Con gran paciencia y dedicación, Fernanda transforma piezas rotas, apolilladas o llenas de plastas de pegamento o resina, en esculturas.
El talento de Fernanda es nato, viene de familia de artistas y desde muy temprana edad sus compañeros de clase y familiares sabían con certeza cuál sería su camino: crear arte.
A ella acudían sus hermanos cuando algún objeto necesitaba reparación. A sus manos han llegado imágenes de comunidades religiosas que datan de más de 100 años, en algunos casos su juventud ha hecho que duden de su capacidad para restaurarlas, sin embargo, el resultado en las mismas finalmente le ha ganado la confianza de las personas, pues encierra un largo proceso dependiendo del tamaño y del daño en las esculturas que requieren ser limpiadas, lijadas y recibir soluciones al interior de la madera por medio de inyecciones, para posteriormente dejarlas reposar durante varias semanas antes de poder ser intervenidas en la pintura y detalles finales.
Cada pieza que Fernanda recibe en su estudio es tratada con delicadeza y sabiendo que en muchos casos estas guardan el cariño de familias por haber sido heredadas de generación en generación.
Comenta que durante la pandemia por Covid-19, su trabajo se centró en la restauración, y que muchas personas acudieron en esos difíciles momentos tal vez para intentar rescatar la fe o el recuerdo de algún familiar.