/ lunes 8 de julio de 2019

El respeto y los buenos modales



Una pregunta que se hacen muchos nostálgicos de otras épocas es ¿En dónde quedaron el respeto y los buenos modales? Esto ha hecho que expertos analicen esta pérdida social. Encuentros siempre interrumpidos por celulares y computadoras; asientos que jamás son cedidos a ancianos y embarazadas; y palabras de agradecimiento nunca pronunciadas son algunas de las acciones cotidianas de millones de personas en la actualidad.

Entre las cosas que más molestan dentro de la falta de respeto y valores se destacan el desinterés por el prójimo, la apatía, la falta de cordialidad tanto en la vía pública como en lugares privados. Asimismo, es incómodo ver que quienes se llaman “ciudadanos” no pronuncien un 'por favor' y que no agradezcan cuando reciben algo. No hay nada peor que cederle el paso a alguien o abrirle la puerta y que además de no agradecer mire para abajo y siga de largo. No puede faltar mencionar a la gente que arroja desechos por la ventanilla del transporte público o auto como si la calle fuera un gran tiradero de basura. También se emiten miles de quejas por las personas que no respetan las filas para ser atendidos, o bien de jóvenes que utilizan un lenguaje vulgar que apena a los adultos que escuchan.

Un tema muy relacionado con ello es la inseguridad, misma que provoca, cada día más, que los ciudadanos se vuelvan desconfiados, se sientan perseguidos, y que muchas acciones que antes parecían normales se vayan convirtiendo en excepcionales dejando atrás la cortesía y las buenas formas.

Los expertos coinciden en que la buena educación se basa en conocer las reglas, respetar los límites y el espacio del otro. La sociedad está alejada del afecto, ya que los lazos entre los individuos de la comunidad son frágiles; no hay normas ni límites, y el otro es visto como un potencial enemigo, un peligro, y no como un aliado. Pareciera que la preocupación por el prójimo ha disminuido, hoy cada uno atiende su juego. A esto se agrega un creciente desprecio por las normas establecidas, justificando cualquier violación de las mismas bajo la premisa de que 'todos lo hacen y no pasa nada'. Sin embargo; la cortesía no es una virtud innata en los niños, que requiere práctica y refuerzos continuos. Un niño con buenos modales puede ser más disciplinado, tener más tolerancia a las sugerencias que otras personas hacen y que pueden afectar sus vidas con una connotación positiva.

Los buenos modales son hábitos correctos que encajan a la perfección en todos los contextos y en todas las circunstancias. El esfuerzo para inculcarlos durante los primeros años, se convertirá en algo automático en las reacciones de una generación completa, así, se verán sus efectos y las siguientes generaciones seguirán ahora las buenas prácticas. Hay que tener mucha paciencia, pues los efectos definitivamente se verán a mediano y largo plazo. Los buenos modales pueden ser recuperados, pero para que ello suceda se necesita un trabajo consiente. Es fundamental comprender que el otro es imprescindible para vivir mejor. Debemos comenzar con pequeños acuerdos desde el núcleo más íntimo, implementándolos en situaciones cotidianas, para que luego puedan expandirse. Esperar a que la sociedad cambie es en vano si no empezamos por nosotros mismos.



Una pregunta que se hacen muchos nostálgicos de otras épocas es ¿En dónde quedaron el respeto y los buenos modales? Esto ha hecho que expertos analicen esta pérdida social. Encuentros siempre interrumpidos por celulares y computadoras; asientos que jamás son cedidos a ancianos y embarazadas; y palabras de agradecimiento nunca pronunciadas son algunas de las acciones cotidianas de millones de personas en la actualidad.

Entre las cosas que más molestan dentro de la falta de respeto y valores se destacan el desinterés por el prójimo, la apatía, la falta de cordialidad tanto en la vía pública como en lugares privados. Asimismo, es incómodo ver que quienes se llaman “ciudadanos” no pronuncien un 'por favor' y que no agradezcan cuando reciben algo. No hay nada peor que cederle el paso a alguien o abrirle la puerta y que además de no agradecer mire para abajo y siga de largo. No puede faltar mencionar a la gente que arroja desechos por la ventanilla del transporte público o auto como si la calle fuera un gran tiradero de basura. También se emiten miles de quejas por las personas que no respetan las filas para ser atendidos, o bien de jóvenes que utilizan un lenguaje vulgar que apena a los adultos que escuchan.

Un tema muy relacionado con ello es la inseguridad, misma que provoca, cada día más, que los ciudadanos se vuelvan desconfiados, se sientan perseguidos, y que muchas acciones que antes parecían normales se vayan convirtiendo en excepcionales dejando atrás la cortesía y las buenas formas.

Los expertos coinciden en que la buena educación se basa en conocer las reglas, respetar los límites y el espacio del otro. La sociedad está alejada del afecto, ya que los lazos entre los individuos de la comunidad son frágiles; no hay normas ni límites, y el otro es visto como un potencial enemigo, un peligro, y no como un aliado. Pareciera que la preocupación por el prójimo ha disminuido, hoy cada uno atiende su juego. A esto se agrega un creciente desprecio por las normas establecidas, justificando cualquier violación de las mismas bajo la premisa de que 'todos lo hacen y no pasa nada'. Sin embargo; la cortesía no es una virtud innata en los niños, que requiere práctica y refuerzos continuos. Un niño con buenos modales puede ser más disciplinado, tener más tolerancia a las sugerencias que otras personas hacen y que pueden afectar sus vidas con una connotación positiva.

Los buenos modales son hábitos correctos que encajan a la perfección en todos los contextos y en todas las circunstancias. El esfuerzo para inculcarlos durante los primeros años, se convertirá en algo automático en las reacciones de una generación completa, así, se verán sus efectos y las siguientes generaciones seguirán ahora las buenas prácticas. Hay que tener mucha paciencia, pues los efectos definitivamente se verán a mediano y largo plazo. Los buenos modales pueden ser recuperados, pero para que ello suceda se necesita un trabajo consiente. Es fundamental comprender que el otro es imprescindible para vivir mejor. Debemos comenzar con pequeños acuerdos desde el núcleo más íntimo, implementándolos en situaciones cotidianas, para que luego puedan expandirse. Esperar a que la sociedad cambie es en vano si no empezamos por nosotros mismos.