/ martes 17 de septiembre de 2019

La puerta giratoria en la política mexicana

La política, una invención nacida en Grecia, es el arte de gobernar. Y fueron los mismos griegos quienes denunciaron los males de un arte tan subversivo. Lejos del servicio público, más cerca del despropósito individual.

Sirva la presente entrega para referir al fenómeno de revolving door, esto es, la puerta giratoria. Un hecho político visible e inadmisible en la época de la cuarta transformación. La tesitura de un cambio estructural representa per se un indefectible movimiento de no repetición, de no permisividad.

No obstante, la puerta giratoria continúa siendo el medio por el cual múltiples exfuncionarios hacen uso de información y contactos, mismos que consiguieron cuando fueron servidores públicos. Desprovisto de una regulación jurídica que disponga los alcances de tan oprobiosa situación, personajes tales como Jorge Efraín Moreno Collado, haciendo uso de las más deleznables argucias y artimañas, y valiéndose de su otrora puesto como consejero del Poder Judicial de la Federación y presidente de la Comisión para la Transparencia.

Es menester señalar que, la puerta giratoria es el desplazamiento sin óbices entre los sectores público y privado, portales utilizados por quienes detentaron cargos trascendentes y, por tanto, influyentes, de tal suerte que, de la misma manera que se situaron en el orbe del servicio público, arriban a puestos de influencia económica, técnicos profesionales, o bien, puntos estratégicos dentro del ámbito profesional. Este fenómeno irrisoriamente pretende legitimar los incorrectos y redundantes beneficios obtenidos por los cargos públicos que les preceden.

Así sucedió de manera oprobiosa y fuimos testigos de que, funcionarios públicos de primer nivel como Georgina Kessel Martínez quien ostentó el puesto de secretaria de Energía en el sexenio del inefable Felipe Calderón, hoy, de manera deshonrosa, sirva a los intereses de la trasnacional Iberdrola en su calidad de accionista. Con las consabidas canonjías y resortes, ahora en favor de intereses contrarios al Estado Mexicano en la materia. Qué decir del propio Ernesto Zedillo Ponce de León, presidente de la tecnocracia grisácea que pasó sin pena ni gloria, y en un acto de connivencia entregó al país a la derecha recalcitrante del presidente Fox, para después formar parte de empresas estadounidenses como Procter and gamble, Aloca y Union Pacic, siendo esta última concesionaria de Ferromex, misma que fue privatizada durante su sexenio.

En diversas ocasiones, abogados postulantes poblanos me han comentado con gran descontento, malestar y a la vez impotencia, el hecho de tener como contraparte al pariente del hoy detenido Juan Collado, abogado de las estrellas, a quien se la ha visto coyoteando como litigante particular, visitando para presionar e influir en asuntos particulares a algunos jueces y magistrados de este sexto circuito del cual alguna vez fue visitador. ¿Que lo logre y sus intervenciones produzcan efectos? Lo desconocemos. Sin embargo, no deja ser un ejemplo vivo de la inmoralidad y prueba irrefutable del amago en el tráfico de influencias para “sugerir” a los funcionarios federales la manera en qué se deben fallar los asuntos de su interés. Desconozco si sus intervenciones hayan producido o no frutos, lo que no lo exime del desdoro que causa a quienes formaron parte de un consejo autónomo, imparcial, legal y equitativo.

¿Testigos? Me dicen que, un sinnúmero de servidores públicos de manera genuflexa, se acercaron a saludarlo en el área de ingresos, considero entonces que, el Consejo de la Judicatura y la Corte Misma deberían prohibir a servidores públicos como ministros y ex consejeros de participar en litigios de intereses privados en favor de una de las partes litigantes, como abierta y descaradamente lo hace el exconsejero de marras. A quien, en efecto, tuve la ocasión de ver con mis propios ojos ingresando a las instalaciones del Poder Judicial. Eso no me lo contaron. ¡Cosas veredes, Mio Cid, que farán fablar las piedras!

