/ martes 10 de mayo de 2022

Día de las Madres: Incertidumbre y miedo, así fue convertirse en madre durante la pandemia

La procuración de la salud física y mental, hasta el cuidado de los recién nacidos, todo ello es parte del rompecabezas que definió vidas de las madres

La maternidad que se ejerció durante los primeros dos años de la pandemia de Covid-19 moldeó y reconfiguró las experiencias tradicionales de la crianza. Desde la procuración de la salud física y mental, hasta el cuidado de los recién nacidos, todo ello es parte del rompecabezas que definió las vidas de las madres, antes y después del parto.

Sus diversos contextos les permitieron a ellas reforzar los vínculos con sus bebés, pero también transitar el autoconocimiento frente a los duelos y las adversidades. Para descubrir y reconocer esas vivencias, EL SOL DE PUEBLA acompañó a tres mujeres cuyas existencias cambiaron ante la llegada de sus hijas e hijos, durante un momento de complejidad e incertidumbre global, y que hoy difícilmente imaginan la vida de otra manera.

EL VALOR DE DECIDIR

Samantha Nolasco es comunicóloga y apasionada por la escritura. Hasta antes de la pandemia dedicó su vida a ser reportera cultural para un periódico en la Ciudad de México. Cuando el encierro empezó y las medidas de prevención de contagios de SARS-CoV-2 proliferaron en todos los aspectos de la vida, los eventos que ella cubría se esfumaron casi de inmediato, llevándola a experimentar el desempleo.

Ante esa experiencia tomó la decisión de regresar a su segundo hogar, Puebla (el primero es Oaxaca). En esta ocasión lo hizo junto a Guillermo, su pareja. Una vez instalados en su nuevo hogar, recibió una oferta de trabajo a distancia como editora en otro medio de comunicación, la cual aceptó sin dudar.

Sin embargo, pese a que los cambios han sido siempre una constante en su vida, nunca imaginó que el retorno a la entidad poblana pronto transformaría su vida.

Producto de la ansiedad generada a partir del miedo a enfermarse de Covid-19 o de llevar el virus a casa, Samantha se mantuvo en su domicilio y salía únicamente lo necesario. Fue en sólo cuestión de meses cuando ella y su pareja descubrieron que un nuevo integrante se uniría pronto a su familia, a inicios de 2021.

Los vínculos familiares o bien, entre madre e hijo, fueron más significativos que en otros momentos de la historia. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

“Empecé a vivir la maternidad cuando sentí que estaba embarazada (...) Yo soy mucho de sentir mi cuerpo y sentí que estaba embarazada [sin hacerme la prueba] (...) El proceso fue tranquilo (...) sirve mucho pensar que tenemos opciones”, detalla la profesionista.

Al tratarse de su primera gestación, admite que muchas dudas van y vienen constantemente. El factor decisivo, asegura, es saber que su embarazo fue deseado. Con una firme convicción en sus ideales, indica que el hecho de haber decidido de forma consciente que quería convertirse en madre hizo un mundo de diferencia, por ello lamentó que no todas las mujeres tengan el privilegio de elección sobre sus cuerpos.

“En Puebla el tema aborto es penado (...) y más allá de que yo lo quisiera hacer, quería saber en dónde estaba situada (...) La maternidad es algo tan trascendental [y] tan intenso, que me parece triste que alguien sea madre sin querer [serlo] (...) Estaba viviendo esa experiencia de estar embarazada en Puebla (...) y yo creo que las decisiones en estos momentos tan cruciales, son poderosas. Tienen el poder de hacerte muy feliz o hacerte infeliz, esa es la importancia de que haya opciones”, refiere.

MIEDO A CONTAGIARSE

Una vez iniciado el seguimiento médico, Samantha enfrentó el miedo constante de salir a la calle, al punto de considerarlo un síntoma de ansiedad. El temor se presentaba al ir al supermercado o con su ginecóloga, pues sabía que ello podría ser una actividad que la ponía en riesgo de contraer Covid-19. De cualquier forma, dice, la preocupación era por desconocer la forma en cómo podría afectar la salud de su bebé en caso de enfermar gravemente.

Ante esa realidad, la pareja adaptó casi todas sus actividades para evitar el contacto con otros. En el caso de la atención médica, los nuevos padres optaron por buscar atención especializada fuera de los grandes hospitales: “Todo se volvió muy local, después de que antes se iba al hospital, nuestra atención médica estuvo aquí en Cuautlancingo (donde vive), los ultrasonidos los hacía aquí a una cuadra”.

Ante el inminente desarrollo de nuevas variantes del virus y las olas de contagios que agudizaron las condiciones de salud, Samantha vivió de forma recurrente la ansiedad. Su madre vive lejos, en su natal Oaxaca. Al estar a cientos de kilómetros de distancia de ella, otro de sus temores fue que ella también se contagiara.

Los casos de personas gestantes con Coronavirus son idénticos al de cualquier otro paciente y el riesgo depende más bien de las comorbilidades que afectan a la persona. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Desafortunadamente, su mamá padeció Coronavirus, mientras ella estaba embarazada. Su estado anímico sufrió alteraciones, pues además de las variaciones emocionales propias de la gestación, el duelo de saber que una de sus personas más queridas estaba enferma provocó efectos secundarios en su balance de sensaciones.

