/ jueves 16 de abril de 2020

El encono político agrava los pronósticos para Puebla capital

El encono que ha marcado la relación personal y de trabajo del gobernador Miguel Barbosa con la edil de Puebla, Claudia Rivera, debe ser, por desgracia, un motivo añadido de preocupación para los habitantes del municipio más grande del estado en medio de la guerra contra el coronavirus.

La ciudad está a poco de entrar en crisis y no cuenta con el trabajo coordinado de sus dos principales autoridades para tratar de salir más o menos bien librada, lo menos lastimada posible.

Frente a la indolencia con que López Obrador se ha conducido hasta ahora en la emergencia, los poblanos requieren de un líder que, a partir de los recursos económicos, jurídicos y políticos que otorga el Estado, desborde inteligencia y fortaleza para organizarlos y sacarlos adelante.

Ni Barbosa ni Rivera estarán cerca de ello mientras no resuelvan los pleitos que arrastran desde la campaña electoral de 2018 y que se han materializado hasta estos días, en plena contingencia, primero con la disputa por el control de la policía en la capital y luego por la pelea, tal cual competencia de naipes, por inmuebles públicos que pertenecen a uno, pero ocupa el otro.

Por evidentes condiciones de densidad poblacional, la ciudad de Puebla concentra el mayor número de casos oficiales de contagios por Covid-19.

Hasta ayer por la mañana, según cifras dadas a conocer por el secretario de Salud del gobierno del estado, Jorge Humberto Uribe, la capital acumulaba 211 resultados positivos al virus, de un conjunto estatal de 306, lo que representa el 69 por ciento de los casos registrados en la entidad.

También ayer, el gobierno de López Obrador ubicó a Puebla entre los municipios del país con mayor transmisión de la enfermedad.

El estado se encuentra en el top cinco, y gracias a la capital, donde viven casi dos millones de personas, sin contar las que habitan en la zona metropolitana y que, por necesidades diversas, todavía entran y salen de manera regular.

Una hora después de que el gobierno federal anunciara la extensión del confinamiento en casa por el coronavirus hasta el 30 de mayo, Barbosa admitió la problemática de Puebla capital.

En su propia mañanera dijo que adoptará medidas más estrictas para garantizar el distanciamiento social en el municipio y dio a conocer que emitirá un decreto (¡uno más!) para formalizar la estrategia, que incluirá la participación de su secretario de Gobernación, David Méndez, como enlace oficial con el ayuntamiento de Puebla.

Sin hacerlo explícito, Barbosa reconoce que no puede hacer todo lo que quiere en la lucha contra el virus venido de China sin la colaboración de Claudia Rivera, pero no la busca para persuadir y negociar, para convencerla de hacer una pausa en las diferencias en tanto no desaparezca la pandemia, sino que, otra vez, le manda un decreto para guiarla por la fuerza e imponerle.

Aquí no hay víctimas ni victimarios, ni buenos ni malos, pero sí un par de gobernantes que por no ponerse de acuerdo van a contribuir a incrementar las consecuencias negativas de una emergencia sanitaria que lo será también económica y social.

Los casos oficiales de Covid-19 evidencian solo una pequeña parte del problema.

La mayoría de los contagios no son contabilizados, ya sea por falta de capacidad del sector salud para realizar pruebas de diagnóstico, por las personas que prefieren no acudir al médico o por la falta de síntomas que alerten de la posibilidad de padecer la enfermedad.

Al margen de los 211 casos que se conocían hasta ayer en la ciudad, lo que debe alertar tanto a Miguel Barbosa como a Claudia Rivera, y obligarlos a trabajar juntos, más allá de sus diferencias personales, es el porcentaje de registros que le corresponden en el contexto nacional.

Es importante que lo entiendan, y pronto.

Twitter: @jorgerdzc

Correo: jrodriguez@elsoldepuebla.com.mx