/ martes 15 de mayo de 2018

#NoAlPeriodismoSicario

Para el talentoso periodista y amigo fraterno Ernesto Villanueva Villanueva.


¿Qué mal habremos hechos los mexicanos, para que Televisa, Canal Once y Milenio nos privaran de la invaluable presencia, sabiduría y opinión del perínclito escribano Ricardo Alemán?, ¿por qué tan poderosos medios cedieron con presteza ante el injustificado linchamiento de una panda de inadaptados populistas, que no comprenden las sanas reflexiones, las idílicas opiniones ni las generosas intenciones neoliberadoras de quien fuera incuestionable premio nacional de periodismo? Ya solo falta que esa incontenible turba de ignaros acabe con el envidiable legado del PRIAN y dejemos de ser Puerto Rico para convertirnos en Cuba o Venezuela, pero peor, con interrupción del embarazo, matrimonios igualitarios, mariguana recreativa y autores que olvidan los títulos de los libros que escriben y están por publicar. ¡Jesús, María y José!

No se entiende por qué las masas furibundas que pululan por las redes y en los medios populacheros, tan cansadas de la corrupción, se aprovecharon de una broma local –de un resbalón pues–, para saltar por encima de las libertades más elementales y arremeter contra ese sacrosanto modelo de periodismo de opinión, cocinado con comentarios personales, abiertamente insolentes, infundados, irresponsables y despectivos, lanzados contra cualquier persona u organización que no contribuya al bienestar económico de quien la emite, sea adversaria de quien lo patrocina, resulte contraria a sus preferencias o caiga en las fobias de quienes lo practican y viven lujosamente gracias a él; que no por ello merecen tacharse de violentos, incitadores ni criminales, a no ser que se proceda con la típica ligereza, envidia, autoritarismo u odio de los desposeídos.

Más increíble resulta aún qué tan poderosos aliados del poder político, hayan renunciado a respaldar a quien tanto ha defendido al ogro filantrópico y contribuido al desarrollo de tan ejemplar modelo periodístico, lo que a juicio de sus defensores constituye una vileza y enrarece aún más el apocalíptico escenario electoral.

Modelo periodístico ofensivo y enriquecedor, del que afortunadamente para quienes se nutren y viven a expensas de él, aún quedan muchos casos y ejemplos dignos de estudio, como Joaquín López Dóriga y Carlos Marín allá en la capital, o como Arturo Rueda, traidor irredento, y el promiscuo homofóbico Fabián Gómez acá cerquita, quienes con la sagacidad que les caracteriza y un simple chasquido de dedos, pudieron convertirse de fervorosos antimorenovallistas al servicio de Javier López Zavala a dóciles lacayos del mismo “grupo finanzas” al que atizaban y en cuyo nombre hoy hacen obedientes llamados a diferenciar el voto, para evitar que su candidata sea arrasada por el efecto López Obrador.

Podrán haber aniquilado al inimitable Ricardo Alemán por confiadote, pero la orgía verbal seguirá con tantos próceres intachables del periodismo, simples cronistas del poder y escribanos a sueldo de los empoderados en turno. Los ancestrales soldados del sistema, que desde su infinita arrogancia se califican como simples provocadores, maestros en el manejo de epítetos, lo que les hace creerse poetas, filósofos, artistas y dueños únicos de los discursos de odio, sin rubor y sin el menor dejo de autocrítica posible. Ajenos al verdadero periodismo crítico que, en manos de verdaderos profesionales como mi gran amiga Carmen Aristegui, la talentosa Denise Dresser, o Animal Político, ha escalado inimaginables alturas a las que nuestros aburguesados exégetas (apoltronados en la comodidad de aquellos lujosos aposentos donde la filtración, el chayote y la felación hacen su nido), jamás llegarán.

