/ miércoles 6 de marzo de 2024

4 Poniente: La tragedia aérea que conmocionó a Puebla | Archivo Rojo

Un sobreviviente narró las acciones previas a que la aeronave se estrellara violentamente a cinco cuadras del zócalo capitalino

El 5 de diciembre de 1959 un estruendoso impacto hizo cimbrar la casa número 706 de la Avenida 4 Poniente en el centro de la ciudad.

Una aeronave de la Comisión Federal de Electricidad se impactó violentamente tras haber recorrido a baja altitud el centro de la ciudad y después de un intento frustrado por aterrizar en el antiguo campo militar.

El accidente aéreo alcanzó proporciones nunca antes vistas en la Angelópolis y tuvo consecuencias dramáticas. Siete de los ocho tripulantes perdieron la vida quemados y despedazados, además de una niña con seis meses de gestación que no alcanzó a ver la luz del día tras haber salido disparada del vientre de su madre por el impacto.


Los estremecedores hechos fueron dados a conocer pocas horas después del trágico accidente aéreo por la entonces edición vespertina de esta casa editorial: “La Voz de Puebla”.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla


Tragedia aeronáutica

Era un sábado 5 de diciembre cuando a las 8:50 horas un estruendoso impacto hizo cimbrar la casa número 706 de la Avenida 4 Poniente en el centro de la ciudad, cuya azotea se desmoronó por el impacto de un bimotor de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).


El impacto azoró a los moradores del tercer piso de la casa que salvaron sus vidas gracias a que el avión perforó el techo en la parte norte, en las recámaras, y ellos se encontraban desayunando en la cocina desde donde observaron cómo caían escombros hacia los departamentos del segundo piso. Afortunadamente, los vecinos pudieron salir corriendo en bata o paños menores, entre humo, hierros retorcidos que caían del techo y bañados por el aceite del bimotor.

El accidente sucedió cuando el capitán de la nave no encontró la pista del campo aéreo Pablo L. Sidar, antiguamente ubicado en los terrenos del parque Ecológico. Se cree que primero, el avión chocó contra la barda que separaba la número 706 con la casa número 704, que estaba junto y era de dos pisos, lugar donde en el patio cayó el ala del bimotor.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

Un sobreviviente del avionazo

La Voz de Puebla, informó oportunamente a la sociedad del hecho solo unas horas después de lo ocurrido. “Avionazo en el centro de la ciudad. Siete muertos”, fue el encabezado de esta noticia dada a conocer por la pluma del entonces sub-director de “La Voz”, Enrique Montero Ponce. En la nota se lee:

“Al llegar al lugar de los hechos encontramos cuerpos –no se distinguían—junto al avión, cuya parte delantera estaba sobre la azotea y la otra pendía sobre el patio, en el segundo piso. Dos cuerpos más, uno con el rostro contraído y otro cuya cabeza se encontraba bajo los escombros, mientras que en el patio de la casa estaba un motor, parte del fuselaje y una pierna de una de las víctimas. Las otras dos personas muertas –incluyendo a una mujer—estaban en una de las piezas del tercer piso”.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


El avión con matrícula DC3-XC-JBC, se fue a estrellar violentamente contra las casas mencionadas, cuando el capitán no pudo encontrar la pista del campo aéreo local y decidió dar una vuelta por la ciudad.

La policía preventiva trató de alejar a la multitud que se había arremolinado frente a las casas número 704 y 706 por el siniestro que conmocionó a la sociedad poblana. Muchos ya se habían acercado por curiosidad a presenciar los hechos, vestidos con ropa de cama y batas, pero el miedo a que explotaran los tanques de combustible hizo que la mayoría se alejara.

Algunas personas subieron a las azoteas y desde ahí observaron a un masculino tambaleante que caminaba sobre los techos y portaba una chamarra tipo militar. El hombre tenía pintado el espanto en el rostro, era el único sobreviviente.


Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

Los vecinos de la calle 6 Poniente 705 le prestaron una escalera para que bajara y así lo hizo. El hombre sumamente espantado y nervioso, dijo que no diría nada hasta llegar ante las autoridades militares, pero advirtió que había víctimas en el avión.

