/ lunes 22 de enero de 2024

“El pueblo que no quería crecer”

El Premio Nobel de Literatura en 1990 y premio Cervantes en 1981, el gran maestro Octavio Irineo Paz Lozano, ensayista, poeta, diplomático y una de las mentes más críticas para con su propia sociedad y ese México que estaba en plena construcción institucional, llegó a citar en más de una ocasión que “Sin libertad, la democracia es puro despotismo, y sin democracia, la libertad es una quimera”.

Poseedor de una mente clara y una visión capaz de vislumbrar las posibilidades y los riesgos de un México de mediados del siglo XX, Octavio Paz tuvo claro que para dejar de ser un pueblo plagado de carencias, era indispensable sembrar entre la población sentimientos de identidad, amor, patria y libertad; de otra manera el sometimiento al poder de unos cuantos sería el destino y no solo una estación obligada en ese tránsito por la búsqueda de la verdadera ciudadanía.

Cuánta razón tenía el Premio Nobel mexicano.

A finales del siglo pasado, 1996 para ser exactos, la escritora y politóloga de origen Sirio, Ikram Antaki Akel, publicó su polémico libro “ El pueblo que no quería crecer”, una obra en la que la autora escribió lo que en su análisis fueron, eran y serían los grandes desafíos de México y su pueblo: la apatía, la violencia, la corrupción, el cinismo, la ambición desmedida por el poder y la falta de debates e ideas con valor.

Dueña de una lucidez indiscutible, la adelantada Ikram nos advirtió desde el siglo pasado el vacío al que nos dirigíamos los mexicanos a gran velocidad. No obstante, tal vez lo único que no imaginó la férrea pensadora, fue la rapidez en la descomposición de nuestra propia realidad, esa que nos tiene hoy al borde de un cambio no necesariamente positivo para todos.

Cuánta razón también tuvo la extraordinaria politóloga.

Fuimos advertidos una y otra y otra vez, nos dijeron en muchísimas ocasiones que ese pueblo mexicano conformista y mediocre, acostumbrado al saqueo y a la indiferencia, no podía quedarse instalado ahí; que la riqueza del país y el cinismo de los saqueadores no podía ser eterno, que teníamos que despertar para exigir ser tratados como adultos y no como esos menores de edad que visten pantalones cortos y tobilleras.

No lo creímos o no quisimos abandonar nuestra falaz zona de confort. Hace varios años que los mexicanos debimos haber hecho una alto para evaluar, reflexionar y atrevernos a exigir esa mayoría de edad que muchas sociedades del mundo se han ganado a fuego y sangre, sin embargo, parece que los que somos y los que estamos, seguimos siendo ese pueblo de miedosos y conformistas que se niega a crecer.

Y es que no es comprensible que después de intensas campañas de publicidad e información, de incontables llamados, después de marchas multitudinarias, de protestas permanentes, de inconformidades y de reclamos, los mexicanos la volvimos a hacer al dejar para el último momento el trámite de la estratégica credencial de elector.

Esa mica que más que una mera identificación, será la única llave civilizada para definir de manera legal y democrática el futuro de por lo menos las dos próximas generaciones de mexicanos.

Este lunes 22 de enero vence el plazo para tramitar ese pase a la mayoría de edad como sociedad. Las filas de mexicanos “urgidos” por cumplir con esa obligación cívica y deber institucional se vieron a lo largo y ancho del país desde finales de la semana pasada.

Las citas y los módulos de la autoridad electoral han quedado rebasados por una muchedumbre deseosa de tramitar su credencial y poder así participar en las elecciones del próximo 2 de junio, fecha definitoria para nuestro país.

Por los tiempos y por los plazos que han llegado a su límite, decenas de miles de mexicanos a lo largo y ancho del país se quedarán sin ese derecho y sin esa llave para elegir libremente. Se hundirán aún más en la nefasta comodidad que busca el observador conformista y mediocre, ese que no merece ser llamado ciudadano, sino simple poblador.

Las especulaciones sobre el escenario que viviremos los mexicanos en las elecciones de este 2024 son muchas y con diferentes intenciones. Desde los que afirman que la de junio será una indiscutible elección de Estado, hasta los que aseguran que el camino está trazado porque la oposición seria y nacionalista en México sencillamente es una mera vacilada.

Lo cierto es que estas serán las elecciones más importantes en la historia de este México contemporáneo, por ello, sal y vota, vota por quien tú quieras, pero vota, que nadie ni nada te quite ese derecho a exigir un México más justo.

