/ domingo 3 de marzo de 2024

¿Políticas keynesianas o populistas?

El último trimestre de 2023 registró la tasa de desocupación más baja desde 2005, cuando se iniciaron los registros del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Es decir, el desempleo se reduco a 1.6 millones mientras que la población ocupada subió a 59.4 millones de personas. ¿En qué lugar queda la pobreza? ¿Cómo se aprecia la desigualdad entonces?

La fortaleza en el mercado laboral, que impacta, en principio, en el registro de los trabajadores en el IMSS, representa sólo una cara de la moneda en nuestro país que está sumido en una profunda desigualdad y pobreza, esa que no está en la “formalidad”, es decir en los registros nacionales. Si bien de los puestos agregados en el cuarto trimestre de 2023, se sumaron 316 mil 592 en la formalidad, en todo el año 2023 la economía agregó 1.05 millones de trabajos, de los cuales 678 mil fueron formales, es decir, el 64.3 por ciento. Frente a esta buena noticia se alza un frente más: el cambio porcentual anual de la línea de pobreza por ingresos en enero de 2024 fue de 6.9% en el ámbito rural y 5.9% en el urbano. Este incremento de la línea de pobreza por ingresos en ambos ámbitos fue superior a la inflación general anual (4.9%). 0.7 puntos porcentuales respecto a diciembre de 2023 (2.9%).

Pero los números son rebasados por la realidad, son indicadores, pero no determinantes; sirven para ofrecer elementos de análisis a los decisores del poder. Ahora mismo, para quien se tome en serio el papel de candidato para la elección que viene.

La otra cara de la moneda está en la informalidad. Al cierre del 2023, de las 59.4 millones de personas que tenían un empleo, 32.5 millones estaban en la informalidad y 26.9 millones en la formalidad; en este esquema no hay prestaciones ni seguridad social que implica vulnerabilidad en los ingresos y en la calidad de vida del trabajador. ¿Por qué persiste la informalidad? Las medianas y pequeñas empresas no tienen la capacidad de absorber la fuerza laboral que existe en un país joven como el nuestro. Esa capacidad de pagar salario mínimo y prestaciones de ley, además de impuestos.

Además, los datos de la ENOE resaltan que el sector secundario (la industria), ligado a la economía norteamericana, a los proyectos del nearshoring y, seguramente, las obras insignia del gobierno federal, influyeron en estos resultados. El sector terciario (los servicios) se vio estancado.

En este punto, dado que la inversión del estado ha sido orientada a las obras insignia, construcción del Tren Maya y el Corredor Transísmico, el Aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas, con el sabido incremento en sus costos, inicialmente anunciados, resulta inevitable preguntarse ¿no parecen medidas keynesianas? Recordemos, el keynesianismo afirma que el Estado debe intervenir en la macro economía incrementando el gasto público, estimula el empleo, el consumo y la inversión. La teoría que fue aplicada después de la II GM y en medio de una grave crisis económica entonces.

Con este panorama, los únicos que pueden dar empleos son los empresarios de cualquier tamaño, para sostener y abatir los índices de informalidad, sólo que si no hay incentivos no habrá inversión. En este otro lado de la moneda aparece la inseguridad y la precariedad en la remuneración. Sí, hay empleos, pero mal pagados; por lo tanto, si alguien ofrece un trabajo sin prestaciones, pero mejor pagado, es muy probable que la fuerza laboral firme su destino en la clandestinidad y queme sus años para finalmente caer en la pobreza y perpetuar la desigualdad.

Tener empleo con prestaciones de ley está bien, pero el problema de la pobreza y la desigualdad tiene muchas caras que revisar. Como ciudadanos nos toca leer entre discursos de los candidatos para distinguir propuestas populistas o propuestas basadas en la realidad, para elegir y votar.

