/ lunes 29 de abril de 2024

La mitad de las campañas

Llegamos la primera mitad de las campañas en el estado de Puebla, los esfuerzos han sido extraordinarios en los dos frentes, sin embargo, las diferencias también han sido por mucho notorias entre los equipos que encabezan Alejandro Armenta y Eduardo Rivera. Ambos buscan alcanzar el mismo objetivo, pero el hambre de triunfo y la convicción manifiesta es mucho más evidente en el otrora senador.

Mas allá de sus grupos y partidos aliados, los contextos están jugando un papel fundamental en las actitudes, en los discursos, en los eventos, en las agendas, en los aliados, en la potencia de cada candidato a la hora de hablar sobre sus proyectos, sus visiones de estado, sus ofertas políticas y hasta sus familias.

Todo cuenta, todo marca, todo es profundamente importante porque las expectativas crecen cada día al tener enfrente la elección mas importante de este país, el actual escenario hace pues que la sociedad esté atenta y comparando hasta el más pequeño detalle de quienes plantean dos caminos distintos para el futuro de la entidad y del país.

Ese es el punto que está marcando y maximizando la percepción sobre las compañas locales. Esta elección es tan definitoria que ha logrado despertar e involucrar hasta a los mas escépticos y críticos de la política, porque en el fondo sabemos que esta no será una votación más en la vida de México.

Alejandro Armenta ha dejado ver en muchas ocasiones el grado de concentración y compromiso que tiene con su encomienda. En su equipo de trabajo visualizan el mismo camino, saben que no pueden fallar porque una gran mayoría ven la misma meta, porque el candidato ha logrado permear en su gente cuál es el objetivo en el que deben poner, todos, el foco de atención. Claro, siempre estarán los agazapados que traicionarán, pero eso es un tema inherente a la política.

A estas alturas ya está muy claro que el proyecto de la gubernatura para Armenta no nació hace 3 años o 4, desde su llegada al Senado, el poblano visualizó y construyó su objetivo político al grado de tejer alianzas muy finas, de contactar y reconocer a personalidades nacionales y extranjeras con quienes lejos de perder contacto, siempre se mantuvo en comunicación institucional.

Su emblemático reloj electrónico, colocado a la entrada de su oficina, se encargó de mentalizarlo una y otra vez sobre su meta, ese implacable contador regresivo le recordó por casi 6 años el tiempo que le quedaba para emprender su proyecto político más importante y efectivamente, aquí está ejecutando su visión.

El caso de Eduardo Rivera es diferente desde la concepción de la idea, vamos, de la posibilidad de contender por el cargo más importante en la política poblana. Su decisión, aunque valiente, se vio marcada por la incertidumbre, por los obligados acuerdos, por los escenarios nacionales y por las garantías, esas que en la política resultan en muchos casos efímeras.

Desde el inicio, el candidato Rivera se tomó las cosas con mucha más precaución porque sin duda su escenario guardaba la posibilidad de una reelección prácticamente garantizada dado el incuestionable rescate y recuperación de una ciudad abandonada y entregada a la improvisación y a la inexperiencia.

El dos veces alcalde logró reencausar a una capital irreconocible (para mal) en un tiempo récord, los poblanos lo notaron, lo reconocieron y por ello su permanencia en la alcaldía era un hecho de mero trámite electoral.

Sin embargo, las circunstancias y la falta de cuadros competitivos lo llevaron, de manera literal, a subirse a una competencia a la que, pareciera, no tuvo ni tiempo ni estímulos personales suficientes para enamorarse de la idea de salir, buscar y conquistar la gubernatura de Puebla.

A veces da la impresión de que al candidato del PAN de sus amores, del PRI de sus profundas críticas y cuestionamientos y de un PRD que es más bien una carga, no le dieron la oportunidad de decidir con libertad, sino más bien pareciera que lo obligaron a librar una batalla colmada de desventajas, y es que a diferencia de la candidata Xóchitl Gálvez, él no se puede desmarcar de los partidos políticos que lo postulan, esos que son referencia del desastre de país que tenemos.

Aun así, Eduardo ha salido con entereza a buscar el voto de los poblanos que lo conocen y de los que nunca lo habían visto en su vida. Esa condición no lo ha condicionado, al contrario, las adversidades expuestas lo han llevado a demostrar su crecimiento como político, su determinación para tomar en serio el encargo impuesto, y por ende, a desempeñar con dignidad su papel de candidato.

No obstante, no todos en su equipo se mueven igual, no todos están en la misma frecuencia de un posible triunfo y eso limita y retrasa al aspirante para contagiar a sus simpatizantes de una posibilidad seria de éxito.

A mitad de las campañas es de reconocerse el arduo trabajo, el nivel de compromiso, la profundidad de las plataformas y la seriedad de las promesas en ambos frentes, sin embargo y hasta ahora, el hambre de triunfo y la percepción de victoria están del lado de Alejandro Armenta.

Ahora bien, esta carrera no ha terminado, apenas estamos cruzando la mitad de las campañas y lo expuesto puede cambiar o mantenerse, solo los candidatos saben muy en el fondo cuánto desean la gubernatura, para qué la buscan y cuánto están dispuestos a dar para alcanzarla.

Para bien de Puebla, lo deseable es que la segunda mitad de las campañas se viva en un escenario de propuestas, seguridad y equidad.

Que sean las virtudes y las ideas viables las que nos den claridad para decidir libremente.