No obstante, señala que fue gracias al acompañamiento profesional que recibió, que aprendió a materializar sus emociones y procesarlas de forma sana.

A decir de María Guadalupe Chávez Ortiz, maestra en Psicología Clínica y Psicoterapia por la Universidad Iberoamericana Puebla y directora del Departamento de Ciencias de la Salud de esa misma institución, la incertidumbre y el pánico de enfermarse a la par de vivir la gestación fueron solo algunas de las principales variaciones que las madres vivieron durante la pandemia.

En entrevista con esta casa editorial, la académica detalló que, si bien la ansiedad no fue una afectación exclusiva de todas las mujeres embarazadas, sí lo fue para la mayoría de la población y, por ende, ese sector poblacional lo vivió a la par que el resto de sus cambios físicos y cognitivos propios de la maternidad.

“Las mamás que tuvieron bebés en la pandemia vivieron un proceso de gestación diferente. Muchos de los aspectos ambientales y sociales que en un proceso cotidiano sin pandemia se viven de [otra manera]”, apunta.

Inclusive, el hecho de que procesos sociales como los baby shower o celebraciones prenatales tuvieron que cancelarse o posponerse por la emergencia epidemiológica, provocó golpes anímicos considerables: “Aunque uno pudiera pensar que es algo secundario y no tan trascendental, es importante para una mamá, porque es el proceso de relación social”.

Añade que, además del miedo de contraer el virus, muchas mujeres embarazadas experimentaron procesos de duelo por la pérdida de algún ser querido, o bien, por la incertidumbre de no saber hasta cuándo las cosas volverían a ser como antes. Todo esto se fusionó en una serie de obstáculos que muchas de ellas vivieron de diferente forma, pues los contextos, privilegios y posibilidades, no fueron los mismos para todas.

Pese a que muy poco se sabe sobre las secuelas emocionales de haber padecido patologías como ansiedad y depresión durante el embarazo, se entiende que en algunos casos el estrés es causante de partos prematuros o bien genera que los bebés se conviertan en niños aprensivos en el futuro. Sin embargo, hace hincapié en que todos los casos son distintos, por ello es necesario agregar psicoterapia al esquema de cuidados prenatales.

“No hay que minimizarlo, si alguna mamá está sintiendo alguna de estas [emociones], es importante pedir apoyo para que la puedan acompañar en el proceso (...) tenemos que ser corresponsables no sólo de nuestra salud física sino también emocional”, puntualiza.

En ese sentido, la especialista admite que, si bien todas las experiencias y adversidades en la maternidad se viven de forma diferente, a nivel de salud mental, las mujeres que presenten alguno de los siguientes síntomas deberían recibir acompañamiento profesional al instante: nerviosismo, pánico, ritmo cardíaco creciente, sudoraciones, temblores en el cuerpo, cansancio, problemas para concentrarse y uno de los más significativos: la falta de sueño.

Determina también que, en estos casos, las redes de apoyo son fundamentales en el acompañamiento de estos procesos. Es por ello que los vínculos sociales, presenciales o virtuales, son indispensables cuando se vive la maternidad.

Agrega que es responsabilidad de la salud pública acercar las herramientas y los recursos profesionales a las mujeres embarazadas, para que, además del seguimiento físico, se atienda la salud emocional, especialmente en tiempos en los que la incidencia de ansiedad y depresión creció considerablemente. También pidió a las universidades, como entes poseedores del conocimiento, que sean capaces de difundir la información y acercar los saberes a quienes viven la maternidad actualmente.

RESGUARDO PERMITIÓ CREAR VÍNCULOS CON LOS HIJOS

Chávez Ortíz señala que, en medio de este momento histórico, muchas estructuras sociales y económicas fueron reconfiguradas para adaptarse a las circunstancias. Un ejemplo de ello fue el asunto laboral, pues muchas personas tuvieron la oportunidad de trasladar sus actividades a un esquema virtual o a distancia.

En muchos de estos casos, los vínculos familiares o bien, entre madre e hijo, fueron más significativos que en otros momentos de la historia. La especialista reitera que, si bien no todos los hogares gozaron de las mismas condiciones, en aquellos cuyos cuidados físicos y emocionales fueron priorizados, los resultados fueron mejores.

Señaló que, si bien los apegos no se miden con el tiempo que una madre pasa con su bebé, la oportunidad de compartir más momentos de forma presencial tiene un impacto positivo, especialmente porque de forma tradicional, los períodos de maternidad y paternidad solían durar por meses muy limitados. En la actualidad, muchas de las madres y padres que pudieron trabajar desde casa tienen oportunidad de pasar más tiempo con sus hijos.

Aun así, la especialista insiste en que todos los apegos son válidos, independientemente de si se convive o no por tiempos prolongados con los menores. Lo anterior, pues muchas mujeres no pudieron dejar sus empleos por razones económicas o bien la naturaleza de su trabajo fue total o mayoritariamente presencial.

“No podemos medir la crianza en si la mamá o el papá [estuvieron] las 24 horas del día pegados [al bebé]. Tiene que ver con el apego que desarrollas con tu bebé (...) hay apegos que son muy sanos (...) pero también muy ansiosos (...) La garantía no es el tiempo, la garantía es la relación que se establece con el bebé”, indica.

