/ martes 27 de febrero de 2018

Como presidente del comité municipal del PRI les cuento lo que viví

Para Jonathan Ávalos Meléndez y Víctor Manuel Mendoza Hernández.

Con mi solidaridad y afecto sinceros.


Recuerdo como si fuera ayer, que el entonces gobernador y primer priista del estado, Mario Marín Torres, me propuso convocar a las organizaciones y a las bases del entonces PRI -que no PRIAN- para acceder al honroso cargo de presidente del Comité Municipal del PRI en Puebla capital. Alejandro Armenta Mier, entonces soldado del tricolor e indeclinable servidor de las órdenes salidas desde Casa Puebla, era presidente estatal de nuestro otrora instituto político, garante de las necesidades más ingentes de las clases populares, sindicatos, obreros, madres solteras, campesinos, en suma, de aquellas causas que dieron vida al nacimiento del Revolucionario Institucional. Meses antes de mi designación, le pedí al gobernador que lucháramos por la democracia interna, que dejáramos atrás la simulación, los compadrazgos, y que fueran las bases las que determinaran quién debía ser nuestro abanderado para contender por la gubernatura, le expresé que tenía que ser un poblano de nacimiento, con un arraigo indubitable de las improntas estatutarias plasmadas en nuestros documentos básicos; que no podía imponer candidato, y mucho menos dar paso a candidatos a las diputaciones locales de aquellos mindundis enchufados vía Javier López Zavala y el propio gobernador del Estado y sus familiares. El partido debía mostrarse como un partido abierto a la democracia interna, respetuoso de los designios de las bases que nos habían mantenido en el poder hasta ese entonces, y que debíamos hacer frente a la ultraderecha radical encarnada en el Partido Acción Nacional, a efecto de frenar al conservadurismo entonces rampante en el gobierno de Calderón Hinojosa, dejar atrás la grosera entrega del poder por parte de Ernesto Zedillo en la persona del inefable Pancho Labastida, los comentarios de Marín como siempre eran los mismos: “… vas a ver Carlos que surgirá en cada distrito un candidato capaz, inteligente, con los compromisos que nuestros estatutos imponen…”, (hasta entonces de centro izquierda), créanme que nunca creí en su palabra, y en efecto no me equivoqué.

Recuerdo como si de ayer se tratara, después de una larga charla dominical con el entonces gobernador Marín en Casa Puebla, y después de haber impuesto a Javier López Zavala como abanderado de nuestro partido (para después traicionarlo), me dijo que platicara con el entonces presidente estatal Alejandro Armenta y con el candidato Javier López Zavala en el Hotel Lastra, lugar en donde me harían saber la lista de candidatos a diputados en Puebla capital. Grande fue mi sorpresa cuando me hicieron saber que los candidatos eran, sin excepción, impreparados, incultos, ignorantes, abyectos, sometidos, que contaban como única “divisa” la de ser apoyados por la burbuja marinista, directamente por Mario Marín y Javier López Zavala, ¿testigos?, cientos de miles de poblanos que al día siguiente me escucharon en las estaciones de radio de mayor difusión, primero con don Alejandro Mondragón, a quien en mi calidad de presidente del Comité Municipal del PRI, me dolí de la actitud zafia y deleznable de los responsables de haber impuesto a dedo a los candidatos, destaco también mi intervención con Fernando Canales, quien en esos momentos entrevistaba a Rafael Moreno Valle, y aún sin consentimiento del comunicador me senté solo para ocupar 3 minutos, que fueron suficientes para expresar mi tristeza y el dolor que me embargaba porque este acto representaba uno de los más oprobiosos actos que se fueron sucediendo durante la campaña al Gobierno del Estado. La entrega deliberada de poder al PAN por parte de Mario Marín.

¿Quién no recuerda mi entrevista en el Royalti con Rafael Moreno Valle?, precisamente el día del aniversario de mi partido, oscilante, dubitativo, simulador, en donde nuevamente reproché, y de ello constan declaraciones en todos los periódicos, mi vergüenza y pesar porque el primer priista del Estado estaba haciendo todo lo necesario para entregar la plaza al Partido Acción Nacional, algún periodista a sueldo me acusó de haber recibido un cañonazo de 18 millones de pesos, Víctor Manuel Giorgana declaró que había llevado a cabo un acto de “alta traición”, cuando los traidores a nuestros estatutos y principios partidarios habían sido los integrantes de la burbuja marinista. Pese a todo ello, cargué a cuestas con los candidatos impuestos por parte de Mario Marín y del entonces candidato López Zavala. “Disciplina Carlos; somos unos soldados del PRI…”, me decía Armenta; mi postura fue la misma, no permití negociar mi dignidad ni someterme a lo que ya se vislumbraba, hacer todo lo necesario para que Javier López Zavala perdiera las elecciones. Los resultados todos los conocemos.

El breve espacio de esta casa editorial me impide narrar a detalle los desencuentros que tuve con el dirigente estatal del PRI, Armenta Mier, y principalmente con Mario Marín, a quienes sin pelos en la lengua les manifesté mi inconformidad con las decisiones cupulares que habían tomado sin consultas a las bases.

El día de la elección, solicité el apoyo moral de la entonces presidenta municipal Blanca Alcalá para movilizar a nuestras huestes, su respuesta fue tajante: “… Carlos, yo no voy a apoyar a Javier…”. La plaza estaba entregada.

Convencido de que era mi deber luchar por el partido que me acunó y por el que había trabajado durante tantos años, busqué al gobernador y le reproché el por qué no teníamos el mínimo apoyo de líderes, delegados, seccionales, sectores; la llamada nunca me fue contestada. En el bunker del PRI de la 5 Poniente, estando presente Mario Montero, candidato a la presidencia municipal y su señor padre don Enrique, nos dimos cuenta de que nuestros candidatos habían sido dejados en la orfandad política, a las 10 de la mañana Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera nos aventajaban por más de 10 puntos, fue así como se escribió la historia de una traición perfectamente planeada y deliberada por parte de quien pudo haber sido un candidato natural a la Presidencia de la República, que perdió el piso, y que echó por la borda todo el capital político con el que contaba hasta antes de ganar la gubernatura. En el ejercicio del poder, todos fuimos testigos de lo desastroso de su mandato, sus equiperos, manchados de las manos y del rostro, por la corrupción y por dedicarse únicamente a enriquecerse en forma descomunal, a la fecha muchos andan prófugos.

Lo anterior viene a cuento, porque Enrique Doger Guerrero cuenta con un gran capital político, y sin embargo, le han incrustado a un número importante de personeros del mal que se dedicarán en el futuro a hacer lo necesario para entregarlo como cabeza de turco. Espero que Enrique tome cartas en el asunto y se sacuda a la panda de traidores que lo rodean, que trabaje para él con gente de su exclusiva confianza, que cuando hable por teléfono lo haga como si lo hiciera en público, de lo contrario mi querido Enrique al parecer se avecinan nubarrones y días nefastos, como dijera el augur. La pelota está en tu cancha, esta es solo una recomendación de lo que tu amigo ve desde afuera. Lo digo sin acritud, ¡pero lo digo!

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