El tlacuache es un animal carismático y misterioso, que se caracteriza en nuestro país debido a que es el único marsupial originario de México; su carácter y encanto los han convertido en protagonistas de mitos a lo largo de toda Latinoamérica.
Generalmente se le reconoce porque tiene la cualidad de hacerse el muerto cuando se siente en peligro, además de que se sabe que es una especia omnívora y resistente al veneno de la víbora de cascabel; al ser un animal tan importante, no es sorpresa que se encuentre presente en las leyendas prehispánicas de nuestro país.
De acuerdo con el libro de Lilian Scheffler, “Cuentos y leyendas de México”, el tlacuache es un animal muy importante para los mazatecos (pueblo indígena de México, que habita al norte del estado de Oaxaca y sur del estado de Veracruz y Puebla), debido a que fue él, así como Prometeo para los griegos, quien trajo el fuego a la humanidad. Por tal motivo, este día traemos para ti una historia náhuatl.
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LA LEYENDA DEL TLACUACHE QUE SE ROBÓ EL FUEGO
Se cuenta que, antes de que los seres humanos tuvieran entre sus manos la magia del fuego, la oscuridad y el frío reinaba durante las noches, por lo que en ese entonces la vida era muy difícil, pues la gente debía de comer los alimentos crudos y en invierno todos imploraban para que esta estación terminara y pudieran seguir siendo calentados por el sol.
No obstante, todo inició una noche en la que un asteroide cayó a la tierra, aún en llamas, mientras los gigantes –que en aquel entonces coexistían con los humanos- llegaron primero y pusieron guardias alrededor de la fogata que se había formado para que los humanos no pudieran alcanzarla.
Para evitar que la gente pudiera robarles su tesoro, organizaron un poderoso ejército encabezado por el jaguar, y aunque varios pobladores hicieron el intento de robarse el fuego, murieron acribillados por las flechas de sus enemigos.
Después de mucho tiempo de intentar conseguir un poco, los humanos se rindieron, sin embargo, los animales frustrados, al ver que ellos no lograban vencer a los gigantes, decidieron intervenir, así que se pusieron de acuerdo y trataron de tomar un poco del fuego para ofrecérselos, sin embargo, ninguno lo lograba.
Fue así como un buen día, el tlacuache se ofreció para intentarlo y aunque los demás animales se burlaron, decidido él se acercó a los gigantes y una vez a su lado, enrolló su cuerpo en forma de bola y así permaneció siete días junto a la fogata hasta que los guardianes se acostumbraron a verlo.
Durante ese tiempo observó que, con las primeras horas de la madrugada, casi todos los guardianes se dormían, así que aprovechó el séptimo día que solo el jaguar estaba despierto y se fue rodando hasta la fogata. Al llegar, metió la cola y una llama enorme iluminó el campamento; asimismo, con el hocico tomó una brasa y se alejó rápidamente.
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En esos momentos el jaguar detectó el olor a pelaje quemado y lo persiguió. Al darle alcance lo pisoteó, le machacó lo huesos, lo sacudió y lo arrojó, de tal manera que la brasa que llevaba se había apagado.
Seguro de haberlo matado, regresó a cuidar el fuego y en cuanto desapareció, el tlacuache se levantó y se echó a correr hacia donde habitaban los hombres. En cuanto llegó a ellos, el pobre desenroscó su cola, en la que milagrosamente la lama seguía viva y de inmediato se encargó de colocarla cerca de un trozo de madera para que la flama creciera y así alimentaron al fuego por siempre.
De esta manera, es como se dice, que desde entonces los tlacuaches traen la cola pelada, como homenaje al gran sacrificio que hizo aquel que se robó el fuego para dárselo a los humanos y así fue como lo nombraron el héroe de la humanidad.