Quien logró experimentar ese vínculo con su pequeño fue Danissa Ortega, empresaria y madre de Andrea, de ocho años, y Emilio, de apenas 11 meses de edad. Mediante una charla realizada en su domicilio, Danissa comparte que la maternidad en tiempos de Coronavirus es una tarea titánica pero apasionante, pues, aunque la dificultad de encontrar un balance en sus actividades es alta, las retribuciones emocionales con su familia son invaluables.

Si bien la experiencia de vivir un segundo embarazo la respaldó con distintos conocimientos y miedos, ese mismo hecho también le provocó que viviera constantemente en la incertidumbre de pensar que muchas de las cosas que hizo con su hija mayor no pudieran ser las mismas que con su niño recién nacido.

Esencialmente, la experiencia de vivir un segundo embarazo la respaldó con distintos conocimientos. Su primer proceso de gestación estuvo caracterizado por dudas, algunos miedos y hasta depresión postparto, e inclusive, tuvo que trabajar tan sólo meses después de dar a luz. Con su hijo menor, esa realidad fue completamente diferente.

“Al nacer Emilio, me doy cuenta de que la perspectiva que tenía de mi anterior embarazo y de cuando nació Andy se me fue. En ningún momento tuve miedo, se me facilitó muchísimo (...) estuve sólo un día en el hospital y llegué a casa”, comenta.

Después de un largo camino pudo emprender un negocio con su esposo. Aunque asegura que las cosas no siempre fueron sencillas para ellos, especialmente durante los primeros meses del encierro, debido a que hubo semanas enteras sin tener ninguna percepción económica, hoy esa realidad cambió para bien. Gracias a esa mejoría, ella decidió dejar sus actividades laborales por un tiempo, para dedicarse de lleno a la maternidad con sus hijos.

“Me di cuenta que la pandemia me ayudó mucho, me hizo valorar el tiempo con mis hijos, yo con Andy nunca me tomé ese tiempo de estar todo el día con ella. Con esto empecé a tomarle el lado a la pandemia. No lo vi como un castigo, lo vi como algo que necesitaba. Antes de esto yo me la pasaba trabajando y no tenía tiempo de nada (...) en lo personal me dio una buena lección”, relata.

EMOCIONES MINIMIZADAS

Para Danissa, la maternidad ha representado un cúmulo de emociones muy diversas y contrarias entre sí. Aunque la mayor parte del tiempo encuentra satisfacción al quedarse en casa y pasar tiempo con su familia, admite que en ocasiones requiere de un momento a solas en el que pueda tenerse a sí misma.

“No es que tus hijos te estorben, para nada, pero sí llega un momento en el que dices ‘Debo sentarme dos minutos y relajarme’ (...) A veces sí se necesitan esos 10 minutos, aunque sea para tomarte a lo mejor una taza de leche tranquila. A veces necesito un poco de silencio (...) Toda mamá necesita esos cinco minutos, pero si [yo] lo hago, me siento mala mamá”, expone.

En ese tenor, considera que, a dos años de vivir con la misma rutina todos los días, es necesario replantearse el papel de las madres en los procesos de crianza durante la pandemia. En su caso, ella es responsable de todas las actividades del hogar, a la par que atiende la preparación de alimentos y los cuidados de sus hijos y, por si fuera poco, un nuevo proceso surgió: el de la enseñanza.

Para ella, el hecho de acompañar a su hija mayor en su proceso educativo a distancia fue poco sencillo: “El tema de la escuela fue muy difícil (...) Fue un shock por el hecho de [aprender a utilizar] las plataformas y de mantener a Emilio sin llorar”.

Partiendo de ese hecho, apuntó que, en este momento, extraña volver a trabajar y atender su negocio ella misma. Es por ello que posterior a los dos años de encierro comenzará a intercalar los días de trabajo con su esposo, pues considera que es importante cambiar la rutina y no dejar de hacer lo que más disfruta. Además, refiere que los padres, quienes regularmente fungen como proveedores, deberían tener la oportunidad de ejercer la paternidad de igual manera.

“Sí lo extraño, para mí es sano trabajar, [si bien] en la casa siempre estás ocupada, no es lo mismo, el trabajo de casa nunca acaba”, concluye.

BRECHAS DE GÉNERO EN LA CRIANZA

Posterior a vivir su segundo embarazo, Mariana Soto, licenciada en Mercadotecnia y Publicidad, buscó un empleo. Si bien el campo laboral se encareció de forma general durante la pandemia de Coronavirus, las oportunidades para una mujer recién aliviada son todavía más limitadas, dice la joven madre en entrevista con este diario.

Si bien su esposo cuenta con un empleo estable, ella quiso hallar la forma de abonar al patrimonio familiar, pues su vida ahora con dos pequeñas amerita un mayor esfuerzo económico. Meses atrás se postuló para una vacante en su rubro de estudio y con oportunidad a realizarse de forma remota. Sin embargo, ya avanzado el proceso de contratación, descubrió que ni el salario ni los horarios le permitirían estar cerca de su hija mayor, que actualmente tiene tres años, ni de su niña de apenas siete meses de edad.

