La antigua Ciudad de los Ángeles se fundó en medio del Valle de Cuetlaxcoapan y a la orilla del Río San Francisco, que de forma natural y durante más de cuatro siglos, sirvió como frontera entre el oriente y el poniente.
Los primeros pobladores “al otro lado del río”, fueron indígenas provenientes de diferentes comunidades que trabajaron en la edificación de la ciudad novohispana. Más tarde forjaron sus historias de vida alrededor de ella y sentaron las bases del Barrio de Analco que, por siglos, movió la economía de la Angelópolis a través de la alfarería, la vidriería, la panadería y la floricultura.
De asentamiento a barrio
Diez años después de la Conquista, a solicitud de la Corona Española, la segunda real audiencia de México, se dio a la tarea de buscar un lugar adecuado para construir una ciudad de españoles.
El sitio elegido fue el Valle de Cuetlaxcoapan, porque contaba con abundancia de agua, y una gran cantidad de bosques y canteras cercanas de donde se extrajeron los materiales para la construcción de la ciudad. Para ello, se requirió mano de obra indígena que provino de los señoríos con los que colindaba: Cholula, Totimehuacán, Tepeaca y Tlaxcala.
La antigua Ciudad de los Ángeles se fundó en 1531, en medio del valle y a la orilla del Río San Francisco, que de forma natural y durante más de cuatro siglos, sirvió como frontera entre el oriente y el poniente de la ciudad.
“Una vez que se realizó la repartición de solares de lado poniente de la ciudad, se comenzaron a construir las casas y edificios, como el de la Audiencia. Para eso se necesitó la mano de obra especializada de los indígenas, que dejaban sus lugares de origen para venirse a trabajar. Se establecían a los costados de los caminos porque no tenían permitido vivir dentro de la traza española”, expone el investigador David Ramírez Huitrón.
Dice que, por ejemplo, los tlaxcaltecas se establecieron en el norte de la ciudad, cerca del camino a Tlaxcala, algunos de ellos se quedaron en San Juan del Río (atrás de Cruz Roja) y otros en Santa Anita (11 norte y 22 poniente); los cholultecas en el antiguo camino real a Cholula (Barrio de Santiago).
Aunque algunos indígenas regresaban a sus casas, los alrededores de la ciudad se comenzaron a poblar porque muchos naturales se mantenían ahí por si era necesaria su mano de obra. Poco a poco se formaron esos asentamientos que, primero fueron informales, y después se convirtieron en barrios.
Los indígenas iban y venían de sus lugares de origen a la antigua Ciudad de los Ángeles porque no tenían permitido poseer tierras. Fue hasta 1540 cuando el Cabildo comenzó a otorgarles terrenos alrededor de la ciudad para que se establecieran, y así se conformaron los barrios.
La conformación del barrio “al otro lado del río”
El investigador refiere que Analco fue uno de los primeros barrios que se establecieron alrededor de la traza española, del lado oriente de la ciudad, por eso su nombre significa “al otro lado del río”. Dice que se conformó con indígenas de diversas comunidades, principalmente de la mixteca, otros de Atlixco y de Huejotzingo.
En dichos asentamientos, los indígenas se establecían en torno a una ermita o capilla que era lo que les daba identidad. En el caso de Analco, primero se construyó una ermita dedicada a las Ánimas del Purgatorio, en 1560. Cincuenta y ocho años después, fue demolida para construir el templo dedicado al Santo Ángel Custodio (1618). En el siglo XVII la iglesia se convirtió en una de las primeras parroquias de la ciudad.
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“Los antiguos indígenas tenían una organización social muy especial, Analco se dividía en cuarteles menores o Tlaxicallis, (se pueden entender como barrios pequeños dentro del barrio). Cada uno tenía identidad propia y se especializó en una rama económica”, detalla.
Refiere que el primero estaba a la orilla del río y se llamaba Yancuitlapa, significa “tierra nueva”. Ahí se recogía la arena que arrastraba el río de forma natural y se usaba para hacer hornos que servían para elaborar forja y fabricar vidrio.
Tepetlapan, que quiere decir “en la tierra firme”, era otro. Comenta que en esta zona, los indígenas sacaban barro para la alfarería, hacían ollas y cazuelas. Con el tiempo, este barrio se convirtió en el Barrio de La Luz.
La zona de Xochitlán, que significa “en el camino de las flores”, antiguamente era la salida a Cuautinchan (11 Oriente). Eran campos de flores que los indígenas cultivaban y vendían en los mercados.