Un policía se le acercó para invitarlo a ir a la sala de curaciones de la Inspección de Policía, pero él solo dijo: “soy militar”, y abordó un taxi en la esquina de la 8 Poniente y 7 Norte para dirigirse a la base militar. El sobreviviente era el teniente mecánico Ramiro Pérez Calvillo.

Veinte minutos después del accidente y gracias a la cooperación del teniente coronel Marcial Flores, de la Fuerza Aérea de Puebla que se encontraba en la base militar, Juan Silva, reportero de esta casa editorial, pudo entrevistar al único sobreviviente.

“Aquí estoy, platico con usted y no creo aún que estoy con vida. Aun no me repongo del impacto, del susto, de la zozobra, de los minutos que antecedieron al accidente y de saber que las otras 7 personas murieron”, confesó Ramiro Pérez Calvillo, que reposaba en la cama y solo mostraba una ligera escoria sobre el ojo izquierdo y golpes contusos en todo el cuerpo, quien le narró lo sucedido al reportero antes de que la autoridad le tomara declaración.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

Las causas del fatídico accidente

El domingo 6 de diciembre, El Sol de Puebla dio a conocer los detalles del trágico suceso aeronáutico registrado el día anterior en el corazón de la ciudad, un accidente aéreo sin precedentes que estremeció a los habitantes de la Angelópolis.

Las causas determinantes de la tragedia fueron una falla mecánica en al tacómetro (marcador de revoluciones de los motores) y la frustración de un intento de aterrizaje en la pista central del campo aéreo por parte del piloto y copiloto del bimotor de la CFE.

Otras causas que contribuyeron a la tragedia fueron el desconocimiento del terreno, las condiciones desfavorables del campo aéreo y el retraso en Puebla en cuanto a cuestiones de aeronáutica.

Poco antes de estrellarse, el avión arrancó de cuajo la cruz que coronaba la torre de la Iglesia de Belén, para después impactarse en el lado norte de las casas 702, 704 y 706, de la calle 4 Poniente. Los vecinos de los alrededores reportaron que ellos pudieron haber sido víctimas del fatal accidente porque el aparato pasó sobre sus casas a altura mínima, entre 30-35 metros de altitud.

“A las ocho de la mañana despegamos del campo aéreo civil de México en un vuelo especial y sin escalas a Chetumal; el aparato iba bien, antes de iniciar el vuelo, yo mismo revisé los motores y el tren de aterrizaje (…) Tendríamos 40 minutos de vuelo cuando el piloto y copiloto me indicaron que el tacómetro iba fallando. No era una falla muy grave, incluso pudimos haber continuado el vuelo, pero ellos sugirieron que era preferible que hiciéramos una escala en Puebla para corregir ese defecto (…) íbamos los tres en la cabina de controles, separados de los pasajeros, ellos no se enteraron de la falla en el tacómetro; no quisimos decirles para no alarmarlos”, refirió el sobreviviente, Pérez Calvillo.

“El avión se enfiló al campo aéreo; se le disminuyó la velocidad, se bajó el tren de aterrizaje y le entramos a la pista; la poca visibilidad del campo impidió hacer el aterrizaje y hubo necesidad de elevarnos nuevamente. El piloto y copiloto comenzaron a ponerse nerviosos, se veían mutuamente, y a mí, uno de ellos dijo: “estamos perdiendo altura”. Nadie contestó ”, agregó

Asimismo narró que la nave viró y comenzó a volar sobre la ciudad a muy baja altura y al darse cuenta que los pilotos por más esfuerzo que hacían no podían levantar la nave, instintivamente se fue hacia la cola, por donde están los sanitarios, nunca pensó que se estrellarían y menos en la azotea de una casa.

