/ martes 26 de diciembre de 2017

Recuperar la ética y la honestidad en la política

Los partidos mexicanos atraviesan una grave crisis de legitimidad. Hace veinte años, cuando se aprobaron las reformas que dieron origen a la alternancia, había ilusión y esperanza por lo que la democracia podría traer a México. Hoy, la irresponsabilidad de los gobernantes emanados del PAN, PRI y PRD ha desvanecido cualquier resabio de esta ilusión. Ahora, la política se ha vuelto sinónimo ya no de diálogo y solidaridad, sino de negocio y corrupción. El rechazo de los mexicanos hacia los partidos es lógico: las condiciones de los mexicanos no mejoran mientras los escándalos de corrupción son noticia todos los días.

Así lo han mostrado las últimas encuestas sobre cómo perciben los mexicanos su democracia: según Pew Research, un prestigioso centro de investigación estadounidense, sólo 6% de los mexicanos apoya la manera en la que funciona actualmente nuestra democracia. No podría ser de otra manera con un Presidente inmerso en escándalos de corrupción como la Casa Blanca, o con un gobernador como Moreno Valle con escándalos de espionaje impunes y obras faraónicas que sólo buscan promover su imagen. La política lo que necesita es una nueva ética, necesita una nueva visión de Estado acorde con los tiempos democráticos y plurales que vivimos hoy en México.

La política debe ser la reivindicación del bienestar público sobre cualquier interés particular y, más importante aún, debe estar abierta al escrutinio de la ciudadanía. Desde el inicio del sexenio, el gobierno federal ha promovido como única solución para la crisis de corrupción la creación de burocracias: ahí está el Sistema Anticorrupción descabezado por órdenes del Presidente y de su partido. Sí, debemos pedir instituciones para combatir la falta de ética, pero también nosotros como políticos debemos estar a la altura de los principios de honestidad y probidad que cualquier República democrática requiere. Mientras no tengamos mejores políticos de poco importará el número de instituciones que se construyan.

Vivimos en los tiempos de los gobernadores sin escrúpulos. Un día sí, y al otro también, salen a luz casos de gobernadores que saquean sus estados, que buscan perpetuarse en el poder imponiendo a sus allegados y parientes en puestos públicos que deberían de estar reservados para gente capaz y profesional. Este sexenio nos ha traído el gobierno de los peores. Es imposible acabar con la violencia y la crisis de seguridad si los gobernantes promueven la corrupción y el quebranto de la ley en sus círculos más cercanos.

¿Cómo sería un gobierno para Puebla con una nueva ética? Primero, retomemos los principios más elementales del republicanismo: la virtud y probidad de los gobernantes. Recuperemos el sentido originario de la política y de lo que debe ser el servicio público: velar por el bien de la comunidad y de la ciudadanía. La mayor satisfacción de un gobernador debería ser la prosperidad y felicidad de su estado y no la cantidad de dinero que se embolsa de su puesto. Hay que regresar la dignidad a lo que significa ser gobernador y servir a Puebla.

TWITTER: @MBarbosaMX

Los partidos mexicanos atraviesan una grave crisis de legitimidad. Hace veinte años, cuando se aprobaron las reformas que dieron origen a la alternancia, había ilusión y esperanza por lo que la democracia podría traer a México. Hoy, la irresponsabilidad de los gobernantes emanados del PAN, PRI y PRD ha desvanecido cualquier resabio de esta ilusión. Ahora, la política se ha vuelto sinónimo ya no de diálogo y solidaridad, sino de negocio y corrupción. El rechazo de los mexicanos hacia los partidos es lógico: las condiciones de los mexicanos no mejoran mientras los escándalos de corrupción son noticia todos los días.

Así lo han mostrado las últimas encuestas sobre cómo perciben los mexicanos su democracia: según Pew Research, un prestigioso centro de investigación estadounidense, sólo 6% de los mexicanos apoya la manera en la que funciona actualmente nuestra democracia. No podría ser de otra manera con un Presidente inmerso en escándalos de corrupción como la Casa Blanca, o con un gobernador como Moreno Valle con escándalos de espionaje impunes y obras faraónicas que sólo buscan promover su imagen. La política lo que necesita es una nueva ética, necesita una nueva visión de Estado acorde con los tiempos democráticos y plurales que vivimos hoy en México.

La política debe ser la reivindicación del bienestar público sobre cualquier interés particular y, más importante aún, debe estar abierta al escrutinio de la ciudadanía. Desde el inicio del sexenio, el gobierno federal ha promovido como única solución para la crisis de corrupción la creación de burocracias: ahí está el Sistema Anticorrupción descabezado por órdenes del Presidente y de su partido. Sí, debemos pedir instituciones para combatir la falta de ética, pero también nosotros como políticos debemos estar a la altura de los principios de honestidad y probidad que cualquier República democrática requiere. Mientras no tengamos mejores políticos de poco importará el número de instituciones que se construyan.

Vivimos en los tiempos de los gobernadores sin escrúpulos. Un día sí, y al otro también, salen a luz casos de gobernadores que saquean sus estados, que buscan perpetuarse en el poder imponiendo a sus allegados y parientes en puestos públicos que deberían de estar reservados para gente capaz y profesional. Este sexenio nos ha traído el gobierno de los peores. Es imposible acabar con la violencia y la crisis de seguridad si los gobernantes promueven la corrupción y el quebranto de la ley en sus círculos más cercanos.

¿Cómo sería un gobierno para Puebla con una nueva ética? Primero, retomemos los principios más elementales del republicanismo: la virtud y probidad de los gobernantes. Recuperemos el sentido originario de la política y de lo que debe ser el servicio público: velar por el bien de la comunidad y de la ciudadanía. La mayor satisfacción de un gobernador debería ser la prosperidad y felicidad de su estado y no la cantidad de dinero que se embolsa de su puesto. Hay que regresar la dignidad a lo que significa ser gobernador y servir a Puebla.

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