Asegura que lo laboral es apenas el inicio, pues en muchos lugares existió no sólo discriminación, sino también poca empatía con las mujeres embarazadas, prueba de ello, explica, fueron los supermercados.

En su caso particular, la responsabilidad de cuidar a sus pequeñas, así como las tareas de adquisición de alimentos y otros insumos, le corresponden mayoritariamente a ella. En ese sentido, el acudir a las tiendas de autoservicio era regularmente algo imposible: “Una vez fui al súper con mi hija y con mi panza y me dijeron ‘No, señora. Es imposible que la dejemos entrar’, pero yo les decía, ‘¿entonces qué hago’”.

A su vez, considera que existe una brecha de género muy notable en los procesos de crianza. Reconoce que, si bien la dinámica con su pareja es armoniosa y colaborativa, pues ambos hacen lo propio para procurar el bienestar de sus hijas, admite que en ocasiones hace falta equidad en las actividades relacionadas al hogar, principalmente.

Asegura que las cosas en su hogar están cambiando para bien, pero reconoce que “todavía falta mucho [pues] el trabajo se carga siempre más hacia la mujer. Siento que ya hicimos mucho trabajo en tenerlas como para que todavía tengamos toda la carga”.

COVID-19 Y EMBARAZO

Otra de las complicaciones físicas y emocionales que Mariana Soto encontró al convertirse en madre durante la pandemia fue el hecho de haber padecido Coronavirus tan sólo días antes de dar a luz. Asegura que tan pronto supieron del embarazo, ella y su esposo hicieron de todo para prevenir un contagio dentro de casa, no obstante, el virus encontró la forma de entrar a su organismo y ello ejerció una gran presión sobre sus hombros.

Cuando su ginecólogo de cabecera supo de su contagio, le comentó que la única opción de proceder con el parto era a través de un quirófano instalado en la zona destinada a pacientes con SARS-CoV-2 en el Hospital General Zona Norte de Puebla.

Ante el miedo de afectar a su hija que estaba por nacer, Mariana se rehusó a internarse en dicho nosocomio, por lo que esperó hasta que el resultado en su prueba fuera negativo. Afortunadamente, sus síntomas no fueron graves y ello no provocó daños severos en su salud, debido a que ya estaba inoculada contra esa enfermedad.

Aunque el contagio pasó hace tiempo, no evita decir que pensó lo peor cuando lo padeció, principalmente porque desconocía cómo afectaría a su hija. Su caso no fue el único, pues decenas de madres enfermaron e incluso murieron a consecuencia de complicaciones de Covid-19.

Para conocer más sobre la relación entre SARS-CoV-2 y maternidad, este medio habló con los titulares de dos de los principales hospitales que reconvirtieron sus salas médicas para hacer frente a ese mal respiratorio.

El primero de ellos fue Germán Santillana Arce, director del Hospital General de Zona número 20 La Margarita, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y especialista en ginecología obstetricia. En entrevista, indicó que ese nosocomio recibió un total de 152 mujeres positivas a Covid-19 desde 2020 a la fecha, de las cuales siete perdieron la vida.

Refirió que los casos de personas gestantes con Coronavirus son idénticos al de cualquier otro paciente y el riesgo depende más bien de las comorbilidades que afectan a la persona. Por esa razón, ni siquiera la lactancia fue contraindicada, siempre y cuando la madre tenga los cuidados necesarios como es el uso de cubrebocas y lavado de manos, principalmente.

Por su parte, Arsenio Torres, director del Hospital Regional del ISSSTE en Puebla, señaló que de 2020 a 2022, ese nosocomio tuvo un decremento del 50 por ciento en la atención gineco obstétrica. La razón principal, asevera, fue el miedo latente que muchas mujeres tuvieron por enfermarse en las salas de parto.

En ese contexto, afirma que el temor estaba sustentado, pues de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal, a nivel nacional, la principal causa de muerte materna en 2020 y 2021 fue la Covid-19.

LA PANDEMIA LO MODIFICÓ TODO

Las tres mujeres que compartieron sus vivencias para la construcción de esta pieza editorial coincidieron en que, en este momento, cuando las principales preocupaciones por el coronavirus parecen haberse ido, es difícil concebir la vida diferente a como la desarrollaron durante la pandemia.

Al respecto, Samantha Nolasco comparte que muy difícilmente podría separarse de su bebé, pues admite que la rutina que inicialmente fue compleja hoy es sumamente valiosa para ella y la relación con su hijo.

“[Volver] a la presencialidad es algo que me angustia (…) Me preocupa especialmente por mi bebé, o sea porque el hecho de romper con esta rutina que me gusta, [y] regresar a la dinámica presencial me parece insostenible ¿Eso cómo le va a afectar? ¿Cómo va a cambiar las relaciones de apego en la familia? Pensamos que todo lo que desencadenó la pandemia era malo”, sentencia.

Lo mismo siente Danissa Ortega, quien dice que teme que su niño se enfrente al mundo exterior y los riesgos que ello conlleva en el contexto de la pandemia. Sin embargo, es consciente de que el crecimiento fuera de casa es necesario para su desarrollo.

Finalmente, la madre poblana reconoce que todas las formas de maternidad son válidas y deben ser reconocidas. Por ello, a las madres que se acercaron más a sus hijos durante este periodo o que reforzaron sus vínculos, les recomienda que valoren y vivan cada momento de la crianza, pues esta “no va a durar toda la vida. Disfruten”.