El último era Huelocatitlán, que quiere decir “entre las palomas”, estaba alrededor de la iglesia y era donde abundaban los hornos de pan. Por eso había calles que llevaban nombre de algún pan, como la calle del mamonero o del bizcochero.
La delimitación natural de Analco era el río San Francisco, a partir de ahí, el barrio comprendía desde la 11 Oriente hasta la actual Juan de Palafox y Mendoza, y desde el río hacia el oriente hasta la 14 Sur.
La actividad económica
Los primeros pobladores de Analco fueron indígenas que trabajaron en la edificación de la antigua Ciudad de los Ángeles, pero también sentaron las bases de una comunidad que por siglos, movió la economía de la ciudad.
“Los mejores forjadores de la ciudad eran los de Analco, también los artesanos que trabajaban con el vidrio, de hecho, la primera ciudad de la Nueva España donde se produjo vidrio fue Puebla, aquí se desarrolló rápidamente esta industria”, asegura.
“Analco era famoso por sus hornos de pan, incluso, aquí surgió el famoso pan de cemita porque se requeria de un pan o bizcocho, como le llamaban entonces, que se pudiera almacenar en costales y que se mantuviera fresco para aventarse un viaje, porque antes eran muy largos. Los vecinos consumían ese pan, pero los panaderos también salían del barrio para recorrer las calles de la ciudad con sus cestas en la cabeza e iban a los mercados a venderlo, lo mismo que las flores que se cultivaban ahí, con las que también se hacían tapetes”, detalla.
La alfarería llegó a ser preponderante en el barrio, tanto que después de dos siglos, Analco alumbró al Barrio de La Luz, que nació durante el siglo XVIII. Hacia el siglo XIX, La Luz ya contaba con identidad propia y se construyó la iglesia.
Erróneamente se ha dicho que el río San Francisco dividía la clase obrera de la clase alta, o a indígenas de españoles que estaba congregados al poniente de la ciudad, en el centro. Pero vecinos importantes de ascendencia española, forjaron sus historias de vida en el lado oriente.
“Algunos españoles importantes se avecindaron en Analco principalmente para cuidar sus negocios, pero también tenían sus casas. De hecho, hacia el siglo XX, esas casas se volvieron vecindades. Por ejemplo, estaba la familia Yllescas que era de herreros, don Manuel del Toro y Santa Cruz que era ganadero, o los Priego que eran mesoneros. Así se rompe el mito de que el río era la división entre pobres y ricos”, subraya.
Analco se volvió una zona de paso muy importante en el silgo XVIII, por lo que había grandes mesones que alojaban a los comerciantes, como el Mesón del Ángel en la 9 Oriente, y el Mesón de Priego en la 11 Oriente.
“Analco era salida de la ciudad por eso había mesones. Eran edificios gigantescos que albergaban corrales (para los animales que los comerciantes vendían), cuadras para caballos (en los que llegaban los forasteros), habitaciones para que la gente pernoctara y habitaciones para que comiera, además, contaban con pequeñas tiendas donde vendían cosas para proveerse para los viajes, desde un puñado de clavos, hasta costales, ruedas, cuerdas, linternas, todo lo necesario”, narra.
Importancia de la parroquia
La tasa de mortalidad se volvió fatal durante el siglo XVIII cuando la epidemia de Matlazáhuatl asoló el país, entre 1737 y 1739. La epidemia se esparció con rapidez por la falta de higiene y la carencia del tratamiento médico, entonces la población se redujo considerablemente y desaparecieron barrios completos.
“En el libro 'Puebla en tiempos de la peste colonial' de Miguel Ángel Cuenya, dice que la población se Analco sirvió como indicador para entender el impacto de las epidemias, porque el barrio era muy grande y populoso. En la parroquia se llevaba el registro de las defunciones que había cada día. El barrio fue usado como herramienta de estadística y así se supo cuanta gente falleció, cual fue su impacto en grupo de edades entre hombres, mujeres, españoles, mestizos, indígenas, etcétera”, asegura.
La parroquia de Analco fue testigo del crecimiento del barrio y fue protagonista de la vida vecinal. Fue un núcleo de aglomeración muy importante.
“Por eso los fieles se esmeraban en que la iglesia estuviera bien limpia y decorada, por ejemplo, don Roque Yllescas donó la reja del bautisterio y del coro de la iglesia. Nunca le faltaron flores y materialmente, poco a poco la iglesia se fue llenando de tesoritos o piezas que expresaban parte del fervor de la gente. En las fiestas patronales del Santo Ángel Custodio participaba mucha gente. El mercado que se ponía en la plazuela todos los jueves era uno de los más grandes de la ciudad”, dice.
