/ sábado 25 de marzo de 2023

Curia Arzobispal de Puebla, de vecindad a Palacio Episcopal | Los tiempos idos

La casa colonial que actualmente ocupa la Curia Arzobispal de Puebla perteneció a la congregación de la monjas capuchinas desde principios del siglo XVIII

La casa colonial que actualmente ocupa la Curia Arzobispal de Puebla, ubicada en la 16 de Septiembre 901, perteneció a la congregación de la monjas Capuchinas desde principios del siglo XVIII.

Dicho inmueble estaba situado justo enfrente del templo del convento que había sido fundado en 1706 por un grupo de monjas de la orden religiosa. Para obtener ingresos lo rentaban como vivienda..

Cuando los bienes eclesiásticos pasaron a manos del gobierno federal en la segunda mitad del siglo XIX, la casa continuó siendo vivienda y más adelante, en la primera mitad del siglo XX, el convento albergó al Centro Obrero Federal, una escuela de alfabetización para trabajadores cuyos profesores cohabitaron entre las celdas del claustro.


A mediados del siglo XX las monjas Capuchinas regresaron a su convento. La escuela de obreros y las familias que lo habitaban se trasladaron a la casa colonial.

Congregación de Capuchinas

El convento de las monjas Capuchinas en Puebla fue fundado en 1704, cuando seis religiosas de la orden del Seráfico Padre San Francisco que radicaban en Ciudad de México tomaron posesión del claustro.

El edificio había sido casa de doña Ana Francisca de Córdoba y Zúñiga, viuda del general Diego Lagarchi y Ortiz, quien fue gobernador de Veracruz, y en 1665 había hospedado a las primeras monjas Capuchinas que llegaron al puerto para fundar su convento en México.

Ella radicó en Puebla y no tuvo hijos, por eso cuando enviudó destinó el predio de su casa para el convento y el templo de la congregación (inaugurado en 1703) que las monjas capuchinas dedicaron a Santa Ana en su honor. Actualmente la imagen más venerada de esta iglesia es la del Niño Cieguito.

A partir de 1746 la cuadra donde se estableció el convento fue conocida como Calle de las Capuchinas y para finales del siglo XIX se conoció como Calle de la iglesia de las Capuchinas.

De Acuerdo con el padrón de 1832 el convento era pequeño, pero poseía otros inmuebles sobre la 9 Oriente-Poniente, eran la casa del capellán, la del sacristán y dos casas independientes.

A mitad del siglo XX albergó al Centro Obrero Federal en donde se alfabetizaban trabajadores | Foto: Cortesía Dirk Bühler

Bienes eclesiásticos

Existe el antecedente histórico de que esa sección de la 16 de Septiembre (entre 9 y 11 Poniente) perteneció al convento de las monjas Capuchinas. La casa que está frente al templo y que ahora es el Arzobispado, las religiosas la rentaban para subsistir, expone el investigador David Ramírez Huitrón, fundador de Puebla Antigua.

Refiere que cuando las órdenes religiosas llegaron a la ciudad construyeron inmuebles que fraccionaban para rentar y subsistir, e incluso, en algunos casos dichos inmuebles les eran donados. Así fue hasta 1856 cuando todos los bienes de la iglesia pasaron a manos de particulares o del gobierno federal debido a la ley de desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos.

“El inmueble que hoy ocupa la Curia Arzobispal anteriormente tuvo otros usos, fue vecindad y Centro Obrero Federal”, detalla.

Vida en el claustro

“Yo nací en el convento de las capuchinas el 4 de marzo de 1945. Ahí estaba el Centro Obrero Federal del cual mi padre era el director. Ahí vivíamos mi familia, la del profesor Cuevas y la de la profesora María Luisa, recuerdo muy bien sus caras. Me acuerdo que una celda era la sala y otra la recámara. Vagamente recuerdo que los fines de semana ponían un ring (cuadrilátero) en el patio y venía gente de afuera a ver peleas como diversión”, expone Berenice Murrieta y Limón.


El Centro Obrero Federal era una escuela para alfabetizar obreros de todas las edades que operaba bajo las instrucciones del gobierno federal. Ella no sabe con exactitud en qué año su papá, el profesor Humberto Murrieta Salgado, fue designado por la federación como director.

