/ miércoles 13 de julio de 2022

Retorno de Inversión | Tocar fondo

En esta ocasión quiero compartirles una historia que nunca debería repetirse.

Hay mujeres que deciden compartir su vida con personas que tienen vicios como el consumo de alcohol o drogas. Esto no pasa en un estrato social en específico.

Ellas creen que, pasado un tiempo, la persona va a cambiar: a dejar el alcohol o las drogas, y los episodios de violencia que muchas veces conllevan las adicciones. No conozco la tasa de casos en las que realmente hay un cambio, pero al menos yo, no conozco de ninguno.

En redes sociales vemos que, cada día son más frecuentes los mensajes que incitan a las mujeres a denunciar agresiones, a no permitir abusos, a decir “no, significa no”, entre otras campañas de reflexión para impedir violencia a nuestro género.

No obstante, todavía nos enteramos de que los casos de violencia familiar van en aumento, y vemos situaciones en las que mujeres son abusadas con diferentes tipos de violencia.

Quiero contarles sobre “Lupita” una mujer que era cocinera. Sufría diferentes tipos de violencias, pero principalmente la física, a manos de su esposo que ingería alcohol. Por temor a represalias no denunciaba esta situación y creía que su pareja cambiaría.

Un día se atrevió a denunciar, pero otra vez, su esposo la convenció de que cambiaría y dejaría el alcohol por ella. La volvió a golpear; esta vez, más fuerte que las anteriores y tuvo que ser hospitalizada. Después, me enteré de que Lupita murió, a consecuencia de ese episodio de violencia.

Pienso que el fenómeno causado por el miedo debería ser uno de los puntos de referencia para que las autoridades diseñen sus estrategias de atención a la mujer. La tarea no solo es que llegue la policía cuando una mujer es maltratada –si es que llega-, pues el seguimiento psicológico que ayude a reforzar la confianza en sí mismas, el amor propio y las redes de apoyo, entre otras cuestiones, deben ser parte de la atención.

Cada mujer tiene su contexto y su realidad. Sería complicado opinar sobre lo que ocurre con cada una, pero el caso de Lupita ejemplifica lo que a veces sucede con quienes conviven con personas violentas y adictas. Están a expensas de que sus parejas estén libres de sustancias tóxicas para estar a salvo.

También creo que debería fortalecerse la atención a emergencias que denuncian las mujeres, quienes por la pandemia aumentaron la convivencia con sus parejas y, en muchos casos, las agresiones.

Si me permiten opinar, una línea telefónica exprofeso para esos casos, un equipo de abogadas especialistas, un equipo con los sistemas DIF estatal y municipales, y un equipo policiaco capacitado en temas de género, deberían estar disponibles las 24 horas, durante cada día del año, ya que la violencia no tiene turnos ni horarios.

Basta de más “Lupitas”. Nos necesitamos vivas y valientes.


¡Nos leemos en la siguiente!

Twitter: @OlgaMendezMx


En esta ocasión quiero compartirles una historia que nunca debería repetirse.

Hay mujeres que deciden compartir su vida con personas que tienen vicios como el consumo de alcohol o drogas. Esto no pasa en un estrato social en específico.

Ellas creen que, pasado un tiempo, la persona va a cambiar: a dejar el alcohol o las drogas, y los episodios de violencia que muchas veces conllevan las adicciones. No conozco la tasa de casos en las que realmente hay un cambio, pero al menos yo, no conozco de ninguno.

En redes sociales vemos que, cada día son más frecuentes los mensajes que incitan a las mujeres a denunciar agresiones, a no permitir abusos, a decir “no, significa no”, entre otras campañas de reflexión para impedir violencia a nuestro género.

No obstante, todavía nos enteramos de que los casos de violencia familiar van en aumento, y vemos situaciones en las que mujeres son abusadas con diferentes tipos de violencia.

Quiero contarles sobre “Lupita” una mujer que era cocinera. Sufría diferentes tipos de violencias, pero principalmente la física, a manos de su esposo que ingería alcohol. Por temor a represalias no denunciaba esta situación y creía que su pareja cambiaría.

Un día se atrevió a denunciar, pero otra vez, su esposo la convenció de que cambiaría y dejaría el alcohol por ella. La volvió a golpear; esta vez, más fuerte que las anteriores y tuvo que ser hospitalizada. Después, me enteré de que Lupita murió, a consecuencia de ese episodio de violencia.

Pienso que el fenómeno causado por el miedo debería ser uno de los puntos de referencia para que las autoridades diseñen sus estrategias de atención a la mujer. La tarea no solo es que llegue la policía cuando una mujer es maltratada –si es que llega-, pues el seguimiento psicológico que ayude a reforzar la confianza en sí mismas, el amor propio y las redes de apoyo, entre otras cuestiones, deben ser parte de la atención.

Cada mujer tiene su contexto y su realidad. Sería complicado opinar sobre lo que ocurre con cada una, pero el caso de Lupita ejemplifica lo que a veces sucede con quienes conviven con personas violentas y adictas. Están a expensas de que sus parejas estén libres de sustancias tóxicas para estar a salvo.

También creo que debería fortalecerse la atención a emergencias que denuncian las mujeres, quienes por la pandemia aumentaron la convivencia con sus parejas y, en muchos casos, las agresiones.

Si me permiten opinar, una línea telefónica exprofeso para esos casos, un equipo de abogadas especialistas, un equipo con los sistemas DIF estatal y municipales, y un equipo policiaco capacitado en temas de género, deberían estar disponibles las 24 horas, durante cada día del año, ya que la violencia no tiene turnos ni horarios.

Basta de más “Lupitas”. Nos necesitamos vivas y valientes.


¡Nos leemos en la siguiente!

Twitter: @OlgaMendezMx