Las actividades campiranas que durante el virreinato se realizaban en las haciendas para dominar al ganado, con el tiempo pasaron de labores de trabajo a competencias hasta convertirse en un deporte.
El primer lienzo charro en Puebla se construyó completamente de madera en la 11 Sur, cuando nació la Asociación de Charros, a principios del siglo XX. Poco después se obtuvieron los terrenos del rancho Azcárate para levantar un segundo lienzo (24 Sur, entre 11 y 19 Oriente).
En ese mismo sitio, el gobernador Maximino Ávila Camacho, edificó una Plaza del Charro única en su género que hacia la década de los años cincuenta, Rafael, su hermano, amplió y equipo durante su administración, convirtiéndola en la mejor y más completa del país. En 1981, la Plaza del Charro fue demolida para construir ahí el actual edificio de la Secretaría de Finanzas.
De tradición a deporte
La charrería se originó durante el virreinato cuando se comenzaron a otorgar encomiendas a los indígenas para que ayudaran con las labores del campo y la ganadería.
Con la intención de identificar a los ejemplares de cada hacienda, Hernán Cortés solicitó ordenanzas al rey para que todo criador de ganado, vacuno o caballar, tuviera su fierro de herrar, es decir, había que marcar al ganado con el nombre de la finca a la que provenía. Para hacerlo tenían que derribar al animal con un lazo para poder controlarlo.
Luego de controlar al animal, comenzaron a surgir las habilidades arriba del caballo y vino el manejo de la reata, que es la principal herramienta para el manejo del ganado. Estas actividades se realizaban en las haciendas y solo las hacia el que tenía la destreza y habilidad para ejecutarlas. A la gente de campo que comenzó a adquirir estas habilidades, se les llamó “chinacos”.
Lazar al ganado, derribarlo para poder herrarlo, controlarlo para caparlo o curarlo, separarlo para amansarlo, o montar un potro o un toro, fueron actividades campiranas que se volvieron diversión para los chinacos.. Con el tiempo, más que trabajo, se convirtieron en competencias ente haciendas hasta volverse un deporte cuya ejecución requería disciplina, habilidad y compromiso.
La charrería poblana
La Asociación de Charros de Puebla, A.C. nació en 1925. Su primer presidente fue José Guadalupe Rodríguez, ganadero y charro, dueño de la hacienda “La Trasquila”, quien facilitaba el ganado para los entrenamientos y competencias charras.
“Entre los charros fundadores estaban también, su hijo Saúl Alejo Rodríguez, Arturo Gutiérrez Blanco, José Ponce de León Gutiérrez, los hermanos Carlos y Samuel Vera, Marcial Aguilar y Eduardo Torija. Su primera sede fue un corral en donde se coleaba (derribar un toro tirándolo de la cola)”, expone el investigador Gustavo Velarde Tristschler.
Refiere que en Puebla se construyó un primer lienzo charro, sencillo, completamente de madera en la 11 Sur (donde era el velódromo). Más tarde, se estableció el segundo en los terrenos del rancho Azcárate, gracias a las gestiones de José Pérez Salazar (dueño del rancho Anzures), un charro poblano de pura cepa.
Este último fue conocido como rancho del Charro (24 sur, entre 11 y 19 Poniente), contaba con una superficie de 14 mil metros cuadrados. Comenzó a dar servicio de forma improvisada, pero en 1929, la asociación de charros solicitó ayuda al gobernador Leonides Andrew Almazán para construir un lienzo charro en forma. El accedió e hizo el ruedo, corraletas (corrales pequeños) y algunas caballerizas.
Aficionado a la tauromaquia y a la charrería desde niño, en 1937, llegó a la gubernatura de Puebla Maximino Ávila Camacho, quien ya como gobernador se dedicó a la crianza de ganado caballar. Como amante de los toros y los caballos, apoyo a la Asociación de Charros de Puebla para la construcción de una plaza de toros en toda forma, un lugar en donde se pudieran realizar corridas de toro, charrería e incluso, eventos sociales, culturales y artísticos.
“Se cree que el gobernador la financió con sus propios fondos porque nunca se supo de donde había salido el dinero para la construcción. Así se acondicionó el ruedo, el lienzo, el contra-lienzo, se pusieron las tribunas techadas, un casino con bar, un comedor adornado con talavera y un bracero en forma de herradura que ofreció cocina poblana, además de la casa del administrador, caballerizas techadas y áreas verdes”, detalla.
Dicen que Maximino encargó a sus amigos españoles que le trajeran planos y fotografías de una plaza de toros en España que no fuera muy grande, pero que tuvieran lo típico de un cortijo.
“El mismo gobernador decía que iba a ser como 'un estadio para la charrería'. Ya con los planos y con materiales de la región, Joaquín Blasco Álvarez construyó la plaza con un estilo vaquerizo pero con un sello típico poblano. Otra persona en la que se apoyó el gobernador por su conocimiento en caballos fue Severiano Hernández conocido como “El Indio”, quien fue su ayudante en el ejército y estuvo muchos años a su servicio”, señala.