A mediados del siglo XX el gobierno federal les regresó a la congregación de las capuchinas el convento para que lo habitaran. De tal forma que, tanto el Centro Obrero Federal como las familias, cambiaron de residencia.

Las familias tuvieron que trasladar sus pertenencias y el mobiliario del centro obrero a la casa de enfrente que había sido propiedad de las capuchinas desde el siglo XVIII, en la 16 de septiembre 901 (hoy Curia Arzobispal).

La casa de enfrente

Al entrar a la vecindad estaba el primer patio y al frente una escalera colonial muy bonita, recuerda Berenice, quien dice que tendría 3 o 4 años cuando se cambiaron a la casa de enfrente del convento. Agrega que en la parte de abajo de la vecindad había accesorias. En el segundo piso, del lado izquierdo había un departamento de un médico homeópata y su familia. Del lado derecho estaba el Centro Obrero Federal.

“Había un pasillo que conectaba el primer patio con el segundo patio que era horrible. Ahí estaban los sanitarios (no había regaderas), los lavaderos y los tendederos, que eran compartidos. En el segundo piso del lado derecho había muchas piezas (cuartos)”, detalla.

“Del otro lado vivíamos nosotros. Había una zotehuela con sanitario pero no había regadera, mi mamá nos bañaba arriba del lavadero. Teníamos dos piezas, una era cocina-comedor (cocinaban con carbón) y la otra era una habitación grande donde estaban todas las camas. Lo que más me gustaba eran las puertas gruesas de madera porque cuando las cerraban se hacía una oscuridad completa y descansabas muchísimo”, agrega.

Pero la familia Murrieta y Limón no vivió siempre en el segundo patio. Cuando el homeópata desocupó el departamento del primer patio se pasaron a vivir para allá.

El convento de las monjas Capuchinas que está frente a la casa fue fundado en 1704. El predio y el edificio fue donado por doña Ana Francisca de Córdoba y Zúñiga | Foto: Cortesía INAH

La familia del homeópata

El departamento del primer patio estuvo ocupado por la familia Martínez Arámbula. El homeópata vivió ahí con su esposa y sus cinco hijos alrededor de diez años.

“Ahí vivíamos mis padres, Octavio y María del Refugio, mis cuatro hermanos (Yolanda, Ignacio, Sandra, Bertha) y yo. Los hombres dormíamos en una recámara y las mujeres en otra. Teníamos sanitario, regadera y estufa de gas”, relata Guillermo Martínez Arámbula.


Refiere que el consultorio de su papá estaba en la parte de abajo y en otro local estaba el taller de la escultora María Luisa Silva que hacía figuras de santos. También comenta que en un local que daba a las 16 de Septiembre había una cruz del Padre San Francisco.

“Recuerdo que en las navidades celebrábamos con los vecinos y rompíamos piñata. Mi padre era muy trabajador y nos fuimos de ahí porque ya estaba muy viejito el departamento. Yo tenía diez años”, puntualiza Guillermo.

El Centro Obrero Federal

Berenice recuerda que su padre iba a las fábricas textiles, porque había muchas, para invitar a los obreros que no sabían leer o escribir o que se habían quedado en algún grado escolar para que fueran a estudiar al centro obrero. Pero a los adultos les daba pena ir porque ellos no querían sentarse junto a un obrero de 15 años. Entonces no iban.

“Muy inteligente, mi papá hizo amistad con los dirigentes sindicales. Recuerdo que lo acompañé a la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana y a la FROC (Federación Revolucionaria de Obreros y Campesinos). Se hizo amigo de los meros meros del sindicato y entonces ellos obligaban a los obreros a que fueran al centro a aprender y si no iban los sancionaban de alguna forma”, señala.

Las clases en el Centro Obrero Federal empezaban a la seis de la tarde y terminaban a las ocho de la noche. Impartían toda la educación primaria gratuita y, como su nombre indica, era exclusivamente para obreros.

Además de ser un estudioso y titularse como profesor normalista, Humberto Murrieta tenía alma de artista. Aprendió empíricamente a tocar diferentes instrumentos y componía música. Por eso en el centro obrero había un piano y una biblioteca que estaba en la oficina de dirección.

