La Cueva del Zorro es un restaurante que ha dejado una huella en la escena gastronómica de la ciudad de Puebla. Desde sus humildes inicios como una pequeña taquería en la Colonia La Paz, en 1974, el establecimiento ha experimentado un crecimiento significativo hasta convertirse en una referencia culinaria en la actualidad. A la fecha sólo quedan dos sucursales en los centros comerciales de Angelópolis y el Outlet.
El fundador de La Cueva del Zorro, Guillermo Ortega Valle, quien actualmente tiene 78 años de edad, tuvo la visión y la pasión por emprender en algún comercio, y sin pensarlo terminó haciéndolo en el área gastronómica, combinando su habilidad para preparar carne asada con la sazón tradicional de su madre.
Así nació la taquería
Guillermo trabajaba en la planta de Volkswagen y un día los directivos les informaron a los trabajadores que iba a haber un recorte de personal. Él decidió apuntarse en la lista de los voluntarios para darse de baja, ya que tenía ganas de “probar cosas nuevas”.
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Uno de sus compañeros, Roberto, le dijo que él le proporcionaba la cochera de la casa de su mamá para abrir una taquería que estaba entre colonia La Paz y Reforma Sur (ya que sabía que le gustaba preparar carne asada), él aceptó y ambos empezaron el proyecto como socios, aun trabajando en la planta de producción de automóviles, mientras les daban informes sobre la liquidación.
Gracias a la ayuda de los compañeros de Volkswagen, el nombre a votación de la taquería quedó como La Cueva del Oso. Los dos, a la par de estar dentro de su trabajo, abrían la taquería de las 19:00 a las 22:30 horas.
“Todo estaba improvisado un poco, hicimos las adecuaciones para poder hacer la parrilla, le pedimos el mobiliario a una empresa que se llama Fersa, quienes nos acondicionó un refrigerador y también la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma nos proporcionó las mesas y las sillas de lámina, solo eran seis mesas, yo estaba en la parrilla preparando el bistec, costilla y chuleta y Roberto en las mesas, aunque también hacía salsas y frijoles charros (...) era una calle sola, abandonada, no había nada, a esas horas ya no había ninguna persona”, recuerda el fundador.
Sus primeros clientes
Durante sus primeros años, la taquería atrajo a clientes locales, incluyendo a los trabajadores de la planta y a la comunidad alemana que empezó a apreciar la innovación que ofrecía La Cueva del Oso.
“La noticia de que abrimos la taquería se fue transmitiendo de boca en boca, fue nuestra publicidad, entonces iban compañeros de la planta y algunos colonos, ya que era algo diferente en la zona, los tacos al principio costaban 3 pesos, de vez en cuando iban también los vecinos de más abajo, pero La Paz, antes era de clase alta”, destaca Guillermo.
Cueva del Zorro
Después de cuatro años, debido a la necesidad de buscar un nuevo espacio, La Cueva del Oso se trasladó a unos metros (Chapulco 28, La Paz), cambiando su nombre a La Cueva del Zorro. Operaron los dos negocios durante cerca de cuatro meses.
“La mamá de mi compadre le dijo que ya no nos quería ahí, porque era mucho humo del carbón que se metía a la casa, entonces tuvimos que buscar ese nuevo local. Le cambiamos el nombre sólo por ponerle otro animal, no hay un por qué. Operamos cuatro meses simultáneamente, pero luego decidimos ponerle fin a la sociedad, que por cierto solo era de palabra”, revela Ortega Valle.
Aunque Guillermo y Roberto decidieron separarse como socios y cerrar La Cueva del Oso original, la del Zorro en la Colonia La Paz continuó operando con éxito. Posteriormente, el hermano de Guillermo (Joaquín) se unió como socio y juntos abrieron una nueva sucursal de la del Oso, en otra parte de la ciudad: El Mirador, sobre 18 Sur y 25 Oriente, que hoy en día solo le pertenece a su hermano, quedándose sólo la del Zorro a nombre de Guillermo.
Ampliación del menú
Con el paso del tiempo, La Cueva del Zorro tuvo que diversificar su menú para satisfacer las demandas de sus clientes. Además de los tacos, incorporaron sopas, postres y otros platillos que han perdurado hasta la actualidad.
“Teníamos que vender más cosas, porque la gente lo pedía, entonces se metió comida, se volvió más un restaurante, pero sin dejar a un lado la idea original, como comenzó el proyecto de aquellos años”, afirma Guillermo.
Servicio exprés
Durante la década de los 90, Guillermo y su familia implementaron un servicio llamado "Express", donde ofrecían parrilladas a domicilio. Este servicio innovador se volvió muy popular y contribuyó al crecimiento y reconocimiento de La Cueva del Zorro.
“Acoplamos una moto con una parrilla, estaba chistoso, pero consistía en hacer tu parrillada a domicilio, la primera que hicimos fue en una gasolinera que está entre Hermanos Serdán y Prolongación Reforma Sur. Era algo nuevo, no se veía común esto y fue popular en su momento”, menciona.
Más sucursales
La Cueva del Zorro implementó un plan de expansión que incluyó la apertura de sucursales en plazas comerciales. Este movimiento estratégico permitió que más personas tuvieran acceso a la comida y experiencia que ofrecía el restaurante. Las dos que tienen actualmente abiertas son las del centro comercial Angelópolis y el Outlet, que se encuentra en el entronque del Periférico con la autopista Puebla-México, precisamente junto a la Volkswagen.
Además, el restaurante comenzó a explorar la posibilidad de franquiciar su concepto, lo que les permitió llegar a nuevas localidades y captar la atención de emprendedores interesados en formar parte de esta marca. Pero el fundador expresa que esto último no tuvo el éxito esperado:
“Es complicado el tema de franquicia, de hecho, la de Angelópolis fue parte de las franquicias, después lo hicimos como sociedad, y al final nos lo quedamos, porque es muy complicado porque en los restaurantes no es lo mismo con otro tipo de negocios”.
Cerraron en La Paz
Hace poco más de seis meses, y luego de haber operado por casi cinco décadas en la zona, el propietario decidió ponerle fin a la sucursal de La Paz, por distintas circunstancias personales, una noticia que generó nostalgia en vecinos y en gente que desde hace años acudía por los tacos.
“Fue triste, sí, pero es parte de. Este negocio es el resultado de muchas ganas de trabajar, salió adelante todo, fue una idea de emprendedor, es satisfacción al ver que todo valió la pena. Mi hija seguramente continuará con el negocio, ya que le gusta mucho”, finaliza Guillermo Ortega.