Ávila Camacho también recibió asesoría de sus amigos como José E. Abed, comenta el investigador, y agrega que, también de charros como Constantito Bretón, José María Pérez Salazar, Tirso Sánchez Taboada, Fernando Pérez Lamadrid, David R. Taylor, los hermanos Carlos y Samuel Vera, y Adrián y Arturo Gutiérrez, Mario Villar, Gustavo Díaz Ordaz, Emilio Maurer, Antonio Olguín Ruiz, Eduardo Osorio, Manuel Isunza, Alberto Rugarcía y Aurelio Peregrina.
El resultado fue una plaza única en su género en el país, por lo que el 5 de mayo de 1940, debido al entusiasmo y cariño que puso a la obra, la Asociación de Charros de Puebla la nombró “Plaza del Charro General Maximino Ávila Camacho”, nombre que ostentó hasta su desaparición.
Una plaza única en su género
La Plaza del Charro fue construida, diseñada y decorada con estilo vaquero desde el pórtico de la entrada hasta el último rincón. Era una construcción sólida, sobria y de buen gusto, en la que se podía realizar desde una sencilla cala de caballos (primera de las suertes charras) hasta la corrida formal.
“El arrancadero de la plaza (lugar desde el que se echa a correr el caballo) tenía un bajo relieve de nombre ´El Tlachiquero´ y una fuente de piedra. La plaza contaba con el clásico corredero, amplios y bien dispuestos corrales, caballerizas, enfermería y todo lo necesario para el deporte nacional, hasta el ancho ruedo, toriles (corrales para toros) y destazadero, propios de la fiesta brava”, menciona Velarde.
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Dice que también contaba con un salón de sesiones, salón de fumar, comedor con cocina típica en donde alternaban los azulejos y la talavera en armonía con al ambiente netamente charro de la decoración.
El interior de la plaza era colorido y con un estilo mexicano refinado. Los palcos y graderías eran muy iluminados. En el segundo piso había ojivas (arcos) con reproducciones al óleo del Ernesto Icaza, pintor mexicano que plasmó el deporte nacional de la charrería en sus lienzos.
“El Grupo Literario la Bohemia Poblana, por iniciativa de su presidente, el historiador Enrique Cordero y Torres, aportó a la Plaza del Charro tres lienzos de talavera con versos del poeta poblano Gregorio de Gante, que fueron donados por la fábrica de talavera Uriarte. Se titulaban: ´El Charro´, ´La China Poblana´ y ´Al Rebozo´, mismos que quedaron en paradero desconocido cuando, años más tarde, la plaza fue demolida”, lamenta.
“El gobernador Maximino también aportó al desarrollo de la charrería al traer a la plaza sus ejemplares, que eran muchos y de una gran variedad de razas. Estaban al cuidado de ´El Indio, quien en alguna ocasión refirió textualmente: ´La nobleza y fina estampa de dos ejemplares dignos de mencionar (…) un huinduri en colorado (ancas manchadas en blanco) llamado ´El Hidalgo Rojo´ y el segundo retinto llamado ´El Modelo´, magníficos para la práctica de la cala”, puntualiza Velarde.
Los terrenos y la construcción de la plaza habían sido donados por Maximino a la asociación de charros, quienes con su propio dinero construyeron el contra-lienzo, más caballerizas, capilla, salón social para bailes y alumbrado para las charreadas nocturnas.
El deporte nacional
Durante la primera mitad del siglo XX, la Federación Nacional de Charros, que se había fundado el 16 diciembre de 1933, informaba constantemente de la constitución de nuevos grupos de charros en la República, porque la afición por la ejecución de las distintas suertes que forman la tradición charra aumentó entre los jóvenes y personas adultas del país.
La charrería estaba viviendo su época de oro y el entonces presidente de la República (1940-1946), Manuel Ávila Camacho, hermano de Maximino, declaró a la charrería como “Deporte Nacional” e instituyó el 14 de septiembre como su fiesta. Desde 2016, es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La Federación Nacional de Charros comenzó a difundir masivamente el deporte a través de la revista mensual impresa “México Charro. Patria y Tradición”, en la que informaba de las actividades de los charros mexicanos que realizaban constantemente competencias al interior de la República, e incluso, comenzaron a viajar al extranjero, donde eran muy bien acogidos y vitoreados.
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Además, publicaba información de interés acerca de los vaqueros más destacados, el origen del charro y sus suertes, de su vestimenta y accesorios, etcétera, principalmente para que los aficionados y los propios vaqueros se ataviaran correctamente, de acuerdo a la región que pertenecían, para no desvirtuar sus raíces, y sobre todo, para que no se perdiera la elegancia del atuendo charro.