Los caminos a la ciudad
Al ser un barrio populoso, Analco necesitaba tener vías de acceso hacia la ciudad. Cuando el barrio se conformó, los vecinos tenían que caminar hasta el Puente de Dolores (14 Oriente) para cruzar el río.
“En 1580 intentaron construir un puente en lo que ahora es la calle 5 Oriente, lo llamaban ´El puente roto de Analco´, porque lo construyeron varias veces con tablones pero el río se lo llevaba. Ahí se hacía un meandro, que es un S, una curva, el río torcía bruscamente hacia el oriente y luego volvía a bajar hacia el sur. Eso provocaba que se hicieron rápidos a esa altura y cuando había lluvias fuertes el río hacia remolinos y todo lo que se construía ahí se lo chupaba”, detalla.
El investigador relata que ese puente se cobró muchas vidas porque algunos intentaban cruzarlo cuando llovía, e incluso a los borrachitos que salían de las pulquerías del barrio, se les hacía fácil cruzarlo y se los llevaba el río.
Las pulquerías estaban prohibidas en el centro de la ciudad porque el pulque era considerado una bebida para pobres o indígenas. Analco fue sede de varias pulquerías que subsistieron incluso hasta el siglo XX, como Baba Dry, El Amor Perdido, Te hecho el tiro y La Morena.
Pero los vecinos de Analco querían su propio puente y en 1770, se organizaron para construirlo. Para sacar fondos realizaron corridas de toros, kermeses, etcétera. Asó lograron reunir un capital para comenzar la construcción pero no les alcanzó el dinero. Entonces el regidor Agustín de Ovando Villavicencio aportó dinero para que se terminara.
“Por eso recibió el nombre de El Puente de Ovando. Él fue un personaje muy importante del siglo XVIII en Puebla, una de las familias más ricas y poderosas. Tenía casas de los dos lados del río, sobre la 3 Oriente”, advierte.
En 1835, el Puente de Analco se construyó de cadena y bóveda, ya no se caía tan seguido, dice, y agrega que, después construyeron el Puente del Navío (7 Oriente) y el Puente del Rastro o del Carbonero (11 Oriente).
El Puente del Carbonero era sencillo y fue construido a principios del siglo XX, terminó sirviendo para que los animales pasaran hacia el Rastro Municipal, que ahora es la Inspección de Policía en la 9 Oriente, y abastecía de carne a la ciudad.
Además del rastro, otra casa histórica de Analco era “La casa del carbonero”, que se transformó en el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (CENCH) en 1958.
La nueva era del barrio
El rastro fue parte esencial en la vida económica del Barrio de Analco, pero también había muchos vendedores de productos de primera necesidad y negocios como cantinas, cervecerías y pulquerías.
En torno a la familia Priego, quienes eran mesoneros y habitaron el barrio siglos atrás, surgió la “Leyenda del callejón del muerto”, en la que se narra cómo Anastacio Priego le quitó la vida a un maleante sobre la calle 12 Sur, entre la 3 y 5 Oriente.
No se sabe con exactitud si este relato es verídico, pero lo que sí se sabe, es que se levantó una cruz de cemento en dicha calle para venerar el alma del muerto, porque deambulaba por las calles del barrio. La Cruz aún existe, y de acuerdo a la creencia popular, el día que se deje de vestir y venerar la cruz, se volverá a aparecer el muerto.
“A mediados del siglo XX, se estableció provisionalmente la Central de Abastos sobre la calle 3 Oriente. Ocupaba todo lo que ahora es el camellón, desde el Puente de Ovando hasta la 16 sur. Los locatarios estaban instalados permanentemente y la mayoría de las vecindades funcionaban como bodegas”, concluye el investigador.
En 1968, el Barrio de Analco fue declarado como zona típica de Puebla por el Gobierno del Estado. Por lo que la Junta de Mejoramiento realizó trabajos para dignificarlo. De esta manera la plazuela se remozó y la 3 Oriente (donde era La Barranca de Analco) se embelleció con pavimentación, bancas, árboles y alumbrado.
En 1999 el Jardín de Analco (antes plazuela), se convirtió en centro expositor de artesanía de todo el estado de Puebla, cada domingo, los artesanos venden objetos de cerámica, de madera, cristales, figuras de jade, de ónix, dulces de Santa Clara, loza de talavera y otros.