente amable.

Esa caminadita por el malecón nos cayó muy bien porque dormimos delicioso. Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a ver lo del barco que nos iba a llevar a La Paz… Para no hacer el cuento largo: el barco estaba en mantenimiento y teníamos que ir hacia el puerto de Topolobampo, a 4 horas más en una carretera bastante fea, y embarcarnos hacia La Paz. Ni modo, eso tuvimos que hacer.

Foto: Paco Noriega

Llegamos a buena hora a Topolobampo, por lo que los trámites de la camioneta, mascota y pasajeros no fueron complicados y pudimos comer rico y en paz. Había que estar en el barco a más tardar 10:00 pm para iniciar el abordaje; para no variar el barco llegó 3 horas tarde y se hizo un pequeño caos: demasiado calor, muchos coches en el área de carga y descarga y muchísima gente formada para abordar el barco. Después de mucho tiempo de espera por fin inició el abordaje de todos…

Por no haber comprado las cosas con anterioridad ya no había lugar ni en camarotes para dormir en la noche, ni en áreas especiales con sillones tipo autobús para la travesía que dura aproximadamente 7 horas; lo único que había era un bar bastante grande y bastante feo, el calor en el barco era sofocante, muchísima gente de pie, muchos con almohadas y edredones, lo que me hacía pensar en qué iba a acabar eso.

Intentamos dormir en el bar, pero un grupo musical bastante malo y a todo volumen nos lo impidió, así que fui a buscar por el barco opciones donde poder dormir. Finalmente encontré, en la proa y a la intemperie; algo mejor que eso no iba a encontrar. Fui por Carlita y ahí nos quedamos.

Foto: Paco Noriega

Para eso de las 6 de la mañana ya hacía frío, así que nos metimos y terminamos de descansar. La verdad yo estaba muy de malas por tan espantoso viaje: niños encuerados dormidos por todo el barco, señores y señoras tirados en colchas durmiendo, los baños sucios, no había servicio de café o agua… la verdad podría estar mucho mejor, pero es el único barco que puede hacer eso, por lo que supongo que se aprovechan de la necesidad de la gente que usa este servicio y no invierten en mejorar las instalaciones.

Después de muuuuucho tiempo de espera para bajar la camioneta y esperar la exhaustiva revisión que federales y militares hacen a cada uno de los vehículos, por fin pudimos empezar a rodar en la península de la Baja con dirección a La Paz. No se me va a olvidar ese pequeño tramo de la carretera, completamente desértica, y por mi cabeza rondando pensamientos negativos (que se los atribuyo a la noche anterior). Con todo, al dar vuelta en una curva hacia la derecha y observar el increíble color turquesa del mar que nos daba la bienvenida inmediatamente todo en mi cabeza cambió y era un buen augurio de lo que nos quedaba por descubrir.

EN LA PAZ

Nos dimos a la tarea de buscar un hotel bien ubicado y lo encontramos rápidamente: un hotelito muy pequeño que estaba lleno de cosas antiguas y muy cerca de la playa. Dejamos nuestras cosas y nos fuimos a desayunar y a ver qué había por hacer en ese aparentemente hermoso lugar.

Foto: Paco Noriega

Estuvimos caminando por el malecón, que es muy grande y bastante ancho; tiene diferentes esculturas de bronce a lo largo de él: unas mujeres con vestidos de caracol, un barquito de papel, Jacques Cousteau, etcétera.

Enfrente del malecón existen muchos restaurancitos y bares con mesas en la banqueta, hay varias personas ofreciendo diferentes tipos de tours para andar en lancha y recorrer diferentes lugares de la Isla Espíritu Santo, que está muy cerca de ahí.

Finalmente nos decidimos por uno y agendamos cita para el día siguiente para salir en la mañana. Ahí mismo nos recomendaron ir ese mismo día a dos diferentes playas que estaban muy cerca de ahí: Balandra y Tecolote y así lo hicimos. Están a unos 30 minutos de La Paz; el calor era verdaderamente infernal, por lo que inmediatamente nos metimos al agua a refrescarnos y ahí estuvimos gran parte del día. Sobra decir que el color de la arena, el mar y el paisaje son de unos contrastes fantásticos, jamás los había visto. Nadamos mucho tiempo, comimos muy rico y descansamos genial. Ahí estuvimos hasta el atardecer y en verdad la pasamos muy bien, ya estábamos cansados y regresamos al hotel para dormir temprano ya que el día siguiente sería muy largo.

Foto: Paco Noriega

Llegamos puntuales al embarcadero, en donde estaba la lancha lista, esperándonos para ir hacia la Isla Espíritu Santo. Nos dieron algunas indicaciones de seguridad y empezó el recorrido. La primera parada fue en un pequeño islote para nadar con leones marinos. La verdad son muy bonitos animales pero sí imponen por su tamaño; no me acerqué mucho.