“El escribió la música y la letra del himno de al menos dos escuelas primarias de Puebla, alguna vez le hicieron un homenaje. Como el centro obrero y nuestra casa estaban en el mismo edificio mi papá nos puso profesor de piano a mis tres hermanas y a mí. Su oficina estaba llena de libros, era nuestro biblioteca”, enfatiza.

“Se reunía con intelectuales de la época como el poeta Narciso Madrid Galicia y Gregorio De Gante. Hacían bohemias, tocaban piano, cantaban, decían poesía y declamaban, cada uno un arte”, añade.

Una vida nueva

El sueldo que ganaba el profesor Humberto Murrieta como director del Centro Obrero Federal no era muy boyante así que el profesor también se dedicó al comercio y estudió para perito calígrafo.

Berenice recuerda que en ese entonces los profesores que dependían de la federación tenían que ir hasta la Ciudad de México para comprar sus documentos y sus pruebas impresas. Para tener un ingreso extra, su papá se puso a imprimir los documentos que se necesitaban y se iba a la capital a traer las pruebas necesarias para vendérselas a los profesores.

“En el departamento del primer patio teníamos dos entradas, por una entrabas a la cocina y por la otra a una habitación que mi papá utilizó para su negocio. Ahí llegaban todos los profesores federales del estado de Puebla a comprar los documentos y pruebas que se necesitaban durante el año”, narra.

A principios de la década de los sesenta (siglo XX) la familia Murrieta y Limón cambio de residencia a la colonia Maestro Federal que se había comenzado a urbanizar en 1959. El profesor Humberto Murrieta compró un terreno ahí para construir su casa propia.

“Mi papá hizo una casa muy grande, cada una de nosotras teníamos nuestra propia recámara y había cochera para cuatro autos. Nos hemos de haber cambiado en 1962, cuando yo tenía 16 años. Mi papá siguió siendo director del Centro Obrero hasta que lo ascendieron a inspector federal. Murió a los 55 años, en 1969”, concluye Berenice.

La casa del Arzobispado

Para 1982 la casa de la 16 de Septiembre 901 todavía se usaba como vivienda con negocios en las accesorias. “La fachada tiene tres portales de piedra tallada del siglo XIX. El primer patio tiene impresionantes arcadas del siglo XVII en tres de sus lados y en los dos pisos. Una escalera señorial se ubica frente a la entrada”, describe Dirk Bühler en el libro Puebla Patrimonio de Arquitectura Civil del Virreinato.

Cuando se fundó la ciudad en 1531 el Ayuntamiento le otorgó al primer obispo de Puebla, Julián Garcés, el predio para construir su Palacio Episcopal que es donde está el atrio de la Catedral. Construyó la casa y después se donó para que edificar ahí la primera Catedral (la que construyeron los calpenses), expone David Ramírez Huitrón.

“De ahí en adelante todos los obispos que llegaban a Puebla, previamente compraban uno de los mejores inmuebles de la ciudad para acondicionarlo y convertirlo en Palacio Episcopal. Los fueron construyendo cada vez más suntuosos hasta que llegó el obispo Palafox y puso orden. Compró un predio a un costado de la Catedral, en la 5 Oriente y 16 de Septiembre (donde hoy está la oficina de correos y el SAT), para que ahí estuviera permanentemente el obispado”, asegura.

Cuando el obispo Juan de Palafox y Mendoza dejó el territorio poblano, sus sucesores continuaron habitando el Palacio Episcopal, tal cual lo había estipulado él. Pero hubo una excepción, el obispo Francisco Pablo Vázquez construyó su propia casa a un costado del templo de la Candelaria, en Xonaca. Fue considerada como casa de campo y el inmueble es famoso por hospedar a Maximiliano y Carlota en varias ocasiones.

“A excepción de él, todos continuaron despachando en la 5 Oriente y 16 de Septiembre. Incluso, cuando la ciudad subió de grado (de Obispado a Arzobispado en 1908), monseñor Ramón Ibarra y González siguió ahí. Hasta 1915, cuando llegaron los revolucionarios y los sacaron del Palacio Episcopal”, comenta.

“A partir de entonces el arzobispo despacho durante un tiempo en su casa en la 5 Poniente, casi enfrente del Congreso del Estado. Cuando falleció, su sucesor atendió ahí provisionalmente pero luego busco una casa. Los arzobispos estuvieron cambiando de ubicación hasta finales del siglo XX que es cuando ocuparon la casa actual, en 16 de Septiembre 901”, finaliza el investigador.


