/ lunes 15 de julio de 2019

El significado de la participación social



La influencia de las ideas de Aristóteles fue tan precisa desde sus orígenes y su pensamiento continúa siendo tan acertado que quiero hacer mención de su consideración respecto al hombre; él hacía referencia a este como un “animal político”; pues el ser humano guiado por la fuerza natural hacia la reproducción y la conservación se inclina a vivir unido, primero en la familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado.

El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad civil dentro de la libertad, una responsabilidad que también se traduce en participación. Participar significa tomar o tener parte: est autem participare quasi capere.

Esta definición etimológica hace referencia al aspecto pasivo o intransitivo de la participación –tomar o tener parte de algo o en algo– y de ella derivan dos tipos de participación reflejadas en el lenguaje ordinario: no es lo mismo tomar parte de una herencia, que es un todo cuantitativo y material, que participar de una noticia o de un sentimiento. En el primer caso la herencia se divide y se distribuye, desapareciendo el todo. En el segundo, la noticia y el sentimiento pueden ser recibidos por diversos participantes –con mayor o menor intensidad, si se quiere– pero sin dejar de permanecer en aquel que los comunica, porque se trata de algo inmaterial y cualitativo

Guiados por ese espíritu político –que hemos desfigurado– hoy en día queremos cambios mágicos en nuestro país y digo mágicos porque pretendemos que sucedan por sí solos, pues consideramos que son parte “del curso natural de las cosas”, sin recordar que todo cambio se da necesariamente a través de un proceso, tal como lo decía Aristóteles: el cambio es el paso de la potencia al acto; lo anterior lo explicaba haciendo alusión a que por una parte potencia es la potencialidad que posee un ser y el acto es la realización de esa potencialidad, es por ello que para que el cambio se dé, es necesario actuar y es así como sucede en la política, tal como expresaba el gran Jesús Reyes Heroles: En la política se concentran todas las actividades del ser humano, y ella, como actividad cultural, abarca e incide en todas las actividades del hombre, las cuales, a su vez, influyen sobre la política, constriñéndola o proyectándola.

Debemos decir que desafortunadamente las nuevas generaciones han crecido sin ese espíritu político –refiriéndonos al de verdaderas intenciones– y viven sin darse cuenta que son parte de quienes están escribiendo la nueva historia que marcará el curso del futuro de nuestro país; contrario a ello también están quienes lo poseen –el espíritu– y no se les da la oportunidad de materializarlo, pues se cree que la juventud está íntimamente ligada con la falta de experiencia, la ingenuidad y hasta la ignorancia, rezagando el crecimiento de ellos y por ende de nuestra nación, perdiendo de vista que son ellos –le guste a quien le guste– quienes constituyen el futuro de nuestra nación; por ello “hay que dejar la puerta abierta para que ingresen quienes tengan algo que aportar y también para que se vayan los oportunistas”, y así quienes pueden y saben ejerzan la política con “corazón, cabeza y carácter”; tal como lo expresaba este gran personaje de la política mexicana.



La influencia de las ideas de Aristóteles fue tan precisa desde sus orígenes y su pensamiento continúa siendo tan acertado que quiero hacer mención de su consideración respecto al hombre; él hacía referencia a este como un “animal político”; pues el ser humano guiado por la fuerza natural hacia la reproducción y la conservación se inclina a vivir unido, primero en la familia, luego en la aldea (unión de varias familias) y finalmente en la ciudad-estado.

El buen funcionamiento de una ciudad-estado no se asegura solamente por aunar voluntades hacia un mismo fin; se requiere también de leyes sensatas y apropiadas que respeten las diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad civil dentro de la libertad, una responsabilidad que también se traduce en participación. Participar significa tomar o tener parte: est autem participare quasi capere.

Esta definición etimológica hace referencia al aspecto pasivo o intransitivo de la participación –tomar o tener parte de algo o en algo– y de ella derivan dos tipos de participación reflejadas en el lenguaje ordinario: no es lo mismo tomar parte de una herencia, que es un todo cuantitativo y material, que participar de una noticia o de un sentimiento. En el primer caso la herencia se divide y se distribuye, desapareciendo el todo. En el segundo, la noticia y el sentimiento pueden ser recibidos por diversos participantes –con mayor o menor intensidad, si se quiere– pero sin dejar de permanecer en aquel que los comunica, porque se trata de algo inmaterial y cualitativo

Guiados por ese espíritu político –que hemos desfigurado– hoy en día queremos cambios mágicos en nuestro país y digo mágicos porque pretendemos que sucedan por sí solos, pues consideramos que son parte “del curso natural de las cosas”, sin recordar que todo cambio se da necesariamente a través de un proceso, tal como lo decía Aristóteles: el cambio es el paso de la potencia al acto; lo anterior lo explicaba haciendo alusión a que por una parte potencia es la potencialidad que posee un ser y el acto es la realización de esa potencialidad, es por ello que para que el cambio se dé, es necesario actuar y es así como sucede en la política, tal como expresaba el gran Jesús Reyes Heroles: En la política se concentran todas las actividades del ser humano, y ella, como actividad cultural, abarca e incide en todas las actividades del hombre, las cuales, a su vez, influyen sobre la política, constriñéndola o proyectándola.

Debemos decir que desafortunadamente las nuevas generaciones han crecido sin ese espíritu político –refiriéndonos al de verdaderas intenciones– y viven sin darse cuenta que son parte de quienes están escribiendo la nueva historia que marcará el curso del futuro de nuestro país; contrario a ello también están quienes lo poseen –el espíritu– y no se les da la oportunidad de materializarlo, pues se cree que la juventud está íntimamente ligada con la falta de experiencia, la ingenuidad y hasta la ignorancia, rezagando el crecimiento de ellos y por ende de nuestra nación, perdiendo de vista que son ellos –le guste a quien le guste– quienes constituyen el futuro de nuestra nación; por ello “hay que dejar la puerta abierta para que ingresen quienes tengan algo que aportar y también para que se vayan los oportunistas”, y así quienes pueden y saben ejerzan la política con “corazón, cabeza y carácter”; tal como lo expresaba este gran personaje de la política mexicana.