@IvanMercadoNews


Llegamos la primera mitad de las campañas en el estado de Puebla, los esfuerzos han sido extraordinarios en los dos frentes, sin embargo, las diferencias también han sido por mucho notorias entre los equipos que encabezan Alejandro Armenta y Eduardo Rivera. Ambos buscan alcanzar el mismo objetivo, pero el hambre de triunfo y la convicción manifiesta es mucho más evidente en el otrora senador.

Mas allá de sus grupos y partidos aliados, los contextos están jugando un papel fundamental en las actitudes, en los discursos, en los eventos, en las agendas, en los aliados, en la potencia de cada candidato a la hora de hablar sobre sus proyectos, sus visiones de estado, sus ofertas políticas y hasta sus familias.

Todo cuenta, todo marca, todo es profundamente importante porque las expectativas crecen cada día al tener enfrente la elección mas importante de este país, el actual escenario hace pues que la sociedad esté atenta y comparando hasta el más pequeño detalle de quienes plantean dos caminos distintos para el futuro de la entidad y del país.

Ese es el punto que está marcando y maximizando la percepción sobre las compañas locales. Esta elección es tan definitoria que ha logrado despertar e involucrar hasta a los mas escépticos y críticos de la política, porque en el fondo sabemos que esta no será una votación más en la vida de México.

Alejandro Armenta ha dejado ver en muchas ocasiones el grado de concentración y compromiso que tiene con su encomienda. En su equipo de trabajo visualizan el mismo camino, saben que no pueden fallar porque una gran mayoría ven la misma meta, porque el candidato ha logrado permear en su gente cuál es el objetivo en el que deben poner, todos, el foco de atención. Claro, siempre estarán los agazapados que traicionarán, pero eso es un tema inherente a la política.

A estas alturas ya está muy claro que el proyecto de la gubernatura para Armenta no nació hace 3 años o 4, desde su llegada al Senado, el poblano visualizó y construyó su objetivo político al grado de tejer alianzas muy finas, de contactar y reconocer a personalidades nacionales y extranjeras con quienes lejos de perder contacto, siempre se mantuvo en comunicación institucional.

Su emblemático reloj electrónico, colocado a la entrada de su oficina, se encargó de mentalizarlo una y otra vez sobre su meta, ese implacable contador regresivo le recordó por casi 6 años el tiempo que le quedaba para emprender su proyecto político más importante y efectivamente, aquí está ejecutando su visión.

El caso de Eduardo Rivera es diferente desde la concepción de la idea, vamos, de la posibilidad de contender por el cargo más importante en la política poblana. Su decisión, aunque valiente, se vio marcada por la incertidumbre, por los obligados acuerdos, por los escenarios nacionales y por las garantías, esas que en la política resultan en muchos casos efímeras.

Desde el inicio, el candidato Rivera se tomó las cosas con mucha más precaución porque sin duda su escenario guardaba la posibilidad de una reelección prácticamente garantizada dado el incuestionable rescate y recuperación de una ciudad abandonada y entregada a la improvisación y a la inexperiencia.

El dos veces alcalde logró reencausar a una capital irreconocible (para mal) en un tiempo récord, los poblanos lo notaron, lo reconocieron y por ello su permanencia en la alcaldía era un hecho de mero trámite electoral.

Sin embargo, las circunstancias y la falta de cuadros competitivos lo llevaron, de manera literal, a subirse a una competencia a la que, pareciera, no tuvo ni tiempo ni estímulos personales suficientes para enamorarse de la idea de salir, buscar y conquistar la gubernatura de Puebla.

A veces da la impresión de que al candidato del PAN de sus amores, del PRI de sus profundas críticas y cuestionamientos y de un PRD que es más bien una carga, no le dieron la oportunidad de decidir con libertad, sino más bien pareciera que lo obligaron a librar una batalla colmada de desventajas, y es que a diferencia de la candidata Xóchitl Gálvez, él no se puede desmarcar de los partidos políticos que lo postulan, esos que son referencia del desastre de país que tenemos.

Aun así, Eduardo ha salido con entereza a buscar el voto de los poblanos que lo conocen y de los que nunca lo habían visto en su vida. Esa condición no lo ha condicionado, al contrario, las adversidades expuestas lo han llevado a demostrar su crecimiento como político, su determinación para tomar en serio el encargo impuesto, y por ende, a desempeñar con dignidad su papel de candidato.

No obstante, no todos en su equipo se mueven igual, no todos están en la misma frecuencia de un posible triunfo y eso limita y retrasa al aspirante para contagiar a sus simpatizantes de una posibilidad seria de éxito.

A mitad de las campañas es de reconocerse el arduo trabajo, el nivel de compromiso, la profundidad de las plataformas y la seriedad de las promesas en ambos frentes, sin embargo y hasta ahora, el hambre de triunfo y la percepción de victoria están del lado de Alejandro Armenta.

Ahora bien, esta carrera no ha terminado, apenas estamos cruzando la mitad de las campañas y lo expuesto puede cambiar o mantenerse, solo los candidatos saben muy en el fondo cuánto desean la gubernatura, para qué la buscan y cuánto están dispuestos a dar para alcanzarla.

Para bien de Puebla, lo deseable es que la segunda mitad de las campañas se viva en un escenario de propuestas, seguridad y equidad.

Que sean las virtudes y las ideas viables las que nos den claridad para decidir libremente.


@IvanMercadoNews