El bimotor perdió la hélice del motor izquierdo al derribar la antena de transmisiones de la Zona Militar. Después arrancó la cruz de la torre de la iglesia de Belén, se rompió el fuselaje y volvió a perder altura, comenzó a trotar en los aires. Después volvieron a chocar contra la barda que dividía las casas 704 y 706, para estrellarse violentamente.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

“En el impacto di varias maromas en la cola del avión y antes de que pudiera incorporarme, oí dos explosiones e inmediatamente me di cuenta que el aparato se incendiaba. Comencé a sentir que me asfixiaba, tomé una manta que vi por ahí, caminando entre las llamas vi un boquete y salté por él. Después solo recuerdo que estaba en una azotea y que unos vecinos me veían aterrados. Al recordar que había gente en el avión me acerque a ver si podía salvarlos pero era imposible. Aquello era un infierno”, puntualizó Ramiro.

El macabro hallazgo

En el desastre aéreo perdieron la vida, quemados y despedazados, el piloto Enrique Morales Pesado; el copiloto Víctor Íñigo Suárez y su esposa Magdalena N. de Íñigo, así como la niña a la que prematuramente dio a luz en el brutal percance. Además, los ingenieros de la CFE, Enrique Herrera Guevara y Ricardo Martínez Meza; el periodista Víctor Manuel Jiménez, jefe de la oficina de prensa de la misma CFE; y el fotógrafo de la dependencia, Rafael López.

La trayectoria que siguió el avión antes de caer se pudo reconstruir gracias a los reportes obtenidos de los vecinos y a los destrozos que la nave provocó en su trágica caída.

De acuerdo con la información proporcionada por el único sobreviviente de la tragedia que fue dada a conocer por El Sol de Puebla, después de tirar la antena del edificio de la Zona Militar y la cruz de la torre del templo de Belén, el avión perdió la hélice del motor izquierdo y sufrió una grave avería en el fuselaje, perdiendo altura. Pasó rozando los tinacos de la azotea del edificio que antes ocupó el hotel Puebla y pegó contra la barda que divide la casa 704 y la 706 y al desprendérsele el ala y el motor izquierdo, que cayeron en el patio, por inercia se fue a estrellar contra el filo de la azotea de la casa 706 de al 4 poniente. Cuando se estrelló, su otra ala salió proyectada por los aires y cayó en el edificio Matanzo (4 Poniente 708).

El resto del avión (uno de sus motores, la cabina de mando, el tren de aterrizaje, el fuselaje y el timón), quedaron clavados en la orilla de la azotea y enterrado en el techo de una de las recámaras del departamento número 13 de esa casa.


Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Al explotar los tanques de combustible e incendiarse la cabina de controles, los asientos y parte del fuselaje, lo que según había sido uno de los mejores aviones de la CFE, quedó reducido en un montón de fierros retorcidos y chatarra, entre los cuales se encontraban sepultados, incinerados y horriblemente despedazados, los cadáveres de seis hombres, una mujer y el de una bebé afuera del vientre de su madre.

La publicación, con lujo de detalle describe el macabro hallazgo:

“Era un cuadro aterrador (…) Por un lado, en la azotea, los restos del bimotor eran devorados por enormes llamas que provocaban densas columnas de humo. Por otro, en el patio, se veían brazos, piernas, pedazos de carne humana, mezclados entre aceite y pedazos de fierro. En el corredor del primer piso yacían, en medio de impresionantes charcos de sangre, dos cadáveres; uno decapitado y sin manos; otro con el rostro y la cabeza machacados y, ambos con el resto del cuerpo carbonizados”.

En el corredor del segundo piso, abajo del avión, estaban tirados otros dos cadáveres; a uno le faltaban los brazos y al otro una pierna, se lee en la nota, y agrega, ambos tenían la cabeza machacada y la masa encefálica de fuera.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla



“En la azotea, a menos de medio metro de los restos de la nave, estaba el cadáver de una mujer también horriblemente quemado y con la cabeza machacada materialmente. Junto a ella y en medio de coágulos de sangre, fue encontrado, macabramente aplastado, el cuerpecito de una niña de escasos 6 meses de vida intrauterinos, dada luz por esa mujer en el momento del brutal impacto”.

Faltaban dos cadáveres y hubo necesidad de esperar a que los bomberos combatieran el fuego voraz que consumía lo que quedaba del avión para encontrarlos sepultados entre un montón de fierros retorcido y candentes.