La política, una invención nacida en Grecia, es el arte de gobernar. Y fueron los mismos griegos quienes denunciaron los males de un arte tan subversivo. Lejos del servicio público, más cerca del despropósito individual.

Sirva la presente entrega para referir al fenómeno de revolving door, esto es, la puerta giratoria. Un hecho político visible e inadmisible en la época de la cuarta transformación. La tesitura de un cambio estructural representa per se un indefectible movimiento de no repetición, de no permisividad.

No obstante, la puerta giratoria continúa siendo el medio por el cual múltiples exfuncionarios hacen uso de información y contactos, mismos que consiguieron cuando fueron servidores públicos. Desprovisto de una regulación jurídica que disponga los alcances de tan oprobiosa situación, personajes tales como Jorge Efraín Moreno Collado, haciendo uso de las más deleznables argucias y artimañas, y valiéndose de su otrora puesto como consejero del Poder Judicial de la Federación y presidente de la Comisión para la Transparencia.

Es menester señalar que, la puerta giratoria es el desplazamiento sin óbices entre los sectores público y privado, portales utilizados por quienes detentaron cargos trascendentes y, por tanto, influyentes, de tal suerte que, de la misma manera que se situaron en el orbe del servicio público, arriban a puestos de influencia económica, técnicos profesionales, o bien, puntos estratégicos dentro del ámbito profesional. Este fenómeno irrisoriamente pretende legitimar los incorrectos y redundantes beneficios obtenidos por los cargos públicos que les preceden.

Así sucedió de manera oprobiosa y fuimos testigos de que, funcionarios públicos de primer nivel como Georgina Kessel Martínez quien ostentó el puesto de secretaria de Energía en el sexenio del inefable Felipe Calderón, hoy, de manera deshonrosa, sirva a los intereses de la trasnacional Iberdrola en su calidad de accionista. Con las consabidas canonjías y resortes, ahora en favor de intereses contrarios al Estado Mexicano en la materia. Qué decir del propio Ernesto Zedillo Ponce de León, presidente de la tecnocracia grisácea que pasó sin pena ni gloria, y en un acto de connivencia entregó al país a la derecha recalcitrante del presidente Fox, para después formar parte de empresas estadounidenses como Procter and gamble, Aloca y Union Pacic, siendo esta última concesionaria de Ferromex, misma que fue privatizada durante su sexenio.

En diversas ocasiones, abogados postulantes poblanos me han comentado con gran descontento, malestar y a la vez impotencia, el hecho de tener como contraparte al pariente del hoy detenido Juan Collado, abogado de las estrellas, a quien se la ha visto coyoteando como litigante particular, visitando para presionar e influir en asuntos particulares a algunos jueces y magistrados de este sexto circuito del cual alguna vez fue visitador. ¿Que lo logre y sus intervenciones produzcan efectos? Lo desconocemos. Sin embargo, no deja ser un ejemplo vivo de la inmoralidad y prueba irrefutable del amago en el tráfico de influencias para “sugerir” a los funcionarios federales la manera en qué se deben fallar los asuntos de su interés. Desconozco si sus intervenciones hayan producido o no frutos, lo que no lo exime del desdoro que causa a quienes formaron parte de un consejo autónomo, imparcial, legal y equitativo.

¿Testigos? Me dicen que, un sinnúmero de servidores públicos de manera genuflexa, se acercaron a saludarlo en el área de ingresos, considero entonces que, el Consejo de la Judicatura y la Corte Misma deberían prohibir a servidores públicos como ministros y ex consejeros de participar en litigios de intereses privados en favor de una de las partes litigantes, como abierta y descaradamente lo hace el exconsejero de marras. A quien, en efecto, tuve la ocasión de ver con mis propios ojos ingresando a las instalaciones del Poder Judicial. Eso no me lo contaron. ¡Cosas veredes, Mio Cid, que farán fablar las piedras!