La región del Valle de Tecamachalco afrontará primero el llamado Día Cero, que representa el momento en que el recurso hídrico será insuficiente para satisfacer las necesidades humanas, esto debido a que su acuífero principal, del cual también se abastece una parte de la zona metropolitana de Puebla capital, está en creciente sobreexplotación desde hace al menos cuatro décadas, y el contexto se agrava frente a la contaminación excesiva de las aguas subterráneas y el desmedido crecimiento poblacional, advierten científicos.
Datos abiertos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) registran que dicho acuífero es el más sobreexplotado del centro-sur y sureste del país, al registrar un déficit de -63 millones 231 mil 150 hectómetros cúbicos (hm3) al año.
Desde hace varios meses, el doctor en Ingeniería Química por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y catedrático del Decanato de Ciencias Biológicas en la Facultad de Ingeniería Ambiental de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), Francisco Javier Sánchez Ruiz, analizó las condiciones del acuífero del Valle de Tecamachalco frente a su condición de sobreexplotación.
Así, el profesor, quien integra el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), calculó que la extinción del acuífero es posible. De hecho, argumenta que las probabilidades de que el mismo sea el primero de todo el estado en agotarse son “altas”, pues ninguna otra región hidrológica de Puebla presenta tal grado de consumo desmedido de sus mantos freáticos.
“No tenemos la recarga suficiente como para poder decir que el acuífero se va a mantener o que seguirá teniendo una vida útil en los próximos tres años (...) Cuando hablamos del Día Cero muchas veces lo relacionamos con que ya no va a haber agua. No. El Día Cero es cuando ya no hay suficiente agua para extraer y mantener las necesidades domésticas, industriales y agrícolas; es cuando los mantos acuíferos no se recargan en la misma magnitud en la que se extrae el agua. A nivel mundial ya hay zonas que están en un punto crítico”, declara en entrevista.
Además, señala que esta situación modificará por completo la dinámica social y económica de la región, esto sin incluir los cambios químicos ambientales. La ausencia del líquido provocaría que su valor creciera debido a que sería necesario su traslado desde otras regiones que cuenten con este recurso.
“Si dejamos de tener lluvia o presentamos, como ahora, lluvias torrenciales, pero no constantes, vamos a llegar a un punto crítico del acuífero (...) Empezaremos a extraer aguas totalmente subterráneas (...) por lo tanto vamos a secar el acuífero. Aunque Conagua diga que tenemos bastante agua para poder extraerla y utilizarla para cuestiones agrícolas, no va a ser posible recuperar el acuífero”, indica.
Sobreexplotación existe desde hace casi medio siglo
En su tesis de postgrado, la maestra en Desarrollo Regional por El Colegio de Tlaxcala, Rocío Luna López, advirtió que la sobreexplotación del acuífero del Valle de Tecamachalco data desde 1975, cuando arrancó una fase masiva de perforación de pozos para uso agrícola. Es decir, la crisis está anunciada desde hace casi medio siglo.
La investigadora también señala que, en la actualidad, la agricultura se entrelaza con la degradación de los mantos acuíferos, pues esta actividad es la principal consumidora de agua en la región.
Ese no es el único problema, precisa el doctor Sánchez Ruiz, pues la Conagua aumentó su nivel concesionado de agua entre 2015 y 2020. Es decir, durante ese periodo otorgó más permisos de extracción a particulares, esto pese a que el acuífero está en sobreexplotación, según se constatan registros de la propia dependencia.
De acuerdo con el Registro Público de Derechos de Agua (REPDA), hasta 2020, el acuífero del Valle de Tecamachalco tenía comprometidos 220 millones 331 mil 150 metros cúbicos (m3) anuales de agua, es decir, ya estaban concesionados para su extracción.
Sin embargo, al comparar esa cifra con el dato generado en 2015 por la propia Conagua, se observa que en la fecha más reciente creció el volumen concesionado, ya que en 2015 estaban comprometidos 206 millones 200 mil m3 aproximadamente. Es decir, la diferencia es de 14.13 millones de m3 aproximadamente, los cuales, a decir del doctor Sánchez Ruiz, son los que se otorgaron en permisos para uso.