La maternidad que se ejerció durante los primeros dos años de la pandemia de Covid-19 moldeó y reconfiguró las experiencias tradicionales de la crianza. Desde la procuración de la salud física y mental, hasta el cuidado de los recién nacidos, todo ello es parte del rompecabezas que definió las vidas de las madres, antes y después del parto.

Sus diversos contextos les permitieron a ellas reforzar los vínculos con sus bebés, pero también transitar el autoconocimiento frente a los duelos y las adversidades. Para descubrir y reconocer esas vivencias, EL SOL DE PUEBLA acompañó a tres mujeres cuyas existencias cambiaron ante la llegada de sus hijas e hijos, durante un momento de complejidad e incertidumbre global, y que hoy difícilmente imaginan la vida de otra manera.

EL VALOR DE DECIDIR

Samantha Nolasco es comunicóloga y apasionada por la escritura. Hasta antes de la pandemia dedicó su vida a ser reportera cultural para un periódico en la Ciudad de México. Cuando el encierro empezó y las medidas de prevención de contagios de SARS-CoV-2 proliferaron en todos los aspectos de la vida, los eventos que ella cubría se esfumaron casi de inmediato, llevándola a experimentar el desempleo.

Ante esa experiencia tomó la decisión de regresar a su segundo hogar, Puebla (el primero es Oaxaca). En esta ocasión lo hizo junto a Guillermo, su pareja. Una vez instalados en su nuevo hogar, recibió una oferta de trabajo a distancia como editora en otro medio de comunicación, la cual aceptó sin dudar.

Sin embargo, pese a que los cambios han sido siempre una constante en su vida, nunca imaginó que el retorno a la entidad poblana pronto transformaría su vida.

Producto de la ansiedad generada a partir del miedo a enfermarse de Covid-19 o de llevar el virus a casa, Samantha se mantuvo en su domicilio y salía únicamente lo necesario. Fue en sólo cuestión de meses cuando ella y su pareja descubrieron que un nuevo integrante se uniría pronto a su familia, a inicios de 2021.

Los vínculos familiares o bien, entre madre e hijo, fueron más significativos que en otros momentos de la historia. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

“Empecé a vivir la maternidad cuando sentí que estaba embarazada (...) Yo soy mucho de sentir mi cuerpo y sentí que estaba embarazada [sin hacerme la prueba] (...) El proceso fue tranquilo (...) sirve mucho pensar que tenemos opciones”, detalla la profesionista.

Al tratarse de su primera gestación, admite que muchas dudas van y vienen constantemente. El factor decisivo, asegura, es saber que su embarazo fue deseado. Con una firme convicción en sus ideales, indica que el hecho de haber decidido de forma consciente que quería convertirse en madre hizo un mundo de diferencia, por ello lamentó que no todas las mujeres tengan el privilegio de elección sobre sus cuerpos.

“En Puebla el tema aborto es penado (...) y más allá de que yo lo quisiera hacer, quería saber en dónde estaba situada (...) La maternidad es algo tan trascendental [y] tan intenso, que me parece triste que alguien sea madre sin querer [serlo] (...) Estaba viviendo esa experiencia de estar embarazada en Puebla (...) y yo creo que las decisiones en estos momentos tan cruciales, son poderosas. Tienen el poder de hacerte muy feliz o hacerte infeliz, esa es la importancia de que haya opciones”, refiere.

MIEDO A CONTAGIARSE

Una vez iniciado el seguimiento médico, Samantha enfrentó el miedo constante de salir a la calle, al punto de considerarlo un síntoma de ansiedad. El temor se presentaba al ir al supermercado o con su ginecóloga, pues sabía que ello podría ser una actividad que la ponía en riesgo de contraer Covid-19. De cualquier forma, dice, la preocupación era por desconocer la forma en cómo podría afectar la salud de su bebé en caso de enfermar gravemente.

Ante esa realidad, la pareja adaptó casi todas sus actividades para evitar el contacto con otros. En el caso de la atención médica, los nuevos padres optaron por buscar atención especializada fuera de los grandes hospitales: “Todo se volvió muy local, después de que antes se iba al hospital, nuestra atención médica estuvo aquí en Cuautlancingo (donde vive), los ultrasonidos los hacía aquí a una cuadra”.

Ante el inminente desarrollo de nuevas variantes del virus y las olas de contagios que agudizaron las condiciones de salud, Samantha vivió de forma recurrente la ansiedad. Su madre vive lejos, en su natal Oaxaca. Al estar a cientos de kilómetros de distancia de ella, otro de sus temores fue que ella también se contagiara.

Los casos de personas gestantes con Coronavirus son idénticos al de cualquier otro paciente y el riesgo depende más bien de las comorbilidades que afectan a la persona. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Desafortunadamente, su mamá padeció Coronavirus, mientras ella estaba embarazada. Su estado anímico sufrió alteraciones, pues además de las variaciones emocionales propias de la gestación, el duelo de saber que una de sus personas más queridas estaba enferma provocó efectos secundarios en su balance de sensaciones.

No obstante, señala que fue gracias al acompañamiento profesional que recibió, que aprendió a materializar sus emociones y procesarlas de forma sana.

