/ miércoles 16 de septiembre de 2020

Las circunstancias despiertan lo que somos

"Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo": José Ortega y Gasset


Abundan los memes a cerca del 2020. Que es el año que no existe… que ya el marido no soporta a la mujer o al revés, que los hijos son un estorbo; etc. Lo cierto es que los memes conllevan una onda de creatividad y humor para decir las cosas en broma y en serio.

Cuando la gente se ahoga en sus penas, frustraciones e impotencias sufre más y peor. El meme ha logrado hacernos reír de nosotros mismos y de nuestras circunstancias; ese es el papel antiquísimo de los chistes desde los bufones en tiempos de Roma.

Hoy los memes son el elemento humorístico social que dibujan la representación gráfica de las protestas contra hechos indeseables; son un factor de descompresión general pero no le alcanza para salvar a las familias, por lo dicho al principio.

Como humor masificado han jugado un papel sugestivo para atenuar tantas situaciones difíciles incluso fallidas. Reírse de uno, sirve para elevar el espíritu; es una forma de mitigar el dolor, las tristezas, incluso las culpas.

Sin embargo, he tomado como factor el mensaje connotativo de los memes sobre las parejas y sus episodios para acercarme un poco a lo que califico “el reaprenderse en familia”, quizás aventurándome desde las percepciones por lo que he visto, escuchado y vivido desde el reclutamiento.

He escrito tres artículos en diferentes momentos sobre la ruta emocional de la pandemia que obligó a la reclusión en casa. Mismos que resumo en que el regresar a casa movería a la sociedad a reaprenderse incluso reiniciar las relaciones humanas. En algunos casos para “bien” y en otros para “mal”.

Lo digo así para explicarlo de forma coloquial en el entendimiento y convicción que en ambos casos es relativo lo resultado; pues reza el refrán que no hay mal que por bien no venga.

De manera que, esta circunstancia -como cualquier circunstancia- lo único que ha hecho es sacar de cada quien lo que guarda en fondo de su interior. Han brotado los pensamientos, creencias, procedimientos de control, de orden, de disciplinas, de valores.

Antes del COVID-19 las parejas ya sabían cómo era cada uno. Así que los que no habían sido capaces de superar situaciones duras habían abandonado el barco, otras parejas vivían disfuncionales; otros más disfrazando sus relaciones y los que -en efecto- sí habían sido arropados por la verdadera comprensión y amor de familia.

Gracias a la tecnología, en comunicación con conocidos, amigos y familiares me he percatado que ha habido un proceso de acoplamiento interesante y beneficioso en muchos casos, pero en otros ha sido al revés.

Una de las razones es que no ha habido suficiente desfogue. No solo hacer deporte, recreación, sino incluso el mismo trabajo fuera de casa, para muchos, era y es su alivio del “drama doméstico hogareño” (deudas, compromisos, orden, hijos, etc.).

Muchas familias se han crispado, de ahí el aumento de los divorcios en el mundo. En el medio “Opinión de Bloomberg”, Stephanie Coontz, historiadora e investigadora sobre el matrimonio y género, directora de investigación en el Council on Contemporary Families, dijo respecto de la pandemia: “…los cónyuges que practican sparring no pueden ir a ningún lugar, a ningún lado, y desahogarse para ayudar a reducir la escalada de un conflicto. Esa es una de las "válvulas de escape" más importantes para preservar los matrimonios, los divorcios sí han aumentado.”

Sostengo que el COVID-19, lo que ha hecho es hacer germinar lo que somos, sea alegría o frustraciones; tolerancia y paciencia, amor; o, intolerancia, impaciencia desamor. ¿Le suena?

"Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo": José Ortega y Gasset


Abundan los memes a cerca del 2020. Que es el año que no existe… que ya el marido no soporta a la mujer o al revés, que los hijos son un estorbo; etc. Lo cierto es que los memes conllevan una onda de creatividad y humor para decir las cosas en broma y en serio.

Cuando la gente se ahoga en sus penas, frustraciones e impotencias sufre más y peor. El meme ha logrado hacernos reír de nosotros mismos y de nuestras circunstancias; ese es el papel antiquísimo de los chistes desde los bufones en tiempos de Roma.

Hoy los memes son el elemento humorístico social que dibujan la representación gráfica de las protestas contra hechos indeseables; son un factor de descompresión general pero no le alcanza para salvar a las familias, por lo dicho al principio.

Como humor masificado han jugado un papel sugestivo para atenuar tantas situaciones difíciles incluso fallidas. Reírse de uno, sirve para elevar el espíritu; es una forma de mitigar el dolor, las tristezas, incluso las culpas.

Sin embargo, he tomado como factor el mensaje connotativo de los memes sobre las parejas y sus episodios para acercarme un poco a lo que califico “el reaprenderse en familia”, quizás aventurándome desde las percepciones por lo que he visto, escuchado y vivido desde el reclutamiento.

He escrito tres artículos en diferentes momentos sobre la ruta emocional de la pandemia que obligó a la reclusión en casa. Mismos que resumo en que el regresar a casa movería a la sociedad a reaprenderse incluso reiniciar las relaciones humanas. En algunos casos para “bien” y en otros para “mal”.

Lo digo así para explicarlo de forma coloquial en el entendimiento y convicción que en ambos casos es relativo lo resultado; pues reza el refrán que no hay mal que por bien no venga.

De manera que, esta circunstancia -como cualquier circunstancia- lo único que ha hecho es sacar de cada quien lo que guarda en fondo de su interior. Han brotado los pensamientos, creencias, procedimientos de control, de orden, de disciplinas, de valores.

Antes del COVID-19 las parejas ya sabían cómo era cada uno. Así que los que no habían sido capaces de superar situaciones duras habían abandonado el barco, otras parejas vivían disfuncionales; otros más disfrazando sus relaciones y los que -en efecto- sí habían sido arropados por la verdadera comprensión y amor de familia.

Gracias a la tecnología, en comunicación con conocidos, amigos y familiares me he percatado que ha habido un proceso de acoplamiento interesante y beneficioso en muchos casos, pero en otros ha sido al revés.

Una de las razones es que no ha habido suficiente desfogue. No solo hacer deporte, recreación, sino incluso el mismo trabajo fuera de casa, para muchos, era y es su alivio del “drama doméstico hogareño” (deudas, compromisos, orden, hijos, etc.).

Muchas familias se han crispado, de ahí el aumento de los divorcios en el mundo. En el medio “Opinión de Bloomberg”, Stephanie Coontz, historiadora e investigadora sobre el matrimonio y género, directora de investigación en el Council on Contemporary Families, dijo respecto de la pandemia: “…los cónyuges que practican sparring no pueden ir a ningún lugar, a ningún lado, y desahogarse para ayudar a reducir la escalada de un conflicto. Esa es una de las "válvulas de escape" más importantes para preservar los matrimonios, los divorcios sí han aumentado.”

Sostengo que el COVID-19, lo que ha hecho es hacer germinar lo que somos, sea alegría o frustraciones; tolerancia y paciencia, amor; o, intolerancia, impaciencia desamor. ¿Le suena?