En su último reporte sobre el estado del acuífero, realizado en 2020, la dependencia federal advirtió que “no existe un volumen disponible para otorgar nuevas concesiones; por el contrario, el déficit es de 63 millones 231 mil 150 m3 anuales, que se están extrayendo a costa del almacenamiento no renovable del acuífero”.
La delegación local de la Conagua fue consultada por El Sol de Puebla para conocer su postura respecto a las variaciones en la información que muestran sus archivos. No obstante, hasta el cierre de esta edición no se obtuvo respuesta alguna.
Y aunque no es posible cuantificar con certeza la fecha en la que el recurso hídrico se agotará, debido a que diversos factores pueden acelerar o incluso alargar dicho escenario, el especialista de la UPAEP expone que las acciones de preservación del acuífero en los próximos 18 meses serán clave para amortiguar el apresurado desgaste.
Por su parte, el maestro Jerónimo Chavarría Hernández, maestro en Ciencias en Edafología –disciplina que estudia la composición del suelo– por el Colegio de Postgraduados (Colpos), advierte que la continua sobreexplotación de este y otros acuíferos en todo el país acelera, entre otros aspectos, la degradación del suelo, situación que deriva en la creación de hundimientos y contaminación del agua.
El Valle de Tecamachalco se extiende por alrededor de 3 mil 600 kilómetros y se compone de 29 municipios, Acatzingo, Amozoc, Cuapiaxtla de Madero, Cuautinchán, Chapulco, Esperanza, General Felipe Ángeles, Huitziltepec, Mixtla, Molcaxac, Cañada Morelos y Nicolás Bravo.
Así como Palmar de Bravo, Quecholac, Los Reyes de Juárez, San Salvador Huixcolotla, Santiago Miahuatlán, Santo Tomás Hueyotlipan, Tecali de Herrera, Tepanco de López, Tepatlaxco de Hidalgo, Tepeaca, Tepeyahualco de Cuauhtémoc, Tlacotepec de Benito Juárez y Tlalnepantla.
A nivel global, la primera metrópoli en enfrentarse al llamado Día Cero, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Este hecho ocurrió hace cinco años, y obligó a las autoridades de ese país a restringir el suministro hídrico a actividades meramente esenciales, como servicios de salud e infraestructura, entre otras.
Esta situación no es ajena al contexto mexicano, apunta Chavarría Hernández, con base en información del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), pues recuerda que Monterrey, Nuevo León, evidenció su vulnerabilidad ante la sequía registrada en 2019.
Deforestación, cambio climático, extracción furtiva y prácticas insostenibles, las causas
El punto de partida de la sobreexplotación del acuífero del Valle de Tecamachalco es el desequilibrio de las actividades antropogénicas, principalmente ante la extracción furtiva e ilegal de agua y la ausencia de tecnificación en la industria agrícola, que es la que demanda más recursos hídricos en la zona.
Aunque son varios los factores que aceleran la degradación de las aguas subterráneas, el doctor Sánchez Ruiz subraya que el cambio climático, además de la contaminación del suelo y las cuencas hidrológicas, son los principales.
El académico hace hincapié en que el aumento térmico, a su vez, agudiza la recuperación del acuífero, pues los cambios de temperatura, que se caracterizan por tener una tendencia al calor, agilizan la evaporación del agua superficial, lo cual evita que los mantos acuíferos se recarguen lo suficiente.
Según estimaciones realizadas por el investigador junto con su equipo académico, el acuífero del Valle de Tecamachalco recibe, en promedio, alrededor de mil 800 milímetros de agua cada día.
No obstante, Sánchez Ruiz menciona que la evaporación es capaz de absorber hasta 2 mil 400 milímetros en los días más críticos, situación que pone en desventaja al manto freático, pues el mismo pierde más de lo que recibe en promedio cada día.
Del mismo modo, asegura que la polución amenaza no sólo a la sanidad del acuífero, sino también a la recuperación del mismo.
Indica que la introducción de contaminantes en la zona, como pesticidas, nitratos y metales pesados en el agua subterránea, constituye riesgos graves para la salud pública y el medio ambiente.