La casa fue renovada para albergar ahí el Palacio Episcopal | Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

La casa colonial que actualmente ocupa la Curia Arzobispal de Puebla, ubicada en la 16 de Septiembre 901, perteneció a la congregación de la monjas Capuchinas desde principios del siglo XVIII.

Dicho inmueble estaba situado justo enfrente del templo del convento que había sido fundado en 1706 por un grupo de monjas de la orden religiosa. Para obtener ingresos lo rentaban como vivienda..

Cuando los bienes eclesiásticos pasaron a manos del gobierno federal en la segunda mitad del siglo XIX, la casa continuó siendo vivienda y más adelante, en la primera mitad del siglo XX, el convento albergó al Centro Obrero Federal, una escuela de alfabetización para trabajadores cuyos profesores cohabitaron entre las celdas del claustro.


A mediados del siglo XX las monjas Capuchinas regresaron a su convento. La escuela de obreros y las familias que lo habitaban se trasladaron a la casa colonial.

Congregación de Capuchinas

El convento de las monjas Capuchinas en Puebla fue fundado en 1704, cuando seis religiosas de la orden del Seráfico Padre San Francisco que radicaban en Ciudad de México tomaron posesión del claustro.

El edificio había sido casa de doña Ana Francisca de Córdoba y Zúñiga, viuda del general Diego Lagarchi y Ortiz, quien fue gobernador de Veracruz, y en 1665 había hospedado a las primeras monjas Capuchinas que llegaron al puerto para fundar su convento en México.

Ella radicó en Puebla y no tuvo hijos, por eso cuando enviudó destinó el predio de su casa para el convento y el templo de la congregación (inaugurado en 1703) que las monjas capuchinas dedicaron a Santa Ana en su honor. Actualmente la imagen más venerada de esta iglesia es la del Niño Cieguito.

A partir de 1746 la cuadra donde se estableció el convento fue conocida como Calle de las Capuchinas y para finales del siglo XIX se conoció como Calle de la iglesia de las Capuchinas.

De Acuerdo con el padrón de 1832 el convento era pequeño, pero poseía otros inmuebles sobre la 9 Oriente-Poniente, eran la casa del capellán, la del sacristán y dos casas independientes.

A mitad del siglo XX albergó al Centro Obrero Federal en donde se alfabetizaban trabajadores | Foto: Cortesía Dirk Bühler

Bienes eclesiásticos

Existe el antecedente histórico de que esa sección de la 16 de Septiembre (entre 9 y 11 Poniente) perteneció al convento de las monjas Capuchinas. La casa que está frente al templo y que ahora es el Arzobispado, las religiosas la rentaban para subsistir, expone el investigador David Ramírez Huitrón, fundador de Puebla Antigua.

Refiere que cuando las órdenes religiosas llegaron a la ciudad construyeron inmuebles que fraccionaban para rentar y subsistir, e incluso, en algunos casos dichos inmuebles les eran donados. Así fue hasta 1856 cuando todos los bienes de la iglesia pasaron a manos de particulares o del gobierno federal debido a la ley de desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos.

“El inmueble que hoy ocupa la Curia Arzobispal anteriormente tuvo otros usos, fue vecindad y Centro Obrero Federal”, detalla.

Vida en el claustro

“Yo nací en el convento de las capuchinas el 4 de marzo de 1945. Ahí estaba el Centro Obrero Federal del cual mi padre era el director. Ahí vivíamos mi familia, la del profesor Cuevas y la de la profesora María Luisa, recuerdo muy bien sus caras. Me acuerdo que una celda era la sala y otra la recámara. Vagamente recuerdo que los fines de semana ponían un ring (cuadrilátero) en el patio y venía gente de afuera a ver peleas como diversión”, expone Berenice Murrieta y Limón.


El Centro Obrero Federal era una escuela para alfabetizar obreros de todas las edades que operaba bajo las instrucciones del gobierno federal. Ella no sabe con exactitud en qué año su papá, el profesor Humberto Murrieta Salgado, fue designado por la federación como director.

A mediados del siglo XX el gobierno federal les regresó a la congregación de las capuchinas el convento para que lo habitaran. De tal forma que, tanto el Centro Obrero Federal como las familias, cambiaron de residencia.