Después de una hora de estar con los leones marinos continuamos con el viaje hacia la isla; la travesía es de aproximadamente hora y media. Conforme nos íbamos acercando podíamos ver el gran tamaño que tiene la isla y me llamó la atención sobremanera el paisaje: no hay un solo árbol, solamente arbustos y cactus, la tierra y piedras son de color rosa y tiene una gran variedad y cantidad de aves.

La estuvimos recorriendo por la orilla y viendo las diferentes playas que tiene, en una de ellas pudimos ver los restos de lo que fue una pequeña “fábrica” de perlas, pues hace muchos años toda esta zona era muy explotada para dichos fines. Otra playa tiene varias piedras, que hacen la formación de una máscara; otra tiene unos grandes riscos y todas tienen el agua cristalina y se puede ver el fondo del mar.

Foto: Paco Noriega

Finalmente, llegamos a una de las playas y ahí desembarcamos. El capitán puso un pequeño toldito con mesas y sillas y empezó a preparar un ceviche. Mientras, Carlita y yo nos fuimos a esnorquelear por diferentes puntos de esa playa. Los corales eran espectaculares: miles de colores, grandes tamaños, muchas formaciones y miles y miles de pececitos de varios colores.

Me entretuve muchísimo tiempo viendo a todos los pececitos: cómo comían y siguiéndolos con mi cámara Gopro. Estuvimos ahí por horas, fue muy relajante y estimulante. Obviamente después de varias horas hacía hambre y salimos por fin a comer algo de botanita que nos habían preparado, estuvo delicioso, y acompañado de unas cervecitas heladas, qué mejor.

La verdad estaba encantado por nadar por primera vez en el emblemático mar de Cortés. Siempre había leído o visto documentales sobre este mar, ya sabía la gran variedad de fauna marina que tiene, finalmente estaba yo ahí y lo estaba acariciando.

Foto: Paco Noriega

Emprendimos el regreso y como se nos hacía tarde el capitán nos dijo que nos sujetáramos fuerte porque iba a ir rápido para que no nos agarrara el atardecer a medio mar. Después de un largo rato de ir rebotando en la lancha bruscamente el capitán la detuvo y nos señaló hacia un punto… ¡Delfines! Nos acercamos cuidadosamente y en verdad fue sorprendente: eran muchísimos nadando a nuestro alrededor, según el capitán eran más de 300. El agua parecía que hervía, nos estuvieron acompañando por un largo rato hasta que de pronto desaparecieron. Una sorpresa más del mar de Cortés.

Llegamos al embarcadero, nos despedimos del capitán y amablemente nos dijo que cuando quisiéramos regresáramos y que nos llevaría a más lugares.

Mientras caminábamos me fijé en una pequeña choza muy pobre a la orilla del mar que tenía tres mesitas y una cartulina en color naranja fosforescente: “SE BENDEN ALMEJAS”. No pude evitar la tentación: que pido una orden de 18 almejas, ¡las más grandes que he visto en mi vida! Las pedí naturales y las empecé a comer solo con limoncito… ¡qué cosa! De lo más rico que he probado en mi vida, ¡un sabor único!

Bueno, compañeros lectores, hasta aquí la primera parte de mi aventura con Carlita en la península de Baja. La próxima semana les seguiré contando más de este emocionante viaje por aquel increíble lugar.

¡Saludos!

paco_noriega2001@yahoo.com

Hola, compañeros lectores, ¿cómo están? Espero que en este verano se hayan animado a salir a algún lugar y hayan descubierto algo interesante para ustedes.

Yo les quiero platicar el viaje por carretera que hicimos Carlita y yo por la península de Baja California en camioneta. Ya saben: un gran destino y en modo road trip, tan de moda hoy.

Todo salió de una manera inesperada y desde mi punto de vista es como mejor salen estas cosas. Un primo mío tenía que mandar una camioneta a su hija, que vive en Ensenada, B.C.N. y no conocía a nadie que la llevara hasta allá. En cuanto me preguntó si yo sabía quién lo podría hacer, no dudé un segundo en ofrecerme y le dije que yo la llevaba. Así nos pusimos de acuerdo en fechas, algunos gastos y demás e iniciamos el tan inesperado viaje.

Foto: Paco Noriega

Ya se me habían cancelado algunas salidas en moto con mis amigos a este lugar por diferentes factores, así que esta vez estaba muy entusiasmado porque por fin iba a conocer esa inhóspita región de nuestro país.