Estas serán las elecciones de los votantes y la historia así lo consignará.

El Premio Nobel de Literatura en 1990 y premio Cervantes en 1981, el gran maestro Octavio Irineo Paz Lozano, ensayista, poeta, diplomático y una de las mentes más críticas para con su propia sociedad y ese México que estaba en plena construcción institucional, llegó a citar en más de una ocasión que “Sin libertad, la democracia es puro despotismo, y sin democracia, la libertad es una quimera”.

Poseedor de una mente clara y una visión capaz de vislumbrar las posibilidades y los riesgos de un México de mediados del siglo XX, Octavio Paz tuvo claro que para dejar de ser un pueblo plagado de carencias, era indispensable sembrar entre la población sentimientos de identidad, amor, patria y libertad; de otra manera el sometimiento al poder de unos cuantos sería el destino y no solo una estación obligada en ese tránsito por la búsqueda de la verdadera ciudadanía.

Cuánta razón tenía el Premio Nobel mexicano.

A finales del siglo pasado, 1996 para ser exactos, la escritora y politóloga de origen Sirio, Ikram Antaki Akel, publicó su polémico libro “ El pueblo que no quería crecer”, una obra en la que la autora escribió lo que en su análisis fueron, eran y serían los grandes desafíos de México y su pueblo: la apatía, la violencia, la corrupción, el cinismo, la ambición desmedida por el poder y la falta de debates e ideas con valor.

Dueña de una lucidez indiscutible, la adelantada Ikram nos advirtió desde el siglo pasado el vacío al que nos dirigíamos los mexicanos a gran velocidad. No obstante, tal vez lo único que no imaginó la férrea pensadora, fue la rapidez en la descomposición de nuestra propia realidad, esa que nos tiene hoy al borde de un cambio no necesariamente positivo para todos.

Cuánta razón también tuvo la extraordinaria politóloga.

Fuimos advertidos una y otra y otra vez, nos dijeron en muchísimas ocasiones que ese pueblo mexicano conformista y mediocre, acostumbrado al saqueo y a la indiferencia, no podía quedarse instalado ahí; que la riqueza del país y el cinismo de los saqueadores no podía ser eterno, que teníamos que despertar para exigir ser tratados como adultos y no como esos menores de edad que visten pantalones cortos y tobilleras.

No lo creímos o no quisimos abandonar nuestra falaz zona de confort. Hace varios años que los mexicanos debimos haber hecho una alto para evaluar, reflexionar y atrevernos a exigir esa mayoría de edad que muchas sociedades del mundo se han ganado a fuego y sangre, sin embargo, parece que los que somos y los que estamos, seguimos siendo ese pueblo de miedosos y conformistas que se niega a crecer.

Y es que no es comprensible que después de intensas campañas de publicidad e información, de incontables llamados, después de marchas multitudinarias, de protestas permanentes, de inconformidades y de reclamos, los mexicanos la volvimos a hacer al dejar para el último momento el trámite de la estratégica credencial de elector.

Esa mica que más que una mera identificación, será la única llave civilizada para definir de manera legal y democrática el futuro de por lo menos las dos próximas generaciones de mexicanos.

Este lunes 22 de enero vence el plazo para tramitar ese pase a la mayoría de edad como sociedad. Las filas de mexicanos “urgidos” por cumplir con esa obligación cívica y deber institucional se vieron a lo largo y ancho del país desde finales de la semana pasada.

Las citas y los módulos de la autoridad electoral han quedado rebasados por una muchedumbre deseosa de tramitar su credencial y poder así participar en las elecciones del próximo 2 de junio, fecha definitoria para nuestro país.

Por los tiempos y por los plazos que han llegado a su límite, decenas de miles de mexicanos a lo largo y ancho del país se quedarán sin ese derecho y sin esa llave para elegir libremente. Se hundirán aún más en la nefasta comodidad que busca el observador conformista y mediocre, ese que no merece ser llamado ciudadano, sino simple poblador.

Las especulaciones sobre el escenario que viviremos los mexicanos en las elecciones de este 2024 son muchas y con diferentes intenciones. Desde los que afirman que la de junio será una indiscutible elección de Estado, hasta los que aseguran que el camino está trazado porque la oposición seria y nacionalista en México sencillamente es una mera vacilada.

Lo cierto es que estas serán las elecciones más importantes en la historia de este México contemporáneo, por ello, sal y vota, vota por quien tú quieras, pero vota, que nadie ni nada te quite ese derecho a exigir un México más justo.

Estas serán las elecciones de los votantes y la historia así lo consignará.