Las familias tuvieron que trasladar sus pertenencias y el mobiliario del centro obrero a la casa de enfrente que había sido propiedad de las capuchinas desde el siglo XVIII, en la 16 de septiembre 901 (hoy Curia Arzobispal).

La casa de enfrente

Al entrar a la vecindad estaba el primer patio y al frente una escalera colonial muy bonita, recuerda Berenice, quien dice que tendría 3 o 4 años cuando se cambiaron a la casa de enfrente del convento. Agrega que en la parte de abajo de la vecindad había accesorias. En el segundo piso, del lado izquierdo había un departamento de un médico homeópata y su familia. Del lado derecho estaba el Centro Obrero Federal.

“Había un pasillo que conectaba el primer patio con el segundo patio que era horrible. Ahí estaban los sanitarios (no había regaderas), los lavaderos y los tendederos, que eran compartidos. En el segundo piso del lado derecho había muchas piezas (cuartos)”, detalla.

“Del otro lado vivíamos nosotros. Había una zotehuela con sanitario pero no había regadera, mi mamá nos bañaba arriba del lavadero. Teníamos dos piezas, una era cocina-comedor (cocinaban con carbón) y la otra era una habitación grande donde estaban todas las camas. Lo que más me gustaba eran las puertas gruesas de madera porque cuando las cerraban se hacía una oscuridad completa y descansabas muchísimo”, agrega.

Pero la familia Murrieta y Limón no vivió siempre en el segundo patio. Cuando el homeópata desocupó el departamento del primer patio se pasaron a vivir para allá.

El convento de las monjas Capuchinas que está frente a la casa fue fundado en 1704. El predio y el edificio fue donado por doña Ana Francisca de Córdoba y Zúñiga | Foto: Cortesía INAH

La familia del homeópata

El departamento del primer patio estuvo ocupado por la familia Martínez Arámbula. El homeópata vivió ahí con su esposa y sus cinco hijos alrededor de diez años.

“Ahí vivíamos mis padres, Octavio y María del Refugio, mis cuatro hermanos (Yolanda, Ignacio, Sandra, Bertha) y yo. Los hombres dormíamos en una recámara y las mujeres en otra. Teníamos sanitario, regadera y estufa de gas”, relata Guillermo Martínez Arámbula.


Refiere que el consultorio de su papá estaba en la parte de abajo y en otro local estaba el taller de la escultora María Luisa Silva que hacía figuras de santos. También comenta que en un local que daba a las 16 de Septiembre había una cruz del Padre San Francisco.

“Recuerdo que en las navidades celebrábamos con los vecinos y rompíamos piñata. Mi padre era muy trabajador y nos fuimos de ahí porque ya estaba muy viejito el departamento. Yo tenía diez años”, puntualiza Guillermo.

El Centro Obrero Federal

Berenice recuerda que su padre iba a las fábricas textiles, porque había muchas, para invitar a los obreros que no sabían leer o escribir o que se habían quedado en algún grado escolar para que fueran a estudiar al centro obrero. Pero a los adultos les daba pena ir porque ellos no querían sentarse junto a un obrero de 15 años. Entonces no iban.

“Muy inteligente, mi papá hizo amistad con los dirigentes sindicales. Recuerdo que lo acompañé a la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana y a la FROC (Federación Revolucionaria de Obreros y Campesinos). Se hizo amigo de los meros meros del sindicato y entonces ellos obligaban a los obreros a que fueran al centro a aprender y si no iban los sancionaban de alguna forma”, señala.

Las clases en el Centro Obrero Federal empezaban a la seis de la tarde y terminaban a las ocho de la noche. Impartían toda la educación primaria gratuita y, como su nombre indica, era exclusivamente para obreros.

Además de ser un estudioso y titularse como profesor normalista, Humberto Murrieta tenía alma de artista. Aprendió empíricamente a tocar diferentes instrumentos y componía música. Por eso en el centro obrero había un piano y una biblioteca que estaba en la oficina de dirección.

“El escribió la música y la letra del himno de al menos dos escuelas primarias de Puebla, alguna vez le hicieron un homenaje. Como el centro obrero y nuestra casa estaban en el mismo edificio mi papá nos puso profesor de piano a mis tres hermanas y a mí. Su oficina estaba llena de libros, era nuestro biblioteca”, enfatiza.