El 5 de diciembre de 1959 un estruendoso impacto hizo cimbrar la casa número 706 de la Avenida 4 Poniente en el centro de la ciudad.

Una aeronave de la Comisión Federal de Electricidad se impactó violentamente tras haber recorrido a baja altitud el centro de la ciudad y después de un intento frustrado por aterrizar en el antiguo campo militar.

El accidente aéreo alcanzó proporciones nunca antes vistas en la Angelópolis y tuvo consecuencias dramáticas. Siete de los ocho tripulantes perdieron la vida quemados y despedazados, además de una niña con seis meses de gestación que no alcanzó a ver la luz del día tras haber salido disparada del vientre de su madre por el impacto.


Los estremecedores hechos fueron dados a conocer pocas horas después del trágico accidente aéreo por la entonces edición vespertina de esta casa editorial: “La Voz de Puebla”.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla


Tragedia aeronáutica

Era un sábado 5 de diciembre cuando a las 8:50 horas un estruendoso impacto hizo cimbrar la casa número 706 de la Avenida 4 Poniente en el centro de la ciudad, cuya azotea se desmoronó por el impacto de un bimotor de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).


El impacto azoró a los moradores del tercer piso de la casa que salvaron sus vidas gracias a que el avión perforó el techo en la parte norte, en las recámaras, y ellos se encontraban desayunando en la cocina desde donde observaron cómo caían escombros hacia los departamentos del segundo piso. Afortunadamente, los vecinos pudieron salir corriendo en bata o paños menores, entre humo, hierros retorcidos que caían del techo y bañados por el aceite del bimotor.

El accidente sucedió cuando el capitán de la nave no encontró la pista del campo aéreo Pablo L. Sidar, antiguamente ubicado en los terrenos del parque Ecológico. Se cree que primero, el avión chocó contra la barda que separaba la número 706 con la casa número 704, que estaba junto y era de dos pisos, lugar donde en el patio cayó el ala del bimotor.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

Un sobreviviente del avionazo

La Voz de Puebla, informó oportunamente a la sociedad del hecho solo unas horas después de lo ocurrido. “Avionazo en el centro de la ciudad. Siete muertos”, fue el encabezado de esta noticia dada a conocer por la pluma del entonces sub-director de “La Voz”, Enrique Montero Ponce. En la nota se lee:

“Al llegar al lugar de los hechos encontramos cuerpos –no se distinguían—junto al avión, cuya parte delantera estaba sobre la azotea y la otra pendía sobre el patio, en el segundo piso. Dos cuerpos más, uno con el rostro contraído y otro cuya cabeza se encontraba bajo los escombros, mientras que en el patio de la casa estaba un motor, parte del fuselaje y una pierna de una de las víctimas. Las otras dos personas muertas –incluyendo a una mujer—estaban en una de las piezas del tercer piso”.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla


El avión con matrícula DC3-XC-JBC, se fue a estrellar violentamente contra las casas mencionadas, cuando el capitán no pudo encontrar la pista del campo aéreo local y decidió dar una vuelta por la ciudad.

La policía preventiva trató de alejar a la multitud que se había arremolinado frente a las casas número 704 y 706 por el siniestro que conmocionó a la sociedad poblana. Muchos ya se habían acercado por curiosidad a presenciar los hechos, vestidos con ropa de cama y batas, pero el miedo a que explotaran los tanques de combustible hizo que la mayoría se alejara.

Algunas personas subieron a las azoteas y desde ahí observaron a un masculino tambaleante que caminaba sobre los techos y portaba una chamarra tipo militar. El hombre tenía pintado el espanto en el rostro, era el único sobreviviente.


Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

Los vecinos de la calle 6 Poniente 705 le prestaron una escalera para que bajara y así lo hizo. El hombre sumamente espantado y nervioso, dijo que no diría nada hasta llegar ante las autoridades militares, pero advirtió que había víctimas en el avión.