*Politóloga, Doctora en Gobierno, Gestión y Democracia, miembro de la Junta Nacional Directiva de amecip.com

El último trimestre de 2023 registró la tasa de desocupación más baja desde 2005, cuando se iniciaron los registros del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Es decir, el desempleo se reduco a 1.6 millones mientras que la población ocupada subió a 59.4 millones de personas. ¿En qué lugar queda la pobreza? ¿Cómo se aprecia la desigualdad entonces?

La fortaleza en el mercado laboral, que impacta, en principio, en el registro de los trabajadores en el IMSS, representa sólo una cara de la moneda en nuestro país que está sumido en una profunda desigualdad y pobreza, esa que no está en la “formalidad”, es decir en los registros nacionales. Si bien de los puestos agregados en el cuarto trimestre de 2023, se sumaron 316 mil 592 en la formalidad, en todo el año 2023 la economía agregó 1.05 millones de trabajos, de los cuales 678 mil fueron formales, es decir, el 64.3 por ciento. Frente a esta buena noticia se alza un frente más: el cambio porcentual anual de la línea de pobreza por ingresos en enero de 2024 fue de 6.9% en el ámbito rural y 5.9% en el urbano. Este incremento de la línea de pobreza por ingresos en ambos ámbitos fue superior a la inflación general anual (4.9%). 0.7 puntos porcentuales respecto a diciembre de 2023 (2.9%).

Pero los números son rebasados por la realidad, son indicadores, pero no determinantes; sirven para ofrecer elementos de análisis a los decisores del poder. Ahora mismo, para quien se tome en serio el papel de candidato para la elección que viene.

La otra cara de la moneda está en la informalidad. Al cierre del 2023, de las 59.4 millones de personas que tenían un empleo, 32.5 millones estaban en la informalidad y 26.9 millones en la formalidad; en este esquema no hay prestaciones ni seguridad social que implica vulnerabilidad en los ingresos y en la calidad de vida del trabajador. ¿Por qué persiste la informalidad? Las medianas y pequeñas empresas no tienen la capacidad de absorber la fuerza laboral que existe en un país joven como el nuestro. Esa capacidad de pagar salario mínimo y prestaciones de ley, además de impuestos.

Además, los datos de la ENOE resaltan que el sector secundario (la industria), ligado a la economía norteamericana, a los proyectos del nearshoring y, seguramente, las obras insignia del gobierno federal, influyeron en estos resultados. El sector terciario (los servicios) se vio estancado.

En este punto, dado que la inversión del estado ha sido orientada a las obras insignia, construcción del Tren Maya y el Corredor Transísmico, el Aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería de Dos Bocas, con el sabido incremento en sus costos, inicialmente anunciados, resulta inevitable preguntarse ¿no parecen medidas keynesianas? Recordemos, el keynesianismo afirma que el Estado debe intervenir en la macro economía incrementando el gasto público, estimula el empleo, el consumo y la inversión. La teoría que fue aplicada después de la II GM y en medio de una grave crisis económica entonces.

Con este panorama, los únicos que pueden dar empleos son los empresarios de cualquier tamaño, para sostener y abatir los índices de informalidad, sólo que si no hay incentivos no habrá inversión. En este otro lado de la moneda aparece la inseguridad y la precariedad en la remuneración. Sí, hay empleos, pero mal pagados; por lo tanto, si alguien ofrece un trabajo sin prestaciones, pero mejor pagado, es muy probable que la fuerza laboral firme su destino en la clandestinidad y queme sus años para finalmente caer en la pobreza y perpetuar la desigualdad.

Tener empleo con prestaciones de ley está bien, pero el problema de la pobreza y la desigualdad tiene muchas caras que revisar. Como ciudadanos nos toca leer entre discursos de los candidatos para distinguir propuestas populistas o propuestas basadas en la realidad, para elegir y votar.

*Politóloga, Doctora en Gobierno, Gestión y Democracia, miembro de la Junta Nacional Directiva de amecip.com