/ miércoles 8 de abril de 2020

El Covid-19, una oportunidad para un cambio de actitud

Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo

Alexei Tolstoi

Cierto es que hasta para poner orden y disciplina en las casas, para el mayor beneficio de todos, se convierte en un reto muy difícil de lograr.

Con el criterio de la libertad individual, el respeto a la dignidad humana y las decisiones democratizadas en las familias, se ha pasado de la cultura de control del patriarcado-machista a la cultura del relativismo.

No me canso de señalar que estamos pagando facturas con un alto costo social porque los comportamientos ancestrales, modernos y posmodernos, incluso actuales han empujado a la sociedad al abismo. Y por aniquilar conductas aberrantes, la sociedad ha sido arrastrada a aun deseo subterráneo de venganza consciente, inconsciente o subconscientemente.

Aquí vuelve el perro arrepentido, y sí, vuelvo con uno de mis temas recurrentes. Hemos perdido los valores, principios, moral, ética. Me ha tocado escuchar a gente que dice: “¿A quién le interesa portarse bien? ¿Cómo para qué? ¿Qué ganamos con eso? Los valores, principios y el amor no dan de comer ni pagan deudas.

Y otros que dicen: que cada quien se rasque son sus uñas, que se joda como yo, si quiere lograr algo. Se sienten unos y otros con la batuta que fabrica verdades. Son pláticas de la que a veces nos retiramos o nos silenciamos ante la sensación de haber arado en el mar.

Aquí le concedo razón a AMLO en la pretendida sanidad gubernamental. Como cierto es habido y hay muchos funcionarios y empresarios que han tenido conductas deplorables y deprimentes, haciendo de sus espacios, cuna principal de la pérdida de los valores humanos: honestidad, sensibilidad, gratitud, humildad, prudencia, respeto, responsabilidad. No se entiende qué sentido tendría este cúmulo de perlas sin pulir.

No obstante, tener un cambio de actitud no se logra por ósmosis. No es como el COVID-19 que se puede pasar de una a otra persona por un estornudo, por un abrazo, por un beso. No sólo sin querer, es que ni aun queriendo que así fuera, los principios se podrían transmitir tan fácil, si bien si se enseñan, se maman en casa.

El Bicho-Feo nos está dando una gran oportunidad de trabajar duro hacia criterios, actitudes y conductas que caminen hacia un reencuentro con la cultura de la vida, misma que está siendo secuestrada por el relativismo social, ese que dice que cada quien haga lo que más le guste hacer, y sea lo que le dé la gana.

Estos tiempos del relativismo nos han empujado a egoísmos profundos. Sin embargo, al parecer, ante ello ha surgido un contra golpe por carambola (natural o creado) que es la pandemia. Y no porque sea deseada sino porque ha tenido que llegar tal flagelo para empezar a darnos cuenta que es necesario y urge un cambio individual.

Pero no el rezado: primero yo, segundo yo, tercero yo. ¡No! Dije cambio individual y no cambio individualista. No es lo mismo crecer de manera individual (uno mismo en su ser interior profundo y de verdad), que ser como quiera yo ser, por mí en mi tener sin importarme los demás.

El crecimiento interior es vivir en función del bien de los demás sirviendo a los demás en el sentido de la justicia social y esto es trabajar en el ser de uno mismo para ser mejores, no contra los otros. Aquella forma, la otra, el todo para mí, es la ruindad humana de buscar y hacer lo imposible para tener por tener.

No nacimos para vivir de manera individualizada sino para el bien común sin imputaciones de unos contra otros ni seleccionismos segregasionistas electoreros donde lo que interesa a aquel es que digan que tiene la razón. ¿Le suena?

Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo

Alexei Tolstoi

Cierto es que hasta para poner orden y disciplina en las casas, para el mayor beneficio de todos, se convierte en un reto muy difícil de lograr.

Con el criterio de la libertad individual, el respeto a la dignidad humana y las decisiones democratizadas en las familias, se ha pasado de la cultura de control del patriarcado-machista a la cultura del relativismo.

No me canso de señalar que estamos pagando facturas con un alto costo social porque los comportamientos ancestrales, modernos y posmodernos, incluso actuales han empujado a la sociedad al abismo. Y por aniquilar conductas aberrantes, la sociedad ha sido arrastrada a aun deseo subterráneo de venganza consciente, inconsciente o subconscientemente.

Aquí vuelve el perro arrepentido, y sí, vuelvo con uno de mis temas recurrentes. Hemos perdido los valores, principios, moral, ética. Me ha tocado escuchar a gente que dice: “¿A quién le interesa portarse bien? ¿Cómo para qué? ¿Qué ganamos con eso? Los valores, principios y el amor no dan de comer ni pagan deudas.

Y otros que dicen: que cada quien se rasque son sus uñas, que se joda como yo, si quiere lograr algo. Se sienten unos y otros con la batuta que fabrica verdades. Son pláticas de la que a veces nos retiramos o nos silenciamos ante la sensación de haber arado en el mar.

Aquí le concedo razón a AMLO en la pretendida sanidad gubernamental. Como cierto es habido y hay muchos funcionarios y empresarios que han tenido conductas deplorables y deprimentes, haciendo de sus espacios, cuna principal de la pérdida de los valores humanos: honestidad, sensibilidad, gratitud, humildad, prudencia, respeto, responsabilidad. No se entiende qué sentido tendría este cúmulo de perlas sin pulir.

No obstante, tener un cambio de actitud no se logra por ósmosis. No es como el COVID-19 que se puede pasar de una a otra persona por un estornudo, por un abrazo, por un beso. No sólo sin querer, es que ni aun queriendo que así fuera, los principios se podrían transmitir tan fácil, si bien si se enseñan, se maman en casa.

El Bicho-Feo nos está dando una gran oportunidad de trabajar duro hacia criterios, actitudes y conductas que caminen hacia un reencuentro con la cultura de la vida, misma que está siendo secuestrada por el relativismo social, ese que dice que cada quien haga lo que más le guste hacer, y sea lo que le dé la gana.

Estos tiempos del relativismo nos han empujado a egoísmos profundos. Sin embargo, al parecer, ante ello ha surgido un contra golpe por carambola (natural o creado) que es la pandemia. Y no porque sea deseada sino porque ha tenido que llegar tal flagelo para empezar a darnos cuenta que es necesario y urge un cambio individual.

Pero no el rezado: primero yo, segundo yo, tercero yo. ¡No! Dije cambio individual y no cambio individualista. No es lo mismo crecer de manera individual (uno mismo en su ser interior profundo y de verdad), que ser como quiera yo ser, por mí en mi tener sin importarme los demás.

El crecimiento interior es vivir en función del bien de los demás sirviendo a los demás en el sentido de la justicia social y esto es trabajar en el ser de uno mismo para ser mejores, no contra los otros. Aquella forma, la otra, el todo para mí, es la ruindad humana de buscar y hacer lo imposible para tener por tener.

No nacimos para vivir de manera individualizada sino para el bien común sin imputaciones de unos contra otros ni seleccionismos segregasionistas electoreros donde lo que interesa a aquel es que digan que tiene la razón. ¿Le suena?