Un policía se le acercó para invitarlo a ir a la sala de curaciones de la Inspección de Policía, pero él solo dijo: “soy militar”, y abordó un taxi en la esquina de la 8 Poniente y 7 Norte para dirigirse a la base militar. El sobreviviente era el teniente mecánico Ramiro Pérez Calvillo.

Veinte minutos después del accidente y gracias a la cooperación del teniente coronel Marcial Flores, de la Fuerza Aérea de Puebla que se encontraba en la base militar, Juan Silva, reportero de esta casa editorial, pudo entrevistar al único sobreviviente.

“Aquí estoy, platico con usted y no creo aún que estoy con vida. Aun no me repongo del impacto, del susto, de la zozobra, de los minutos que antecedieron al accidente y de saber que las otras 7 personas murieron”, confesó Ramiro Pérez Calvillo, que reposaba en la cama y solo mostraba una ligera escoria sobre el ojo izquierdo y golpes contusos en todo el cuerpo, quien le narró lo sucedido al reportero antes de que la autoridad le tomara declaración.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

Las causas del fatídico accidente

El domingo 6 de diciembre, El Sol de Puebla dio a conocer los detalles del trágico suceso aeronáutico registrado el día anterior en el corazón de la ciudad, un accidente aéreo sin precedentes que estremeció a los habitantes de la Angelópolis.

Las causas determinantes de la tragedia fueron una falla mecánica en al tacómetro (marcador de revoluciones de los motores) y la frustración de un intento de aterrizaje en la pista central del campo aéreo por parte del piloto y copiloto del bimotor de la CFE.

Otras causas que contribuyeron a la tragedia fueron el desconocimiento del terreno, las condiciones desfavorables del campo aéreo y el retraso en Puebla en cuanto a cuestiones de aeronáutica.

Poco antes de estrellarse, el avión arrancó de cuajo la cruz que coronaba la torre de la Iglesia de Belén, para después impactarse en el lado norte de las casas 702, 704 y 706, de la calle 4 Poniente. Los vecinos de los alrededores reportaron que ellos pudieron haber sido víctimas del fatal accidente porque el aparato pasó sobre sus casas a altura mínima, entre 30-35 metros de altitud.

“A las ocho de la mañana despegamos del campo aéreo civil de México en un vuelo especial y sin escalas a Chetumal; el aparato iba bien, antes de iniciar el vuelo, yo mismo revisé los motores y el tren de aterrizaje (…) Tendríamos 40 minutos de vuelo cuando el piloto y copiloto me indicaron que el tacómetro iba fallando. No era una falla muy grave, incluso pudimos haber continuado el vuelo, pero ellos sugirieron que era preferible que hiciéramos una escala en Puebla para corregir ese defecto (…) íbamos los tres en la cabina de controles, separados de los pasajeros, ellos no se enteraron de la falla en el tacómetro; no quisimos decirles para no alarmarlos”, refirió el sobreviviente, Pérez Calvillo.

“El avión se enfiló al campo aéreo; se le disminuyó la velocidad, se bajó el tren de aterrizaje y le entramos a la pista; la poca visibilidad del campo impidió hacer el aterrizaje y hubo necesidad de elevarnos nuevamente. El piloto y copiloto comenzaron a ponerse nerviosos, se veían mutuamente, y a mí, uno de ellos dijo: “estamos perdiendo altura”. Nadie contestó ”, agregó

Asimismo narró que la nave viró y comenzó a volar sobre la ciudad a muy baja altura y al darse cuenta que los pilotos por más esfuerzo que hacían no podían levantar la nave, instintivamente se fue hacia la cola, por donde están los sanitarios, nunca pensó que se estrellarían y menos en la azotea de una casa.

El bimotor perdió la hélice del motor izquierdo al derribar la antena de transmisiones de la Zona Militar. Después arrancó la cruz de la torre de la iglesia de Belén, se rompió el fuselaje y volvió a perder altura, comenzó a trotar en los aires. Después volvieron a chocar contra la barda que dividía las casas 704 y 706, para estrellarse violentamente.