Aunado a ello, el también investigador y catedrático de la Universidad Iberoamericana Puebla, Chavarría Hernández, resalta que la sobreexplotación del acuífero proviene esencialmente de prácticas agrícolas insostenibles, como el riego excesivo y la falta de tecnologías de conservación de agua.
Análogamente, detalla que el crecimiento constante de la población en la entidad y país genera una demanda creciente de agua para uso doméstico, industrial y agrícola. Por ese motivo, a medida que las áreas urbanas se expanden, la presión sobre los recursos hídricos aumenta de forma indiscriminada, tal como evidencian los registros de la Conagua.
“Es un problema que se ha ido agudizando con el tiempo y se ha derivado de muchas de muchas características, una tiene que ver con el crecimiento poblacional, pues hay que satisfacer las necesidades de la gente que está en las regiones”, comenta.
También expone que la degradación de los mantos freáticos se agudiza ante las descargas de aguas residuales sin tratamiento adecuado, la filtración de contaminantes químicos industriales y agrícolas, así como el mal manejo de desechos sólidos.
Además, el profesor de la Ibero Puebla explica que la pérdida de cobertura arbórea es otro de los desafíos más complejos de la entidad poblana y, en particular, del acuífero de Tecamachalco, pues esta condición disminuye las capacidades de infiltración hídrica hacia las aguas subterráneas.
Esta casa editorial documentó en julio pasado que, en tan sólo 20 años, de 2002 a 2022, la entidad poblana perdió 66 mil 300 hectáreas de cobertura forestal, que representan el 6.7 por ciento de toda la superficie vegetativa en Puebla.
La doctora en Ciencias y directora del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga S.J. de la Ibero Puebla, Valentina Campos Cabral, explicó en entregas pasadas que la deforestación altera el ciclo hidrológico, provocando variaciones inéditas y “drásticas” de la temperatura global y la precipitación.
Panorama adverso para el campo y problemas de salud
La eventual insuficiencia hídrica alterará la producción agrícola y representará un riesgo a la salud pública, situación que dejará en mayor vulnerabilidad a la población que carece de servicios de seguridad social, acentúa el maestro Chavarría Hernández.
Aunque el experto resalta que el acuífero del Valle de Tecamachalco no ha sido analizado todavía de forma exhaustiva, al menos no por la academia, organismos como el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) han señalado que la contaminación antropogénica, ha hecho que sustancias como metales pesados se infiltren en los mantos acuíferos.
Además, al agotar las aguas superficiales y explotar los puntos más profundos de los mantos freáticos se corre el riesgo de extraer materiales como el arsénico, que es tóxico para los seres humanos en altas concentraciones, pues provoca enfermedades cancerígenas y crónicas, expone el académico de la Ibero Puebla.
“Cuando tu extraes el agua ya muy profunda la extraes con minerales, que son dañinos para la salud. Eso, con el tiempo, se convierte en un problema regional bastante complicado, porque al no tener los requerimientos de salud necesarios para atender esa situación se complica y genera más problemas”, argumenta el especialista.
Así, Chavarría Hernández advierte que la contaminación de los acuíferos tiene consecuencias graves para la salud pública, ya que las personas que dependen de esta agua pueden verse expuestas a sustancias tóxicas en niveles altos.
Por su parte, el doctor Sánchez Ruiz afirma que el campo poblano enfrentará eventualmente una crisis ante la inminente escasez del líquido. Lo más importante, enfatiza el especialista, el estado no está preparado para frenar la producción agrícola en el Valle de Tecamachalco, que, hasta 2020, de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), era de 506 mil 012 toneladas de alimentos, principalmente maíz, frijol, alfalfa, sorgo y chile.
En ese sentido, el catedrático de la UPAEP advierte que la Conagua debe parar la emisión de nuevas concesiones para el aprovechamiento hídrico en el Valle de Tecamachalco, especialmente para actividades agrícolas.