Es el periodismo sicario contra el cual se rebelaron las víctimas indirectas de su discurso divisorio y de sus aversiones. Son los defensores de ocasión de la pluralidad, la libertad de expresión y el disenso; pero solo SU pluralidad, SU libertad y SU derecho a disentir, mientras tunden con SU soberbia a quienes se atreven a pensar distinto y criticarlos. Es el gremio de élite que hoy respinga desde sus bacinicas por el linchamiento mediático contra uno de los suyos, sin importarles que ellos mismos lo hayan incitado o provocado con su polarización y sin percatarse del hedor de su propia mierda; pero que mañana festinará con igual entusiasmo la deshonra del cronista maldito, antes que poner sus barbas a remojar y reconocer que el ejercicio de la libertad de expresión por una figura pública conlleva una mayor responsabilidad, que obliga a evitar las posiciones irracionales, a no caer en falsas equivocaciones que pudieran dar lugar a consecuencias indeseadas y a admitir con humildad cualquier pifia.

Quisiéramos ver a estos adalides defendiendo con esa misma agudeza y bravura la libertad de expresión de cualquier comentarista alemán que fuera juzgado en ese país después de atreverse a negar públicamente el holocausto, mientras insiste en su truculenta altanería y se dice víctima de carniceros. Ello sin darse cuenta que en el caso de este otro Alemán, ni siquiera su amado pentasecretario tridorito (Julio Hernández dixit) ha salido en su defensa ni criticado la sumaria defenestración, seguro porque el miedo no anda en Peña y él también sabe que todo ejercicio irracional trae consecuencias por lo que la actuación de su gárrulo sicario en esta ocasión es groseramente indefendible.

Lamentablemente, todo esto pasa cuando los obligados controles editoriales de los medios que utilizan son débiles o dolosamente ignorados por semejantes crápulas, para poder verter su pus a través de comentarios panfletarios tan virulentos como execrables, atiborrados de obscenidades a falta de argumentos, olvidando el legítimo derecho de las audiencias y los lectores a exigir a esos mismos medios que definan su postura institucional, así como el derecho de estos medios a asumir o esquivar complicidades.

Termino señalando sin acritud la intrascendente vergüenza que de seguro sentirán sus maestros, los que desde el Olimpo en que reposan les habrán visto convertirse en lo que son, aunque lo nieguen enfáticamente: sicarios del periodismo que se alimentan de un rencor recóndito, prestos a alquilar el veneno de sus plumas, el fuego de sus palabras y la pasajera lealtad de sus almas, al mejor postor. ¡Les hablan!


mezavcm.abogados@gmail.com

Para el talentoso periodista y amigo fraterno Ernesto Villanueva Villanueva.


¿Qué mal habremos hechos los mexicanos, para que Televisa, Canal Once y Milenio nos privaran de la invaluable presencia, sabiduría y opinión del perínclito escribano Ricardo Alemán?, ¿por qué tan poderosos medios cedieron con presteza ante el injustificado linchamiento de una panda de inadaptados populistas, que no comprenden las sanas reflexiones, las idílicas opiniones ni las generosas intenciones neoliberadoras de quien fuera incuestionable premio nacional de periodismo? Ya solo falta que esa incontenible turba de ignaros acabe con el envidiable legado del PRIAN y dejemos de ser Puerto Rico para convertirnos en Cuba o Venezuela, pero peor, con interrupción del embarazo, matrimonios igualitarios, mariguana recreativa y autores que olvidan los títulos de los libros que escriben y están por publicar. ¡Jesús, María y José!

No se entiende por qué las masas furibundas que pululan por las redes y en los medios populacheros, tan cansadas de la corrupción, se aprovecharon de una broma local –de un resbalón pues–, para saltar por encima de las libertades más elementales y arremeter contra ese sacrosanto modelo de periodismo de opinión, cocinado con comentarios personales, abiertamente insolentes, infundados, irresponsables y despectivos, lanzados contra cualquier persona u organización que no contribuya al bienestar económico de quien la emite, sea adversaria de quien lo patrocina, resulte contraria a sus preferencias o caiga en las fobias de quienes lo practican y viven lujosamente gracias a él; que no por ello merecen tacharse de violentos, incitadores ni criminales, a no ser que se proceda con la típica ligereza, envidia, autoritarismo u odio de los desposeídos.

Más increíble resulta aún qué tan poderosos aliados del poder político, hayan renunciado a respaldar a quien tanto ha defendido al ogro filantrópico y contribuido al desarrollo de tan ejemplar modelo periodístico, lo que a juicio de sus defensores constituye una vileza y enrarece aún más el apocalíptico escenario electoral.

