/ lunes 20 de mayo de 2019

Combate a la desigualdad

Desde su origen hasta el día de hoy, nuestra sociedad ha vivido momentos culminantes en los que se ha reconocido como Nación, como sujeto histórico. Este reconocimiento ha venido avanzando durante la historia hasta el momento actual, en que se reconocen tanto la diferencia individual como la pluralidad histórica.

Nuestra Nación es diferente en sus individuos, diferente en sus comunidades y colectividades. El artículo cuarto constitucional establece y reconoce el carácter pluricultural de la Nación. Hoy entendemos que nuestras diferencias son riqueza, capital humano en lo individual, capital histórico-cultural en lo colectivo, herramientas de progreso; en síntesis, son elementos de nuestra definición.

A partir de nuestra pluralidad, la libertad se matiza, desde las libertades individuales hasta los derechos humanos. Hablamos también de las libertades sociales, de los grupos, de las comunidades, que tienen un papel decisivo en la definición de nuestra realidad y en la construcción del futuro. Las diferencias no son un obstáculo, sino capital histórico, social e intelectual que debemos potenciar.

Sin embargo, diferencia no es sinónimo de desigualdad. Las desigualdades son productos históricos, resultado de las circunstancias actuales. Como en algún momento expresó Arturo Warman, en México “se han mezclado diferencias que nos enriquecen con desigualdades que nos limitan”, es necesario que las desigualdades se combatan, moderen y desaparezcan.

Desde esta óptica, la lucha contra la desigualdad debe ser un punto central de nuestra sociedad. Este combate plantea retos particulares, pero deben integrarse en dos aspectos centrales: libertad y justicia. Esta doble aspiración es permanente; son necesidades arraigadas en diversos momentos de la historia.

Después de años y años de avances en la lucha por las libertades individuales y sociales necesitamos construir un mínimo social básico para todos los mexicanos –mujeres, hombres, niños, adultos y ancianos-, remontar rezagos y carencias ancestrales que hacen de la justicia social un complemento indispensable de la libertad.

El combate a la desigualdad debe hacerse con tolerancia, con cuidado y respeto a los derechos individuales y de grupos. En este contexto, la democracia, entendida no sólo como un sistema electoral, una estructura jurídica o un régimen político, sino como la define el artículo tercero constitucional, como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de la sociedad; así adquiere características de requisito. Entonces, la democracia¸ permite resolver los difíciles dilemas entre individuos y colectividades, entre comunidades y personalidades.

Tengamos presente que, si la democracia es el medio para la libertad y la justicia, el Estado es un instrumento.

*Magistrado del Tribunal Superior de Justicia.

Desde su origen hasta el día de hoy, nuestra sociedad ha vivido momentos culminantes en los que se ha reconocido como Nación, como sujeto histórico. Este reconocimiento ha venido avanzando durante la historia hasta el momento actual, en que se reconocen tanto la diferencia individual como la pluralidad histórica.

Nuestra Nación es diferente en sus individuos, diferente en sus comunidades y colectividades. El artículo cuarto constitucional establece y reconoce el carácter pluricultural de la Nación. Hoy entendemos que nuestras diferencias son riqueza, capital humano en lo individual, capital histórico-cultural en lo colectivo, herramientas de progreso; en síntesis, son elementos de nuestra definición.

A partir de nuestra pluralidad, la libertad se matiza, desde las libertades individuales hasta los derechos humanos. Hablamos también de las libertades sociales, de los grupos, de las comunidades, que tienen un papel decisivo en la definición de nuestra realidad y en la construcción del futuro. Las diferencias no son un obstáculo, sino capital histórico, social e intelectual que debemos potenciar.

Sin embargo, diferencia no es sinónimo de desigualdad. Las desigualdades son productos históricos, resultado de las circunstancias actuales. Como en algún momento expresó Arturo Warman, en México “se han mezclado diferencias que nos enriquecen con desigualdades que nos limitan”, es necesario que las desigualdades se combatan, moderen y desaparezcan.

Desde esta óptica, la lucha contra la desigualdad debe ser un punto central de nuestra sociedad. Este combate plantea retos particulares, pero deben integrarse en dos aspectos centrales: libertad y justicia. Esta doble aspiración es permanente; son necesidades arraigadas en diversos momentos de la historia.

Después de años y años de avances en la lucha por las libertades individuales y sociales necesitamos construir un mínimo social básico para todos los mexicanos –mujeres, hombres, niños, adultos y ancianos-, remontar rezagos y carencias ancestrales que hacen de la justicia social un complemento indispensable de la libertad.

El combate a la desigualdad debe hacerse con tolerancia, con cuidado y respeto a los derechos individuales y de grupos. En este contexto, la democracia, entendida no sólo como un sistema electoral, una estructura jurídica o un régimen político, sino como la define el artículo tercero constitucional, como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de la sociedad; así adquiere características de requisito. Entonces, la democracia¸ permite resolver los difíciles dilemas entre individuos y colectividades, entre comunidades y personalidades.

Tengamos presente que, si la democracia es el medio para la libertad y la justicia, el Estado es un instrumento.

*Magistrado del Tribunal Superior de Justicia.