Además, argumenta que la dependencia federal está obligada a revisar que los propietarios de títulos de concesión no extraigan más de lo permitido. Por si eso fuera poco, evidencia que la instalación de pozos clandestinos afecta la conservación de las reservas de aguas subterráneas. Por ese motivo, exclamó que es urgente revisar los lineamientos para otorgar permisos de aprovechamiento, pero también vigilar para detectar las fuentes ilegales de extracción hídrica.
Ante ello, el maestro Chavarría Hernández refiere que la sobreexplotación del acuífero puede generar hundimientos, característica conocida como subsidencia en Edafología.
Esto, a su vez, puede dañar la infraestructura de obras como carreteras, edificios y sistemas de drenaje, entre otros.
Además, advierte que esta condición no solo deriva en costos de reparación altos para los sectores público y privado, sino que también aumenta el riesgo de inundaciones.
“Este recurso sirve como, digamos, una parte sólida, o que participa en la solidez del suelo. Cuando extraes el agua vas dejando huecos, eso también ocasiona muchas veces la cuestión de los socavones, que se presentan por la sobreexplotación de los acuíferos”, defiende.
Conflictos sociales
Otra de las consecuencias del agotamiento hídrico en la región del Valle de Tecamachalco es la detonación de conflictos sociales derivados de la posesión y demanda del agua, situación que ya ocurre en otros sitios del país, como sucedió recientemente en Nuevo León, destaca el catedrático de la Ibero Puebla.
El experto plantea que, en un escenario futuro, la “competencia” por el agua entre diferentes sectores de la población, entre ellos agricultores, empresarios y población en general que demande el recurso para satisfacer sus necesidades cotidianas, desembocará en disputas crecientes.
Además de la generación de violencia y eventual desestabilización de la población, Chavarría Hernández sostiene que este tipo de conflictos se caracterizan por tener implicaciones económicas y sociales difíciles de resolver.
“Las consecuencias de la explotación de un acuífero es que, por ejemplo, vas a tratar de traer el recurso de otro lado, (...) como pasa actualmente en la Ciudad de México (...) eso crea conflictos por el agua, no sé si hasta cierto punto válidos, a nadie le gusta que los recursos de un lugar se utilicen para otro. Entonces, una de las consecuencias importantes es este tipo de conflictos”, menciona.
Esta casa editorial documentó en marzo pasado que los habitantes del municipio de Santa Isabel Tlanepantla, que corresponde al Valle de Tecamachalco y al distrito de riego de Valsequillo, encaran desde los últimos años la falta de suministro hídrico suficiente para regar sus cultivos, los cuales han registrado pérdidas a partir de la sequía acentuada recientemente.
De forma desesperada, personas como Tomás López y su familia, que han sembrado desde hace varios lustros el maíz, que es uno de los alimentos más importantes de la gastronomía mexicana, demandan a las autoridades la búsqueda de nuevos pozos en la región.
Inclusive, el gobernador del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, fue cuestionado por El Sol de Puebla acerca de su opinión sobre las exigencias de productores en la zona, quienes evidenciaron que el cambio climático afectó al campo de forma drástica en los últimos meses.
En respuesta, el mandatario poblano refirió en meses pasados que la Conagua, en conjunto con su administración, analizaría perforar más pozos en la entidad. Y aunque no ahondó al respecto, ni tampoco especificó cuándo empezaría dicha acción, enfatizó que se priorizarán los pozos para consumo humano y doméstico, más allá de los destinados para uso agrícola.
De hecho, Céspedes Peregrina aprovechó la naturaleza del cuestionamiento para externar su preocupación por la necesidad que existe de controlar y vigilar con mayor rigor la emisión de concesiones para el aprovechamiento del recurso hídrico, que legalmente es propiedad de la nación.
Urge tecnificación eficiente
Una de las medidas que proponen los especialistas es transformar la industria agrícola en la región, así como el resto de la entidad poblana, para crear mecanismos eficientes de riego y aprovechamiento hídrico.
Por ejemplo, el doctor Sánchez Ruiz sostiene que, tanto en entornos urbanos como rurales, la captación y almacenamiento de aguas pluviales puede proporcionar una fuente adicional de abastecimiento hídrico, lo cual permitiría reducir la dependencia humana sobre los acuíferos.