Foto: Hemeroteca | El Sol de Puebla

“En el impacto di varias maromas en la cola del avión y antes de que pudiera incorporarme, oí dos explosiones e inmediatamente me di cuenta que el aparato se incendiaba. Comencé a sentir que me asfixiaba, tomé una manta que vi por ahí, caminando entre las llamas vi un boquete y salté por él. Después solo recuerdo que estaba en una azotea y que unos vecinos me veían aterrados. Al recordar que había gente en el avión me acerque a ver si podía salvarlos pero era imposible. Aquello era un infierno”, puntualizó Ramiro.

El macabro hallazgo

En el desastre aéreo perdieron la vida, quemados y despedazados, el piloto Enrique Morales Pesado; el copiloto Víctor Íñigo Suárez y su esposa Magdalena N. de Íñigo, así como la niña a la que prematuramente dio a luz en el brutal percance. Además, los ingenieros de la CFE, Enrique Herrera Guevara y Ricardo Martínez Meza; el periodista Víctor Manuel Jiménez, jefe de la oficina de prensa de la misma CFE; y el fotógrafo de la dependencia, Rafael López.

La trayectoria que siguió el avión antes de caer se pudo reconstruir gracias a los reportes obtenidos de los vecinos y a los destrozos que la nave provocó en su trágica caída.

De acuerdo con la información proporcionada por el único sobreviviente de la tragedia que fue dada a conocer por El Sol de Puebla, después de tirar la antena del edificio de la Zona Militar y la cruz de la torre del templo de Belén, el avión perdió la hélice del motor izquierdo y sufrió una grave avería en el fuselaje, perdiendo altura. Pasó rozando los tinacos de la azotea del edificio que antes ocupó el hotel Puebla y pegó contra la barda que divide la casa 704 y la 706 y al desprendérsele el ala y el motor izquierdo, que cayeron en el patio, por inercia se fue a estrellar contra el filo de la azotea de la casa 706 de al 4 poniente. Cuando se estrelló, su otra ala salió proyectada por los aires y cayó en el edificio Matanzo (4 Poniente 708).

El resto del avión (uno de sus motores, la cabina de mando, el tren de aterrizaje, el fuselaje y el timón), quedaron clavados en la orilla de la azotea y enterrado en el techo de una de las recámaras del departamento número 13 de esa casa.


Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla

Al explotar los tanques de combustible e incendiarse la cabina de controles, los asientos y parte del fuselaje, lo que según había sido uno de los mejores aviones de la CFE, quedó reducido en un montón de fierros retorcidos y chatarra, entre los cuales se encontraban sepultados, incinerados y horriblemente despedazados, los cadáveres de seis hombres, una mujer y el de una bebé afuera del vientre de su madre.

La publicación, con lujo de detalle describe el macabro hallazgo:

“Era un cuadro aterrador (…) Por un lado, en la azotea, los restos del bimotor eran devorados por enormes llamas que provocaban densas columnas de humo. Por otro, en el patio, se veían brazos, piernas, pedazos de carne humana, mezclados entre aceite y pedazos de fierro. En el corredor del primer piso yacían, en medio de impresionantes charcos de sangre, dos cadáveres; uno decapitado y sin manos; otro con el rostro y la cabeza machacados y, ambos con el resto del cuerpo carbonizados”.

En el corredor del segundo piso, abajo del avión, estaban tirados otros dos cadáveres; a uno le faltaban los brazos y al otro una pierna, se lee en la nota, y agrega, ambos tenían la cabeza machacada y la masa encefálica de fuera.

Foto: Hemeroteca El Sol de Puebla



“En la azotea, a menos de medio metro de los restos de la nave, estaba el cadáver de una mujer también horriblemente quemado y con la cabeza machacada materialmente. Junto a ella y en medio de coágulos de sangre, fue encontrado, macabramente aplastado, el cuerpecito de una niña de escasos 6 meses de vida intrauterinos, dada luz por esa mujer en el momento del brutal impacto”.

Faltaban dos cadáveres y hubo necesidad de esperar a que los bomberos combatieran el fuego voraz que consumía lo que quedaba del avión para encontrarlos sepultados entre un montón de fierros retorcido y candentes.

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