/ jueves 7 de mayo de 2020

Pan y circo | El Rincón de Zalacaín

Repasando viejos textos de la colección de gastronomía el aventurero se topó con los orígenes del banquete

Repasando viejos textos de la colección de gastronomía el aventurero Zalacaín se topó con los orígenes del banquete, los romanos fueron especialistas en ese tema y dieron pauta a una serie de prácticas, vueltas tradición, y acuñaron frases con base a experiencias vividas antes de la Era Cristiana.

Textos de Petronio Persio, Juvenal, Marcial, describieron los momentos cumbre del disfrute de la comida y las relaciones entre los romanos.

Zalacaín reparó en Petronio y Juvenal. Ambos vivieron en tiempos de Nerón, Juvenal incluso cuando era emperador Adriano.

El “Satiricón” de Petronio fue el registro más preciso de cómo era la comida de los romanos descrita por tres individuos con forma muy ligera de vida y quienes coinciden en la casa de Trimalción quien les muestra la disposición de la mesa y los rituales de convivencia.

Surge ahí la definición del “triclinium”, conocido después como el comedor en todo el occidente. Se trataba de una sala con tres lechos, especie de sillones, en torno a una mesa desde donde todos se servían la comida; los invitados se recostaban sobre el brazo izquierdo, sin calzado, en cada lecho cabían tres personas. Las casas de los ricos tenían dos triclinium, uno para temporadas de frío y otro para el calor.

Trimalción enseñó a los jóvenes los métodos de la higiene, antes de la cena pasaban por el baño en las termas, luego la ablución, o sea el lavado de las manos, para dar paso a la “gustatio”, los aperitivos. La cena consistía en al menos cuatro servicios y abundante vino. Los platos usualmente estaban dedicados a honrar al zodiaco, así los garbanzos eran para adornar a Aries, carne de buey para Tauro, criadillas y riñones para Géminis, higos para Leo, etcétera.

Además, durante la cena los asistentes dedicaban tiempo a diversas reflexiones como la muerte, por ejemplo, se entregaban entre ellos regalos y dinero. En la “secundae mensae” o sea el postre, el tema se convertía en literario, había poesía, versos, coronas de flores, cantos.

Estas tradiciones se conservaban desde siglos antes dada la importancia dada por los romanos a dos temas, la diversión, el espectáculo, y la comida.

Y precisamente Zalacaín localizó los textos de Décimo Junio Juvenal, uno de los mejores intérpretes del género de la sátira creado por Lucilio; vivió entre el año 60 y el 128 de la era cristiana y registró en forma de poema uno de los pasajes con vida propia hasta nuestros tiempos. Los romanos habían creado los circos, espacios abiertos con un foro considerable para ver la lucha entre gladiadores y animales feroces, una forma de entretenimiento de las multitudes.

En épocas electorales los circos eran clave para convencer al pueblo y obtener su voto, después del espectáculo, los políticos del Imperio Romano regalaban comida a los ciudadanos.

Y Juvenal escribe un compendio de cinco libros con 16 sátiras donde registra una dura crítica a las condiciones decadentes de la vida, habla de la corrupción, el abuso de los esclavos, las mujeres y la moda, los libertinos, la nobleza, la educación, la superstición, el poder, los militares, etcétera.

En la X sátira Juvenal habla de “los votos” y es ahí donde surge una de las frases más famosas donde interviene la comida. Y Zalacaín leyó la traducción:

“… desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”.

Ahí nació, recalcó Zalacaín a sus amigos, eso del “pan y circo”.

  • YouTube: El Rincón de Zalacaín

Repasando viejos textos de la colección de gastronomía el aventurero Zalacaín se topó con los orígenes del banquete, los romanos fueron especialistas en ese tema y dieron pauta a una serie de prácticas, vueltas tradición, y acuñaron frases con base a experiencias vividas antes de la Era Cristiana.

Textos de Petronio Persio, Juvenal, Marcial, describieron los momentos cumbre del disfrute de la comida y las relaciones entre los romanos.

Zalacaín reparó en Petronio y Juvenal. Ambos vivieron en tiempos de Nerón, Juvenal incluso cuando era emperador Adriano.

El “Satiricón” de Petronio fue el registro más preciso de cómo era la comida de los romanos descrita por tres individuos con forma muy ligera de vida y quienes coinciden en la casa de Trimalción quien les muestra la disposición de la mesa y los rituales de convivencia.

Surge ahí la definición del “triclinium”, conocido después como el comedor en todo el occidente. Se trataba de una sala con tres lechos, especie de sillones, en torno a una mesa desde donde todos se servían la comida; los invitados se recostaban sobre el brazo izquierdo, sin calzado, en cada lecho cabían tres personas. Las casas de los ricos tenían dos triclinium, uno para temporadas de frío y otro para el calor.

Trimalción enseñó a los jóvenes los métodos de la higiene, antes de la cena pasaban por el baño en las termas, luego la ablución, o sea el lavado de las manos, para dar paso a la “gustatio”, los aperitivos. La cena consistía en al menos cuatro servicios y abundante vino. Los platos usualmente estaban dedicados a honrar al zodiaco, así los garbanzos eran para adornar a Aries, carne de buey para Tauro, criadillas y riñones para Géminis, higos para Leo, etcétera.

Además, durante la cena los asistentes dedicaban tiempo a diversas reflexiones como la muerte, por ejemplo, se entregaban entre ellos regalos y dinero. En la “secundae mensae” o sea el postre, el tema se convertía en literario, había poesía, versos, coronas de flores, cantos.

Estas tradiciones se conservaban desde siglos antes dada la importancia dada por los romanos a dos temas, la diversión, el espectáculo, y la comida.

Y precisamente Zalacaín localizó los textos de Décimo Junio Juvenal, uno de los mejores intérpretes del género de la sátira creado por Lucilio; vivió entre el año 60 y el 128 de la era cristiana y registró en forma de poema uno de los pasajes con vida propia hasta nuestros tiempos. Los romanos habían creado los circos, espacios abiertos con un foro considerable para ver la lucha entre gladiadores y animales feroces, una forma de entretenimiento de las multitudes.

En épocas electorales los circos eran clave para convencer al pueblo y obtener su voto, después del espectáculo, los políticos del Imperio Romano regalaban comida a los ciudadanos.

Y Juvenal escribe un compendio de cinco libros con 16 sátiras donde registra una dura crítica a las condiciones decadentes de la vida, habla de la corrupción, el abuso de los esclavos, las mujeres y la moda, los libertinos, la nobleza, la educación, la superstición, el poder, los militares, etcétera.

En la X sátira Juvenal habla de “los votos” y es ahí donde surge una de las frases más famosas donde interviene la comida. Y Zalacaín leyó la traducción:

“… desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto-, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”.

Ahí nació, recalcó Zalacaín a sus amigos, eso del “pan y circo”.

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