A decir de María Guadalupe Chávez Ortiz, maestra en Psicología Clínica y Psicoterapia por la Universidad Iberoamericana Puebla y directora del Departamento de Ciencias de la Salud de esa misma institución, la incertidumbre y el pánico de enfermarse a la par de vivir la gestación fueron solo algunas de las principales variaciones que las madres vivieron durante la pandemia.

En entrevista con esta casa editorial, la académica detalló que, si bien la ansiedad no fue una afectación exclusiva de todas las mujeres embarazadas, sí lo fue para la mayoría de la población y, por ende, ese sector poblacional lo vivió a la par que el resto de sus cambios físicos y cognitivos propios de la maternidad.

“Las mamás que tuvieron bebés en la pandemia vivieron un proceso de gestación diferente. Muchos de los aspectos ambientales y sociales que en un proceso cotidiano sin pandemia se viven de [otra manera]”, apunta.

Inclusive, el hecho de que procesos sociales como los baby shower o celebraciones prenatales tuvieron que cancelarse o posponerse por la emergencia epidemiológica, provocó golpes anímicos considerables: “Aunque uno pudiera pensar que es algo secundario y no tan trascendental, es importante para una mamá, porque es el proceso de relación social”.

Añade que, además del miedo de contraer el virus, muchas mujeres embarazadas experimentaron procesos de duelo por la pérdida de algún ser querido, o bien, por la incertidumbre de no saber hasta cuándo las cosas volverían a ser como antes. Todo esto se fusionó en una serie de obstáculos que muchas de ellas vivieron de diferente forma, pues los contextos, privilegios y posibilidades, no fueron los mismos para todas.

Pese a que muy poco se sabe sobre las secuelas emocionales de haber padecido patologías como ansiedad y depresión durante el embarazo, se entiende que en algunos casos el estrés es causante de partos prematuros o bien genera que los bebés se conviertan en niños aprensivos en el futuro. Sin embargo, hace hincapié en que todos los casos son distintos, por ello es necesario agregar psicoterapia al esquema de cuidados prenatales.

“No hay que minimizarlo, si alguna mamá está sintiendo alguna de estas [emociones], es importante pedir apoyo para que la puedan acompañar en el proceso (...) tenemos que ser corresponsables no sólo de nuestra salud física sino también emocional”, puntualiza.

En ese sentido, la especialista admite que, si bien todas las experiencias y adversidades en la maternidad se viven de forma diferente, a nivel de salud mental, las mujeres que presenten alguno de los siguientes síntomas deberían recibir acompañamiento profesional al instante: nerviosismo, pánico, ritmo cardíaco creciente, sudoraciones, temblores en el cuerpo, cansancio, problemas para concentrarse y uno de los más significativos: la falta de sueño.

Determina también que, en estos casos, las redes de apoyo son fundamentales en el acompañamiento de estos procesos. Es por ello que los vínculos sociales, presenciales o virtuales, son indispensables cuando se vive la maternidad.

Agrega que es responsabilidad de la salud pública acercar las herramientas y los recursos profesionales a las mujeres embarazadas, para que, además del seguimiento físico, se atienda la salud emocional, especialmente en tiempos en los que la incidencia de ansiedad y depresión creció considerablemente. También pidió a las universidades, como entes poseedores del conocimiento, que sean capaces de difundir la información y acercar los saberes a quienes viven la maternidad actualmente.

RESGUARDO PERMITIÓ CREAR VÍNCULOS CON LOS HIJOS

Chávez Ortíz señala que, en medio de este momento histórico, muchas estructuras sociales y económicas fueron reconfiguradas para adaptarse a las circunstancias. Un ejemplo de ello fue el asunto laboral, pues muchas personas tuvieron la oportunidad de trasladar sus actividades a un esquema virtual o a distancia.

En muchos de estos casos, los vínculos familiares o bien, entre madre e hijo, fueron más significativos que en otros momentos de la historia. La especialista reitera que, si bien no todos los hogares gozaron de las mismas condiciones, en aquellos cuyos cuidados físicos y emocionales fueron priorizados, los resultados fueron mejores.

Señaló que, si bien los apegos no se miden con el tiempo que una madre pasa con su bebé, la oportunidad de compartir más momentos de forma presencial tiene un impacto positivo, especialmente porque de forma tradicional, los períodos de maternidad y paternidad solían durar por meses muy limitados. En la actualidad, muchas de las madres y padres que pudieron trabajar desde casa tienen oportunidad de pasar más tiempo con sus hijos.

Aun así, la especialista insiste en que todos los apegos son válidos, independientemente de si se convive o no por tiempos prolongados con los menores. Lo anterior, pues muchas mujeres no pudieron dejar sus empleos por razones económicas o bien la naturaleza de su trabajo fue total o mayoritariamente presencial.

“No podemos medir la crianza en si la mamá o el papá [estuvieron] las 24 horas del día pegados [al bebé]. Tiene que ver con el apego que desarrollas con tu bebé (...) hay apegos que son muy sanos (...) pero también muy ansiosos (...) La garantía no es el tiempo, la garantía es la relación que se establece con el bebé”, indica.