El segundo número de la revista “México Charro. Patria y Tradición”, disponible para su consulta en el Archivo General Municipal de Puebla, destaca la gestión del gobernador Rafael Ávila Camacho, como promotor del Deporte Nacional al haber reformado la Plaza del Charro y también, organizar el III Congreso Nacional Charro, que fue catalogado como un evento sin precedentes en la charrería del país.
La mejor y más completa plaza del país
En medio de un ambiente festivo en el que se congregaron las autoridades del estado, miembros de la federación y amantes del deporte de la charrería, el 4 de marzo de 1956, fue reinaugurada la Plaza del Charro que años atrás había construido Maximino Ávila Camacho.
Con una inversión de 200 mil pesos, como gobernador del estado (1951-1957), el menor de los Ávila Camacho, Rafael, equipo, amplió y embelleció la Plaza del Charro de Puebla. Contaba con caballerizas equipadas, toriles, picadero, laberinto, baños para los equinos y vaqueros con temperatura adaptable, entre otras.
El evento inició con el desfile de reinas quienes fueron escoltadas por el entonces presidente de la Asociación de Charros en Puebla, René Santillana, quien montado en su caballo, agradeció públicamente al gobernador del estado por dotar la plaza de una mejor distribución con las obras de ampliación, posicionándola como la mejor y más completa del país.
Ese año la Reina de los Charros de Puebla fue Margarita Ávila Núñez, hija del gobernador, quien se pudo observar muy alegre en el palco de reinas, junto con la reina del Carnaval de Veracruz, Memina Herrerías, además de Gloria Oropeza de la Cámara Junior de Puebla, Magdalena Cortés de un club de charros local, Eloína Cué Moran y Adriana Gutiérrez.
En el palco de honor destacó la presencia de Rafael Ávila Camacho acompañado por su esposa Margarita Núñez Velarde y su hijo Rafael.
Estuvo presente el impulsor de la charrería, el general D. Rodolfo L. Casillas y Ricardo Herrerías, el entonces secretario de la Federación Nacional de Charros, quien emitió un emotivo mensaje:
“La charrería del país, se siente orgullosa y grata al señor gobernador don Rafael Ávila Camacho por esta preciosa obra, digna de su alto prestigio, digna de su alta envestidura, digna de la ciudad de Puebla. Los charros todos del país, representados en este momento histórico, agradecemos de todo corazón este gesto magnífico del gobernante poblano”. Asimismo designo al gobernador como Presidente Vitalicio de la asociación.
Durante el acto inaugural todo fue fiesta y algarabía. Para alegrar el ambiente se contó con la presencia de la Banda Municipal y el Mariachi de Mayorazgo. Se ofrecieron suertes por parte de los charros más experimentados de toda la República, hubo jineteo de novillos, para terminar con la pasada de la muerte. Además, se ofreció un programa artístico compuesto, entre otros, por Mercedes Caraza que cantó “Peregrina” y “Granada”, y finalizó con el jarabe tapatío bailado por Eloína Cué Morán y el joven Arturo Gutiérrez.
Para finalizar en feliz convivencia el evento, se ofreció una comida campestre servida en el comedor de la plaza.
Un evento sin precedentes
El III Congreso Nacional Charro se celebró en la Angeolóplis del 2 al 5 Mayo de 1955. El evento fue inaugurado en el salón de Cabildo del Palacio Municipal mediante una ceremonia presidida por Rafael Ávila Camacho. Estuvieron presentes el presidente municipal, Arturo Perdomo Morán, y el embajador de Alemania.
“El gobierno a mi cargo se siente satisfecho y honrado por ese privilegio sin igual, por esa designación que lo llena de orgullo y gratitud y que coincidencia grata y significativa, se verifica en esos días de la celebración del aniversario del 5 de Mayo de 1862, día fastuoso de eterna remembranza en nuestra historia patria”, mencionó en su mensaje el gobernador.
Más tarde se llevó a cabo una velada literario musical con la actuación del poeta Gregorio de Gante y se inauguró una exposición de Artesanía Charra con pinturas y prendas charras en el edificio Arronte.
Durante los días que duró el congreso se realizaron diferentes competencias en las que participaron agrupaciones de Morelia, Pachuca, Morelos, Naucalpan, Tlaxcala, Toluca, Atzcapozalco y Puebla. Para el cierre de la fiesta charra se ofreció una comida campestre en los jardines del salón “La Violeta”.
En su momento, las autoridades de la Federación Nacional de Charros, aseguraron que este III Congreso Nacional Charro realizado en Puebla, alcanzó una magnitud inimaginable y lo catalogaron como un evento sin precedentes en la Charrería Nacional.
En un acto que para muchos poblanos representó una ofensa para el deporte y la cultura de la charrería, en 1981, el último año del sexenio del gobernador Alfredo Toxqui, la Plaza del Charro “General Maximino Ávila Camacho”, fue demolida para edificar en ese espacio el edificio de la Secretaría de Finanzas.