Modelo periodístico ofensivo y enriquecedor, del que afortunadamente para quienes se nutren y viven a expensas de él, aún quedan muchos casos y ejemplos dignos de estudio, como Joaquín López Dóriga y Carlos Marín allá en la capital, o como Arturo Rueda, traidor irredento, y el promiscuo homofóbico Fabián Gómez acá cerquita, quienes con la sagacidad que les caracteriza y un simple chasquido de dedos, pudieron convertirse de fervorosos antimorenovallistas al servicio de Javier López Zavala a dóciles lacayos del mismo “grupo finanzas” al que atizaban y en cuyo nombre hoy hacen obedientes llamados a diferenciar el voto, para evitar que su candidata sea arrasada por el efecto López Obrador.

Podrán haber aniquilado al inimitable Ricardo Alemán por confiadote, pero la orgía verbal seguirá con tantos próceres intachables del periodismo, simples cronistas del poder y escribanos a sueldo de los empoderados en turno. Los ancestrales soldados del sistema, que desde su infinita arrogancia se califican como simples provocadores, maestros en el manejo de epítetos, lo que les hace creerse poetas, filósofos, artistas y dueños únicos de los discursos de odio, sin rubor y sin el menor dejo de autocrítica posible. Ajenos al verdadero periodismo crítico que, en manos de verdaderos profesionales como mi gran amiga Carmen Aristegui, la talentosa Denise Dresser, o Animal Político, ha escalado inimaginables alturas a las que nuestros aburguesados exégetas (apoltronados en la comodidad de aquellos lujosos aposentos donde la filtración, el chayote y la felación hacen su nido), jamás llegarán.

Es el periodismo sicario contra el cual se rebelaron las víctimas indirectas de su discurso divisorio y de sus aversiones. Son los defensores de ocasión de la pluralidad, la libertad de expresión y el disenso; pero solo SU pluralidad, SU libertad y SU derecho a disentir, mientras tunden con SU soberbia a quienes se atreven a pensar distinto y criticarlos. Es el gremio de élite que hoy respinga desde sus bacinicas por el linchamiento mediático contra uno de los suyos, sin importarles que ellos mismos lo hayan incitado o provocado con su polarización y sin percatarse del hedor de su propia mierda; pero que mañana festinará con igual entusiasmo la deshonra del cronista maldito, antes que poner sus barbas a remojar y reconocer que el ejercicio de la libertad de expresión por una figura pública conlleva una mayor responsabilidad, que obliga a evitar las posiciones irracionales, a no caer en falsas equivocaciones que pudieran dar lugar a consecuencias indeseadas y a admitir con humildad cualquier pifia.

Quisiéramos ver a estos adalides defendiendo con esa misma agudeza y bravura la libertad de expresión de cualquier comentarista alemán que fuera juzgado en ese país después de atreverse a negar públicamente el holocausto, mientras insiste en su truculenta altanería y se dice víctima de carniceros. Ello sin darse cuenta que en el caso de este otro Alemán, ni siquiera su amado pentasecretario tridorito (Julio Hernández dixit) ha salido en su defensa ni criticado la sumaria defenestración, seguro porque el miedo no anda en Peña y él también sabe que todo ejercicio irracional trae consecuencias por lo que la actuación de su gárrulo sicario en esta ocasión es groseramente indefendible.

Lamentablemente, todo esto pasa cuando los obligados controles editoriales de los medios que utilizan son débiles o dolosamente ignorados por semejantes crápulas, para poder verter su pus a través de comentarios panfletarios tan virulentos como execrables, atiborrados de obscenidades a falta de argumentos, olvidando el legítimo derecho de las audiencias y los lectores a exigir a esos mismos medios que definan su postura institucional, así como el derecho de estos medios a asumir o esquivar complicidades.

Termino señalando sin acritud la intrascendente vergüenza que de seguro sentirán sus maestros, los que desde el Olimpo en que reposan les habrán visto convertirse en lo que son, aunque lo nieguen enfáticamente: sicarios del periodismo que se alimentan de un rencor recóndito, prestos a alquilar el veneno de sus plumas, el fuego de sus palabras y la pasajera lealtad de sus almas, al mejor postor. ¡Les hablan!


mezavcm.abogados@gmail.com