“Les alegras un poquito el día”, dijo una joven que visitó junto a su mamá a una de sus amigas en el penal femenil de San Miguel por el Día de la Madre”, donde las autoridades carcelarias les organizaron un convivio con pastel y carnitas a las internas, cuyos familiares y amigos que llegaron al inmueble sólo se les permitió que entregaran obsequios y comida.
Una tranquilidad absoluta se percibió afuera del Centro de Readaptación Social (Cereso) femenil de San Miguel. Pareciera que es un día como cualquier otro. Desfilan los abogados usando trajes obscuros -a pesar del calor- y las juristas entre tacones altos llevan algunos documentos que probablemente servirán para la defensa de las Personas Privadas de la Libertad (PPL).
Una fila de proveedores en automóvil esperan su turno sobre la desviación de la calle Camino al Batán para ingresar al penal: el conductor de una pipa de agua, el camión de la basura y hasta el del desperdicio de la comida -sí, hay uno especial para eso-, aguardan en el lugar. Unos entran y otros automotores salen, nada parece suceder hasta el mediodía.
Sin embargo, gritos de mujeres parecen alentar la idea de que algo sucede al interior del Cereso.
A lo lejos, la conductora de una camioneta blanca quien busca un lugar para estacionarse y de inmediato lo encuentra, debido a la baja afluencia de personas. Poco después descienden dos mujeres: una de aproximadamente 45 años de edad y una más, de cerca de 25 años, abren la cajuela de la unidad, toman un par de ramos con rosas rojas difuminados por el color blanco de la flor de nube e ingresan en el centro de readaptación. El festejo para una de las PPL parece que será mejor que el de las otras 500 convictas, según el dato de una fuente extraoficial.
Poco falta para que -entre el pueblo fantasma que parece el penal- un estepircursor sea visto en el sitio, aunque su incursión es interrumpida por la salida de una custodio, quien cruza la vialidad en espera del autobús que la llevará a casa.
“Estoy muy cansada, entré a trabajar ayer- o sea el domingo- en la mañana”, una forma de rechazo que para cualquier periodista - y no periodista- sería razonable, pero alcanza a decir que una celebración se lleva a cabo al interior del Cereso: “Dieron carnitas y pastel, también hubo payasos”, toma el autobús y se va.
Una fiesta se organiza dentro de los cuatro muros que prohíben la salida de las reclusas. Lo confirma la salida de las dos mujeres que entraron con un par de ramos que, aunque no estuvieron en el convivio, pudieron entregar las flores a su compañera.
“Es para alegrarles un poco el día”, señalan, y por extraño que pudiera parecer, no visitaban a su madre, fueron a ver a una amiga que está encarcelada desde hace 26 años, por quién sabe qué delito, a fin de cuentas no fueron a ver a una PPL, sino a una madre, este 10 de Mayo en el penal femenil de San Miguel.