Hicimos nuestros preparativos, cámaras, tienda de campaña, equipo de buceo y todo lo necesario para hacer el viaje y hasta con mi perro Abancay cargamos. La aventura nos esperaba…

La primera escala fue en Guadalajara para comer unos ricos camarones y pulpos zarandeados en el restaurante “El Zarandeado”; cuando vayan a Guadalajara no dejen de visitarlo, es espectacular el sabor de los mariscos que ahí preparan, el lugar no es bonito pero la comida es deliciosa, lo recomiendo mucho.

Foto: Paco Noriega

Una vez que terminamos el festín continuamos con el viaje hasta Tepic y ya estando ahí decidimos viajar un poco más hasta llegar a Mazatlán, que es el puerto en donde nos embarcaríamos con rumbo a La Paz, B.C.S., en donde realmente iniciaríamos el viaje.

Nos dirigimos hacia el malecón para ubicarnos y buscar un hotel pet friendly por Abancay, no batallamos mucho y por fin lo encontramos. Dejamos nuestras cosas y salimos a caminar por el malecón y poder conocer un poco Mazatlán. El malecón es muy largo y muy bonito, lo que no me gustó mucho fue que toda la gente oye música a todo volumen por donde vayas; los taxis colectivos, que son similares a carritos de golf y parece que hacen competencia de quién tiene más bocinas y cuál se oye más fuerte; las tienditas o comercios igual lo hacen; los restaurancitos también hacen lo mismo; de ahí en fuera el lugar es muy bonito y la gente es sumamente amable.

Esa caminadita por el malecón nos cayó muy bien porque dormimos delicioso. Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a ver lo del barco que nos iba a llevar a La Paz… Para no hacer el cuento largo: el barco estaba en mantenimiento y teníamos que ir hacia el puerto de Topolobampo, a 4 horas más en una carretera bastante fea, y embarcarnos hacia La Paz. Ni modo, eso tuvimos que hacer.

Foto: Paco Noriega

Llegamos a buena hora a Topolobampo, por lo que los trámites de la camioneta, mascota y pasajeros no fueron complicados y pudimos comer rico y en paz. Había que estar en el barco a más tardar 10:00 pm para iniciar el abordaje; para no variar el barco llegó 3 horas tarde y se hizo un pequeño caos: demasiado calor, muchos coches en el área de carga y descarga y muchísima gente formada para abordar el barco. Después de mucho tiempo de espera por fin inició el abordaje de todos…

Por no haber comprado las cosas con anterioridad ya no había lugar ni en camarotes para dormir en la noche, ni en áreas especiales con sillones tipo autobús para la travesía que dura aproximadamente 7 horas; lo único que había era un bar bastante grande y bastante feo, el calor en el barco era sofocante, muchísima gente de pie, muchos con almohadas y edredones, lo que me hacía pensar en qué iba a acabar eso.

Intentamos dormir en el bar, pero un grupo musical bastante malo y a todo volumen nos lo impidió, así que fui a buscar por el barco opciones donde poder dormir. Finalmente encontré, en la proa y a la intemperie; algo mejor que eso no iba a encontrar. Fui por Carlita y ahí nos quedamos.

Foto: Paco Noriega

Para eso de las 6 de la mañana ya hacía frío, así que nos metimos y terminamos de descansar. La verdad yo estaba muy de malas por tan espantoso viaje: niños encuerados dormidos por todo el barco, señores y señoras tirados en colchas durmiendo, los baños sucios, no había servicio de café o agua… la verdad podría estar mucho mejor, pero es el único barco que puede hacer eso, por lo que supongo que se aprovechan de la necesidad de la gente que usa este servicio y no invierten en mejorar las instalaciones.

Después de muuuuucho tiempo de espera para bajar la camioneta y esperar la exhaustiva revisión que federales y militares hacen a cada uno de los vehículos, por fin pudimos empezar a rodar en la península de la Baja con dirección a La Paz. No se me va a olvidar ese pequeño tramo de la carretera, completamente desértica, y por mi cabeza rondando pensamientos negativos (que se los atribuyo a la noche anterior). Con todo, al dar vuelta en una curva hacia la derecha y observar el increíble color turquesa del mar que nos daba la bienvenida inmediatamente todo en mi cabeza cambió y era un buen augurio de lo que nos quedaba por descubrir.

EN LA PAZ

Nos dimos a la tarea de buscar un hotel bien ubicado y lo encontramos rápidamente: un hotelito muy pequeño que estaba lleno de cosas antiguas y muy cerca de la playa. Dejamos nuestras cosas y nos fuimos a desayunar y a ver qué había por hacer en ese aparentemente hermoso lugar.

Foto: Paco Noriega

Estuvimos caminando por el malecón, que es muy grande y bastante ancho; tiene diferentes esculturas de bronce a lo largo de él: unas mujeres con vestidos de caracol, un barquito de papel, Jacques Cousteau, etcétera.