“Se reunía con intelectuales de la época como el poeta Narciso Madrid Galicia y Gregorio De Gante. Hacían bohemias, tocaban piano, cantaban, decían poesía y declamaban, cada uno un arte”, añade.

Una vida nueva

El sueldo que ganaba el profesor Humberto Murrieta como director del Centro Obrero Federal no era muy boyante así que el profesor también se dedicó al comercio y estudió para perito calígrafo.

Berenice recuerda que en ese entonces los profesores que dependían de la federación tenían que ir hasta la Ciudad de México para comprar sus documentos y sus pruebas impresas. Para tener un ingreso extra, su papá se puso a imprimir los documentos que se necesitaban y se iba a la capital a traer las pruebas necesarias para vendérselas a los profesores.

“En el departamento del primer patio teníamos dos entradas, por una entrabas a la cocina y por la otra a una habitación que mi papá utilizó para su negocio. Ahí llegaban todos los profesores federales del estado de Puebla a comprar los documentos y pruebas que se necesitaban durante el año”, narra.

A principios de la década de los sesenta (siglo XX) la familia Murrieta y Limón cambio de residencia a la colonia Maestro Federal que se había comenzado a urbanizar en 1959. El profesor Humberto Murrieta compró un terreno ahí para construir su casa propia.

“Mi papá hizo una casa muy grande, cada una de nosotras teníamos nuestra propia recámara y había cochera para cuatro autos. Nos hemos de haber cambiado en 1962, cuando yo tenía 16 años. Mi papá siguió siendo director del Centro Obrero hasta que lo ascendieron a inspector federal. Murió a los 55 años, en 1969”, concluye Berenice.

La casa del Arzobispado

Para 1982 la casa de la 16 de Septiembre 901 todavía se usaba como vivienda con negocios en las accesorias. “La fachada tiene tres portales de piedra tallada del siglo XIX. El primer patio tiene impresionantes arcadas del siglo XVII en tres de sus lados y en los dos pisos. Una escalera señorial se ubica frente a la entrada”, describe Dirk Bühler en el libro Puebla Patrimonio de Arquitectura Civil del Virreinato.

Cuando se fundó la ciudad en 1531 el Ayuntamiento le otorgó al primer obispo de Puebla, Julián Garcés, el predio para construir su Palacio Episcopal que es donde está el atrio de la Catedral. Construyó la casa y después se donó para que edificar ahí la primera Catedral (la que construyeron los calpenses), expone David Ramírez Huitrón.

“De ahí en adelante todos los obispos que llegaban a Puebla, previamente compraban uno de los mejores inmuebles de la ciudad para acondicionarlo y convertirlo en Palacio Episcopal. Los fueron construyendo cada vez más suntuosos hasta que llegó el obispo Palafox y puso orden. Compró un predio a un costado de la Catedral, en la 5 Oriente y 16 de Septiembre (donde hoy está la oficina de correos y el SAT), para que ahí estuviera permanentemente el obispado”, asegura.

Cuando el obispo Juan de Palafox y Mendoza dejó el territorio poblano, sus sucesores continuaron habitando el Palacio Episcopal, tal cual lo había estipulado él. Pero hubo una excepción, el obispo Francisco Pablo Vázquez construyó su propia casa a un costado del templo de la Candelaria, en Xonaca. Fue considerada como casa de campo y el inmueble es famoso por hospedar a Maximiliano y Carlota en varias ocasiones.

“A excepción de él, todos continuaron despachando en la 5 Oriente y 16 de Septiembre. Incluso, cuando la ciudad subió de grado (de Obispado a Arzobispado en 1908), monseñor Ramón Ibarra y González siguió ahí. Hasta 1915, cuando llegaron los revolucionarios y los sacaron del Palacio Episcopal”, comenta.

“A partir de entonces el arzobispo despacho durante un tiempo en su casa en la 5 Poniente, casi enfrente del Congreso del Estado. Cuando falleció, su sucesor atendió ahí provisionalmente pero luego busco una casa. Los arzobispos estuvieron cambiando de ubicación hasta finales del siglo XX que es cuando ocuparon la casa actual, en 16 de Septiembre 901”, finaliza el investigador.


La casa fue renovada para albergar ahí el Palacio Episcopal | Foto: José Luis Bravo | El Sol de Puebla

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