/ jueves 6 de agosto de 2020

Desde las suposiciones, todo se sabe

Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz

Marcos 4:22

“Todo se sabe” fue la respuesta que le dio Aureliano a José Arcadio cuando le preguntó cómo había obtenido tantos conocimientos y sabiduría del mundo, que le permitieron descifrar los pergaminos que contenían las fórmulas para el logro de los inventos de Melquiades, el gitano sabio e inventor.

Este pasaje que Gabriel García Márquez describe desde su realismo mágico, en el transcurso de la historia del pueblo de Macondo y sus protagonistas, las siete generaciones de los Buendía en Cien años de Soledad.

Retomo la frase con un dejo paradójico porque la verdad es que no sabemos todo, si bien tendemos sí a suponer proyectándonos como conocedores de la realidad que nos circunda.

Ejemplo de ello es la política. Se dice mucho que es mejor no hablar de política, deporte y religión porque es difícil llegar a acuerdos. Sin embargo, es una de las cosas que más hacemos, hablar de política.

Por mi parte, estoy convencido que debemos hablar de política porque se vive a diario (política económica, política laboral, política educativa, política de salud, etc.), aunque no se conozcan los mecanismos técnicos de sus implementaciones.

Antes, ya he tocado esta proposición que repito por las actuales políticas gubernamentales respecto de temas diversos como es el caso del COVID-19 y la pandemia. Que, a la sazón de este flagelo mundial, hay cuatro factores donde la sociedad ha sido más golpeada: la economía, la salud, la seguridad y la educación.

Luego, cómo no hablar de ello si nos golpea duro y de seguido. Nos sentimos impotentes ante esa realidad común, si bien dije y sostengo, cada quien la ve desde su óptica y experiencia. Donde unos discuten si es verdad o mentira; yo veo un hecho que está ahí tangible.

De forma que desde la experiencia se hacen conjeturas como hechos verdaderos. En eso los seres humanos somos frecuentes. Configuramos verdades unas veces distantes y otras cercanas de la realidad relacionadas a las políticas ejecutivas de los gobernantes.

Ya hasta la saciedad se ha dicho y se seguirá diciendo que una cosa es ser oposición y otra ser gobierno. Y quienes no forman parte de la estructura del poder formal tienden a decir que aquellos se equivocan porque no saben gobernar, porque son tarados, idiotas, imbéciles; que tienen los sesos de adorno, que son ignorantes… Yo digo que no es así.

Y claro que los gobernantes sí se equivocan y fallan cuando privilegian sus intereses particulares y partidarios sacrificando el beneficio colectivo; donde la colectividad la componemos pobres y ricos, ilustrados y analfabetas, hombres y mujeres; adultos mayores, niños, adolescentes, jóvenes. No sólo los ninis, los adultos mayores, los pobres.

Pero, de que contengan esa letanía de adjetivos descalificativos lo discrepo. Por el contrario, por listos es que logran llegar donde llegan. Lo que sucede es que mientras que a unos los corroe sus propios criterios unilateralistas (los gobernantes), a otros los mueve la suposición.

La sociedad requiere articularse bien porque está siendo presa de otra pandemia, la corrupción. Hay que actuar, pero no soplando globos de helio sino tomando de verdad el toro por los cuernos cambiando sustancialmente desde el ser.

No es contra AMLO, es contra su conducta y la de todo aquel (incluyendo la oposición) que se cree como Melquiades, el sabio que dejó pergaminos cargados de surrealismos donde la ignorancia sistematizada lo ve como la panacea de todos los males, aunque sigamos diferentes pero iguales. ¿Le suena?

Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz

Marcos 4:22

“Todo se sabe” fue la respuesta que le dio Aureliano a José Arcadio cuando le preguntó cómo había obtenido tantos conocimientos y sabiduría del mundo, que le permitieron descifrar los pergaminos que contenían las fórmulas para el logro de los inventos de Melquiades, el gitano sabio e inventor.

Este pasaje que Gabriel García Márquez describe desde su realismo mágico, en el transcurso de la historia del pueblo de Macondo y sus protagonistas, las siete generaciones de los Buendía en Cien años de Soledad.

Retomo la frase con un dejo paradójico porque la verdad es que no sabemos todo, si bien tendemos sí a suponer proyectándonos como conocedores de la realidad que nos circunda.

Ejemplo de ello es la política. Se dice mucho que es mejor no hablar de política, deporte y religión porque es difícil llegar a acuerdos. Sin embargo, es una de las cosas que más hacemos, hablar de política.

Por mi parte, estoy convencido que debemos hablar de política porque se vive a diario (política económica, política laboral, política educativa, política de salud, etc.), aunque no se conozcan los mecanismos técnicos de sus implementaciones.

Antes, ya he tocado esta proposición que repito por las actuales políticas gubernamentales respecto de temas diversos como es el caso del COVID-19 y la pandemia. Que, a la sazón de este flagelo mundial, hay cuatro factores donde la sociedad ha sido más golpeada: la economía, la salud, la seguridad y la educación.

Luego, cómo no hablar de ello si nos golpea duro y de seguido. Nos sentimos impotentes ante esa realidad común, si bien dije y sostengo, cada quien la ve desde su óptica y experiencia. Donde unos discuten si es verdad o mentira; yo veo un hecho que está ahí tangible.

De forma que desde la experiencia se hacen conjeturas como hechos verdaderos. En eso los seres humanos somos frecuentes. Configuramos verdades unas veces distantes y otras cercanas de la realidad relacionadas a las políticas ejecutivas de los gobernantes.

Ya hasta la saciedad se ha dicho y se seguirá diciendo que una cosa es ser oposición y otra ser gobierno. Y quienes no forman parte de la estructura del poder formal tienden a decir que aquellos se equivocan porque no saben gobernar, porque son tarados, idiotas, imbéciles; que tienen los sesos de adorno, que son ignorantes… Yo digo que no es así.

Y claro que los gobernantes sí se equivocan y fallan cuando privilegian sus intereses particulares y partidarios sacrificando el beneficio colectivo; donde la colectividad la componemos pobres y ricos, ilustrados y analfabetas, hombres y mujeres; adultos mayores, niños, adolescentes, jóvenes. No sólo los ninis, los adultos mayores, los pobres.

Pero, de que contengan esa letanía de adjetivos descalificativos lo discrepo. Por el contrario, por listos es que logran llegar donde llegan. Lo que sucede es que mientras que a unos los corroe sus propios criterios unilateralistas (los gobernantes), a otros los mueve la suposición.

La sociedad requiere articularse bien porque está siendo presa de otra pandemia, la corrupción. Hay que actuar, pero no soplando globos de helio sino tomando de verdad el toro por los cuernos cambiando sustancialmente desde el ser.

No es contra AMLO, es contra su conducta y la de todo aquel (incluyendo la oposición) que se cree como Melquiades, el sabio que dejó pergaminos cargados de surrealismos donde la ignorancia sistematizada lo ve como la panacea de todos los males, aunque sigamos diferentes pero iguales. ¿Le suena?