Enfrente del malecón existen muchos restaurancitos y bares con mesas en la banqueta, hay varias personas ofreciendo diferentes tipos de tours para andar en lancha y recorrer diferentes lugares de la Isla Espíritu Santo, que está muy cerca de ahí.

Finalmente nos decidimos por uno y agendamos cita para el día siguiente para salir en la mañana. Ahí mismo nos recomendaron ir ese mismo día a dos diferentes playas que estaban muy cerca de ahí: Balandra y Tecolote y así lo hicimos. Están a unos 30 minutos de La Paz; el calor era verdaderamente infernal, por lo que inmediatamente nos metimos al agua a refrescarnos y ahí estuvimos gran parte del día. Sobra decir que el color de la arena, el mar y el paisaje son de unos contrastes fantásticos, jamás los había visto. Nadamos mucho tiempo, comimos muy rico y descansamos genial. Ahí estuvimos hasta el atardecer y en verdad la pasamos muy bien, ya estábamos cansados y regresamos al hotel para dormir temprano ya que el día siguiente sería muy largo.

Foto: Paco Noriega

Llegamos puntuales al embarcadero, en donde estaba la lancha lista, esperándonos para ir hacia la Isla Espíritu Santo. Nos dieron algunas indicaciones de seguridad y empezó el recorrido. La primera parada fue en un pequeño islote para nadar con leones marinos. La verdad son muy bonitos animales pero sí imponen por su tamaño; no me acerqué mucho.

Después de una hora de estar con los leones marinos continuamos con el viaje hacia la isla; la travesía es de aproximadamente hora y media. Conforme nos íbamos acercando podíamos ver el gran tamaño que tiene la isla y me llamó la atención sobremanera el paisaje: no hay un solo árbol, solamente arbustos y cactus, la tierra y piedras son de color rosa y tiene una gran variedad y cantidad de aves.

La estuvimos recorriendo por la orilla y viendo las diferentes playas que tiene, en una de ellas pudimos ver los restos de lo que fue una pequeña “fábrica” de perlas, pues hace muchos años toda esta zona era muy explotada para dichos fines. Otra playa tiene varias piedras, que hacen la formación de una máscara; otra tiene unos grandes riscos y todas tienen el agua cristalina y se puede ver el fondo del mar.

Foto: Paco Noriega

Finalmente, llegamos a una de las playas y ahí desembarcamos. El capitán puso un pequeño toldito con mesas y sillas y empezó a preparar un ceviche. Mientras, Carlita y yo nos fuimos a esnorquelear por diferentes puntos de esa playa. Los corales eran espectaculares: miles de colores, grandes tamaños, muchas formaciones y miles y miles de pececitos de varios colores.

Me entretuve muchísimo tiempo viendo a todos los pececitos: cómo comían y siguiéndolos con mi cámara Gopro. Estuvimos ahí por horas, fue muy relajante y estimulante. Obviamente después de varias horas hacía hambre y salimos por fin a comer algo de botanita que nos habían preparado, estuvo delicioso, y acompañado de unas cervecitas heladas, qué mejor.

La verdad estaba encantado por nadar por primera vez en el emblemático mar de Cortés. Siempre había leído o visto documentales sobre este mar, ya sabía la gran variedad de fauna marina que tiene, finalmente estaba yo ahí y lo estaba acariciando.

Foto: Paco Noriega

Emprendimos el regreso y como se nos hacía tarde el capitán nos dijo que nos sujetáramos fuerte porque iba a ir rápido para que no nos agarrara el atardecer a medio mar. Después de un largo rato de ir rebotando en la lancha bruscamente el capitán la detuvo y nos señaló hacia un punto… ¡Delfines! Nos acercamos cuidadosamente y en verdad fue sorprendente: eran muchísimos nadando a nuestro alrededor, según el capitán eran más de 300. El agua parecía que hervía, nos estuvieron acompañando por un largo rato hasta que de pronto desaparecieron. Una sorpresa más del mar de Cortés.

Llegamos al embarcadero, nos despedimos del capitán y amablemente nos dijo que cuando quisiéramos regresáramos y que nos llevaría a más lugares.

Mientras caminábamos me fijé en una pequeña choza muy pobre a la orilla del mar que tenía tres mesitas y una cartulina en color naranja fosforescente: “SE BENDEN ALMEJAS”. No pude evitar la tentación: que pido una orden de 18 almejas, ¡las más grandes que he visto en mi vida! Las pedí naturales y las empecé a comer solo con limoncito… ¡qué cosa! De lo más rico que he probado en mi vida, ¡un sabor único!

Bueno, compañeros lectores, hasta aquí la primera parte de mi aventura con Carlita en la península de Baja. La próxima semana les seguiré contando más de este emocionante viaje por aquel increíble lugar.

¡Saludos!

paco_noriega2001@yahoo.com

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