Quien logró experimentar ese vínculo con su pequeño fue Danissa Ortega, empresaria y madre de Andrea, de ocho años, y Emilio, de apenas 11 meses de edad. Mediante una charla realizada en su domicilio, Danissa comparte que la maternidad en tiempos de Coronavirus es una tarea titánica pero apasionante, pues, aunque la dificultad de encontrar un balance en sus actividades es alta, las retribuciones emocionales con su familia son invaluables.

Si bien la experiencia de vivir un segundo embarazo la respaldó con distintos conocimientos y miedos, ese mismo hecho también le provocó que viviera constantemente en la incertidumbre de pensar que muchas de las cosas que hizo con su hija mayor no pudieran ser las mismas que con su niño recién nacido.

Esencialmente, la experiencia de vivir un segundo embarazo la respaldó con distintos conocimientos. Su primer proceso de gestación estuvo caracterizado por dudas, algunos miedos y hasta depresión postparto, e inclusive, tuvo que trabajar tan sólo meses después de dar a luz. Con su hijo menor, esa realidad fue completamente diferente.

“Al nacer Emilio, me doy cuenta de que la perspectiva que tenía de mi anterior embarazo y de cuando nació Andy se me fue. En ningún momento tuve miedo, se me facilitó muchísimo (...) estuve sólo un día en el hospital y llegué a casa”, comenta.

Después de un largo camino pudo emprender un negocio con su esposo. Aunque asegura que las cosas no siempre fueron sencillas para ellos, especialmente durante los primeros meses del encierro, debido a que hubo semanas enteras sin tener ninguna percepción económica, hoy esa realidad cambió para bien. Gracias a esa mejoría, ella decidió dejar sus actividades laborales por un tiempo, para dedicarse de lleno a la maternidad con sus hijos.

“Me di cuenta que la pandemia me ayudó mucho, me hizo valorar el tiempo con mis hijos, yo con Andy nunca me tomé ese tiempo de estar todo el día con ella. Con esto empecé a tomarle el lado a la pandemia. No lo vi como un castigo, lo vi como algo que necesitaba. Antes de esto yo me la pasaba trabajando y no tenía tiempo de nada (...) en lo personal me dio una buena lección”, relata.

EMOCIONES MINIMIZADAS

Para Danissa, la maternidad ha representado un cúmulo de emociones muy diversas y contrarias entre sí. Aunque la mayor parte del tiempo encuentra satisfacción al quedarse en casa y pasar tiempo con su familia, admite que en ocasiones requiere de un momento a solas en el que pueda tenerse a sí misma.

“No es que tus hijos te estorben, para nada, pero sí llega un momento en el que dices ‘Debo sentarme dos minutos y relajarme’ (...) A veces sí se necesitan esos 10 minutos, aunque sea para tomarte a lo mejor una taza de leche tranquila. A veces necesito un poco de silencio (...) Toda mamá necesita esos cinco minutos, pero si [yo] lo hago, me siento mala mamá”, expone.

En ese tenor, considera que, a dos años de vivir con la misma rutina todos los días, es necesario replantearse el papel de las madres en los procesos de crianza durante la pandemia. En su caso, ella es responsable de todas las actividades del hogar, a la par que atiende la preparación de alimentos y los cuidados de sus hijos y, por si fuera poco, un nuevo proceso surgió: el de la enseñanza.

Para ella, el hecho de acompañar a su hija mayor en su proceso educativo a distancia fue poco sencillo: “El tema de la escuela fue muy difícil (...) Fue un shock por el hecho de [aprender a utilizar] las plataformas y de mantener a Emilio sin llorar”.

Partiendo de ese hecho, apuntó que, en este momento, extraña volver a trabajar y atender su negocio ella misma. Es por ello que posterior a los dos años de encierro comenzará a intercalar los días de trabajo con su esposo, pues considera que es importante cambiar la rutina y no dejar de hacer lo que más disfruta. Además, refiere que los padres, quienes regularmente fungen como proveedores, deberían tener la oportunidad de ejercer la paternidad de igual manera.

“Sí lo extraño, para mí es sano trabajar, [si bien] en la casa siempre estás ocupada, no es lo mismo, el trabajo de casa nunca acaba”, concluye.

BRECHAS DE GÉNERO EN LA CRIANZA

Posterior a vivir su segundo embarazo, Mariana Soto, licenciada en Mercadotecnia y Publicidad, buscó un empleo. Si bien el campo laboral se encareció de forma general durante la pandemia de Coronavirus, las oportunidades para una mujer recién aliviada son todavía más limitadas, dice la joven madre en entrevista con este diario.

Si bien su esposo cuenta con un empleo estable, ella quiso hallar la forma de abonar al patrimonio familiar, pues su vida ahora con dos pequeñas amerita un mayor esfuerzo económico. Meses atrás se postuló para una vacante en su rubro de estudio y con oportunidad a realizarse de forma remota. Sin embargo, ya avanzado el proceso de contratación, descubrió que ni el salario ni los horarios le permitirían estar cerca de su hija mayor, que actualmente tiene tres años, ni de su niña de apenas siete meses de edad.

Asegura que lo laboral es apenas el inicio, pues en muchos lugares existió no sólo discriminación, sino también poca empatía con las mujeres embarazadas, prueba de ello, explica, fueron los supermercados.