Además, pese a que se trata de una obligación legal, el académico enfatiza que la Conagua debe vigilar que las industrias cumplan con la instalación y correcta instalación de plantas de tratamiento de aguas residuales.
En ese asunto, el maestro Chavarría Hernández propone que se debe priorizar urgentemente la implementación de sistemas de gestión eficiente de los recursos hídricos, así como tecnologías sostenibles para la agricultura y ganadería, principalmente.
También señala que un objetivo importante es socializar con mayor intensidad y responsabilidad los riesgos que implica tener un acuífero en sobreexplotación, como es el caso del Valle de Tecamachalco.
Defiende, del mismo modo, que la naturaleza de la crítica situación que envuelve a esta región del estado obliga a los sectores público y privado a cooperar de forma integral y permanente en la materialización de estas estrategias, pues el conocimiento sobre los desafíos del estado es necesario para garantizar el suministro de agua en el futuro.
En ese sentido, el especialista también propone la localización de fuentes de extracción ilegal del agua. Asegura que, más allá de un fin sancionatorio, que es importante, la investigación de estos pozos irregulares permitirá conocer con exactitud la cantidad de agua comprometida en el acuífero, pues destaca que el déficit sólo se mide con el recurso hídrico concesionado.
“Tenemos que hacer un buen monitoreo de acuíferos y un inventario real de cuántos pozos de extracción hay, porque eso es incierto (...) hay muchos pozos que son clandestinos o que no están registrados (...) Es importante que la gente sea consciente de que tener ese inventario nos va a servir para conocer la situación en la que nos encontramos”, aduce.
Preservación de humedales y conservación de acuíferos
No todas las opciones de reparación del acuífero son mediante el uso de herramientas tecnológicas. El investigador Sánchez Ruiz remarca que los humedales, que son espacios de conservación de flora y fauna a partir de un entorno semiacuático, generalmente originados de forma natural, sirven para recargar con celeridad los mantos freáticos.
La Convención Ramsar, organización científica mundial que destaca los humedales más importantes del planeta por sus servicios ecosistémicos, ubica en Puebla a dos sitios con estas características, uno en la Presa Manuel Ávila Camacho, conocida como Valsequillo, y en la Presa de Nueva Necaxa.
En el caso del acuífero del Valle de Tecamachalco, el humedal de Valsequillo representa la oportunidad de disminuir el déficit hídrico que se ha presentado en los últimos años con tendencia al alza.
No obstante, el integrante del SNI señala que dicho humedal no está protegido de forma ideal. Aunque subraya que las descargas furtivas desde el Río Atoyac afectan su calidad, la falta de rigor en el cuidado de este sitio, así como la escasez de un plan ordenado de crecimiento a su alrededor, amenazan la conservación del mismo y, por ende, la subsistencia del acuífero. Lo anterior debido a que se garantiza la subsistencia de especies arbóreas, situación que conlleva a una mejor infiltración de agua al subsuelo.
Este diario reportó en marzo pasado, con base en opiniones y análisis de expertos, que el sitio Ramsar de Valsequillo tiene potencial para ser una “planta tratadora natural de aguas”, debido a que elementos de su fauna, como el lirio, poseen la capacidad de procesar los contaminantes que desembocan en este lugar. No obstante, al carecer de un programa de manejo eficiente, el sitio no cumple con dicha función ecosistémica.
Finalmente, vale la pena mencionar que la Semarnat introdujo hace una década su Programa de Restauración Forestal en Cuencas Prioritarias, y aunque no incluyó al Valle de Tecamachalco –pero sí a la región Izta-Popo–, la dependencia federal enlistó una serie de acciones para recuperar la integración hídrica de los mantos freáticos.
Esta estrategia prioriza la reconstitución de la superficie forestal como técnica para “evitar la erosión del suelo, inundaciones, azolve de presas, ríos, canales y demás cuerpos de agua, fomentando la infiltración y la mejora en la calidad y producción de agua, y captura de bióxido de carbono”. No obstante, no existen registros actuales sobre la implementación de dicho programa.