En su caso particular, la responsabilidad de cuidar a sus pequeñas, así como las tareas de adquisición de alimentos y otros insumos, le corresponden mayoritariamente a ella. En ese sentido, el acudir a las tiendas de autoservicio era regularmente algo imposible: “Una vez fui al súper con mi hija y con mi panza y me dijeron ‘No, señora. Es imposible que la dejemos entrar’, pero yo les decía, ‘¿entonces qué hago’”.

A su vez, considera que existe una brecha de género muy notable en los procesos de crianza. Reconoce que, si bien la dinámica con su pareja es armoniosa y colaborativa, pues ambos hacen lo propio para procurar el bienestar de sus hijas, admite que en ocasiones hace falta equidad en las actividades relacionadas al hogar, principalmente.

Asegura que las cosas en su hogar están cambiando para bien, pero reconoce que “todavía falta mucho [pues] el trabajo se carga siempre más hacia la mujer. Siento que ya hicimos mucho trabajo en tenerlas como para que todavía tengamos toda la carga”.

COVID-19 Y EMBARAZO

Otra de las complicaciones físicas y emocionales que Mariana Soto encontró al convertirse en madre durante la pandemia fue el hecho de haber padecido Coronavirus tan sólo días antes de dar a luz. Asegura que tan pronto supieron del embarazo, ella y su esposo hicieron de todo para prevenir un contagio dentro de casa, no obstante, el virus encontró la forma de entrar a su organismo y ello ejerció una gran presión sobre sus hombros.

Cuando su ginecólogo de cabecera supo de su contagio, le comentó que la única opción de proceder con el parto era a través de un quirófano instalado en la zona destinada a pacientes con SARS-CoV-2 en el Hospital General Zona Norte de Puebla.

Ante el miedo de afectar a su hija que estaba por nacer, Mariana se rehusó a internarse en dicho nosocomio, por lo que esperó hasta que el resultado en su prueba fuera negativo. Afortunadamente, sus síntomas no fueron graves y ello no provocó daños severos en su salud, debido a que ya estaba inoculada contra esa enfermedad.

Aunque el contagio pasó hace tiempo, no evita decir que pensó lo peor cuando lo padeció, principalmente porque desconocía cómo afectaría a su hija. Su caso no fue el único, pues decenas de madres enfermaron e incluso murieron a consecuencia de complicaciones de Covid-19.

Para conocer más sobre la relación entre SARS-CoV-2 y maternidad, este medio habló con los titulares de dos de los principales hospitales que reconvirtieron sus salas médicas para hacer frente a ese mal respiratorio.

El primero de ellos fue Germán Santillana Arce, director del Hospital General de Zona número 20 La Margarita, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y especialista en ginecología obstetricia. En entrevista, indicó que ese nosocomio recibió un total de 152 mujeres positivas a Covid-19 desde 2020 a la fecha, de las cuales siete perdieron la vida.

Refirió que los casos de personas gestantes con Coronavirus son idénticos al de cualquier otro paciente y el riesgo depende más bien de las comorbilidades que afectan a la persona. Por esa razón, ni siquiera la lactancia fue contraindicada, siempre y cuando la madre tenga los cuidados necesarios como es el uso de cubrebocas y lavado de manos, principalmente.

Por su parte, Arsenio Torres, director del Hospital Regional del ISSSTE en Puebla, señaló que de 2020 a 2022, ese nosocomio tuvo un decremento del 50 por ciento en la atención gineco obstétrica. La razón principal, asevera, fue el miedo latente que muchas mujeres tuvieron por enfermarse en las salas de parto.

En ese contexto, afirma que el temor estaba sustentado, pues de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal, a nivel nacional, la principal causa de muerte materna en 2020 y 2021 fue la Covid-19.

LA PANDEMIA LO MODIFICÓ TODO

Las tres mujeres que compartieron sus vivencias para la construcción de esta pieza editorial coincidieron en que, en este momento, cuando las principales preocupaciones por el coronavirus parecen haberse ido, es difícil concebir la vida diferente a como la desarrollaron durante la pandemia.

Al respecto, Samantha Nolasco comparte que muy difícilmente podría separarse de su bebé, pues admite que la rutina que inicialmente fue compleja hoy es sumamente valiosa para ella y la relación con su hijo.

“[Volver] a la presencialidad es algo que me angustia (…) Me preocupa especialmente por mi bebé, o sea porque el hecho de romper con esta rutina que me gusta, [y] regresar a la dinámica presencial me parece insostenible ¿Eso cómo le va a afectar? ¿Cómo va a cambiar las relaciones de apego en la familia? Pensamos que todo lo que desencadenó la pandemia era malo”, sentencia.

Lo mismo siente Danissa Ortega, quien dice que teme que su niño se enfrente al mundo exterior y los riesgos que ello conlleva en el contexto de la pandemia. Sin embargo, es consciente de que el crecimiento fuera de casa es necesario para su desarrollo.

Finalmente, la madre poblana reconoce que todas las formas de maternidad son válidas y deben ser reconocidas. Por ello, a las madres que se acercaron más a sus hijos durante este periodo o que reforzaron sus vínculos, les recomienda que valoren y vivan cada momento de la crianza, pues esta “no va a durar toda la vida. Disfruten”.

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